Las Entrevistas de El Gráfico

Marcos Angeleri, el otro yo

El defensor describe su costado más íntimo. Cuenta sobre qué lo aconseja Verón, admite que tiene el ADN de Estudiantes, pondera a Bilardo, habla sobre Simeone, recuerda una gran anécdota con Maradona, repasa la mala y la buena en Europa, y se expresa sobre el buen juego de San Lorenzo.

Por Darío Gurevich ·

10 de enero de 2017
Imagen Tiene 33 años y acredita 14 como profesional. Al Ciclón se incorporó para este año.
Tiene 33 años y acredita 14 como profesional. Al Ciclón se incorporó para este año.
Marcos se conecta con su costado más íntimo. Angeleri se aparta de la vorágine futbolera para darles cabida a los rincones más nobles de su humanidad. Su lado B, su otro yo, que se compone de las historias jamás contadas públicamente, de las reflexiones nunca hechas en un medio, comienza a surgir.

“Estoy en un momento de disfrute. Me siento mucho más maduro, mucho más profesional. He pasado por varias etapas en mi vida, lo que me ha hecho una persona más fuerte, más pensante; lo que me hizo aprender cosas que me sirven adentro y afuera de la cancha”, asegura.

-¿Qué cuestiones aprendiste y que hoy, a los 33 años, aplicás?
-Antes, me afectaba un mal resultado o un mal partido en mi vida cotidiana. Hoy, lo vivo con la misma intensidad, me duele igual, pero sé diferenciar. Entendí cómo aprovechar esa experiencia negativa para mejorar; hago un análisis más profundo de un partido y no me quedo solo con el resultado. Pienso en corregir lo malo y potenciar lo bueno.

-¿Qué te sensibiliza?
-Muy pocas cosas. No soy sensible, para nada. No tengo recuerdos de haberme emocionado con algo o de haber largado alguna lágrima. Me tendría que remontar a la pérdida de un familiar. Cuando siento una leve brisa de sensibilidad, no lo demuestro.

-¿Qué te jode?
-Uf: son un montón de cosas. La injusticia, la falta de respeto, la hipocresía. Vivimos en una sociedad que se deterioró mucho en aspectos humanos. Lo que más me molesta es que me parece inalcanzable acomodar esto. Me crié en un pueblo y, desde chiquito, me juntaba con gente más grande, frecuentaba lugares con tipos mayores que yo; me sentía y me siento identificado con esas personas de pueblo que tienen códigos, que son derechos y que no se tuercen por nada del mundo. Yo incorporé todo eso y estoy hecho de esa madera. Me hubiera encantado haber nacido en los 70. Obviamente que habría querido evitar la época de los militares.

-¿Tenés alma de hippie?
-Sí… Tuve una época de disfrute, en la que no me importaba nada. Me sentía cómodo con esa vida, en la que se vive con cosas sencillas. Se disfrutaba de la nada misma: los ratos, los momentos. No era todo tan materialista como ahora. Siempre me gustó esa manera de ser al compartir charlas, música, mates. Soy más de esa época y de ese mundo, y no de la PlayStation, de una computadora, de un iPad. Hoy, tampoco tengo muy presente esas cosas. 

-¿Qué no te puede faltar?
-Mis amigos. Obviamente, mi familia tampoco… Pero mis amigos, que son los del pueblo, los de Treinta de Agosto, representan una parte muy importante en mi vida.

-Te fascina la música. ¿Qué bandas te movilizan?
-Desde chico, arranqué con Soda Stereo. Cuando Soda se separó, lo seguí a Gustavo Cerati pero no era lo mismo. Empecé a escuchar mucho a Los Redondos. En mi pueblo, sonaban bastante las dos bandas, pero nunca formé parte del Boca o River de Los Redondos o Soda. Siempre me gustaron los dos. Creo que no habrá una banda como esas.

-¿Qué músico se brinda arriba del escenario como vos lo hacés adentro de la cancha?
-Uh, no… Creo que ninguno. Porque lo mío es sacrificio, garra, corazón. Un Belluschi, por ejemplo, se podría identificar con un Cerati. Pero yo no. Quizá me identifico con un batero, que termina en cuero y todo transpirado porque deja la vida. Los otros músicos ni siquiera tienen ese desgaste ni se sacrifican tanto arriba del escenario.

-Igual, existen bateristas extraordinarios…
-Sí, por supuesto. Pero el que me toca a mí es el trabajo sucio, el menos vistoso. Es como el del batero… Al tipo lo ponen atrás de todo, termina todo sudado y sin remera, pero al final es la base de todos los temas.

-Cuando mirás tu carrera por el espejo retrovisor, ¿qué pensás?
-Si tuviera que volverla a elegir, lo haría. Estoy conforme, contento; es satisfactoria. Sí tuve un traspié cuando me rompí la rodilla en uno de mis mejores momentos. Por eso, me perdí el Mundial de Sudáfrica 2010. Después, si la analizo, llegué a Primera, salí campeón, jugué en Europa y en la Selección. No me puedo quejar. Me hubiera gustado jugar más tiempo en la Selección y disputar un Mundial. Pero no se dio. Cuando estaba en un gran momento para que se me diera todo, volví a empezar y me sacrifiqué el doble. Eso, a su vez, me ayudó a crecer. La vida es así: te pone obstáculos, trabas, y la gracia va a estar en saber correr la piedra o levantarse.

