Las Entrevistas de El Gráfico

Milton Casco: “Fue duro pero me lo tomé con calma”

Integró la Selección en la Copa América, tenía un pie en el fútbol francés, luego River y Boca pelearon por sus servicios, pero arrancó torcido y la gente no le perdonaba una. Hoy, revirtió su imagen y es valorado. La particular historia de un hombre al que casi no se le conoce la voz.

Por Diego Borinsky ·

30 de marzo de 2017
Imagen En la tribuna de la cancha principal del predio de River en Ezeiza, donde suele entrenar la Primera.
En la tribuna de la cancha principal del predio de River en Ezeiza, donde suele entrenar la Primera.
De Milton Oscar Casco casi no existen notas. Uno podrá buscar recortes en los sobres infalibles del archivo de El Gráfico, googlear su nombre y apellido, intentar rescatar alguna entrevista en YouTube, y los resultados serán decepcionantes, casi nulos.

No se trata de un muchacho que apenas lleva unos partidos en Primera y entonces es protegido del acoso periodístico por los referentes del plantel. Tampoco hablamos de un ignoto defensor sin cualidades técnicas. Ni siquiera de un buen futbolista que solamente haya defendido camisetas de clubes menores, sin interés mediático. Mucho menos de un caso como el de Marcelo Bielsa o Pep Guardiola, quienes se niegan a dar entrevistas individuales y solo se expresan por conferencias de prensa. No, no y no.

Milton Oscar Casco tiene 28 años, más de 200 partidos en Primera División, ha salido campeón con Newell’s, integrado el plantel de la Selección Nacional en una Copa América, estuvo con un pie en uno de los clubes más importantes de Francia (Olympique de Marsella), fue objeto de disputa de los dos más grandes del fútbol argentino y ya lleva un año sobre el lomo en River Plate. Sin embargo, de Milton Oscar Casco casi no existen notas.

Será un poco por timidez propia y otro por desinterés ajeno, un poco por perfil bajo autoimpuesto y otro por preconcepto de quienes eligen a quién conviene entrevistar. Corto de sonrisas y de palabras en sus escasas apariciones en conferencias de prensa, Milton también es capaz de sorprender con su chispa pueblerina apenas entra un poquito en confianza en la charla. Tampoco es una máquina de dejar títulos explosivos ni un canto a la locuacidad al que hay que pedirle por favor que pare de hablar porque te hace tirar al suelo de la risa. Pero sorprende Milton al periodista que llega con ese cúmulo de prejuicios a cuesta.

La primera pista para derribar esa imagen la dará cuando, apenas comenzada la charla, contará que en María Grande, su pueblo natal entrerriano ubicado a 80 kilómetros de Paraná, disfrutó de su infancia haciendo muchas “cagadas”.

-María Grande es el pueblo donde nací y me crié. Ahí me inicié jugando al fútbol y viví momentos muy lindos -arranca Milton-. Una infancia hermosa que disfruté mucho, y como en todo pueblo, haciendo muchas cagadas, como se dice.

-¿A qué te referís con “cagadas”?
-A jugar a la pelota todo el tiempo por todos lados, a andar con las gomeras para cazar pajaritos y romper cada tanto algún vidrio de una casa ajena, a todo ese tipo de cosas.

-Ahí habrás agarrado velocidad en el pique después de romper vidrios…
-Y… mayormente sabían de dónde venían los piedrazos, así que nos venían a pegar un retito, pero bueno, no era nada grave tampoco.

-¿Qué otras macanas hacías?
-Ibamos con la bici a las taperas, que son casas abandonadas, a sacar frutas de los árboles, muchos duraznos y peras, y los dueños nos iban a sacar corriendo. Salíamos a pescar con los amigos y donde sabíamos que había alguna tapera, ahí nos metíamos para llevarnos algo de fruta hasta que veíamos que venía la camioneta y salíamos corriendo.

-¿Seguís viendo a esos compañeros de travesuras de la infancia?
-Sí, claro, cundo pueden se vienen a ver algún partido a Buenos Aires y se quedan en casa, y cuando voy para allá, nos juntamos. Son 600 kilómetros hasta allá, un tirón largo, pero cuando hay un par de días libres, me hago la escapada.

Bien, ya con esta primera pincelada, descubrimos a un Milton Casco diferente, pícaro, oculto detrás de esa máscara de hombre algo hosco y serio.

-Era de jugar al fútbol en todo momento –recupera el relato-, nos juntábamos así fuéramos 3 o 4 y nos poníamos a patear un rato en cualquier lugar. Teníamos una canchita atrás de la iglesia, ahí se juntaba mucha gente los sábados a la tarde, yo en ese entonces era bajito y jugaban los más grandes y por ahí me metían un ratito a jugar cuando faltaba alguno.

-¿Once contra once?
-Doce contra doce, quince contra quince (risas), los que iban llegando se metían uno para cada lado. Toda mi infancia en Atlético María Grande, el club donde me inicié, jugué como delantero, incluso fui goleador en el Sub 15, la tercera que le decimos allá…

-Incomprobable…
-No, no, ¿cómo incomprobable? Están los registros seguramente, metí más de 30 goles en ese campeonato.

