Las Entrevistas de El Gráfico

Sebastián Bértoli, patrón del bien

Es el futbolista más veterano en debutar en la Primera del fútbol argentino, concejal de Paraná, técnico en laboratorio, ex taxista, y conferencista en congresos de liderazgo. Logró tres ascensos con Patronato, para saltar del Argentino B a la máxima categoría. Una vida de película.

Por Diego Borinsky ·

01 de septiembre de 2016
Imagen En el estadio de Patronato, su casa, donde cuida el arco desde 2003.
En el estadio de Patronato, su casa, donde cuida el arco desde 2003.
Nunca es tarde.
No hay que bajar los brazos.
Dos frases con cartelito cantado de lugar común. El consejo fácil, de manual, para utilizar en cualquier ocasión y actividad.

Sin embargo, aplicadas a Sebastián Bértoli, entrerriano de Paraná, las máximas rigen con un realismo que rompe los ojos. Como si estuvieran inspiradas en su vida. Y no porque se trate de un arquero. Claro, ¿a qué guardameta se le ocurriría bajar los brazos? Si no, simplemente, porque en febrero del 2016 se transformó en récord en la historia del fútbol argentino al debutar en la máxima división de nuestro país con 38 años, 3 meses y 21 días. Ninguno tan longevo como él.

“Me llegó tarde el profesionalismo pero le agradezco a la vida que llegara, porque hubo compañeros que hicieron el mismo esfuerzo que yo y no les llegó nunca, así que lo estoy disfrutando muchísimo”, admite el arquero de Patronato, este sábado a la nochecita, charlando por teléfono desde su hogar mientras prepara un matambrito a la leche para compartir con su mujer Paola (contadora) y sus hijos Lucas (11) y Joaquín (8). Indudablemente, tiene destreza en las manos (con y sin guantes). Y también en la cabeza: unos días antes de conseguir, a fines de 2015, el ansiado ascenso a Primera División de Patronato (el tercero en la cuenta personal del arquero en el club) había sido elegido concejal por su ciudad natal. Y unos meses después estaba exponiendo ante un auditorio de 500 empresarios en un congreso de neurociencia y liderazgo, compartiendo panel con una eminencia en la materia como lo es Facundo Manes.

Conozcamos su historia. Vale la pena. Nos deja muchas enseñanzas. Y mensajes. Sobre todo el de la perseverancia.

Taxi e inyecciones
Sebastián proviene de una familia trabajadora del interior de la provincia de Entre Ríos. Papá Dante, taxista, nació en Viale. Mamá Estela, comerciante, en Pueblo Brugo. “Soy de familia de laburantes, debimos pelearla en tiempos de crisis prolongadas. Mamá tuvo comercio hasta que se fundió, mi papá manejó taxi toda la vida y aún hoy no lo puede dejar, es su cable a tierra, le gusta manejar y charlar con la gente, hace un poco de psicólogo”, evalúa Sebastián, quien también debió trabajar hasta pasados los 30 años, porque con el fútbol apenas si rescataba un viático: “Manejé taxi tres años mientras jugaba a nivel liga local, ya en Patronato inclusive. También trabajé en el patio de comidas de un supermercado y vendiendo productos de panificación a almacenes. He rechazado propuestas de empresas, con buen sueldo pero con horario completo, porque no me resignaba a abandonar mi carrera de futbolista, y entonces buscaba empleos que se adecuaran a mis entrenamientos”.

El niño Sebastián empezó jugando al básquet en el club de barrio hasta que un entrenador lo vio tirando al aro, con 11 años, y lo invitó a jugar al fútbol en Club Universitario. Y ahí, la clásica: arrancó en el medio, un día faltó el arquero, se ofreció a atajar, anduvo bien y nunca salió.

-Me ayudó bastante la coordinación en el salto que traía del básquet -evoca-, jugué a las dos cosas durante dos años pero en un momento me tuve que decidir y elegí el fútbol. Y me terminó gustando ser arquero, tenía esa locura para el puesto, me gustaba tirarme.

