Personajes

Nicolás Tagliafico, el diamante que brilla

Sorprende por su juego, pero también por su conocimiento táctico. La pasión por Banfield y la magia de Garrafa Sánchez. La recomendación de Marzolini para que lo dejaran de 3. Las vivencias en el Taladro. El crecimiento en España. Su mejor etapa de la mano de Milito. Las claves del nuevo Independiente.

Por Darío Gurevich ·

02 de noviembre de 2016
Imagen Figura roja. Defiende y ataca bien. Hace un año y ocho meses, juega en Independiente. Tiene proyección.
Figura roja. Defiende y ataca bien. Hace un año y ocho meses, juega en Independiente. Tiene proyección.
“Perdí la memoria tres veces adentro de la cancha. La primera se produjo en Rosario, ante Central. Fue en 2007, si no me equivoco, cuando estaba en la Séptima de Banfield. Salté contra dos delanteros, y uno cabeceó hacia atrás y el otro me cabeceó de costado. Al caer, ya no me acordaba de nada. Es más, a mi papá le gusta sacar fotos, y existe una imagen en la que hay un tiro libre para Central y yo estoy de espalda a la jugada. O sea: me encontraba perdido. De hecho, le pregunté a un compañero dónde estaba, qué hacíamos… Hasta me dijo el resultado. Cuando se terminó el partido, me llevaron a una clínica. Mi mamá iba en la ambulancia conmigo, y mi papá nos seguía desde un auto con el padre de un amigo. ‘Puede ir más rápido’, le pidió mi mamá al conductor. ¡Para qué! El tipo encendió la sirena, y mi papá se asustó, se pensó que me pasaba algo grave. Ya en la clínica, yo preguntaba lo mismo cada cinco minutos. Estuve un día internado en Rosario”.

Nicolás Tagliafico se aleja del lateral por izquierda que la rompe en Independiente y profundiza su narración. “Gracias a ese partido ante Central, Jorge Theiler me citó para la Selección Sub 15. Me comentaron que jugué bárbaro -sorprende-. Las otras dos veces que perdí la memoria fueron en la Reserva de Banfield, también por choques. Lo bueno es que estas situaciones no me amedrentaron. Jamás doy una pelota por perdida y voy a disputarla de manera leal como si fuera la última. Juego así porque es mi forma de ser, de entregarme. Lo hacía desde chiquito en el Club Atlético Social Villa Calzada y lo mantengo en Independiente. Sé que pude haber andado bien, regular o mal, que di pases excelentes y horrorosos, pero siempre corrí y me esforcé”.

Banfield atraviesa a su familia. Sus abuelos comenzaron a seguir al Taladro y les transmitieron esa pasión a las siguientes generaciones. Nicolás, el menor de cuatro hermanos, recuerda que, de chiquito, la camiseta verde y blanca inmaculada le quedaba por las rodillas, que les pidió autógrafos a Angel Comizzo, Garrafa Sánchez  y al Gatito Leeb. Su madre le contó que veía al equipo desde la panza, en especial cuando Leonardo jugaba en inferiores. “Es mi hermano mayor, categoría 82. Se paraba de lateral o de volante por derecha. Tuvo problemas en el hombro, no pudo seguir y se quedó libre. Llegó hasta la Cuarta -asegura-. Después, le sigue Ezequiel, categoría 86, que jugaba de central derecho. Teníamos casi toda la defensa armada (se ríe). Llegó hasta la Octava y se fue a Brown de Adrogué. Tenía 15 o 16 años, se entrenaba con la Primera de Brown y dejó por vago. Florencia es la tercera; le encanta el fútbol y el deporte, se recibió de periodista”.

