Las Entrevistas de El Gráfico

PULGA RODRÍGUEZ: "EL FÚTBOL ME SACÓ DE LOS VICIOS"

Es el emblema de un sorprendente Atlético de Tucumán que con la base del ascenso ya dio cuenta de Racing y de Boca. La historia de un hombre inoxidable que eligió seguir viviendo en su pueblo de origen para escaparle a la fama y al que el fútbol premió alejándolo de las tentaciones y la pobreza.

Por Redacción EG ·

11 de mayo de 2016
Imagen Tiene 31 años, aunque muchos dirían que más. Ídolo de Atlético, estuvo en los dos ascensos.
Tiene 31 años, aunque muchos dirían que más. Ídolo de Atlético, estuvo en los dos ascensos.

 

El jugador más representativo del fútbol tucumano actual nació hace 31 años en la ciudad de Simoca, donde todavía vive junto a sus casi 10.000 vecinos. Luis Miguel Rodríguez, Pulguita, juega en Atlético Tucumán, para cuyos hinchas es el gran ídolo. Esos 50 kilómetros de distancia entre la capital provincial y su lugar en el mundo los recorre todos los días para entrenar. Pero vale la pena, “porque puedo estar con mi gente, allá soy uno más”, como explica durante su charla con El Gráfico. Habla pausado y en tono bajo, como si fuese proporcional a su contextura física. Dice lo justo y luego calla, a la espera de la siguiente pregunta. Casi no se ríe. Incluso le cuesta hacerlo cuando se lo pide el fotógrafo. A unos metros, Cristian Menéndez, compañero en el plantel, lo fotografía desde su celular y lo carga como si fuese un modelo de revista. Ahí es cuando al fin se ríe. Luego, ya en confianza, irá soltándose cada vez un poco más.

Pulguita Rodríguez ronda los 100 goles en la historia del club. El máximo goleador es Juan Francisco Castro, con 119. Lo apodaban Kila y jugó en los 70. Sin embargo, Rodríguez comenta que alcanzarlo no es su sueño. Tiene otros, de los que también habla en la nota. Cuando refiere a sus tantos, se le ilumina la mirada al recordar el que le hizo desde mitad de cancha a Independiente, en Avellaneda, en febrero de 2014. Era un partido por la B Nacional y el Decano ganó 3 a 1. El suyo fue el segundo. Un golazo. Dejó muda a toda una cancha. Imposible no recordar cómo aquella pelota parecía meterse en cámara lenta en el arco vacío.

Su infancia fue como la de muchos en el fútbol: trabajó de albañil, pintor o lo que saliera, para ayudar a los padres y a la familia numerosa de 9 hermanos a escaparle a la pobreza. Pocholo, como identifica a su papá, pudo regalarle un par de botines para que no siguiera jugando descalzo. Mucho después vendrían los enojos con el fútbol, el debut en Primera, la citación de Maradona para la Selección local y ese rompecabezas que se acomodó de manera tal para que se convierta en el ídolo de Atlético, el club que representa a toda una provincia en el fútbol más importante de la Argentina.

-Ascendieron, ahora andan bien y la cancha les queda chica. Además, les ganaron a Racing y a Boca. ¿Qué más pueden pedir?
-La verdad es que el grupo está pasando por un muy buen momento. Uno, como jugador, trata de acompañar eso que se vive. Cuando un equipo juega bien, es más fácil para cada futbolista hacer lo que pretende y lo que mejor sabe. Se están dando varias cosas.

-En lo personal, te convertiste en un símbolo para el hincha de Atlético.
-No lo voy a negar. Pero también es cierto, como decía recién, que el buen momento que uno pueda atravesar tiene mucho que ver con cómo le salen las cosas al equipo. En ese sentido, los hechos se acoplaron como para que nos vaya bien a todos.

-¿El goleador nace o se hace? ¿Cuánto tiene que ver la intuición en el área? Porque solés estar en el lugar donde cae la pelota.
-Me gusta hacer goles. Y cuando aquello que te gusta además te sale, todo parece aún mejor. Pero detrás de cada gol siempre hay un trabajo previo. A veces se da que me encuentro en la posición ideal como para rematar. Eso es mucha práctica. En los entrenamientos uno ve cómo le puede pegar en determinado momento o se fija dónde caen los rebotes del arquero del equipo con el que vamos a jugar. Se estudian las situaciones que se dan o se podrían dar en los partidos. Claro que también uno debe tener intuición. Y algo que tampoco hay que dejar de lado es el hecho de aprender mirando mucho a los que hacen goles. Unas cuantas veces anoté de tiro libre, aprovechando que desde afuera del área tengo un remate preciso. Lo demás es práctica.

