Las Entrevistas de El Gráfico

“¡Yo soy del Masche!”

En Córdoba, un grupo de nenes gritan orgullosos el nombre de su equipo: El Club Mascherano. Te contamos la historia de una escuelita de fútbol que nació con sueños y valores, como el propio Javier.

Por Redacción EG ·

18 de noviembre de 2016
Imagen Los chicos y sus entrenadores posan junto al paredón que honra a una de las grandes figuras de la Selección.
Los chicos y sus entrenadores posan junto al paredón que honra a una de las grandes figuras de la Selección.
Mirko tiene tan solo cuatro años, llega con cara de enojado, rascándose la cabeza. El pantalón le queda grandísimo. Apenas pisa la cancha, le tiran una pelota y empieza a correr atrás de ella con una sonrisa gigante. El aparente fastidio se terminó. La pelota le cambió el humor. Incluso cuando al Lauti la pelota se le cae del otro lado del alambrado y tienen que ir a buscarla a la laguna. El profe Martín Pozzo les pide “cuidado”, y les avisa que ya la saca él con una pala. Y de a poco se van juntando más nenes. Y es como si hubiera magia en esas canchas, porque inmediatamente la pisan y dibujan una sonrisa infantil impagable (y envidiable).

Son cerca de 30 pibes, hay días que son 45, en otros llegaron a ser unos 60. En las jornadas de partidos son más. Todos quieren representar al “Masche”. ¿A quién? Sí, al Club Mascherano. Una escuelita de fútbol que comenzó a gestarse en una fiesta del Día del Niño y tras dos años de historia, ya se hizo popular en la ciudad de Córdoba.

Juegan solo a la luz del sol, con cañaverales como tribunas al lado de la laguna que colinda las canchitas de fútbol. Un paredón con la leyenda del nombre del ídolo de la Selección Nacional, acompañado de manitos estampadas en múltiples colores. Juegan y son felices... y orgullosos dicen, entre risas, que juegan en El Masche. Juegan, sí, ellos disfrutan del ¡JUGAR!

Imagen Los valores humanos y deportivos de Mascherano fueron la inspiración para este hermoso emprendimiento cordobés.
Los valores humanos y deportivos de Mascherano fueron la inspiración para este hermoso emprendimiento cordobés.
En lo profundo del barrio de Alta Córdoba, sobre el pasaje Tejerina, atrás del predio de EcoGas, hay tres canchas de fútbol cuidadas como tesoros. Allí se juntan nenes de entre 4 y 12 años, supervisados por Martín Pozzo y Darío Lescano, los profe y fundadores de esta escuela de fútbol que nació con un sueño, así como cuenta el propio jugador de Barcelona que comenzó su carrera... con sueños. Y ahora participan de la Liga Municipal y de encuentros con escuelas de fútbol de la ciudad.

Hace menos de tres años ese lugar era un predio abandonado por el ferrocarril, donde había basura por doquier. Eran terrenos sucios, donde reinaba el caos. Hasta que una tarde de mates, Martín recordó cuando en ese lugar, siendo un infante, jugaba a la pelota y su papá Adrián lo animaba desde el costado. El Mundial de Brasil 2014 acababa de finalizar, la herida de la final perdida aún estaba entre todos, y llegó el Día del Niño. Martín junto a Darío se pusieron a limpiar el terreno, armó un par de arcos e invitó a todos los chicos del barrio a celebrar su día jugando al fútbol. Para su sorpresa, fue un domingo con muchísimos nenes. ¡Una verdadera fiesta! Entonces, se prendió la lamparita: “Armemos algo un poco más grande”, se dijeron los amigos Martín y Darío. Y luego de unas cuantas charlas con los nenes y los padres nació El Masche.

“Este espacio estaba abandonado, lleno de basura. Lo limpiamos. Y lo primero que hicimos fue ponerle un par de arcos. De esa forma, también podríamos evitar que siguieran tirando basura. Luego, invitamos a los chicos del barrio para celebrar el Día del Niño a inaugurar la canchita, digamos, les dimos una merienda y surgió. Le quisimos dar un sentido más social al espacio para el barrio”, cuenta Pozzo al recordar la génesis del club que está pronto a celebrar sus dos años de vida.

