Básquet

Bahía Basket, hay equipo

Surgió en 2010 y reemplaza al mítico Estudiantes de Bahía Blanca en la Liga Nacional. Pasado, presente y futuro de Bahía Basket, una creación de Juan Ignacio Sánchez que promueve la formación de basquetbolistas de elite, que estimula la ayuda social y que vive su mejor momento deportivo.

Por Darío Gurevich ·

21 de junio de 2016
Imagen Puntales de la institución: jugadores -Facundo Corvalán, Santiago y Juan Pablo Vaulet-, head coach -Sebastián Ginóbili-, y cerebro dirigencial -Juan Ignacio Sánchez-.
Puntales de la institución: jugadores -Facundo Corvalán, Santiago y Juan Pablo Vaulet-, head coach -Sebastián Ginóbili-, y cerebro dirigencial -Juan Ignacio Sánchez-.
El polideportivo Norte resulta el centro de operaciones de Bahía Basket. El ex matadero, que queda en el humilde barrio San Roque, a 30 cuadras del centro de la ciudad de Bahía Blanca, luce de manera luminosa, con tintes de esperanza. Ahí surgen los sueños de adultos, adolescentes y niños; justamente, se conjugan los deseos más preciados de un equipo de básquetbol profesional y de chicos que se divierten a través del deporte, sea por la escuela de básquetbol social o por el espacio para jugar al handball y al tenis de mesa.

El predio, de amplias dimensiones, alberga tres naves: la primera está ocupada por máquinas municipales, la segunda es el corazón de Bahía Basket, y la tercera tiene que ver con el sector para practicar handball y tenis de mesa. Si bien hay actividades programadas, el polideportivo se encuentra abierto todos los días para que cualquiera pueda utilizar las instalaciones mencionadas.

Para contextualizar aún más, les proponemos dos preguntas y dos respuestas elementales: 1) ¿Qué es Bahía Basket? 2) ¿Qué hay en esa segunda nave? Por empezar, no se trata de un club ni de un gerenciamiento. Resulta una asociación civil sin fines de lucro; un modelo de gestión profesional; una organización que no opera como un club. Bahía Basket cuenta con un equipo en la Liga Nacional, otro en la Liga de Desarrollo -torneo argentino que estimula el crecimiento de los jóvenes-, y con el apoyo fuerte hacia la responsabilidad social.

El corazón de la institución es nada menos que un coqueto, moderno y pequeño estadio de básquetbol -un tanto similar al que está en la sede de Peñarol-, en el que se desarrollan profesionales y amateurs con dos gráficas que motivan. En una, se observan a Atilio José Fruet, Alberto Cabrera y José Ignacio De Lizaso, los tres mosqueteros que son leyenda. En la otra, se ven a Alejandro Montecchia, Juan Ignacio Sánchez y Emanuel Ginóbili con la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Todos exponentes de la cuidad que lleva con orgullo el mote de la capital del básquetbol. Pero no nos dispersemos y sigamos con la recorrida. Detrás de uno de los canastos de la cancha, existe un espacio de dos pisos en el que se destacan un aggiornado vestuario, una sala que pronto será para baños de aguas, un escueto y completo gimnasio y dos salas medianas, una con proyector de imágenes.

Juan Ignacio Sánchez, el cerebro dirigencial, y Sebastián Ginóbili, el head coach de la franquicia desde la campaña 2013/14, sonríen al terminar de mostrar las instalaciones de vanguardia. Sin embargo, realicemos un alto para derivar en la génesis de la organización. “Empezó como una idea que había pensado desarrollar en algún momento; y se adelantó porque Bahía Blanca se quedaba sin la plaza en la Liga Nacional. Estudiantes no se podía sostener económicamente para la temporada 2010/11. Entonces, había que tirarse a la pileta o esperar al próximo tren. Y, desde la a hasta la z, armé la planificación”, explica Pepe, integrante de la Generación Dorada, que, además, puso el lomo como jugador durante los tres primeros años de la franquicia hasta que se retiró.

Si se cree que Sánchez jugó al solitario, se le pifia. Al ex NBA, que brilló en la Selección Argentina, se le acercó la empresa Weber Saint-Gobain que, guiño del destino o no, está vinculada a la construcción. “Podríamos haber comenzado en otro deporte similar al básquetbol, pero nos decidimos apostar acá por el perfil de Pepe. Weber ponía y pone el conocimiento sobre gestión de empresas, y Pepe encontró y encuentra en nosotros una ayuda para profesionalizar la gestión de la organización”, argumenta Gonzalo Uranga, director de marketing de Weber.