En el club realizó un recorrido de 14 o 15 años. Se probó, lo ficharon y se hizo desde abajo: liga, preinfantiles, infantiles, Prenovena, Novena, Octava, Séptima, Cuarta, Reserva y Primera. En inferiores, cuando era un pibito, jugaba de volante por izquierda. Pero, en un clásico ante Lanús, se acercó a la que sería su posición. “El 7 de ellos era rapidísimo. El entrenador me pidió que jugara de 3 por mi velocidad y anduve muy bien. En ese momento, Silvio Marzolini era el coordinador de inferiores y dijo: ‘A este chico déjenlo de lateral por izquierda’. A partir de ahí, siempre fui 3”, afirma.

-¿Quién era tu espejo de chico?
-No tenía a uno. Pero, cuando ya era más grande, miraba a Juan Pablo Sorin y Philipp Lahm. El alemán me encantaba porque era lateral derecho e izquierdo, central, cinco… Una bestia.

-¿Qué futbolista, de aquellos que veías en la cancha y con la camiseta de Banfield, te fascinaba?
-Garrafa Sánchez, porque tenía pausa, una zurda mágica; era un enganche de antes. El primer partido que fui a la cancha fue un Banfield-Independiente en 2002. ¡Qué casualidad! Banfield lo ganó 2-1 y se salvó del descenso. Garrafa metió un golazo. Fue de un tiro libre hermoso. De tanto grito y salto, aparecí abajo de todo en la tribuna. La gente me subió hasta donde estaba mi papá. Fue un descontrol.

-¿Cuándo el fútbol empezó a ser un trabajo en tu vida?
-Al pasar de Séptima a Cuarta. Tenía 16 años y fue un cambio brusco. Entendía que estaba ahí de cumplir mi sueño: llegar a Primera. Empezaba a entrenarme con jugadores que miraba en la cancha. Ya estaba ahí… Solo tenía que comenzar a ser profesional: a ser disciplinado y un montón de cosas más.

-Debutaste en Primera en marzo de 2011, en el triunfo 2-1 de Banfield ante Tigre, como visitante. ¿Qué recordás de aquel estreno?
-A Marcelo Bustamante lo expulsaron y me tocó. Yo había ido bastante al banco en 2010, cuando Julio Falcioni priorizaba a los pibes para el torneo local porque el equipo titular jugaba la Copa Libertadores. Bueno, a Bustamante lo echaron y Sebastián Méndez me hizo entrar. “Jugá tranquilo, que te ordenen los muchachos”, me pidió el Gallego, que era el entrenador. Faltaban 40 minutos, y, en las primeras jugadas, estaba loco: pa, pa, pa, y amarilla (se ríe y se lamenta). En el último minuto, lo ganamos. Me acuerdo patente: Beto Bologna tiró un pelotazo largo, y el Chucky Ferreyra giró ante el Pato Galmarini y la clavó al lado de un palo. Así que el debut fue bueno.

-¿Qué te dejó el descenso en 2012?
-Sufrí un montón… En 2011-2012, mi actuación fue buena. Jugué mucho (33 partidos), y la gente me lo reconoció. Pero lo padecí. Había problemas en el club, y yo que tenía 18 o 19 años, que era tan joven, a veces no los entendía. Mi idea era quedarme para pelearla, pero el presidente me quería mostrar. Así que se hizo un préstamo sin opción de compra con el Murcia, que estaba en la Segunda de España. 

Imagen Nació el 31 de agosto de 1992 en Rafael Calzada, provincia de Buenos Aires. El zurdo tiene 24 años.
Nació el 31 de agosto de 1992 en Rafael Calzada, provincia de Buenos Aires. El zurdo tiene 24 años.
-¿Qué incorporaste en el Murcia en la temporada 2012-13?
-Fue un paso importante. Porque era jugar en Europa y vivir solo por primera vez. En lo futbolístico, se tomaban ideas del Barcelona de 2011, que jugaba 4-3-3. El fútbol era muy táctico, y las canchas, rápidas. El césped estaba muy corto, parecía sintético. En el juego, siempre me encontraba con un extremo por derecha, y era mano a mano, uno contra uno. Al principio, me costó porque a los delanteros no los podés tocar. Cuando agarré la mano y el ritmo, me gustó, jugué mucho (27 partidos) y anduve bien. Los dirigentes del Murcia me quisieron comprar, y el Tata Martino intentó llevarme al Newell’s que después fue campeón.