Imagen Dirigidos por Martín Pozzo y Darío Lescano, los chicos entrenan martes y jueves. Los partidos se juegan los sábados.
Dirigidos por Martín Pozzo y Darío Lescano, los chicos entrenan martes y jueves. Los partidos se juegan los sábados.
El profe Martín anda de un lado para el otro cuidando que los pibes no se vayan para la laguna. Los convida a hacer algunas jugadas con las pelotas. Los nenes le hacen caso. Y a él, literalmente, los ojos le brillan. Todo tiene una razón. “Yo vivo al lado de la cancha. De chico jugaba acá, desde que tenía cuatro años, después se sacaron los arcos y se hizo un basural. Cuando lo limpiamos y se pudo recuperar el terreno, me retrotrajo a mi infancia. Y quise, así como mi viejo lo hizo para mí cuando era nene, hacerlo yo ahora para otros chicos. El fútbol es algo que me encanta y disfruto muchísimo”, explica Martín, estudiante de ingeniería.

“Los piojitos”, como los llama cariñosamente Darío Lescano, se desparraman con sus pelotas y las camisetas que bailotean. “¡Vamos el Masche!”, gritan cuando ven que el fotógrafo les está por sacar una foto. Miqueas hace una broma y los demás purretes lo festejan. Toti y Tito hacen gestos con las manos. Todo es diversión... jugar.

Darío y Martín son amigos de la infancia. Ambos de Alta Córdoba. Los dos cuando fueron niños corrieron por este terreno que sirve de línea de “frontera” con barrio Panamericano.

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“¿Por qué le pusieron Club Mascherano?”, les consultamos desde El Gráfico a los creadores de este proyecto. “Esto nació en el 2014, y Javier Mascherano era el ídolo. Todos hablábamos de él. Cuando con los chicos decidimos darle un nombre al club, para que tuviera más identidad, surgió el de Mascherano. A mí me pareció un muy buen nombre, porque es un buen ejemplo, alguien para valorar e imitar, y que les iba a dar motivación a los chicos. Entonces, le pusimos Club Mascherano, y la verdad que todos los chicos quedaron chochos, encantados. Y andan orgullosos diciendo: ¡Yo soy del Mascherano!”, afirma el profe Martín Pozzo.

Los valores del Masche
Javier Mascherano es un líder. El Jefe es sinónimo de respeto y referente de los futbolistas de la Selección Argentina y de los clubes por donde pasó. Masche representa valores en el fútbol. Así lo entienden los fundadores de este club cordobés.

“En Mascherano vemos mucha humildad, compañerismo, esfuerzo, cordialidad. Y nosotros les tratamos de enseñar eso a los chicos, les queremos demostrar que las diferencias que hay en la sociedad, acá no están. Al Masche vienen chicos de diferentes barrios, con distintas realidades sociales; pero para nosotros y los chicos son todos iguales: todos venimos a jugar a la pelota. Los chicos no entienden de plata, solo quieren jugar y acá tratamos de darles eso”.

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Entrenan martes y jueves. Hubo un tiempo en el que también había un equipo de fútbol femenino. Ahora es únicamente de nenes. Los sábados a la mañana se hacen los encuentros. “¿El sábado con quién jugamos, profe?”, pregunta uno de los chicos, mientras se está armando el picado, luego de que se hicieran unos ejercicios con pelota. El sábado jugarán con una escuelita municipal. Las camisetas azul y naranja esperan limpias para ese partido. Curiosamente la más pedida no es la número “10”, sino, por supuesto, la “14”.

Las sonrisas de los infantes no desaparecen. Corren pletóricos detrás de la redonda. Hay más de uno que la pisa con cierta técnica que llama la atención. Pero eso no importa, ruegan que el sol no se esconda en el horizonte.

Mientras el astro brilla en el cielo, los sueños de pelota crecen, y los deja jugar... jugar a ser Mascherano.

Por Marcos J. Villalobo / Fotos: Nicolás Aguilera

Nota publicada en la edición de octubre de 2016 de El Gráfico