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Max Verstappen, naranja mecánica

Es el benjamín de la F1. Debutó con 17 años sin todavía tener licencia común para conducir. Esta temporada se convirtió en el ganador más joven al vencer en el GP de España con 18 años 7 meses y 15 días. Una promesa que sus rivales ya consideran seria amenaza.

Por Redacción EG ·

19 de octubre de 2016
Imagen Súper veloz, muy seguro de sí mismo y con el objetivo bien claro de triunfar en la F1, Max Verstappen se proyecta en grande.
Súper veloz, muy seguro de sí mismo y con el objetivo bien claro de triunfar en la F1, Max Verstappen se proyecta en grande.
El hecho de obtener la superlicencia antes que su carnet de conductor común y  silvestre lo ubica entre esas curiosidades que se dan una entre un millón. Y al observarlo detenidamente, este chico que a fin de mes (el viernes 30) recién cumplirá los 19 años es el resultado de una herencia familiar muy apegada a los kartings y al automovilismo de competición, que cuando pegó el salto a jugar en las grandes ligas su figura lejos estuvo de amilanarse y, al contrario, se agigantó tanto que pulverizó en un abrir y cerrar de ojos los récords de piloto más joven en participar en la F1 (con 17 años y 166 días), en alcanzar un podio, liderar una carrera y en conquistar el triunfo (GP de España, el 15 de mayo último, con 18 años 7 meses y 15 días), así como también en convertirse en el primer holandés en abrazarse a una victoria en el Gran Circo.

Y a eso hay que sumarle una mente brillante, una muñeca extraordinaria y una personalidad sin complejos que al verse en pista en medio de la elite, no vio disminuir su talento. Todos sugestivos ingredientes para un cóctel que revitalizó la previsible F1, acostumbrada al repetido dominio de Mercedes con Hamilton y Rosberg alternándose las victorias. La aparición de este chico aún con imagen de adolescente resulta una bocanada de aire fresco, que obligó a varias personalidades del mundo motor que habían anticipado que era un despropósito elevarlo a la mismísima F1, recalcular y reconocer que se está frente a una promesa con la luz propia de los llamados a ser grandes.   

Max Verstappen es corredor prácticamente desde antes de nacer, porque sus padres se conocieron desafiando la velocidad, con una mamá (Sophie Kumpen) que en Bélgica era el terror de los varones en las pistas de kartings y su papá (Jos) se las ingenió para extender su campaña como piloto, con 107 grandes premios corridos durante una década en la propia F1, en la que inclusive fue compañero en el equipo Benetton de Michael Schumacher cuando él conquistó el primero de sus siete títulos. Así que desde siempre, más allá de los cortocircuitos de pareja, él tuvo el apoyo incondicional de su entorno familiar.

Y sus logros al volante de los kartings fueron inmediatos, con triunfos y títulos en cada categoría que le servían de trampolín para aspirar permanentemente a más. Hasta que con 15 años recién cumplidos llegó el momento de pasar a los autos. En el día del estreno, en el circuito de Pembrey en Gales, condujo con una solvencia llamativa durante 160 vueltas un Fórmula Renault Barazi-Epsilon FR2.0. A renglón seguido, en cada prueba se lo veía más cómodo y en el 2014 ya formaba parte de la grilla de la Fórmula 3 Europea, en la cual hilvanó una serie consecutiva de triunfos, con pole position incluida.

Los cazadores de talentos acompañaron con asombro el vertiginoso crecimiento de Max. Ferrari, McLaren, Mercedes y, por supuesto, Red Bull habían posado sus ojos en las capacidades innatas de este chico que se había salteado etapas y pedía a los cuatro vientos una gran oportunidad. Y la única estructura que le pudo garantizar un rápido salto a la F1 fue el de la bebida energizante, primero con una butaca en Toro Rosso y después en el más competitivo Red Bull.

Y los Verstappen (padre e hijo) aceptaron de buena manera ese camino, más allá de la lluvia de críticas y escepticismo que despertó que un chico tan joven llegara tan rápido a la máxima exigencia. Parecía increíble que Max ya conducía a 300 kilómetros por hora la potencia de un F1, pero aún dependía de su papá para que lo llevara a los circuitos porque no tenía edad para la licencia doméstica.       

En su debut en el GP de Australia 2015, las voces en su contra ratificaron su posición cuando abandonó. Pero al concluir séptimo y sumar puntos en la carrera siguiente en el GP de Malasia, comenzaron a mirarlo de manera distinta, ni que hablar cuando en los grandes premios de Hungría y de los Estados Unidos terminó en el cuarto lugar. Era evidente que este chico tenía condiciones y la lectura razonable apuntaba a que si se había destacado en Toro Rosso, si saltaba a un mejor auto, sus posibilidades se acrecentarían...