-Pero volviste a Banfield, que competía en la B Nacional. Más allá del amor, ¿qué te atrajo al regresar?
-La propuesta de juego de Almeyda. La idea de Matías era bielsista: un 3-3-1-3, y yo jugaba de volante interno por izquierda, lo que Juan Pablo Sorin hacía con Bielsa. La posición me encantaba, tenía automatizados los movimientos. Aquel era un plantel bárbaro. Sentíamos que ganaríamos en todos lados. El equipo jugaba muy bien. Ascendimos, salimos campeones por mucha diferencia.

-¿Qué entrenadores, de los que te dirigieron, te sedujeron por la propuesta futbolística?
-Son tres. Almeyda es uno por lo que comenté recién, y La Volpe, otro. Cuando me dirigió, yo era sumiso por momentos. Porque él te generaba eso. Adentro de la cancha, te miraba con el ceño fruncido y te daba miedo. Yo era joven, decía a todo que sí, miraba para abajo y trataba de hacer lo que me pedía. El tipo sabía mucho; fue una etapa en la que Banfield jugó bárbaro. Ricardo usó un 3-5-2, un 5-3-2 y un 5-2-3. Era muy parecido a lo que hacemos con Gabriel Milito: mucha movilidad, buscar bastante el espacio… Es más, me gustaría tenerlo otra vez para disfrutarlo más y no hacer todo lo que me decía. Porque había jugadas que pedían otra cosa, y debía dejarme llevar por mi intuición. Pero, bueno, era joven y estaba estructurado. La propuesta de Milito también me gusta. Además de la movilidad permanente y de buscar los espacios, se hace un juego de posesión y de control.

-¿Te cambió el mapa al sumarte a Independiente en febrero de 2015?
-Sí, porque es un equipo grande, con historia, y todo aumenta: la prensa, ni hablar la gente, el reconocimiento por la calle… Al principio, me costó. Llegué un martes o un miércoles, casi por arrancar el torneo, y el sábado nos fuimos para Rosario, jugué de titular contra Newell’s, cometí un penal y mi rendimiento no fue bueno. Por otro lado, se había generado mucha expectativa conmigo. Porque también me quisieron Boca y River. Entonces, el ambiente estaba raro. Con el tiempo, me empecé a acostumbrar, no le di tanta importancia a eso, y ahora estoy bárbaro: cómodo y con confianza.  

-Hasta acá, el funcionamiento del equipo bajo la conducción de Milito es muy bueno.
-Sí; nosotros entendemos qué pretende Gaby. Hay un cambio. Se nota que el equipo intenta, arriesga, y no nos preocupamos si algo sale mal porque lo volvemos a intentar. Esto es fundamental porque jugamos más sueltos, y lo que se practica sale adentro de la cancha. Después, dependerá de los rivales, si nos presionan más o menos, si juegan más cerrados o abiertos. Además, tenemos jugadores de calidad, de muy buen pie. Creo que podemos dar mucho más. Si bien mostramos algunas cositas buenas de posesión, se puede mejorar más.

-Para aquellos que observaron poco o nada del Rojo, ¿cuáles son las claves de ese funcionamiento?
-Gabriel siempre nos dice que para defender bien, hay que atacar bien. Entonces, el equipo debe ser corto. Así podemos atacar sin problemas porque si perdemos la pelota, estamos todos juntos para recuperarla. Se ve mucho que nuestra defensa está bastante alta. Después, nos tenemos que asociar, dar muchos pases por adentro para que el rival se cierre y a partir de ahí se generen los espacios por afuera. Si el rival está abierto, debemos entrarle por adentro. Esto es guardiolista. A mí me gusta. Por otro lado, en el juego sin pelota, si un delantero nuestro viene a buscar por adentro y el central no le sale, el 9 recibe solo. Ahora, si el central lo sigue, los extremos deben correr. Es un juego en conjunto. Nos pasó contra Chapecoense, en el partido de ida por la Copa Sudamericana, porque nuestros centrales atacaron. Me ocurrió a mí contra Quilmes que jugué de stopper y tuve que atacar. Por eso, es fundamental la posesión y ser cortos.

