Las Crónicas de El Gráfico

El reflejo, más que mil palabras sobre una foto premiada

Entretelones de la imagen ganadora del Sport Media Pearl Awards: un fotógrafo cubano al que le molestaba la luz.

Por Martín Mazur ·

09 de marzo de 2016
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Ricardo López está en los Juegos Panamericanos de Toronto, Canadá. Es la final de lucha. En la categoría masculina ya hubo un vencedor, cubano como él. Ahora es el turno de las mujeres. Pero hay algo que no está bien. Algo que le molesta. López tiene tres Juegos Olímpicos y varios Juegos Múltiples encima. Los eventos de combate están entre sus favoritos. Y acá tiene esa sensación de piedra en el zapato, de algo que no cuadra. El problema no es la ubicación, junto al resto de los fotógrafos acreditados, sino otra cosa.

“Las fotos de combate casi siempre se sacan desde abajo. En estas fotos había una luminosidad que no era normal, normalmente tienes cuatro reflejitos pequeños pero bien compensados, y acá había algo fuera de lugar, una luz muy fuerte que entraba de este a sudoeste”, recuerda.

López no duda, guarda su equipo y se manda corriendo para el piso de arriba. Más tarde, rememorando una anécdota sobre Fidel Castro y Maradona, dejará una frase que refleja esta luz invasiva que había que domar: “Lo que más motiva en el periodismo es cuando se te presenta lo impredecible y luego logras encauzarlo”.

Entonces llega al piso de arriba, cerca del tinglado, donde había unas cabinas de transmisión y varios puestos radiales. Ahí visualiza el problema. Y con el problema, la oportunidad. “Había un reflector mal ubicado, que provocaba ese reflejo tan molesto. Pero estando arriba, me doy cuenta de que se reflejaba una sombra casi perfecta en el suelo, cosa que tampoco sucede en estos eventos”. López desenfunda su Nikon y, como los cazadores, espera. Un ojo por afuera de la cámara, el otro en la mirilla. “De esa manera, ganas dos cosas: cincuenta por ciento más de visión y vista periférica para saber lo que está pasando”. Finalmente llega el click. La luchadora cubana en el aire domina la escena, pero el protagonismo central de la acción es el de las sombras entrelazadas. “Me di cuenta inmediatamente de que ya la tenía. Yo no puedo sacar fotos a repetición. Soy de la generación del rollo, y aprendimos a tener que cuidar y a sacar las fotos justas. Ahora, aunque quiera, no podría sacar más de las 2 o 3 fotos que estoy buscando. Soy de mirar la escena y esperar el momento, como fue en este caso”. Como francotirador que acaba de concretar su objetivo, el fotógrafo cubano, satisfecho, guarda su equipo y se va directo para transmitir. Y la imagen se va por correo electrónico rumbo a Cuba.




López es fotógrafo del tradicional diario Granma. Este ha sido su único trabajo. Pero Granma también es su infancia. Su padre y su tío, ambos fotógrafos deportivos, fueron fundadores del periódico, en el año 65. “Desde niño acompañaba a mi padre al laboratorio, veía lo que era la química, el secado, la ampliación... es difícil no enamorarse de esos proyectos, era todo muy romántico”. Años más tarde, comenzó a trabajar en ese mismo laboratorio. “Tenías que pasar dos años allí, como aprendiz, para poder ganarte la plaza de fotógrafo. Los laboratoristas así aprendíamos los tonos de luces, equilibrios, colores, composición, todo lo importante en la fotografía”. Su primera foto oficial fue de un reconocimiento sindical entregado al Granma.

A fines de los años 90, llegó un momento bisagra para él y muchos otros. “Pasar del rollo al digital fue una decisión gubernamental, era imposible mantener el costo, así que trajeron computadoras, hicimos cursos con unas camaritas chiquititas que eran Casio, más Photoshop, Photmechanics, esas cosas, para acostumbrarnos a la digital, que tiene otras características. Y aunque se trate de la más avanzada, en digital nunca tiras en tiempo real, siempre hay un tiempo de retardo, por eso, la importancia de tener un ojo afuera”, apunta.

Como suele pasar en este oficio, la foto de las luchadoras y sus sombras no se publicó en la edición siguiente del periódico, aunque sí apareció en sitios especializados. Un par de días después, en la sala de prensa de los Panamericanos, la eligieron “foto del día”. La gente se juntaba para verla. Allí mismo conoció a la gente de la AIPS, la asociación mundial de periodistas deportivos, que le dejó unos folletos para participar en un concurso anual, el Sport Media Pearl.

Pero López se topó con algunos inconvenientes. El sitio para inscribirse era de difícil acceso desde Cuba. “Nuestra velocidad de conexión es limitada y no lograba subir el material. Por suerte, por correo electrónico logré enviar la foto y mis datos, y así, sufriendo un poco, pude formar parte del concurso”, refleja. Unos meses después, le llegó la notificación: estaba entre los finalistas de la categoría acción y lo invitaban a viajar a Emiratos Arabes Unidos para la ceremonia de premiación.




En el hotel Jumeirah de Abu Dhabi, un martes de diciembre cerca de las 8 de la noche, a López se lo notaba más nervioso que de costumbre. “El problema es que yo no hablo inglés. Si me toca ganar y subir al escenario, ¿qué voy a hacer?”, se pregunta mirando al auditorio, que incluye al jeque Nahyan Bin Mubarak Al Nahyan y a varios miembros del gobierno. “A mí me hicieron estudiar ruso. Yo hablo ruso, soy de la generación de los que nos hacían aprender ruso, aunque nunca estuve en Rusia ni he hablado en ruso con nadie más que con mis amigos. Aún hoy, cada tanto, en el barrio nos decimos algo en ruso cuando nos reconocemos como integrantes de una misma generación”, cuenta. Minutos después, llega el momento cúlmine: “And the winner is... Ricardo López, from Cuba!”, anuncian desde el escenario. Y López, felicitado por sus colegas, sube y arranca con un “English no good” que hace reír a la audiencia, y después se larga en español con un sentido agradecimiento para su familia, su esposa, sus hijos, su periódico y su país. De regreso en Cuba, lo recibieron como un héroe, lo invitaron a programas de televisión y de radio, también dictará un taller de fotografía.




Cuando la luz molesta, hay dos caminos. Aguantarse el reflejo y quedarse cómodo, aunque se sepa que el resultado será pobre y de baja calidad, o arriesgar todo y subir un piso en busca de la excelencia. Ricardo López se animó y subió. Seis meses más tarde, volvió a subir, pero al escenario, para quedarse con el premio a la mejor foto del año.

Por Martín Mazur

Nota publicada en la edición de febrero de 2016 de El Gráfico
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