La Selección

La Selección de Martino: La idea es... volver a ser

El equipo del Tata soportó dos golpes durísimos, la derrota ante Chile en la final de América y el debut contra Ecuador por Eliminatorias, que obligaron a refrescar conceptos para superar la crisis. Con la victoria en Colombia, logró cerrar el año en recuperación y con un equipo renovado, buen pronóstico para un 2016 que ofrecerá revancha.

Por Martín Mazur ·

21 de enero de 2016
Imagen El técnico argentino y una charla conceptual con el grupo, en Ezeiza.
El técnico argentino y una charla conceptual con el grupo, en Ezeiza.
Bastaba con verlo a Martino, sudoroso, agobiado, con dificultades para cambiar el aire, como para entender que su padecimiento no solo era por el gol perdido en los minutos finales contra Colombia. Ese contraataque con superioridad numérica que no habían logrado concretar Banega y Dybala estaba destinado a ser el desahogo tras dos meses de mucha presión, capaces de hacer tambalear a cualquiera.

Al sufrimiento todavía le faltaba una jugada más, esa última salvada de Funes Mori en la línea, y el remate afuera con el arquero volviendo, como para darle todavía un tinte más épico a la primera victoria en las Eliminatorias, con un golazo de un descomunal Lucas Biglia.

“Soy consciente de lo que se hubiera dicho si no ganábamos”, declararía el entrenador argentino minutos después, sin ánimo revanchista pero consciente del escenario en el que estaba jugando.

El 1-0 en Barranquilla sirvió para cerrar el año con otras sensaciones y, acaso como en la era de Sabella, este partido con el tiempo pueda ser entendido como la plataforma de despegue, el inicio del camino de la resurrección de un equipo que venía coqueteando peligrosamente con la crisis.

Imagen Paulo Dybala demostró tener pasta para acomodarse rápidamente al ataque argentino.
Paulo Dybala demostró tener pasta para acomodarse rápidamente al ataque argentino.
Hubiera sido muy difícil hacer un balance del año sin particionarlo: una final en la Copa América, por muy bueno que hubiera sido el proceso, no habría logrado explicar cómo la Selección quedaba anteúltima en la tabla de posiciones de las Eliminatorias, luego de las primeras 4 fechas. Pero la victoria en Colombia le dio un equilibrio más lógico a un 2015 que consolidó la idea de la renovación, buscada o forzada, pero renovación al fin.

Desde los regresos de hombres de procesos anteriores, como Otamendi, Pastore y Tevez, a las apariciones de Roberto Pereyra y Paulo Dybala, junto a las convocatorias de jugadores del fútbol local, como Emmanuel Mas y Matías Kranevitter, se fortaleció la sensación de grupo todavía abierto, con espacio para todos.

Mientras Otamendi picó en punta como elemento renovador de la defensa, luego se sumó Ramiro Funes Mori, quien cumplió con creces en sus presentaciones y se ganó un lugar.

El shock contra Ecuador, en un Monumental semivacío, significó el punto más bajo, un verdadero golpe de nocaut a un grupo que venía martillado tras no haber concretado el sueño del título en Chile, en una Copa América que a nivel juego dejó un balance positivo.

Imagen Ramiro Funes Mori fue otra de las gratas apariciones: el ex central de River demostró personalidad y justeza.
Ramiro Funes Mori fue otra de las gratas apariciones: el ex central de River demostró personalidad y justeza.
Desde entonces, empezó la recuperación, como el peleador groggy que se abraza a su rival hasta volver a tener las piernas firmes. Y Argentina, que encima tuvo que aprender a sobrevivir a la ausencia de Messi, y a tener un equipo completo en la enfermería (dentro de una lista corta que no ofreció suficientes variantes durante la tormenta), levantó en Paraguay, fue muy superior a Brasil –que se lo empató en una ráfaga– y se plantó con autoridad y personalidad en Colombia. Pero claro, necesitaba ganar. Nunca en la historia de las Eliminatorias, en ninguno de los formatos jugados, la Selección había estado los tres primeros partidos sin hacerlo.

