Las Entrevistas de El Gráfico

Martín Benítez: “Si no mejoraba perdía mi carrera”

El mediapunta describe su origen humilde, sus momentos más oscuros, y cómo salió del fango. Diamante de las inferiores de Independiente, debutó en Primera a fines de 2011 y encontró su mejor versión en el segundo semestre de 2015. Quiere afianzarse de una vez y consagrarse en el Rojo.

Por Darío Gurevich ·

26 de abril de 2016
Imagen A los 21 años, sonríe en el predio de Villa Domínico, mientras goza de su dulce presente.
A los 21 años, sonríe en el predio de Villa Domínico, mientras goza de su dulce presente.
A veces hay que sufrir sufrir para gozar.

Martín Benítez, uno de los aliados a la magia en Independiente, vivió en carne propia aquella máxima. El pibe, hoy ya todo un hombre, de Posadas, Misiones, sabe qué es un problema, un verdadero problema. No se lo contaron, lo experimentó. Tercero en la lista de cinco hermanos, salió a ganarse el mango desde pequeño. “Mi familia es humilde. En la casa de mis papás, Alfredo y Norma, teníamos una planta de mango y otra de limón, y con mi hermana mayor, Noelia, salíamos a vender esos productos. También íbamos a un lugar del trueque en el que los cambiábamos por otras cosas. Mi viejo, además, tenía una verdulería, y agarrábamos unas cositas y las vendíamos por ahí. En esa época, había crisis en la Argentina y estaba bueno ayudar en casa e intentar juntar una platita -se embala-. Siempre me acuerdo de que era mi cumpleaños y la mano venía jodida. Pero, entre lo que vendimos e intercambiamos con mi hermana, pudimos comprar la torta para festejarlo. Cuando recordamos eso, a ella se le caen las lágrimas”.

-¿Qué significa el Club Atlético La Picada en tu vida?
-Es el club en el que nací, en el que empecé a jugar al fútbol. Beto y Ramón son los entrenadores que siempre estuvieron cerca de uno. A veces, no tenía botines y ellos trataban de conseguírmelos. Les debo mucho, como también al presidente de aquel momento que me dio una mano cuando me vine al Rojo.

-¿Ya eras gambeteador y encarador desde chico?
-Sí; a veces, hacía una de más (se ríe). Jugaba de mediapunta.

-¿Quién era tu ídolo?
-Lo miraba mucho a Javier Saviola, porque me gustaba como jugaba. También lo seguía al Kun Agüero e intentaba copiarles algunos movimientos a ellos.

-¿Qué representa, qué valor tiene, para vos, tu tío Leopoldo?
-Es como un papá para mí. A él le debo mucho, porque confió en mí y me trajo a Independiente. En su momento, Boca había ido a buscar jugadores a Posadas y yo había quedado seleccionado. Pero nunca me llamaron. Entonces, mi tío me vio bajoneado y le preguntó a mi papá si podía hablar con Francisco Sá. Mi tío había jugado en Guaraní Antonio Franco, y Pancho lo había dirigido ahí. Entonces, mi tío charló con él y yo me probé en Independiente. Me vine dos veces a Buenos Aires y quedé en noviembre de 2008. Tenía 13 años, y arranqué en la Octava.

-¿Si no fuera por tu tío, no habrías sido futbolista?
-Puede ser. El y mi papá me ayudaron mucho. Cuando me quise ir de la pensión de Independiente, me contuvo. Porque, a veces, querés dejar el fútbol cuando estás en la pensión. Entonces, él me aconsejó y me guió: “Vas a jugar en el seleccionado juvenil y en la Primera de Independiente”. Y pasó como me había dicho: jugué el Sudamericano y el Mundial Sub 17 en 2011, y debuté en Primera en noviembre de ese año. Fue una pieza clave en mi carrera.

Tiene una fortaleza mental distinta a la de los jóvenes de su edad. Se curtió desde abajo, se bancó la pobreza, soportó como pudo la lejanía a partir de los 13 años, debutó a los 17 en Primera, se comió que algunos paracaidistas le vendieran espejitos de colores, y puso el pecho en la situación más dramática del club: el descenso a la B Nacional en 2013. “Al principio, se me hizo difícil. Eramos muchos pibes que sabíamos en el club que estábamos y la presión que teníamos. Pero, bueno, el fútbol es así y lo afrontamos de la mejor manera. Igual, es una parte muy difícil de mi carrera”, afirma. Para colmo, en marzo de 2014, caminó por una soga tan fina como delicada. Declaró como testigo cuando una mujer acusó a Alexis Zárate, compañero del club, de haberla violado. “Es una parte de mi vida que me marcó, que me sirvió para asentar cabeza y pensar dónde estaba. Si no mejoraba, perdía mi carrera. Traté, entonces, de enfocarme en mis sueños, de mirar para atrás y ver todo lo que me había costado llegar a Primera. Al hacer eso, intenté levantar mi nivel y escuchar a la gente que me quiere de verdad, no a la que se me acercó por interés”, asegura.

