Tenis

Que la Davis no tape el bosque

Luego de la histórica conquista de la Ensaladera de Plata, el Australian Open le dio al tenis argentino un baño de realidad.

Por Juan Limansky ·

19 de enero de 2017
Imagen Argentina comienza su defensa del título
Argentina comienza su defensa del título
Las imágenes del equipo de Copa Davis festejando en Zagreb la obtención de la tan ansiada Ensaladera de Plata todavía están frescas en la memoria de los amantes del tenis en Argentina. Sin embargo, el rendimiento de los tenistas nacionales en el Abierto de Australia tiene que servir como un llamado de atención para empezar a pensar en el futuro.

El título en la Davis es un hecho histórico y nada lo podrá borrar. Los dirigidos por Daniel Orsanic tuvieron todo en contra durante el certamen: todas las series se jugaron de visitante, sin ningún jugador dentro del Top 30 y contra rivales de jerarquía. Sin embargo, los planetas de alinearon, los tenistas jugaron mejor de lo que suelen hacerlo en el circuito y le dieron al deporte argentino una de las alegrías más importantes de su historia.

La Asociación Argentina de Tenis tiene la responsabilidad de capitalizar este logro y afirmar las bases para se puedan seguir generando talentos en el futuro, porque el presente no es tan auspicioso. Gracias a los integrantes de la Legión, el tenis argentino se acostumbró durante muchos años al éxito. Cada semana, había algún compatriota en la definición de un torneo del circuito, pero esos tiempos ya terminaron.

Imagen Schwartzman, tras su caída en Melbourne
Schwartzman, tras su caída en Melbourne
En el Abierto de Australia, Argentina tuvo 7 representantes en el cuadro masculino. Solo Diego Schwartzman (54°) y Carlos Berlocq (90°) ganaron un partido, pero ambos se despidieron en la segunda ronda. Es uno de los países con mayor cantidad de jugadores (9) entre los 100 mejores del ranking, pero ninguno tiene la proyección para ser animador del circuito y no hay menores de 24 años.

Por un lado están los que superaron la barrera de los 30, como el propio Berlocq, Juan Mónaco (64°) y Horacio Zeballos (68°). Experimentados de mil batallas, ya están gastando sus últimos cartuchos en el circuito. Por el otro, está la camada de los Schwartzman, Federico Delbonis (44°), Facundo Bagnis (65°), Guido Pella (81°) o Renzo Olivo (79°), que todavía no dieron ese salto de calidad pero están a tiempo de dar un paso hacia delante y mejorar su realidad.

Vale aclarar que ya ser parte de la elite del tenis tiene un valor incalculable y requiere de un sacrificio enorme, pero acá se está poniendo todo en perspectiva con lo que supo ser el tenis argentino en las últimas décadas. Es cierto que eso es algo muy difícil de repetir, ya que la casualidad y la fortuna tuvieron mucho que ver en que tantos jugadores de tanta jerarquía coincidan al mismo tiempo en un país. Pensar que tenistas de la calidad de Guillermo Coria, David Nalbandian, Gastón Gaudio, Guillermo Cañas, José Acasuso, Mariano Zabaleta, Juan Ignacio Chela, Agustín Calleri y Mariano Puerta, entre otros, puedan volver a coexistir, suena utópico.

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Todo este análisis tiene una excepción, basada en un solo nombre: Juan Martín Del Potro. A los 28 años, el tandilense viene de protagonizar un regreso espectacular tras una nueva operación en su muñeca izquierda. Ya demostró que tiene el tenis y las condiciones para ganarle a los mejores y protagonizar los torneos importantes. Sin embargo, necesita que su físico lo acompañe y le permite hilvanar buenas actuaciones en semanas consecutivas. Si Delpo recupera, o al menos se acerca, a su mejor nivel, está capacitado para ser una de las grandes estrellas mundiales. Debe funcionar como as de espadas en el presente y como faro para el futuro. No hay que pretender que algún joven se convierta en el nuevo Del Potro. Si llega, será bienvenido por todos, pero si no, habrá que acostumbrarse a la nueva realidad y conformarse con que cada uno llegue al mejor nivel de competencia que pueda.