-¿Cómo llevás la condición de ídolo?
-Tranquilo. Estoy hace mucho tiempo en el club y eso hace que me conozcan más y me identifiquen con los colores. En lo personal, lo manejo con cierto equilibrio. Actualmente vivo en mi ciudad, porque me es más sencillo salir a comer o a pasear. En esas calles soy uno más. No pasa lo mismo en Tucumán porque estamos en Primera y eso significa otra exposición. Me paran, me piden autógrafos, fotos... Tal vez es medio tedioso para mi señora, Paula, el hecho de que me paren a cada rato. Me gusta y hasta estoy acostumbrado, pero me quita cierta intimidad. Mi hijo, Bautista, tiene un año y cuatro meses. Entonces uno, por ellos, trata de resguardarse.

-Estuviste a punto de pasar a Belgrano, ¿por qué no se dio?
-Esa posibilidad se cayó por detalles, pero cuando decidí quedarme en Atlético sabía que iba a tener seis meses de mucha presión porque no habíamos conseguido subir cuando estaba aquella posibilidad de los diez ascensos. En lo personal, tomaba muchos riesgos al quedarme, porque exponía todo lo que había conseguido en el club. No llegar a Primera iba a significar una frustración muy grande. Pero quise tomar ese riesgo y pelearla. Nos fue muy bien. Salimos campeones y volvimos a la máxima categoría.

Imagen Festejo de gol en el primer ascenso de Atlético a la A (2009).
Festejo de gol en el primer ascenso de Atlético a la A (2009).
-¿Y ahora, qué?
-Ahora pretendo que Atlético se quede en Primera. Que el equipo, el cuerpo técnico y los hinchas puedan estar tranquilos. Ese es el objetivo de todo el plantel.

-¿Qué te gustaría para tu carrera?
-Hay ofertas para irme afuera, cosas que antes no se dieron porque Atlético no puede salir a contratar a nadie y me pidieron que me quedara al menos hasta junio. Mi deseo personal pasa por ayudar a que el equipo se afiance en Primera. Después, sí, me gustaría irme al extranjero. Tengo plena conciencia de que a mi edad es medio complicado pasar a un equipo grande, pero no es imposible. Entiendo que nos tiene que ir muy bien, y más en lo personal, para que esas posibilidades aparezcan. Pero todo pasa por tener la suficiente tranquilidad como para saber encarar las chances que se presentan. Hoy, lo fundamental es disfrutar de este presente en Atlético.

-¿Simoca es tu lugar en el mundo?
-Totalmente. Es tranquilo, voy caminando a los restaurantes o a la casa de mis viejos. Es el lugar en el que me vieron crecer, donde todo lo que hago pasa desapercibido. Para los vecinos soy un simoqueño más y no el jugador de fútbol. Nadie me pide fotos ni autógrafos y me muevo con total anonimato. Uno también necesita eso. Las dos cosas son buenas: tanto sentirse querido por la gente como mantener privacidad. Y además estoy a solo 50 kilómetros de la capital, por lo que puedo ir a entrenar sin problemas.

-Solés hablar de tu familia...
-Es que soy muy familiero. Ya desde chico, Pocholo y Bety, mis padres, me acostumbraron así. Inclusive, cuando pensaba en ser jugador de fútbol profesional era para ayudarlos en su economía. De chico trabajaba con mi papá y con mi cuñado. Teníamos una situación complicada, los varones de la familia ayudábamos con el trabajo y las mujeres en la casa hacían lo que podían. En la familia somos muy unidos. Cuando alguno tiene un problema, estamos todos para ayudar. Y hoy pienso que mis ingresos son para asegurarles un buen pasar a mi esposa y a mi hijo. No quiero que les falte nada. Eso me lo sembraron mis padres desde chico y ahora lo vivo con Bauti.

