Las Crónicas de El Gráfico

La orquesta, más que mil palabras sobre el técnico del líder de la Premier

La fábula del Leicester City y su director Claudio Ranieri, quien rompió todos sus libros e hizo a su equipo florecer.

Por Martín Mazur ·

28 de abril de 2016
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Es el mejor director italiano. Pero no de fútbol, sino de orquesta. Se llama Riccardo Muti. Dirigió La Scala de Milán 19 años y actualmente conduce la Orquesta Sinfónica de Chicago. Hoy tiene 75 años. Y mucho humor. “En las entregas de premios, normalmente primero llegan las condecoraciones para los artistas. Está el compositor, que escribe la música, y que transforma la fantasía en algo concreto, con notas expresadas en un papel; el violinista, que tocando el violín, produce el sonido; los cantantes, que también hacen algo concreto; el pianista, lo mismo. Y entre tantas cosas concretas, cuando llega el turno de hacer subir al director, uno se pregunta: Al fin y al cabo, ¿qué es lo que hago yo? ¿Por qué estoy aquí?”, dijo Muti en una de sus tantas premiaciones.

Condecorado con los más altos rangos en Inglaterra (Orden del Imperio Británico), Francia (Legión de Honor), Rusia (Orden de la Amistad), Alemania (Orden al Mérito) y España (premio Príncipe de Asturias), el director napolitano es un miembro honorario de la Royal Academy of Music desde 1981.

“Cuando él tenía 90 años y yo 27, el gran director Vittorio Gui, contemporáneo y enemigo de Toscanini, me dijo: ‘Qué pena que esté tan cerca de la muerte, justo ahora que estaba aprendiendo a dirigir’. Marcar los tiempos es muy fácil. Cualquiera puede hacerlo. Pero dirigir es otra cosa. Es llegar a las almas de los músicos y tomar los sentimientos, no las notas. Y por eso dirigir una orquesta es la profesión más difícil del mundo. Porque el director tiene una idea que debe ser expresada a través de los brazos, y eso tiene que ir a los instrumentos, que son ejecutados por las manos o las bocas de los artistas, para que el resultado le llegue al público. Es un camino muy largo, ¡demasiado!”.




Con 64 años, Claudio Ranieri se convirtió en el décimo entrenador más viejo en la historia de la Premier League. El récord de longevidad lo tiene Bobby Robson, que dirigió su último partido en el Newcastle con 71 años y 193 días. La edad y la experiencia de su CV no necesariamente eran vistos como algo positivo. Cuando le tocó hacerse cargo del Leicester, parecía que su carrera estaba en declive. Lo habían echado de Grecia tras perder contra las Islas Feroe. Previamente había logrado ascender con el Monaco, del que también lo cesaron. Lo mismo que le había pasado con la Juventus. Ranieri parecía haberse convertido en un entrenador exclusivo para tiempos de guerra, en un puente para pasar los inviernos y agradecerle una vez que llegara la primavera, que no le pertenecía. Su silencioso regreso al fútbol inglés le cambió la vida. Mientras todos se centraban en la lucha de Mourinho, Van Gaal, Wenger y Pellegrini, el Leicester City se transformó en la mayor revelación en la historia de la Premier League. Y Ranieri, en su gran director de orquesta.

“Lo primero que noté en el vestuario es que todos los jugadores les tenían miedo a las tácticas italianas. No los veía convencidos, y tampoco lo estaba yo. Tengo una gran admiración por los que crean nuevos sistemas tácticos, pero siempre pensé que lo más importante que un técnico debe hacer, es construir un equipo basándose en las características de los jugadores que tiene. Así que les dije a mis jugadores que confiaba en ellos, y que hablaríamos muy poco de táctica”, confesó el DT en una nota con Il Corriere della Sera. 

Parte de su revolución fue aflojar con el entrenamiento que lo caracterizó toda su carrera. Así, instaló que por lo menos los jugadores iban a tener dos días de descanso semanal, para sostener la intensidad en el agobiante calendario del fútbol inglés. “Los partidos en la Premier League tienen tanto ritmo, que dejan a los jugadores exhaustos. Así que si jugamos los sábados, tenemos libre el domingo, empezamos el lunes con un entrenamiento liviano y recién entrenamos fuerte el martes. El miércoles, descanso absoluto. El jueves otro entrenamiento intenso y el viernes, preparamos el partido del sábado. Es un pacto que hice con los jugadores: ‘Confío en ustedes, mientras me den todo. Hablaremos de tanto en tanto de algunos temas tácticos, pero tendremos dos días libres por semana’, les dije”.

El Leicester City de Ranieri es el equipo más veloz del campeonato. Aprovechó a jugadores que ya tenía en stock, como Vardy y Mahrez, y creó una maquinaria ofensiva capaz de liquidar a los grandes candidatos al título en enfrentamientos directos, con un fútbol fluido y de golpe por golpe, sin especulación. Todo se basa en la intensidad y en la cabeza. “Nunca vi a jugadores comer tanto. Me asusta lo que comen en la cena. Pero de sorprenderme al principio, luego empecé a sonreír. Si corren lo que corren, entonces pueden comer lo que quieran. Son jóvenes, saludables y se entrenan con la misma intensidad que muestran en los partidos. Sería estúpido desaprovechar eso y poner otras reglas. Nunca le tuve que decir a uno que estaba regulando. Sí les digo que tienen que buscar el fuego interior, que una posibilidad como esta no volverán a tenerla. Y se atreven, lo fantástico es que estos chicos se atreven a soñar”, explica el DT, que también sueña con que este sea su último trabajo. “Me honra que ahora me quieran de otros países, pero me gustaría quedarme aquí, tener un contrato largo, de 7 años, para continuar esto tan lindo que hemos empezado”.




Cualquiera puede marcar los tiempos, pero no cualquiera puede hacer música. Contó una vez Muti: “Mi maestro, Antonino Voto, fue asistente de Toscanini en los años 20 en la Scala. Ante todas mis dudas sobre dirigir una orquesta, una vez me dijo: ‘No se preocupe tanto, si usted no debe tocar. Hasta que aprenda a dirigir, sólo haga un ademán, y algo pasará’. Hoy tengo 75 años y siento que estoy a mitad de camino, y acaso nunca llegue a la otra orilla”.

Ranieri se alejó de los pentagramas y hoy su Leicester City es una filarmónica que inspira a grandes y chicos por igual. Y él, tiene una misión invisible: escuchar la sinfonía y ver que todo siga en orden. Los premios serán para Vardy, Mahrez y compañía. Pero viendo a su orquesta en acción, a él, justo como a aquel veterano director de orquesta Vittorio Gui, le quedará la sensación incontrastable de que está aprendiendo a dirigir.

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Por Martín Mazur
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Nota publicada en la edición de abril de 2016 de El Gráfico