-¿Se te vino el mundo abajo?
-Sí, al principio, no sabía cómo llevarlo. Pero me apoyaron mi familia y mis amigos, y ahí te das cuenta de quiénes son los que verdaderamente te quieren.

-¿Te habías mareado?
-Sí, me tocó debutar de muy pibe en un club grande. De golpe, se me acercaron muchos representantes y me ofrecían plata, que esto y que lo otro… Fue duro, difícil de llevarlo. Hoy, estoy encaminado. Por suerte, en la cancha, pude cambiar murmullos por aplausos. Ahora, lo tengo que mantener.

-¿Te habían hecho creer que eras más bueno de lo que sos?
-Sí, a veces, el entorno te confunde. Aparece mucha gente que te hace creer más de lo que sos y, cuando me mareé, bajé el nivel.

-¿Cuál fue el error más severo que cometiste en aquel entonces?
-Haber dejado de escuchar a mi papá, a mi mamá y a mi tío. Se me subieron los humos y no lo pude manejar.

-Entre el 12 de noviembre de 2012 y el 4 de abril de 2015, no fuiste titular en el Rojo. ¿Qué aprendiste en ese tiempo afuera de los 11?
-Fue una situación difícil de llevar y no me gustaba. A veces, estaba entre los concentrados y me quedaba afuera; otras, ni siquiera concentraba. Aprendí que si me dan la camiseta, no tengo que soltarla. Lo logré en el semestre pasado, y ahora debo repetirlo. Si me la creo, por ahí pierdo el puesto.

-¿Renaciste desde lo futbolístico en el segundo semestre de 2015?
-Sí, siempre confié en mí, y también lo hicieron mi familia, mi novia, Luz, y mis amigos. Pero me faltaba demostrarlo en la cancha. Bochini era otro de los que me bancó; él decía que tenía que jugar más seguido y ser titular. Le doy las gracias a la llegada de Pellegrino y de su cuerpo técnico, porque me dieron la confianza para largarme en la cancha. Por suerte, les respondí.

Imagen El misionero despliega su juego. Cuando no lo tenían en cuenta, Bochini lo bancaba.
El misionero despliega su juego. Cuando no lo tenían en cuenta, Bochini lo bancaba.
-¡Qué pavada de elogio de Ricardo Bochini te ligaste!
-Sí, y más el Bocha que es estricto en el aspecto futbolístico. Siempre confió en mí, y se ve que algo bueno me vio. Cuando él decía esto, se me ponía la piel de gallina porque es el máximo ídolo de Independiente.

-¿Qué cuestiones fueron claves para que se diera ese cambio en vos?
-Haber estado fuerte de la cabeza, porque nunca bajé los brazos. Como decía, me rodeé muchísimo más de la gente que me quiere.

-Además de desenvolverte bien por la izquierda del ataque, ¿qué otro aspecto del juego sumaste en tu brutal 2015?
-Varios. Primero, el gol (metió siete, su mejor registro en una temporada). Segundo, el hecho de asistir a mis compañeros. Me faltaba tomar buenas decisiones adentro de la cancha. A veces, hacía una de más. A veces, la gente se paraba esperando que hiciera algo más y la perdía. A partir del año pasado, empecé a terminar bien las jugadas, a meter goles y a asistir a mis compañeros para que conviertan.

-Tu buen rendimiento sedujo a los turcos. Cuando escuchaste que tu pase valía entre siete u ocho millones de euros, ¿qué te produjo?
-Se me puso la piel de gallina. Si se habló de esa cifra importante en el mercado de pases, es porque vengo haciendo las cosas bien. Me llenó de orgullo. Valieron la pena los consejos de mi papá, de mi tío y de la gente amiga. Pero no se dio.