-Hay una historia de esfuerzo detrás de un par de botines que te compraron a los 10 años...
-Cuando estaba a punto de cumplir 11. No sé cómo, pero me los pudieron comprar. Porque económicamente la familia estaba muy mal en ese momento. Había un solo par de botines y me quedaban chicos. Yo sabía que mientras pudiera jugar con esos, tenía que hacerlo. A pesar de que me apretaban los pies. Por eso, a veces me los tenía que sacar. Anduve así como cinco meses. Las ganas que tenía de conseguir un nuevo par de botines, más cómodos, de mi número, eran impresionantes. No me olvido más de eso. Aquello me marcó tanto que ahora, cada vez que compro zapatillas, me acuerdo de esa historia.

-¿Aprendiste de eso?
-Sí, por supuesto. Hoy le doy más valor a todo lo que consigo o pueda conseguir. Porque me costó muchísimo cada cosa que tengo. Cuando se sufre en la infancia, lo que se logra después se valora y se cuida el doble. Uno no se olvida de aquello.

-Recién, al mencionar a tu hijo, te emocionaste…
-Pienso mucho en él. Trato de hacer las cosas lo mejor que pueda, tanto en lo deportivo como en mi vida privada. Quiero dejar lo mejor de mí en cada partido, en cada entrenamiento, en cada año. Que mi hijo sepa que tuvo un padre que jugó bien y que se portó bien, dentro y fuera de la cancha. Y que no sea yo quien le tenga que decir qué hice. Que se sienta orgulloso del padre que tiene, porque hoy, con la tecnología que existe, podrá ver los goles. O por ahí se encuentre con alguien mayor que le diga que su padre hizo cosas muy lindas por Tucumán. Eso es lo que pretendo respecto de mi hijo.

Imagen Maradona lo citó a la Selección antes del Mundial y jugó frente a Ghana.
Maradona lo citó a la Selección antes del Mundial y jugó frente a Ghana.
-Si Bautista te pide que le cuentes un gol, ¿de cuál le hablarías?
-Del que le hice a Independiente, en su cancha, casi desde el medio campo. También aquel contra Santamarina, el día del 4-1, cuando le metí un caño a un defensor de ellos y se la piqué al arquero. Me gustó mucho uno a Boca, pero jugando con Newell’s. Por suerte, tengo varios. Pero el mejor es el de Independiente: no veníamos del todo bien y cuando vi que la pelota entró no sabía ni cómo festejarlo. ¡Un gol así…! Por lo general soy tranquilo, pero convertir en esa cancha...

-¿Cuál fue tu momento de mayor alegría en el fútbol?
-Lo más grande que conseguí fue estar en la Selección, convocado por Maradona. Eso es lo que quiere todo jugador de fútbol cuando empieza, más allá de hacer plata, de jugar en un club grande o de irse afuera. El deseo siempre es estar en la Selección. Lo pude conseguir. Puedo decir que fue lo más maravilloso que viví y que, además, estuve al lado del más grande de todos los tiempos y que hasta me dio charlas técnicas.

-¿Quiénes son tus ídolos?
-Ninguno en particular. Más que nada soy de mirar a aquellos jugadores que me pueden enseñar cosas buenas. En ese sentido, miraba mucho a Riquelme. Pero sobre todo a los que tienen un físico similar al mío, como Carlitos Tevez, el Kun Agüero. Pero no, no tengo un ídolo en particular.

-¿Qué aprendiste de ser futbolista?
-Tener una vida más ordenada. El fútbol me dio amigos. Me enseñó a relacionarme con una clase social a la que uno, de chico, no tenía en cuenta. Me sacó de los vicios. Estoy agradecido por todo lo que me dio el deporte. Tengo amigos que están mal, en otra situación, y uno tiene que agradecer, entonces, que le haya ido bien.