-¿Independiente es un equipo peligroso?
-Creo que sí; nos defendemos bien, como ante Lanús, uno de los mejores del fútbol argentino, que tiene automatizados los movimientos. En ese partido, nos defendimos los 11. Entonces, la solidez defensiva es una base. Somos buenos en el contragolpe porque tenemos gente muy rápida, y en la posesión porque hay buen pie. Estas tres cosas nos hacen un equipo peligroso.

-Charlemos sobre tu juego. Terminás las jugadas de 11 o por el centro del ataque. ¿La idea es pasar en todos los tiros?
-Primero, la idea es defender. Después, ser salida. Como las coberturas las hacen los volantes centrales, los laterales podemos pasar al ataque. Cuando la pelota va desde la derecha hacia el centro, ya tengo que estar subido para atacar. Si es un contragolpe, también debo pasar. Tengo la libertad y la resistencia para hacerlo. Luego, debo ser inteligente para ver dónde está el espacio, si por afuera para tirar un centro o por adentro para definir.

Imagen Los técnicos que más lo sedujeron son La Volpe, Almeyda y Milito. Planea hacer el curso de entrenador.
Los técnicos que más lo sedujeron son La Volpe, Almeyda y Milito. Planea hacer el curso de entrenador.
-¿Tirás un centro o metés un pase?
-Digo la verdad: por momentos son pases y por otros, centros. Cuando tengo el espacio para levantar la cabeza y ver dónde ubicar a la pelota, se trata de un pase. Si no, intento meter un centro por delante de la defensa rival porque sé que hay gente para llegar a la pelota. Por ejemplo, contra Quilmes, se la pasé a Rigoni; fue un centro atrás. Frente a Godoy Cruz, también la pasé: me llegó la pelota, levanté la vista, lo escuché a Vera y se la jugué al primer palo. Fue un pase excelente. Igualmente, hubo veces en las que me salió un centrazo y se pensaron que fue un pase, pero no.

-¿Encontraste tu mejor versión con Milito de entrenador?
-Sí, es mi mejor etapa. Cuando llegué a Independiente, me dirigió Jorge Almirón, que tiene una idea parecida a la de Gabriel, pero coincidió con mi adaptación. Después, Mauricio Pellegrino utilizaba un sistema diferente, y yo no atacaba con tanta libertad como lo hago hoy. Ojalá pueda seguir en este nivel o mejorar más todavía.

“Hacer carrera en la Selección”
Le apuntará a eso. Nicolás Tagliafico jamás se ruboriza al sostenerlo. Está cómodo porque charla, como hace 59 minutos, sobre fútbol. Sabe qué es ser de Selección. Lo experimentó en juveniles desde la Sub 15 hasta la Sub 20. Sin perder la cabeza, aguarda por su chance en la Mayor. “Creo que me va a llegar la convocatoria en algún momento. Sé que no me puedo relajar, que debo mejorar y seguir entrenándome. Pero estoy tranquilo, tengo 24 años, y no quiero saltear etapas… Siempre fui de menos a más al dar pasos cortos, pero firmes. No me gustaría ir dos partidos y nunca más volver. Por eso, la idea es tener una base, un rendimiento, sabiendo que, si voy, cumpliré. Llegar al seleccionado no es para cualquiera. Mi ilusión es ser convocado, afianzarme y hacer una carrera en la Selección, como la desarrollaron Javier Zanetti y Juan Pablo Sorin”, explica.

Por Darío Gurevich / Fotos: Emiliano Lasalvia

Nota publicada en la edición de octubre de 2016 de El Gráfico