Imagen Jos Verstappen ve en su hijo todo lo que él anhelaba concretar en la F1.
Jos Verstappen ve en su hijo todo lo que él anhelaba concretar en la F1.
Y así sucedió, porque cuando Red Bull apostó por un enroque en plena temporada en mayo último, el resultado fue inmejorable. Max reemplazó al ruso Daniil Kvyat y ya en su primera carrera se alzó la victoria, con un gran desempeño en el circuito de Cataluña, aunque vale decir también con una alta dosis de suerte de su lado, porque Hamilton y Rosberg chocaron y se eliminaron entre sí, lo que le allanó el camino al bautismo triunfal.  

Después de ese éxito, más sendos segundos puesto en Austria y Gran Bretaña, un tercer puesto en Alemania, cuarto en Canadá y quinto en Hungría, ya no queda otra que reconocer sus cualidades, incluidos adversarios como Kimi Raikkonen, que lo doblan en edad y compitió contra su padre, debió resignarse con su Ferrari a la segunda colocación en España.

Como fiel integrante de las nuevas generaciones, Max puede pasar horas y horas frente a los simuladores asociando el mundo virtual con el real de una manera increíble. Y sabe muy bien cómo controlar el auto a gran velocidad, con una característica distintiva a la hora de atacar: espera el momento ideal para pegar el zarpazo y sorprender a los rivales dejándolos prácticamente sin alternativas de reacción. Les pasó por ejemplo a Rosberg en Montreal, y después en Silverstone, y a Raikkonen en Cataluña y Budapest. Tenerlo detrás es un riesgo porque se lo ve a una distancia que no genera preocupación y de pronto en una curva, cuando se está concentrado en el frenaje y los cambios, aparece por sorpresa y gana la posición. Y no lo inquietan ni el nombre del piloto ni la escudería. Al contrario, cuanto más importante sea el vencido, más crecen sus ansias de continuar avanzando.      

Mika Hakkinen había sido uno de los tantos que estaba en contra del ascenso de Max a los 17 años a la parrilla de la F1 por considerarlo sobrevalorado. Pero el finlandés no tuvo inconvenientes en retractarse, admitir su apresurado error y reconocer que los avances tecnológicos benefician a los más jóvenes, porque saben cómo aprovechar con una naturalidad sorprendente las nuevas herramientas que tienen a mano.

Y su compañero Ricciardo, que ya suma seis temporadas de experiencia en la F1 y acumula 3 victorias y 12 podios, se mostró sorprendido por los aportes de Max en las reuniones con los ingenieros y técnicos de Red Bull. El australiano confió que Verstappen suele transmitir un conocimiento del comportamiento del auto que despierta admiración en el equipo.   

Ricciardo, como antes lo había hecho Carlos Sainz Jr. en Toro Rosso, reconoció que tener al lado a Max en la estructura obliga a un esmero mayor, porque el holandés siempre se las ingenia para sorprender con alguna acción positiva inesperada.  

Es evidente que el holandés no integra el grupo de hijos o sobrinos que aprovecharon la portación de apellido para abrirse camino en el difícil y competitivo mundo motor. Sin dudas que la experiencia de su padre con tantos años en el Gran Circo habrá sido útil para saber qué puerta había que tocar, pero después todo se limitó a los méritos de Max, quien al mejor estilo de la “Naranja mecánica” futbolística que comandaba Johan Cruyff en los setenta, Holanda ahora experimentará el orgullo de tener un as al volante con un futuro inmenso por delante.

A los 18 años, Max ya sabe lo que es ganar en la F1, hazaña que ilustres pilotos como Juan Manuel Fangio lograron a los 38; Alain Prost, Jackie Stewart y Jim Clark a los 26; Ayrton Senna a los 25; Michael Schumacher, Emerson Fittipaldi y Kimi Raikkonen a los 23; Lewis Hamilton y Fernando Alonso a los 22, y Sebastian Vettel a los 21. Y su debut a los 17 años 166 días superó ampliamente, entre otros, al español Jaime Alguersuari, 19 años 125 días y al argentino Esteban Tuero, 19 años 320 días.

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Doble nacionalidad
Max Verstappen en realidad nació en Hasselt, Bélgica, el 30 de septiembre de 1997, y su mamá Sophie Kumpen es belga. Sin embargo, influenciado por su papá, Jos, que es holandés y guía, en todo sentido, en la campaña deportiva de su hijo, llevó a que se lo identifique como piloto de Holanda y cada uno de sus triunfos merecerá ver flamear la bandera y oír el himno de ese país. Resolver la nacionalidad de Max no fue una tarea sencilla en el matrimonio Verstappen, más allá del divorcio que ya lleva varios años. Y el tema, seguramente, recobrará fuerza si, como se cree, estamos frente a un futuro campeón.

Por Walter Napoli / Fotos: AFP

Nota publicada en la edición de septiembre de 2016 de El Gráfico