Imagen El Concejo Deliberante de Paraná, su tercer hogar. Fue electo en 2015.
El Concejo Deliberante de Paraná, su tercer hogar. Fue electo en 2015.
-Pero se te ve bastante centrado…
-Me lo dio la madurez, pero para ser arquero es necesario tener cierta locura. No hacemos cosas normales: por el tipo de entrenamientos, por los golpes, porque no podés tener miedo. El puesto te va formando la personalidad, porque como arquero pasás de príncipe a mendigo en una jugada. No tenemos margen error. Podés sacar cinco pelotas geniales pero te entra la sexta medio boba y es catastrófico. Los errores de los arqueros se registran más que los del resto de los futbolistas.

De Universitario saltó a Newell’s Old Boys, donde llegó para probarse en 1992, con 15 años. Y entró. Compartió equipos con Lucas Bernardi, Lionel Scaloni, y el Gringo Heinze. De aquella experiencia le quedaron grabadas en las retinas dos instantáneas. “Una, cuando llegué al club y pisé el estadio -repasa-, estaba entrenando el plantel de Primera, con Scoponi, Llop, Martino, los jugadores que veía por la tele, estaba la cancha verde hermosa, todos con la ropa de entrenamiento y me dije: ‘Yo quiero ser jugador de Primera, esa es mi meta de vida’. Y la otra imagen que no me olvido más es cuando al año siguiente Maradona firmó para Newell’s. El entrenador de mi división era Roque Alfaro, medio amigo de Diego. Y un día lo llamó y cayó Diego a Bella Vista, y nos dio la mano a uno por uno. No nos queríamos lavar las manos nunca más, ja, ja”.

Su etapa en Newell’s duró dos años. Tras quedar libre, rumbeó hacia Avellaneda. En Racing gustó, y parecía que se quedaba, pero a los dos meses le dijeron que no tenían lugar en la pensión. “No tenía dónde vivir ni podía sostenerme de ninguna manera, así que debí volverme a Paraná”, se lamenta, y uno se pregunta: qué hubiera sido de su carrera si le daban una cama bajo las tribunas del Cilindro. El fútbol está plagado de historias de este tipo: el destino se termina definiendo por circunstancias accesorias como estas.

“Volví desilusionado -revive Bértoli-, sentí que se me escapaba mi sueño de ser futbolista, pero no me di por vencido, y la empecé a pelear acá. Trabajaba, estudiaba y seguía jugando al fútbol de manera paralela en distintos clubes de la zona, a nivel regional”. El listado de los equipos que defendió incluye Unión de Crespo, Don Bosco de Paraná, Universitario de Villa Libertador San Martín (todos en ciudades entrerrianas) y Germinal de Rawson. Allí cobraba unos pesos por partido jugado.

Como no sabía si podría concretar su sueño, mientras tanto estudió durante 3 años para ser técnico de laboratorio. Hizo su primera pasantía en General Ramírez, a 60 km de Paraná, y la superó sin problemas. No ocurrió lo mismo cuando tuvo que hacer las prácticas en el Hospital San Roque, en Paraná: “Me tocó estar en una sala de neonatología con chicos con hidrocefalia, tenía que meterles pinchazos. Y no pude, no pude... Era la realidad de la profesión, pero como soy una persona muy sensible, me di cuenta de que eso no era para mí. En la teoría estaba todo bien, nos sacábamos sangre entre nosotros, pero la realidad de un hospital público, y más en uno de niños, me mató, así que dejé de estudiar cuando hacía esas prácticas, y me quedaron un par de materias pendientes por rendir”.

En esos tiempos, a Bértoli no le alcanzaban las 24 horas del día. Estudiaba en General Ramírez, donde vivía de lunes a jueves. El viernes iba a Paraná, donde manejaba el taxi viernes, sábado, domingo y lunes, y los domingos jugaba para su equipo ante concurrencias de 100 personas, en promedio, con un par de policías custodiando.