-No te veo como nueve de área…
-Iba por afuera. Siempre fui rapidito, me la tiraban larga nomás y ahí yo iba y pateaba. Por ahí algún que otro enganche, y después pateaba.

-¿La mayoría de los goles eran de zurda o de derecha?
-Con las dos, como siempre digo: me da lo mismo pegarle con ambas. Yo soy derecho, pero desde pibe, mi viejo, que había sido jugador en la liga de Paraná Campaña y tenía idea del asunto, me hacía pegarle con la zurda todo el tiempo, me hinchaba para que pateara con las dos, hacíamos pases y esas cosas, y a mí me gustaba por ahí la postura de los zurdos, que la pisaban y demás, entonces me puse a practicar mucho para imitarlos y así agarré el golpe y la técnica.

-Si tenés un penal, ¿con cuál le das?
-Con la derecha, pero no tengo ningún problema en hacerlo con la izquierda.

Hijo de madre ama de casa y de padre policía, el mayor de cuatro hermanos, casado con Luciana y padre de Gianluca (6) y Stéfano (2), ya desde pibe, el niño Milton armaba paredes. “Con unos amigos nos rebuscábamos y le pedíamos laburo al papá de un amigo y en las vacaciones nos poníamos a trabajar de albañil para tener unos pesos el fin de semana y poder salir -revive-. A los 4 o 5 años entré a la escuelita de fútbol y con 15 jugué en la Primera de Atlético, con rivales muchos más grandes y de mayor experiencia. Había partidos bravos, a mí me han levantado varias veces por el aire, porque era livianito, pero enseguida saltaban mis compañeros y me defendían”.

-¿Siempre fuiste chiquito de físico?
-Sí, sí, ahora dentro de todo estoy más ancho (risas) pero antes era un palo vestido.

Imagen Es derecho, le pega indistintamente con las dos piernas pero prefiere jugar por izquierda.
Es derecho, le pega indistintamente con las dos piernas pero prefiere jugar por izquierda.
De María Grande se probó en Unión, por contactos de un muchacho del pueblo. Y quedó. Se fue a vivir a la pensión. No llegó a un mes. “En los pueblos no se acostumbra a correr tanto –repasa– y estábamos en la pretemporada de verano, hacía un calor de locos, yo me sentía medio descompuesto, le dije al profe que me sentía mal y no me dio bolilla, así que terminé la práctica, fui a la pensión, me bañé tranquilo, agarré el bolsito y me volví a casa sin avisarle a nadie. Extrañaba demasiado, a las juntas, la familia, las costumbres de mi pueblo”. A los pocos días lo llamaron a la casa, hizo un nuevo intento, pero no duró mucho más y después de conseguir el pase libre volvió a jugar en su pueblo. Cuando parecía que su ilusión de ser futbolista se truncaba, con 16 años para 17, fue a una prueba en Paraná y sacó boleto para Gimnasia La Plata. Otra vez a la pensión, otra vez a extrañar, pero ya sabía que no tenía margen de maniobra: era aguantar o volver al pago a levantar paredes (con ladrillos, no con pelotas).

-¿Entraste como delantero?
-Sí, siempre delantero, aunque ya en la Reserva de Gimnasia empezaron a ponerme de volante, de a poquito me fueron mandando cada vez más pa’ trás (risas): media punta, volante por cualquiera de los dos lados... En ese sentido, no tenía problemas. Y una vuelta, Madelón me llevó a hacer fútbol con la Primera, y me pusieron a jugar de lateral derecho. Por supuesto que dije que sí, ahí si te dicen “andá a atajar”, vas a atajar (risas) y parece que me vieron con salida, que iba para adelante y ya quedé entrenando con la Primera como lateral. Y de a poco me fueron enseñando el oficio para marcar. Esa es la historia.

-¿Y de qué lado preferís jugar?
-Por la izquierda, porque me acostumbré y porque, como contaba, no tengo problemas de perfil.

-De Gimnasia a Newell’s y de ahí estuviste a un paso de dar e salto al Marsella, ¿llegaste a hablar con Bielsa?
-Todo lo charlaron con mi representante, Pipo Palomar, yo no tuve la suerte de hablar nunca con Marcelo, no nos llegamos a conocer personalmente. El pase ya estaba casi listo.

-¿Te llegaste a sentir jugador del Marsella?
-Hasta que no firmás, no lo das por concretado, eso es así, pero estaba todo tan encaminado, prácticamente ya estaba hecha la operación, y en un momento me llamó mi representante para decirme que había renunciado Bielsa y que se caía el pase. No entendía nada.

-¿Te bajoneaste?
-Me dio bronca porque hubiese sido lindo ir a jugar a Europa, pero enseguida cambié el chip y pensé: “Ya está, no me puedo quedar con esto, la carrera sigue, tengo que estar bien para lo que viene”. Me llamó la dirigencia de Newell’s para preguntarme cómo estaba, si me quería tomar unos días, y les contesté que no. “Mañana ya voy a entrenar, no me voy a quedar con esto”, les dije, y al poco tiempo surgió el interés de River y de Boca.