-¿Te lamentás por no haber firmado con el Galatasaray?
-No, porque no arreglaron entre el club y los turcos. No dependía de mí ni del cuerpo técnico. Yo confío en Dios: oraba a la noche y le pedía que hiciera lo mejor para mí. Bueno, lo mejor fue haberme quedado en Independiente. Estoy contento en el club; me costó mucho ganarme un puesto. Por eso, disfruto de este momento. Ojalá pueda afianzarme de una vez y ganar un título. Quiero triunfar en el fútbol.

-¿Mauricio Pellegrino es el entrenador más trascendente que tuviste en tu corta carrera?
-Sí, puede ser. Pero tampoco me quiero olvidar de Ramón Díaz. Le estoy muy agradecido, porque confió en mí y me hizo debutar en Primera cuando era un pibe. Jorge Almirón también me enseñó mucho. Nos decía que se entrena al máximo día a día y que había que estar preparado para cuando toque jugar. Además, me ayudó a ser dinámico en los entrenamientos. Y con Pellegrino, hay algo especial porque me largó en la cancha. Por suerte, les respondí a él y a su cuerpo técnico. Ellos fueron piezas fundamentales para que pueda levantar y tener este nivel.

-¿Cuál es la clave del equipo?
-Todos estamos comprometidos y no importa quién pierda la pelota, porque todos corremos para recuperarla. 

-¿Sos el jugador más desequilibrante del plantel?
-Si estoy bien y tengo un gran partido, le puedo aportar mucho al equipo. No siento que si no juego bien, el equipo no gana.

-¿Qué le falta a Independiente para dar el salto de calidad?
-Tenemos que estar atentos los 90 minutos. No debemos desenfocarnos porque, a veces, no entramos tan concentrados en los primeros minutos y parece que nos tuvieran que hacer un gol para reaccionar.

-¿Qué le aporta Germán Denis al Rojo?
-Es un jugador muy importante para el club. Aporta su jerarquía y es clave adentro del área; es un tanque, un goleador, que jugó durante muchos años en Europa. El y el Cebolla Rodríguez nos dan esa jerarquía que necesitábamos.

-¿Qué te marcaron ellos sobre tu juego?
-Los dos coinciden con lo mismo: con mi velocidad, tengo que tratar de tocar e ir a buscar, porque me la van a devolver. Ellos te la dan redonda, tienen muchísima categoría.

-¿Con qué compañeros te entendés mejor?
-El año pasado me entendí muy bien con Vera, Albertengo, el Cebolla Rodríguez; con Pisano y Jesús Méndez, nos juntábamos para triangular, y ese mediocampo, junto al Marciano Ortiz, hacía la diferencia al jugar a un toque. Creo también que, cuando el equipo estaba metido, marcábamos la diferencia. Porque los del fondo hacían una gran tarea para que nos llegara la pelota al pie.

Imagen Siete goles metió en 2015, su mejor temporada desde que debutó en Primera.
Siete goles metió en 2015, su mejor temporada desde que debutó en Primera.
-¿Es una ventaja o una desventaja no disputar la Copa Libertadores?
-Todavía siento esa derrota frente a Racing. Me fui orgulloso después de ese partido, porque con nueve jugadores dejamos todo y hasta lo podríamos haber ganado. Pero, bueno, no se nos dio. Sabemos que otros equipos estarán pendientes de la Copa y que nosotros pensaremos en el torneo local. Esa puede ser una oportunidad.

-Hace 14 años que Independiente no gana el torneo local. ¿Es una presión o solo lo tomás como un dato?
-Es un dato; en este club, tenés presión cuando empezás cada torneo. Siempre se apunta a ganarlo. Sabemos dónde estamos parados y que Independiente necesita un título. Queremos quedar en la historia del Rojo, que es muy grande.

-¿Pueden redondear un buen año sin dar la vuelta olímpica?
-No lo sé. Es cierto que uno de los objetivos es clasificarnos a la Copa Libertadores del año que viene. Pero espero que lleguemos al final del torneo con chances de pelearlo.

-¿Por qué pueden ser campeones?
-Tenemos jugadores con mucha jerarquía en todas las líneas. Pero hay que ir partido tras partido. Como decía, tenemos que llegar al final del torneo con chances de salir campeón.

-¿Soñás con jugar en Independiente con Sergio Agüero?
-Sí, es un ídolo, un histórico del club. Me tocó jugar con Gabriel Milito; ahora, con Germán Denis. Sería lindo que se dé. Ojalá pueda compartir un vestuario algún día con el Kun.

Por Darío Gurevich / Fotos: Maxi Didari

Nota publicada en la edición de marzo de 2016 de El Gráfico