Las Crónicas de El Gráfico

La cuenta, más que mil palabras sobre el terrorismo y el fútbol

El ISIS y su campaña de terror contra el fútbol se cobraron nuevas víctimas en Irak. Pero fue la reacción del Real Madrid la que le dio repercusión mundial al atentado.

Por Martín Mazur ·

08 de julio de 2016
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La regla que repetirá todo goleador es que todos los goles valen uno. Da igual si fue de chilena, de rabona o de rebote. Sirve lo mismo si se hizo por acariciar un centro en el que fallaron arquero y marcador, o si llegó después de una gambeta en velocidad en la que pasaron cuatro de largo. No se cuenta distinto si se define fuerte y al medio tras un pelotazo del 2, o suave y a un palo tras una asistencia magistral del 10. Tampoco hay diferencias si es el primero o el quinto, si se patea desde la medialuna o en el área chica, ni interesa si es la final por el título o un amistoso de pretemporada. Existirán los desgloses estadísticos, los análisis de goles importantes, los videos de los más lindos, la viralización de los más recordados, pero los goles, golcitos o golazos, nunca dejan de valer uno. 

Luis Suárez metió 40 en la Liga española, todos desde adentro del área. Luchó hasta el último partido contra Cristiano Ronaldo, rival directo para el Botín de Oro europeo. En el mes que pasó había hermosas fotos de ambos, de acción o de festejos para el recuerdo. Sobresalía un abrazo de Suárez y Messi que era sencillamente para encuadrar. Pero también estaba esta foto. Este bar.




En el café Al-Furat, en la zona norte de Bagdad, se veían partidos de fútbol. Estaba abierto hasta bien tarde, horario perfecto para sostener el prime-time de las ligas de Europa y poder transmitir los partidos de Champions en vivo. El local, si bien era un bar cualquiera abierto al público cualquiera, también funcionaba como un punto de reunión de hinchas del Real Madrid, que lo habían convertido en la sede de una peña extraoficial en Irak.

Allí entraron tres terroristas armados con AK-47. Pasaron los controles disfrazados como fuerzas de seguridad. Una vez dentro, abrieron fuego a mansalva sobre la gente que ocupaba las mesas blancas y los sillones violetas. Fue una carnicería, con las imágenes de Ronaldo, Bale y Zidane en las paredes como testigos directos.

La lista real de víctimas nunca se sabrá. Al menos hubo 16 muertos y 30 heridos, muchos de ellos, graves. Acorralados en el escape, los atacantes se detonaron, provocando todavía más destrucción. Las autoridades no les prestan mucha importancia a las cifras finales de los atentados: se cierra el conteo de cuerpos con el “al menos”.

El hecho sucedió el 12 de mayo, un día después del mayor raid terrorista del año en Bagdad: tres ataques simultáneos que dejaron al menos 94 muertos y escasa difusión mundial del 11M. Pero en Irak no se construyen siglas para recordar las fechas de los atentados: existirían 365 en años normales y 366 en bisiestos como el 2016 (el 29 de febrero hubo 2 ataques y 50 muertos).

Muertos y goles van de la mano bajo la misma dinámica. Si vienen de cierta parte del mundo, leemos 200 y ni los procesamos, porque sabemos que en la semana vendrán 200 más.

Pero un ataque al fútbol sensibiliza mucho más que una bomba en un mercado callejero. El atentado al bar del Real Madrid provocó cobertura y conmoción internacional. El club emitió un comunicado y los jugadores se enfrentaron al Deportivo La Coruña –el mismo sábado en el que se decidió el título de Liga– con brazaletes negros.

Antes de venir a la Argentina, Javier Tebas, presidente de la Liga de Fútbol Profesional, escribió: “El terrorismo atacó al fútbol. Estamos con las víctimas y sus familiares. Ibamos a viajar este mes a Irak, pero debimos suspenderlo por motivos de seguridad”.

El impacto en Occidente interesa al ISIS, que se nutre de redes sociales para la difusión de sus actos y el reclutamiento de soldados. Y el fútbol, como se publicó en esta sección hace exactamente un año (“Las sombras”), se transformó en uno de los enemigos de ISIS. En la visión de los jihadistas, es un movimiento anti-Islam.

En noviembre llegaron los atentados múltiples en París, con el Stade de France durante el Francia-Alemania como objetivo no cumplido: el terrorista tenía su ticket, pero fue descubierto y se detonó fuera del portón. Su objetivo era hacerlo en la tribuna. Se suspendieron otros partidos en suelo europeo por amenazas creíbles, precaución o sugestión.

En marzo, un terrorista sí se detonó en una tribuna llena en Iskandariya (43 muertos). El escenario fue dantesco: era la definición de un partido de inferiores y el ataque se produjo en el momento en el que los ganadores subían por la tribuna a buscar sus medallas. Más de la mitad eran chicos de menos de 16 años. Uno, Mohaned Khazaal (10), murió con la camiseta blanca de Cristiano Ronaldo, su ídolo. La noticia apenas vulneró las fronteras de las breves.

Al mes siguiente, 7 muertos en una bomba en las afuera de otro estadio, en Bagdad. Mientras tanto, en Francia se prepararon simulacros antiterroristas de cara a la Eurocopa de este mes, con temores potenciados una vez que se confirmó que los ataques coordinados en Bruselas en abril (en el que participó el mismo terrorista que armó los chalecos en París), en realidad se adelantaron: el objetivo era llegar al Stade de France durante la Euro. La cacería de las fuerzas de seguridad obligó a un cambio de planes.




“La gente camina con la muerte a su lado y finge que es un peatón más. El otro día visité uno de los lugares de la bomba, una hora después de que 90 personas fueran desintegradas con 20 kilos de explosivos. La mayor parte de la gente estaba dedicada a limpiar, a ordenar, a hacer como si nada pasara. Dedicada a recomenzar, porque no habrá otra cosa que hacer, quizás, para siempre”, escribió el periodista italiano Riccardo Romani, de Sky, desde Bagdad. Esa pasmosa naturalidad se refleja en las estadísticas.

Wikipedia tiene su propia página de atentados terroristas del año. Usan las mismas gráficas que para los listados de goleadores. Hay una columna para las fechas, dos columnas de números (muertos, heridos) y otra con las banderitas (locación). En lugar del nombre de la competencia aparece el nombre del conflicto. Y, obviamente, una columna se dedica al autor y otra a la reseña.

Solo este año hay tantos y tan variados que son imposibles de procesar. De la mayoría, probablemente ni nos hayamos enterado. Nos quedamos con algún destacado, alguno que nos haya sensibilizado. Y también con el horrible sabor de que, al contrario de los goles, no todos los muertos valen uno.

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Por Martín Mazur

Nota publicada en la edición de junio de 2016 de El Gráfico