Imagen Con su mujer, sus hijos y sus padres el día de su jura.
Con su mujer, sus hijos y sus padres el día de su jura.
En 2003 firmó para Atlético Paraná, uno de los dos grandes de la ciudad. Seis meses después, pasaría a Patronato, el otro. “La gente acá es muy respetuosa, incluso me agradecen, porque yo suelo nombrar mi paso por Atlético en las notas. Obviamente tiene que haber alguno que no me quiera, pero si uno respeta, en general te respetan, y yo soy una persona respetuosa. Paraná, igual, es una ciudad tranquila, la gente entiende el fútbol como deporte y no como guerra”, explica Bértoli quien, como veremos a continuación, tras cinco años sin resultados con El Patrón, terminó siendo protagonista decisivo de tres ascensos en siete años para depositar al equipo en la máxima categoría del fútbol argentino. Hoy, en Patronato es Gardel.

Cabezadura
El Club Atlético Patronato de la Juventud Católica (Patronato a secas, para no complicar a los muchachos con el cantito) fue fundado en 1914, y hasta 2016 solo había participado de un campeonato en la máxima categoría: el Nacional de 1978. Hasta la década actual, incluso, nunca había alcanzado, ni siquiera, la Segunda División (Nacional B). Estos datos sirven para dimensionar la hazaña alcanzada por El Patrón en estos años, con Bértoli como protagonista omnipresente. Firmó en 2003 con el equipo en el Argentino B, ascendió al Argentino A en 2008, al Nacional B en 2010 y a Primera en 2015, atajando un penal de la definición contra Santamarina y convirtiendo el suyo.

-Cuando llegaste a Patronato, ¿hasta dónde creías que podías llegar?
-Desde que entré a la cancha de Newell’s con 15 años quise ser jugador de Primera, pero también soy una persona realista y sabía que estaba muy lejos de conseguirlo en ese momento. Fui a paso corto y firme. Tengo la suerte y el orgullo de decir que me tocó jugar en Primera División después de 23 años de esfuerzo, y eso puede servir como ejemplo de no bajar los brazos.

-¿Imaginaste que en algún momento te iba a tocar?
-Tenía la ilusión, pero era complicado. El fútbol es un deporte en conjunto, no se gana de a uno, sino en equipo, y en ese tiempo, cuando yo era joven, el mercado de Primera solo se movía con jugadores de Primera. En Nacional B era lo mismo. Después se fue mezclando todo y se abrió más el mercado, pero para llegar a Primera desde tan abajo la única que te quedaba era ascender con tu equipo, porque comprar no me iban a comprar. Tuve la suerte, en ese sentido, de estar en un club como Patronato con intenciones de ser protagonista siempre, porque hay otros que solo piensan en mantenerse.

-¿Cuál de los tres ascensos fue el más difícil?
-El primero, del Argentino B al A. Fue sacarnos una mochila de 30 años de frustraciones. 30 años de que Patronato no lograra nada. Yo estaba en el club desde hacía 5 años, y perder en cada Argentino B era durísimo, era replantearme si seguía o no, porque te eliminan y pasás a jugar el resto del año en la liga local, y tenés una familia para mantener. La final esa fue con Central Córdoba de Santiago del Estero. Empatamos 0-0 allá y ganamos 1-0 en casa con un gol faltando 10 minutos. Una final recontra sufrida, fue la vez que más gente vi en la cancha de Patronato. Aparte, esos son campeonatos sin televisación, y entonces se hace todo más duro. Con la TV estás más protegido.