-¿Verón todavía te aconseja?
-Ya no tanto como cuando éramos compañeros. Hablamos desde otro lado, de cara a lo que va a ser mi futuro. Porque yo desconozco ese terreno. La mayoría de las veces el futbolista no está preparado para reinsertarse una vez que se retira. Es una situación jodida. Por eso, me parece bueno prepararse. 

-¿Qué conservás de la esencia, de la mística, de Estudiantes?
-Todo; tengo una base hecha, un ADN de Estudiantes. Hubo dos cosas que me marcaron: la etapa en mi pueblo durante mi preadolescencia y la de Estudiantes. Al club, llegué a los 15 años. Entonces, me formé como ser humano en esos dos lugares.

Imagen San Lorenzo es su cuarto club. Jugó en Estudiantes (2002-10 y 2012-13), Sunderland (2010-12) y Málaga (2013-16).
San Lorenzo es su cuarto club. Jugó en Estudiantes (2002-10 y 2012-13), Sunderland (2010-12) y Málaga (2013-16).
-¿Bilardo te cambió la vida?
-Fue una persona importante, sobre todo para los jugadores de Estudiantes de mi generación. La situación del club no era fácil: peleábamos el descenso. La gente lo pedía, Estudiantes lo necesitaba, y Carlos volvió. Empezó a marcar el rumbo y los entrenadores que se sumaron después se encontraron con un club más ordenado. A nosotros nos dio confianza; además, comenzó a interactuar, a tener un buen feedback con la gente y con nosotros. Eso hizo que pudiéramos rendir y conseguir los resultados. Nosotros éramos chicos y no nos encontrábamos en el campo de juego. Entonces, él absorbió la presión y nos mostró cómo nos debíamos manejar adentro y afuera de la cancha. Nos formó desde los cuidados personales y profesionales. Nos pulió, nos talló, nos dio el último toque. Gracias a eso, pude desarrollar mi carrera.

-Bilardo te movió de lugar por necesidad: te pasó de la zaga central al lateral derecho. ¿Exageró cuando te comparó con Cafú?
-Sí; nos tenía que potenciar de alguna manera y dijo: “Vamos a levantar a los pibes”. Como lo que él decía era palabra santa: ¡venga! A compararlo con Cafú. Me dio un empujoncito. Igualmente, Carlos hacía todo con un propósito. No quería ni hacer reír a la gente ni quedar como un monigote. Es mucho más inteligente de lo que parecía.

-Diego Simeone te dirigió en Estudiantes y salieron campeones del Apertura 2006. ¿El Cholo hizo “las inferiores” junto a ese grupo del Pincha?
-Nos profesionalizó, vino con ideas innovadoras y distintas. Le sacó un jugo bárbaro a ese plantel, que contó con la vuelta de Sebastián Verón. Ese fue el puntapié para lo que vino después en Estudiantes.

-Sos maradoniano. ¿Qué locura cometiste por Diego?
-Tengo una anécdota tremenda. Estábamos en un lugar con Mariano Pavone, que también es maradoniano, y coincidimos con Diego. Mariano se le acerca para saludarlo y él nos reconoce; nosotros ya jugábamos en Primera. Nos saludamos, y el Tanque le dice: “Diego, ¿no me podés dar algo, por favor?”. Y le dio su camisa y el Tanque le entregó su remera. Yo quedé ahí, pagando. La presencia del tipo era tan imponente que me daba cosa hablarle. “¿Y vos, querés algo?”, me pregunta. “Sí, Diego”. “Bueno, tomá”. Se sacó las zapatillas y me las dio, y yo le pasé las mías. Imaginate: yo era un hippie de aquellos que tenía unas zapatillas crotas. Como los talles eran totalmente distintos, me volví con los dedos de los pies metidos para adentro. Nos fuimos encantados de la vida con el Tanque. Después, el Diego, ya como técnico, me convocó para la Selección.

-¿Te sentiste incómodo en el Sunderland?
-Sí, nunca me pude insertar en el equipo, en el lugar al que fui. Era mi primera experiencia en otro club y me costó muchísimo el cambio. Tenía varias opciones para jugar en el exterior y elegí la Premier League por gusto. Pero no tuve en cuenta otras cuestiones: la cultura, el idioma, si había un latinoamericano en ese plantel para ayudarme un poco. El inicio ya fue complicado. Ahí también me lesioné y me costó el doble volver. Me quise ir en todos los mercados de pases, pero el club no me dejaba. Ellos decían que estaban contentos conmigo, que era un profesional… Son esas cosas raras que pasan en Europa: compran jugadores, los tienen en el banco o no los ponen, y dicen que son importantes. Al final, salí y regresé a Estudiantes. Necesitaba volver a empezar. Jugué un año en el Pincha y volví a Europa, precisamente a España.

