Las Fotos de El Gráfico

1971. Víctor Galíndez campeón mundial

La crónica y las fotos de la pelea que consagró a Galíndez campeón de los semipesados en el Luna Park frente a Len Hutchins. “El Leopardo de Morón” será siempre sinónimo de guapo.

Por Redacción EG ·

31 de octubre de 2016
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Lectoure se cansó de gritar: “Esperalo y pegale”. Brusa quedó afónico de pedirle: “Andá al frente y hacé lo que sabés”. Menno repetía: “Dalo vuelta y empújalo”. Bonavena: “Tirá el gancho al hígado”. Accavallo: “No lo dejes pensar”. Pradeiro, su manager: “Llévelo, Víctor, llévelo”. Russo, su preparador físico: “El uno-dos, Víctor, el uno-dos...” Otero, su  asistente de rincón: “Abajo Víctor, abajo”. Al final, y a la altura del 11º round, alguien –no hay que identificarlo- exclamó: “Cómo en la calle, Víctor, cómo en la calle...”

Y bueno, tenemos un campeón que ganó peleando como en la calle...


Así terminaba la crónica del periodista “Robinson” en la revista El Gráfico del 11 de diciembre de 1971, cuatro días después de que Víctor Emilio Galíndez se consagrara campeón mundial semipesado (AMB) derrotando en el decimotercer round a Len Hutchins por abandono, un combate que el árbitro venezolano Jesús Celis debería haber detenido mucho antes. El norteamericano al final fue directo del Luna Park al Hospital. Galíndez fue el primer campéon del mundo de boxeo en consagrarse en el país.

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A continuación el testimonio del campeón después del combate, realizado por el periodista Horacio Pagani para nuestra revista en aquella edición histórica:


QUÉ HIZO Y QUÉ DIJO GALINDEZ DESPUÉS DE LA PELEA

En el vestuario lloró. Mucho. Porque no creía lo que estaba viviendo. Porque vio la emoción de su madre. Porque estaban sus hermanos, su hijo. El doctor Paladino le revisó la herida de la ceja. Sólo le puso un coagulante sin aplicarle puntos de sutura. Pero, ¡qué le importaba a Víctor Galindez esa herida! Ni el dolor del pie. Ni el traumatismo de las dos manos. ¡Qué podría importarle!

– Soy campeón mundial, viejo...

Lo repitió como un autómata durante su viaje hasta el hotel. Llegó con el buzo abierto. Los desprevenidos le preguntaron por el resultado de la pelea, “Soy campeón mundial”. “Bien, Negro”. “Bien, Víctor”. Se mezcló entre los vestidos largos y los trajes de etiqueta. Sonreía y agradecía cada palmada. En el ascensor se miró en el espejo. Se estudió la herida y las manos hinchadas. Hizo un silencio de cuatro pisos, se dio vuelta y volvió a repetir: “Soy campeón mundial”. Quería empezar a creerlo...

Llegó a la habitación y se tiró en la cama con las manos cruzadas por detrás de la nuca. Parecía extenuado. Alguien le sugirió que se quedara a dormir... “Estás loco. Soy campeón mundial. Tengo que festejarlo...” Se puso una camisa y un vaquero moderno, hinchó el pecho y salió a la cabeza del pequeño grupo. “Vamos a la cantina de David”.

– Vas a empezar a vivir tu primer día como campeón. ¿Qué pensas, Víctor?

– No puedo darme cuenta. Te juro. Me repito que soy campeón mundial para acostumbrarme. Es una cosquillita que siento acá en el pecho cada vez que lo digo. Y es mucho más lindo de lo que yo soñaba.


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La cantina de David. Treinta personas. A su lado Juan Carlos Pradeiro, su manager (“a él le debo casi todo”), el doctor Paladino, el profesor Russo, su hermano Roberto y su sparring Quinteros y un grupo de amigos. Ya transcurrieron tres horas del 8 de diciembre de 1974, su primer día de campeón. No puede estar quieto. Casi no prueba la comida. Recorre las mesas. Habla con todos.

– Estaba tranquilo. Si hasta dormí la siesta. En el camarín le dije a Pradeiro que no me parecía que iba a pelear por el título. Cuando tocaron el Himno se me puso la piel de gallina. Lo tocaban por mí, ¿sabés? Ahí me di cuenta de lo importante que era la cosa. Pero enseguida volví a serenarme. Y no quería que la fiesta se arruinara. Pro eso levanté la mano cuando algunos silbaban el himno de ellos.

– En qué momento te diste cuenta de que ibas a ganar la pelea?

– Antes de subir. Cuando iba para el ring. Y después, cuando le tiré al terminar el primer round, ya no me quedaron más dudas.

– ¿Te resultó más fácil de lo que esperabas?

– No. Hutchins es buen boxeador y muy guapo. Además es bastante mañero. Cuando me metió el cabezazo en el cuarto round, me preocupé por la sangre. Y me le fui encima. Si duraba un cachito más lo sacaba ahí mismo. Pero el plan nuestro era pelearlo de contra porque él venía muy abierto.

– Pero no pudiste noquearlo.

– Era muy duro. Además yo sé que tengo que aprender muchas cosas. Nunca me consideré un boxeador técnico. Pero escucho lo que me dicen y trato de hacerlo. A veces me equivoco porque me apuro para definir.

– ¿Sabés que tuvieron que internarlo?

– Sí. Y me causó una gran pena. Pero no tengo la culpa. Era él o yo. Y si los que tienen que parar la pelea no la paran, yo tengo que seguir pegando. Por suerte ya está mejor. Me lo dijo el doctor Paladino...

Al terminar cada frase se mordía el labio inferior. Y el brillo de sus ojos aumentaba a cada instante. Como si interiormente se estuviera repitiendo la muletilla: “Soy campeón mundial”. No cabía adentro de su felicidad. Pero quería cuidar las palabras para que esta imagen no se confundiera con el fanfarrón de antes. Quiso ser sincero:

– Un título mundial es todo. Ahora va a venir la plata grande. Muchos se me van a acercar. Y no me voy a confundir. Vos me preguntaste cuál era mi mejor amigo. Te digo que no lo tengo. Porque me di cuenta de que muchos de los que creía amigos se me acercaban por interés. Y ahora voy a tener que elegir muy bien. Ya llegué a lo que quería. Y me siento muy seguro de mí mismo. Aprendí a darle valor a la familia. Por eso todo lo que venga será para ella...


Fotos:  Abaca, Alfieri,  Cartier, Figueras, H. González, Gruben,  Mosteirin,  J.J. Pérez,  A. Rodríguez,  Salto y  Speranza.