Imagen Este festejo vale un ascenso a la A, tras contener un penal.
Este festejo vale un ascenso a la A, tras contener un penal.
-A los dos años subieron al Nacional B y en 2014 se les escapó la chance de la Primera con los ascensos masivos…
-Dejamos pasar la chance de los 10 ascensos, no existía una oportunidad tan fácil como esa. En ese torneo estuvimos siempre entre séptimos y quintos en la zona, y subían los 5 primeros, pero nos faltó ganar los partidos importantes. Ya hacia el final, terminaba con los ojos llenos de lágrimas, sentía que se me escapaba el sueño, pero no me resigné, porque en el fondo soy un cabezadura que nunca me resigno y terminamos ascendiendo al año siguiente, en el campeonato más difícil de todos: con 46 fechas y apenas dos ascensos, con muchos chicos que llegaron del Argentino A con hambre de gloria.

-Los ayudó el Gauchito Gil…
-¿Vos sabés que en todos los ascensos teníamos un devoto del Gauchito? Y en la última campaña no quedaba nadie, así que le dije a un compañero: “Vamos con el Gauchito”. Prendíamos una vela roja antes de cada partido y poníamos el Gauchito mirando a la cancha. Fuimos campeones y a los pocos días viajé a Mercedes, Corrientes, a regalarle una camiseta. Igual, desde 2007, con el plantel rezamos en la previa de cada partido, todos abrazados, unos dos minutos, y luego hacemos la arenga en la manga o el túnel.

-¿Por qué nunca te fuiste de Patronato?
-Porque nunca me salió algo superador y no estaba dispuesto a cambiar mi vida por unos pesos más, aunque en diferentes momentos tuve contactos de clubes importantes del Nacional B. Pero debía mudarme. Y primero está mi familia. Pude ver crecer a mis hijos, de eso es imposible arrepentirse.

-¿Sos muy hincha de River o ya lo perdiste?
-Soy de River de cuna porque viviendo en el interior tus viejos te hacían hincha de un club de Buenos Aires, pero desde que estoy en el profesionalismo soy hincha del club donde juego. Imaginate los años que llevo en Patronato. Además, vivo a dos cuadras de la cancha: salgo de mi casa, miro a la derecha y veo la tribuna. Después, cuando no lo enfrento a River, quiero que gane...

-Te preguntaba porque es muy recordado el penal que le atajaste al Chori Domínguez que casi deja a River sin ascenso…
-Enfrenté a River en la primera vuelta, a fines de 2011, nos ganaron 1-0 con gol de Carlos Sánchez. Esa noche, lo recuerdo muy bien, lo primero que hice al entrar al Monumental fue pensar dónde estaba y agradecerle a Dios. En la segunda ronda, lo único que quería era atajar el penal, no se me cruzaba otra cosa. Habíamos tenido una semana difícil en lo psicológico, veníamos de ganarle a Central, y un compañero dijo algo de más y se armó un revuelo. Todos en la ciudad sabían que yo era simpatizante de River. No era fácil jugar ese partido porque si cometía un error se iba a pensar cualquier cosa. Por suerte salió todo bien.

Imagen Cumpliendo la promesa al Gauchito Gil en Corrientes.
Cumpliendo la promesa al Gauchito Gil en Corrientes.
-¿Pero no sentiste un poco de culpa? Patronato no se jugaba nada y vos dejaste a River casi sin el ascenso…
-Ese sábado me puse mal, un poco melancólico, pero estaba contento por mi familia, por la ciudad y los amigos. La vuelta a Paraná fue increíble, salimos a festejar. Hoy no se festeja eso, estamos en las mieles del éxito, pero en ese momento se trataba del partido de Patronato de toda la vida. Significó mucho ganar ese partido. A mí me cambió la vida, porque a partir de ese partido me empezaron a valorar distinto acá. Al jugador local no se lo valora en general, y yo venía con poco reconocimiento pese a los dos ascensos, pasaba casi desapercibido. Y ese penal me dio un espaldarazo tremendo. Además, esa actuación me dejó una moraleja…

-¿A qué te referís?
-Ese partido con River fue el sábado 16 de junio y el domingo era el día del padre. Fui a comprar unas facturas para ver Central-Chacarita con mi viejo, que jugaban ese día a la mañana, y el panadero me felicitó y enseguida me dijo: “En el penal te quedaste parado a propósito para que te la toquen a un palo, ¿no?”. Y ahí me di cuenta de que aún haciendo las cosas bien siempre va a haber gente que piense mal. Esa tarde me quedé en el medio porque creí que el Chori querría asegurarlo y así se lo atajé. A partir de ahí dije: “Basta, no escucho más a nadie”. Siempre habrá gente malintencionada que piense cualquier cosa, así que hay que estar tranquilo con uno mismo y listo.