-¿Por qué elegiste River?
-La dirigencia de Newell’s estaba hablando con los dos clubes, pero un día me llamó Marcelo (Gallardo) y me preguntó si quería jugar en River. Le contesté que me encantaría. “Quería escuchar eso de vos”, me dijo. Y se dio. River venía jugando muy bien, eso me llamó mucho la atención, me gustaba el estilo, y la llamada de Marcelo completó todo. Fue muy loco: volví de Estados Unidos de un partido amistoso con la Selección y de Ezeiza fui directo al Monumental a firmar el contrato. Y a los tres días jugué contra Boca.

-¿No te asustó el desafío? Arriesgabas mucho…
-La verdad que no, de chico uno ve esos partidos River-Boca y decís: ¡qué lindo sería estar ahí! No pensé demasiado, no evalué riesgos, uno llega y quiere jugar y, aparte, desde el primer momento que entré al vestuario los muchachos me recibieron de una manera extraordinaria y me hicieron parte. Y eso me dio confianza.

-¿Cómo viviste esos primeros meses? Las cosas no te salieron, el periodismo te criticó fuerte, la gente se burlaba…
-Fueron duros esos meses, no lo voy a negar, pero lo tomé con calma. Soy una persona muy tranquila, y por suerte nunca fui de leer mucho los diarios ni engancharme con las redes sociales.

-¿No te pusiste mal?
-No, jamás, lo tomé con mucha tranquilidad porque sabía que tenía el apoyo de todos mis compañeros y del cuerpo técnico, y por suerte pasó eso y pude empezar a jugar a un nivel, que es el que yo quería. Hoy estoy contento de haberle devuelto la confianza a la gente que esperaba eso de mí.

-¿Hoy te sentís respetado y valorado?
-No sé si respetado, pero creo que vengo haciendo partidos aceptables. También ha levantado el juego del equipo en general y eso hace que uno crezca también. En lo personal, estoy contento.

-Casco va mucho mejor de lo que vuelve. ¿Verdadero o falso?
-(Piensa) Verdadero.

-¿Y entonces?
-Es por ese instinto de haber jugado de delantero. Muchas veces pasás al ataque y te olvidás de atrás, ¿viste?

-Gallardo te debe pedir que vayas y vayas, ¿o no?
-Sí, claro, nos dice que tengamos la libertad de pasar al ataque, que elijamos los tiempos más que nada, y me pide que me cierre como doble cinco, al lado de Leo, cuando se ataca por el otro lado, pero todo equipo que pone mucha gente en ofensiva deja un poco desprotegida la espalda, es inevitable. Lo que nos pide Marcelo, tanto a mí como a Jorge (Moreira), es que pasemos al ataque pero por sorpresa, no que nos quedemos posicionados arriba, llegar desde atrás hacia adelante.

-¿Y cuál es la clave en la marca?
-Primero y principal, no pasar de largo, que no te gambeteen fácil, hoy los delanteros son rápidos y difíciles de marcar, pero siempre tratando de cubrir la zona, de que no te metan pelotas entre los laterales y los centrales.

-¿Qué laterales te gustan?
-Dani Alves, Marcelo, Jordi Alba, Adriano…

-Cuando mirás un partido, ¿te fijás especialmente en los laterales para sacarles cosas?
-Claro, sí, me fijo mucho en los movimientos que hacen, los voy viendo, y por ahí, muchas veces ayuda.

Imagen Con una leve sonrisa, una postal poco frecuente, en el viejo vestuario de la Reserva, en Ezeiza.
Con una leve sonrisa, una postal poco frecuente, en el viejo vestuario de la Reserva, en Ezeiza.
-¿Cómo tomaste ir a una Copa América y no jugar ni un partido?
-Estaba contento por el lugar al que había llegado, pero con un poco de bronca porque no podía jugar, aunque uno siempre busca aportar lo mejor para el grupo y debe estar preparado por si te toca entrar.

-¿A Messi lo conocías?
-No lo había visto nunca ni había tenido trato. Llegó al vestuario y nos fue saludando a todos.

-¿Le dijiste: “Hola, soy Milton Casco”?
-No, no (risas) porque yo estaba jugando en Newell’s y Leo es hincha de Newell’s, así que me saludó por mi nombre, me conocía. El grupo de la Selección es espectacular, desde el primer momento me hicieron sentir bárbaro, nos juntábamos mucho a tomar mate a la hora de la siesta.

-¿Le pediste alguna camiseta?
-No, pero tenía unas ganas… Igual no le dije nada porque soy muy tímido. Me tocó marcarlo en las prácticas, pero Leo estaba en el aire, va a otro ritmo, no recuerdo si llegué a sacarle alguna pelota, capaz que sí.

Por Diego Borinsky / Fotos: Maxi Didari

Nota publicada en la edición de noviembre de 2016 de El Gráfico