Imagen Gastón Whelan, de 21 años, juega de base y es protagonista en esta temporada 2015/2016.
Gastón Whelan, de 21 años, juega de base y es protagonista en esta temporada 2015/2016.
Lo cierto es que Pepe, su grupo de trabajo y la gente de Weber pusieron ideas, tiempo, desgaste y, en especial, inversión para dar a luz a Bahía Basket, un “club” que arrancó desde cero. De hecho, no tiene estadio propio para disputar la Liga. En consecuencia, se presenta como local en el mítico estadio Osvaldo Casanova, que refacciona y alquila hace seis temporadas.

-Pepe, ¿por qué saliste de aquella foto histórica para asumir este desafío, quizá un riesgo en un principio?
-Crecí en base a los no. En menores, me decían que era bajito y lento. Cuando comenté que me quería ir a jugar al básquetbol de los Estados Unidos, se me rieron en la cara. A mí me nutre el no; no me debilita. Es más, necesito del no del otro. Es combustible absoluto. Yo creo en dos variables: el tiempo y el día tras día. Y, en este proyecto, observaba una cantidad de valores que se conjugan. Entonces, si nos enfocábamos en la dirección correcta, las cosas podían funcionar. Por eso, el riesgo que se veía desde afuera, no era tan así en mi cabeza. Y por último, confío mucho en la gente que trabaja a mi alrededor: Sepo Ginóbili, el Puma Montecchia, Mauro Polla (ambos asistentes de Ginóbili), el resto de la gente de la organización, los chicos que seleccionamos. Porque no es que se integraron casualmente. Los elegimos especialmente. La clave para sumarlos es detectar el potencial, a partir de la calidad atlética y humana. Entonces, los trajimos porque estamos convencidos de que van a funcionar y les dimos el espacio que corresponde. Nosotros creemos que al talento hay que nutrirlo. ¿Puedo dar un ejemplo?

-Adelante…
-Es el caso de Lucio Redivo, que venía, con 15 años, a tirar al aro a Bahía Basket. Cuando lo vi, lo invité a entrenarse porque la metía, era rápido y tenía una pasión desmedida. ¿Qué me importaba que fuera chiquito físicamente? Nada; si se puede solucionar... Si al sumar musculatura, la velocidad en el tiro y algunos conceptos de juego, le podemos disimular la altura.

-¿Cuáles son los lineamientos inalterables?
-Nosotros desarrollamos jugadores jóvenes para que puedan acceder a otros niveles de competencia y ejecutamos una política de responsabilidad social. Tenemos un determinado presupuesto y nunca nos podemos pasar de un 3 o 4% de lo estipulado.

Imagen Jamaal Levy la entierra. Al cierre de esta edición, Bahía ganó más de lo que perdió en esta campaña y se clasifica para los playoffs de la Liga.
Jamaal Levy la entierra. Al cierre de esta edición, Bahía ganó más de lo que perdió en esta campaña y se clasifica para los playoffs de la Liga.
-¿Cómo distribuyen el presupuesto?
-El 50% se lo llevan el plantel, el cuerpo técnico y el staff; el 35% es para la logística y el 15%, para mejorar la infraestructura.

-¿Qué cuestiones te llenaron de felicidad en estos seis años?
-Que Juan Espil se haya retirado en Bahía Basket, y que Pancho Jasen vaya a terminar su carrera acá. Para mí es emotivo, porque sé que resulta significativo para ellos. También aplica para mí, aunque lo veo más en gente querida. En la misma línea, pongo que el Puma Montecchia esté involucrado en el equipo, y que Sepo pueda dirigir acá. 

-Contanos una historia, una anécdota que te haya marcado durante este período.
-Sepo atravesaba su primera temporada como entrenador, y a mí me ofrecieron a un jugador de Selección Argentina que estaba en Italia. El tipo nos venía bárbaro, porque nuestro equipo era flojo y llevaba muchísimos partidos perdidos. Entonces, lo charlé con Sepo. “Dejame hablarlo con el cuerpo técnico y mañana te respondo”, me dijo. “¿A quién quiere que le traiga, a Jordan?”, pensaba. Bueno, Sepo me devolvió un no y me hizo ver que, si incorporábamos a ese experimentado, taparíamos el desarrollo de algunos jugadores. Con lo cual, estaba por traicionar el planeamiento deportivo que yo mismo había ideado, por querer salir del pozo. Sepo me volvió a poner los pies sobre la tierra. Nosotros debemos mantener una coherencia respecto de lo que queremos hacer.