-¿Cuál es el abc del puesto, para vos?
-Lo más importante, para mí, es saber posicionarse, caminar el área, ir leyendo las jugadas para luego resolver con simpleza. Y tener seguridad. Es decir: agarrar la pelota, que no se te escape, algo que es complicado porque las pelotas cada vez vienen más livianitas y resbalosas, se mueven demasiado. Me gusta el perfil de Barovero, un arquero sencillo, práctico, maduro, que hace la justa. A nivel mundial, al que siempre miré es a Buffón, de perfil parecido al de Barovero, arqueros serios que no se tiran de más, que no regalen un córner para que el comentarista diga “¡qué volada!”.

-¿Cuál es la clave para atajar penales?
-No me considero un atajador de penales, me ha tocado parar algunos importantes, como aquel ante River, o en la definición para ascender a Primera, o uno con Cipoletti decisivo para subir al Nacional B. Atajé penales en situaciones críticas, de estrés, como Barovero a Boca, son penales que la gente recuerda. Me guío mucho por cómo está parado el pateador y con qué pie arranca la carrera: está estudiado que en el 70% de los penales, si el jugador arranca con el pie derecho, el disparo irá a la mano derecha del arquero y si es con el izquierdo, va a la izquierda.

-Te hago un cambio de frente: ¿cómo surge la chance de ser concejal?
-Me considero una persona sensible, como te decía, y ya venía participando en distintos eventos sociales con chicos en los barrios. Lo bueno del deporte es que te abre puertas. Por ahí iba a un colegio a dar una charla, o a una plaza a que me patearan 7000 penales. A todo evento al que me citaban, iba con ganas. Llegó la propuesta del Frente para la Victoria para ser concejal y pude entrar. Agradezco esta chance de poder ayudar, que se abra el abanico a otra parte de la sociedad que no son los políticos, que nos den la posibilidad de comprometernos. Lo hago con responsabilidad, por suerte puedo combinar los tiempos con mi carrera, porque nunca se me cruzó dejar de jugar. Arranco a la mañana llevando a mis hijos al colegio, después voy a la oficina, donde tengo un equipo de trabajo, ordenamos las cosas y, si me entreno de mañana, me voy y vuelvo a la tarde, y cuando entrenamos a la tarde, me quedo trabajando a la mañana.

-¿En qué sentís que aportaste?
-Mirá, un proyecto en el que trabajamos y salió es el del boleto para jubilados. Todo aquel que cobre hasta dos haberes mínimos, que son 9918 pesos, pasará de pagar 7 pesos el boleto de colectivo a 1,98, es mucha diferencia. Ahí uno siente que ayuda a la gente. Tengo un perfil totalmente constructivo, quiero hacer cosas, hablo en el recinto cuando considero que es necesario.

Imagen Disertante de un congreso de liderazgo.
Disertante de un congreso de liderazgo.
-¿Qué te genera ver toda esta corrupción, los bolsos de López, los millones de Lázaro Báez?
-Es difícil, duele mucho, son cosas que indignan. No todos somos así. En nuestro espacio hay mucha gente que trabaja de corazón, para ayudar de verdad, para que le vaya bien al otro. Todo esto que sale a la superficie de los casos de corrupción es una mancha muy grande para la política. A mí me duele porque vengo de un palo totalmente distinto, no debe haber un ámbito que eduque y enseñe más que el deporte, y estos golpes a la moral de la gente son difíciles de asimilar. Hoy yo camino por la calle y la gente me agradece que haga esto porque ya no cree en los políticos, se ha generalizado que son todos iguales, y no creo que sea así. Hay que trabajar y demostrar a la gente que no somos todos iguales, que somos honestos. Transito la gestión con mis pensamientos, y no defiendo lo que considero indefendible.