-¿Qué le incorporaste, entonces, a tu juego en el Málaga?
-Ahí me fue muy bien y pasé a jugar en mi posición natural: de marcador central. El español es un fútbol más táctico, más ordenado, no tan de ida y vuelta, no tan físico. De 2, hice valer mi fuerte: la velocidad. Incorporé mucha táctica. Porque hay jugadores para enfrentar que, si no es con estrategia, no los podés parar. Si no se presta atención a esos detalles, vas a pasar vergüenza. Entonces, se pone énfasis en cómo contrarrestar a grandes equipos, a enormes jugadores. Aprendés a achicar la brecha entre las figuras y los futbolistas terrenales. Hay que rebuscársela, no podés entregarte. Yo no soy uno de esos. Tras que venía con una escuela de mañas, ahí las saqué todas a la luz (se ríe).

-Hablemos sobre tu actualidad. En una escala del 1 al 10, ¿cómo juega San Lorenzo?
-Un 8 o un 8,50; el equipo seduce desde el juego. Siempre intenta. Tenemos jugadores para hacerlo. Igual, es lógico que los partidos no salgan los 90 minutos de la misma manera.

-¿Qué le imprimió el entrenador Diego Aguirre al equipo?
-Implementó esta manera de jugar; nos dio confianza y libertad. Supo ensamblar a jugadores de calidad; cuando contás con futbolistas técnicamente ricos, los tenés que complementar adentro del campo de juego. Eso es lo más complicado del fútbol. Creo que el técnico supo hacerlo muy bien, tanto de mitad de cancha para adelante como de mitad de cancha para atrás. Porque somos un equipo que también defiende. Por más que tengamos tenencia de pelota y que nos destaquemos por jugar bien, aquellos que sobresalen por su calidad también se sacrifican para defender. Esto es un mérito del entrenador, como también darles confianza a los menos dotados para que se inserten bien y salga todo perfecto.

-¿San Lorenzo tiene el mejor ataque rápido y directo del fútbol argentino?
-Puede que sí, que seamos muy fuertes a la hora de acoplarnos en defensa y salir de contragolpe. Tenemos jugadores que definen muy bien y ahí hay un plus para lograr un colchón de resultados.

-Al despertar en la habitación de la concentración el día del partido, ¿le preguntás a Fernando Belluschi cómo amaneció?
-Es un comentario un poco femenino (se ríe). Tomamos mate, escuchamos rocanrol y charlamos. Somos los dos categoría 83 y tenemos conocidos y temas en común. Sí le digo: “Che, cómo estás para hoy”. O un: “Fer, nos das los tres puntos, ¿no?”. Porque si él anda bien, sabés qué…

-¿Qué deben corregir?
-Siempre hay para corregir, pero no se me viene a la cabeza un déficit puntual. Son cosas que surgen en cada partido. Porque los rivales nos juegan de maneras distintas y hay que amoldarse a eso y modificar ciertas cuestiones lógicas. No es lo mismo marcar a un 9 de área que a un enganche o a jugadores rápidos que van por afuera. Entonces, se debe tener en cuenta el esquema táctico del rival, los jugadores a enfrentar, y a partir de ahí te manejás. Si juego contra tal, tengo que corregir esto; y así sucesivamente. No podés ser un fundamentalista. Ni el fútbol ni la vida son así. Si hubiese una fórmula para jugar o para vivir, a todos nos iría bien.

Imagen Ganó el Apertura 2006 y la Libertadores 2009, en Estudiantes, y la Supercopa Argentina 2015, en el Ciclón.
Ganó el Apertura 2006 y la Libertadores 2009, en Estudiantes, y la Supercopa Argentina 2015, en el Ciclón.
-Para muchos, lamentablemente, el resultado tapa el análisis. Si no logran un título en la temporada, ¿se recordará el buen juego de este San Lorenzo?
-La coronación con un campeonato hará que todo sobresalga. Pero la gente viene a la cancha y disfruta del equipo. Los hinchas están encantados por la manera de jugar y eso no se lo van a sacar, como cada cosa que pasa en la vida. No es que se hace borrón y cuenta nueva.   

-Todavía no le ponés fecha de vencimiento a tu carrera. Pero ¿qué fantaseás que se vendrá tras el retiro?
-No lo sé; quiero seguir ligado al fútbol porque es de lo que más sé, es un ambiente en el que me conocen, y seguramente tendré alguna puerta abierta para insertarme y manejarme con conocimiento. No será como técnico, pero sí desde otro lado.

-¿Por qué no como entrenador?
-No me queda más nafta para seguir con la rutina. Quiero ir más a mi pueblo, pasar más tiempo con mis amigos y mi familia; me he perdido un montón de cosas durante mi carrera y me afectaba mucho. Siempre me consolaba al decir: “Cuando largue, voy a estar”. Eso, inconscientemente, me hace dejar de lado la opción de ser entrenador.

Por Darío Gurevich / Fotos: Maxi Didari

Nota publicada en la edición de diciembre de 2016 de El Gráfico