La actualidad de Bahía Basket es dulce. En 2015, el equipo que compitió en la Liga de Desarrollo se consagró campeón. Ahí brillaron Juan Pablo Vaulet (drafteado por Brooklyn Nets de la NBA), Lucio Redivo y Gastón Whelan, hoy líderes adentro de la cancha del plantel superior. O sea que, por empezar, “los pibes” ya saben qué es ganar un título. Aquí y ahora, el equipo se afirmó -en base a los jóvenes y a la experiencia de Hernán Jasen, Jamaal Levy y Anthony Johnson- y, al cierre de esta edición, consiguió más victorias que derrotas (30-24) en esta campaña y se encaminó para los playoffs de la Liga Nacional. Encima, el público bahiense ya se emparenta más con Bahía Basket, y lo sigue tanto en el estadio Osvaldo Casanova -con un promedio de 1000 personas por juego- como por streaming. La institución, sin dudas, empieza a dejar un legado, quizá un faltante en la órbita de nuestra querida Liga Nacional.

“Estamos en un lugar de privilegio, por la calidad de nuestros jugadores, por la calidez humana de nuestro cuerpo técnico, por la gente que trabaja con nosotros. De a poco, se empiezan a ver los resultados”, sostiene Sánchez. “Fuimos un poco irregulares durante la temporada -analiza Ginóbili-. Es difícil que los chicos, que se están desarrollando, mantengan un nivel alto durante 56 partidos. Pero estoy conforme. No solo por las victorias, sino también por cómo crecieron nuestros jugadores. Somos un equipo competitivo. Mirá, Whelan venía de trabajar con nosotros en un plano secundario, porque Diego Gerbaudo era el número uno del equipo en momentos clave, en los cierres. Y, para esta temporada, teníamos que decidir si le dábamos la conducción a Gastón, un chico de 21 años, que es base. Y seguimos la línea que nos fijamos y nos cerró la boca, porque está haciendo una temporada impresionante a fuerza de trabajo. Es el líder del equipo. Después, puedo seguir nombrando: Redivo creció mucho más, sobre todo en lo físico; Juan Pablo Vaulet nos aportó cosas diferentes, y también se potenciaron Santiago Vaulet, Máximo Fjellerup, Martín Fernández y Ariel Ramos, entre otros”.

Imagen Sebastián Ginóbili baja el mensaje. Los jugadores y sus asistentes, Alejandro Montecchia y Mauro Polla, escuchan atentos.
Sebastián Ginóbili baja el mensaje. Los jugadores y sus asistentes, Alejandro Montecchia y Mauro Polla, escuchan atentos.
-Pepe, ¿cómo proyectás a Bahía Basket en lo deportivo?
-Empezamos con poca vocación al éxito deportivo, porque los que arrancamos con esto ya lo habíamos saboreado. Cuando uno sale campeón olímpico, tal vez no está tan preocupado por ganar la Liga Nacional. Ahora, que tenemos las bases cimentadas, nos gustaría dar un paso adelante en lo deportivo con nuestros jugadores. Porque, en definitiva, también hacemos esto para ganar. Después, iremos hasta donde podremos. Por otro lado, nos gustaría consolidar este equipo durante dos o tres años. Creo que nuestros jóvenes tienen las herramientas para hacer algo especial, para ir por más, antes de emprender camino para otras latitudes. ¿A qué más aspiramos? A que otros chicos, más jóvenes, quieran venir a jugar, porque saben que en Bahía Basket los van a educar y a formar para que puedan acceder a otros niveles.

Los chicos juegan, se educan y se divierten
Son las cinco de la tarde de un miércoles gris y frío de abril. En el Polideportivo Norte, se escucha un sonido precioso para todo amante de este deporte: una, dos, tres, cuatro, diez, veinte, treinta pelotas picar. Ahí están, entonces, los chicos de la escuela de básquetbol social. Porque Bahía Basket, además de competir en la Liga Nacional, cumple con un rol inclusivo: abrazar a los jóvenes de los barrios aledaños al Polideportivo para transmitirles educación, valores y enseñanzas a través de la práctica del básquetbol.

“Los chicos se inscriben en la delegación municipal; la escuela es gratuita. Ya hay 120 pibes y se entrenan hasta tres veces por semana. Si bien los chicos de entre 8 y 12 años compiten para el club dentro de la ciudad, nuestro objetivo no es tener una puja en ese sentido con los otros 22 equipos de Bahía Blanca. Solo lo hacemos para que tengan roce y se diviertan”, afirma Néstor Carrizo, vicepresidente de la institución. ¿Cuál es el desafío? “Tener 200 chicos en la escuela”, resume Gonzalo Uranga, director de marketing de Weber.

Por Darío Gurevich (enviado especial a Bahía Blanca) / Fotos: Prensa Bahía Basket

Nota publicada en la edición de mayo de 2016 de El Gráfico