-¿Tenés aspiraciones de ir más allá que concejal?
-Eso te lo va marcando la gestión, la gente y el mismo espacio. El tiempo lo dirá. Si sigo trabajando bien, crecerá mi carrera política y tendré alguna posibilidad, no lo puedo decir ahora, con apenas 6 meses de gestión. Considero que la política tiene cosas muy buenas y otras que no, tendré que ir aprendiendo y si hay cosas que no me gustan, no estaré, pero involucrarse y usar bien la política es una herramienta hermosa para ayudar a la gente y que pueda vivir mejor, y entonces si puedo seguir trabajando como quiero, seguiré.

-¿Y hasta cuándo pensás atajar?
-Me quedan metas por cumplir. El retiro de un jugador es o por cansancio o porque ya no se siente útil. Y yo no estoy cansado, sino con muchas ganas y me siento útil, veo que le doy respuestas al equipo. Si te fijás en mi historial, no sufrí lesiones en mi carrera, juego todos los partidos, y me siento muy bien. Seguiré mientras sienta esa adrenalina interior, el final puede ser dentro de poco o mucho, no lo sé, pero después de tanto remarla no me voy a ir así porque sí, ¿no te parece?

-Sí, me recontra parece.

Imagen Votando como concejal.
Votando como concejal.
Toda una vida en Patronato
- 13/9/2003 Debuta oficialmente en Patronato: 4-0 ante Oro Verde, por la primera fecha del Torneo Unidad.
- 16/6/2008 Ascenso al Argentino A, tras vencer 1-0 a Central Córdoba de Santiago del Esterio con gol de La Pulga Díaz a los 78’ (0-0 la ida).
- 19/5/2010 Ascenso al Nacional B tras vencer 2-0 a Ramón Santamarina de Tandil (2-1 la ida).
- 16/6/2012 Le ataja un penal al Chori Domínguez en la anteúltima fecha y deja a River al borde del infarto (Patronato gana 1-0 en cancha de Cólón).
- 6/12/2015 Ascenso a Primera tras vencer 6-5 por penales a Ramón Santamarina en la final del cuadrangular (1-3 la ida, 2-0 la vuelta).

Apto todo terreno
Funcionalmente. Ese fue el nombre del primer Congreso Regional de Liderazgo, Neurociencias y Coaching realizado a fines de junio en la ciudad de Paraná con la presencia de Facundo Manes, el neurocientífico argentino, eminencia mundial en la materia. Sebastián Bértoli fue elegido por la organización del congreso como uno de los disertantes. ¿El auditorio? Unos 500 asistentes, en su mayoría empresarios y profesionales de nivel económico alto (las entradas no valían dos mangos). “Un auditorio muy exigente -acepta Bértoli-, ante el que debía exponer cómo se alcanza el liderazgo en un equipo de fútbol. Fue un lindo desafío para mí, porque se trata de un ámbito diferente, y salió bárbaro, ya que luego recibí muy buenas críticas. Debía sintetizar todo en 30 minutos. Me enfoqué en los pilares que debe tener un líder: los valores y actitud, el compromiso, la comunicación, el respeto y responsabilidad para no perder credibilidad. Y cada pilar lo desarrollé con ejemplos, ya que me tocó compartir plantel con líderes positivos y negativos, como esos compañeros que no entrenan a la par o que eligen los partidos si son viajes largos, por ejemplo”. Una prueba exigente para el 1 del Patrón.

Por Diego Borinsky / Fotos: Sergio Ruiz

Nota publicada en la edición de agosto de 2016 de El Gráfico