-Y eso que en algunas ocasiones estuviste a punto de abandonar.
-Sí, sí. A los 17 para 18 estuve a punto de largar. Me dejé llevar por un loco que tenía de representante, que me dijo que iba a jugar en Rumania. Había un contrato supuestamente ya arreglado y cuando tenía que cobrar no sé qué pasó. Nadie supo qué decirme. Me quedé tirado en una estación de tren sin conocer el idioma, sin plata, sin nada para comer. Como pude, volví a casa y le dije a mi mamá que dejaba, que no quería jugar más. “Tengo que ir a trabajar”, le dije. Pero mis padres no querían que trabajara cuando jugaba para que estuviera bien descansado…

-Hasta que apareció Walter, uno de tus hermanos, y te convenció de seguir.
-Se había dado lo de Racing de Córdoba. Jugué seis meses, ascendimos a la B Nacional, después me dieron a préstamo para la Liga B de Tucumán. Luego siguieron otros seis meses en el Racing cordobés en el Argentino y no me quisieron prestar más. Volví a sentir que no quería seguir jugando. Ahí fue que apareció Walter, que me dijo que tenía mi pase en su poder. Yo tenía ya 19 años, casi 20. “Vas a jugar en la liga tucumana”, me soltó después de llevarme a la fuerza en su auto. Entonces me incorporé al club UTA, donde anduve bien, formando parte de un muy lindo grupo de chicos tucumanos. Me hicieron sentir genial. Ahí me dieron ganas de seguir. “¿Cuánto querés ganar?”, me preguntó el presidente. “No sé, lo único que quiero es volver a jugar”, le dije. “400 pesos”, me tiró. No me sobraba la plata ni nada. Al contrario, me faltaba. Pero arreglé por 400 pesos. Estuve un año y de ahí llegué a Atlético. Venía de hacer muchos goles en la liga, como 50. Las cosas se fueron dando muy bien, hasta ahora, que vivo este momento tan lindo.

Imagen Capitán del histórico triunfo de Atlético en la Bombonera, en este torneo. Marca Insaurralde.
Capitán del histórico triunfo de Atlético en la Bombonera, en este torneo. Marca Insaurralde.
-Encima, estás cerca de alcanzar los 100 goles y afianzarte como el segundo goleador histórico de Atlético.
-Escucho que se habla mucho de eso, pero no siento ansiedad ni desesperación por llegar a esa cifra. En la calle, la gente me habla de ese tema: “Te faltan tres” , “ahora dos…”, y así. Converso del tema con mi señora y siempre le digo que “es lo mismo. Si cuando llegue a los 100 habrá que seguir haciendo goles”. Para mí es un número más. No digo que esté mal. Es lindo hacer 100 goles en un club, pero la verdad es que hay que hacer todos los posibles. ¡Si no sigo convirtiendo, voy a tener que dejar el fútbol! Igual sé que se va a dar porque tenemos un gran equipo.

-¿Están para campeones?
-No. Estamos para salvar la categoría. Andamos cerca.

-Se te nota muy contento.
-¡Claro! Vivo de lo que me gusta, me va bien, la gente de Atlético me quiere. Y encima hago goles.

Vida y obra
Luis Miguel Rodríguez, conocido como Pulguita por su contextura pequeña, nació en la ciudad tucumana de Simoca el 1 de enero de 1985. Aunque jugó en Racing de Córdoba y Newell’s (2010-11), se ha convertido en un referente de Atlético Tucumán. Con la camiseta del Decano fue máximo goleador de las temporadas 2008-09 y 2012-13 de la B Nacional al marcar 20 goles en cada una. “Tiene una picardía muy parecida a la mía”, lo caracterizó Maradona en 2009, cuando lo convocó a la Selección Nacional que jugó un amistoso con Ghana, en Córdoba. Argentina se impuso 2 a 0 (ambos goles de Martín Palermo) y Pulguita ingresó en el segundo tiempo por Gabriel Hauche. Tiene una muy buena y efectiva pegada con su pie derecho. Juega de volante ofensivo y de delantero. Una de las personas que ha tenido gran influencia en su trayectoria fue Jorge Solari, quien en 2007 lo afianzó en el primer equipo de Atlético. En el campeón de la B Nacional 2008-09 compartió plantel con Juan Manuel Azconzábal, su actual DT. Algunas lesiones lo tuvieron a maltraer, pero siempre pudo recuperarse. Hoy tiene luz propia en El Decano, que arrancó con importantes triunfos en el torneo actual, ante Racing (2-1) y Boca (1-0).

Por Alejandro Duchini / Fotos: Emiliano Lasalvia

Nota publicada en la edición de abril de 2016 de El Gráfico