“Hay una idea que evidentemente intentamos llevar a cabo desde el primer día, y a la que casi no le encontramos inconvenientes hasta el partido contra Chile en la Copa América, pero en ese partido nos cuestionaron justamente haber cambiado esa idea. Sería muy drástico que después de un año y un mes de trabajo, por una mala noche, les pida ahora a los jugadores que cambien su modo de trabajar”, explicó el entrenador tras la derrota contra Ecuador.

En este sentido de la idea no negociable, queda una duda: ¿es la idea la madre de un sistema táctico irrenunciable? ¿Los jugadores que compiten para entrar a la cancha, deben insertarse en un dibujo rígido o pueden darle forma a un esquema dinámico?

Hasta ahora, viene imperando la primera opción, que conlleva algunas injusticias y contribuye a la falta de sorpresa, caso que se evidencia especialmente en el número 9. Desde la era Bielsa que no se discutía al respecto, pero ahora no parece haber lugar para que compartan la cancha, por ejemplo, Higuain (ignorado en la primera convocatoria) y Tevez, o Agüero y Dybala, todos considerados centrodelanteros. Lo que puede llevar a atarse a decisiones desventajosas, que el futbolista, en momentos de crisis, es el primero en notar, como quedó evidenciado en el partido contra Ecuador y la crucifixión táctica, independientemente de la actuación individual, a la que fueron sometidos los laterales Roncaglia y Mas. Tras ese partido, la posesión inocua, la desprotección de los laterales, por la acumulación de volantes centrales y la falta de cambio de ritmo se mostraron como un déficit peligroso, propio de la era Batista.

Imagen Por la ausencia de Garay, Funes Mori formó una interesante dupla con Nicolás Otamendi, que hoy lidera la defensa del equipo del Tata.
Por la ausencia de Garay, Funes Mori formó una interesante dupla con Nicolás Otamendi, que hoy lidera la defensa del equipo del Tata.
El primer paso de modificación fue en Paraguay, con un dibujo más parecido a un solidario 4-2-3-1. Mejor liberarse de un esquema y no de una idea. Al menos, en la cancha, por más que se haga una férrea defensa del modelo frente a los micrófonos.

El crecimiento fue evidente en el primer tiempo contra Brasil, que coincidió también con la ausencia de Pastore, quien había bajado su nivel notoriamente.

Ahora bien, es cuanto menos interesante que en un grupo que aún conserva el núcleo del Mundial 2014, los síntomas de recuperación se hayan dado en ráfagas propias del estilo Sabella: jugadas ejecutadas en pocos segundos, de área a área, como las que sellaron los hasta ahora dos goles argentinos en estas Eliminatorias. Contra Brasil, Banega cortó en cuarto de cancha, Di María se sacó a un rival de encima y abrió para Higuain, que picó en diagonal y le sirvió el gol a Lavezzi, que entró libre desde la izquierda al punto del penal. Golazo a puro vértigo y precisión.

Lo mismo pasó contra Colombia, en la pelota que recuperó Biglia y terminó definiendo él mismo, tras la intervención al vacío de Banega y Lavezzi. En todos los casos, piques al vacío, desmarques y apariciones por velocidad.

Imagen El abrazo final tras el 1-0 a Colombia en Barranquilla, un triunfo que, como en el proceso anterior, invita al despegue definitivo del equipo.
El abrazo final tras el 1-0 a Colombia en Barranquilla, un triunfo que, como en el proceso anterior, invita al despegue definitivo del equipo.
Y dos apuntes extra: Di María y Lavezzi demuestran que pueden hacer la diferencia por los costados, pero no necesariamente con la cancha cambiada, como se propuso sin posibilidad de cambio en los primeros partidos: en Barranquilla, el gol llegó con Pocho por la derecha y Di María –bajado en la corrida de la contra– por la izquierda. Hay variantes y no hay que atarse.

¿Son estas jugadas traducciones fidedignas de la idea de Martino? ¿O es que los jugadores, a través del juego que sienten más naturalmente, están tratando de mostrar que hay una idea superadora, capaz de ser ejecutada de otro modo?

Sin necesidad de que esto sea visto como una batalla de voluntades, el 2016, con un tal Messi en la cancha, empezará a proveer respuestas muy interesantes.

Por Martín Mazur 

Nota publicada en la edición de diciembre de 2015 de El Gráfico