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Los Caudillos: Pastoriza

José Omar Pastoriza no era el mejor en el equipo, ni el que más goles hacía pero fue un líder natural en todos los clubes que jugó, en Colón, Racing y fundamentalmente en Independiente.

Por Redacción EG ·

14 de marzo de 2017
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El inolvidable “Pato” Pastoriza  era el conductor del grupo en los equipos que integró, porque reunía las dos condiciones básicas: personalidad y rectitud. Era un pibe, jugaba en Colón de Santa Fe, y ya tenía vocación para el mando. Tanto, que a sus 18 años se sometían jugadores de mayor edad y trayectoria sin osar ni siquiera discutir sus proposiciones.

Pipo Rossi recuerda que lo trajo a Racing precisamente por eso: “Me gustó su estampa, su forma de plantarse en la cancha y manejar el equipo. Lo vi PATRÓN. Y por eso pedí que Racing lo comprara...”

Pipo no lo dice pero se adivina: lo vio parecido a él, cuando recién ascendía a primera con apenas 18 años, y ya les gritaba a los cracks consagrados de LA MÁQUINA, siguiendo una irrefrenable vocación de caudillo que traía desde los potreros de Beccar...

El caudillo puede ser el mejor jugador del equipo. El que más sabe. El que más goles hace. El que más fuerte “mete” cuando llega la hora de hacerse sentir en la cancha. O no. Puede pegarle imperfectamente a la pelota, arrastrándola como Pastoriza. Lo importante es que su cerebro trabaje a muchas revoluciones por segundo, que disponga de una inclaudicable riqueza temperamental y que sea capaz de transmitirles fe a sus compañeros.

El caudillo no se fabrica solo. Lo fabrica el medio. Lo van fabricando sus compañeros de equipo, que necesitan tener alguien en quien confiar cuando la mano viene mal barajada y alguno debe tomar la bandera para seguir yendo al frente.

El Pato no llega a Independiente y dice “Aquí mando yo”. El Pato llega a Independiente, se integra en el grupo, y poco a poco, por inevitable gravitación de su personalidad, los demás van depositando en él su confianza, reconociendo que es quien debe tener la voz cantante en la cancha y fuera de ella. Y se le reconoce ese liderazgo natural, porque no lo usa en su provecho sino en beneficio del grupo. Porque no es un caudillo para estar en la cómoda sino todo lo contrario. Porque no crea problemas en el grupo siguiendo la maquiavélica norma de “dividir para reinar”, sino porque une al grupo. No es el jefe de la camarilla disgregadora, es el jefe de un clan sin divisiones ni intrigas.


Fragmento de la la nota Los Caudillos publicada en 1972 en El Gráfico con textos de Juvenal.