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Un ajedrez de nenitos caprichosos

Continúa el cuarto intermedio más grande del mundo y los dirigentes del fútbol argentino siguen sin definir al próximo presidente de la AFA. Cada día que pasa, se debilita un poco más la credibilidad de los candidatos.

Por Elías Perugino ·

12 de diciembre de 2015
Pasó otra semana sin que los dirigentes de la AFA se hayan dignado a limar las diferencias para concretar la asamblea y elegir al nuevo presidente de la entidad. Después del papelón del 38-38 con 75 votantes, los dirigentes que aspiran a sanear el fútbol, desmembrar las barras, optimizar los recursos que genera la actividad, reinsertar a los visitantes en las canchas y encabezar un gobierno moderno y plural, no han sabido despegarse de sus propios intereses personales para encadenar gestos de grandeza.

Mientras seguristas y tinellistas juegan su ajedrez de nenitos caprichosos, todas las actividades de la AFA están freezadas. Como figuras de un museo de cera, sus empleados no activan ninguna gestión a la espera del desenlace imprescindible. Pagos, contratos a resolver y hasta la programación de los torneos que deberían comenzar en menos de dos meses son pasajeros de una indefinición absurda.

Así como resulta incomprensible e injustificable el retiro de los representantes de Crucero del Norte y Excursionistas antes de que finalizara el escrutinio de la primera asamblea, hecho que derivó en el cuarto intermedio más largo del mundo, hay que realizar un esfuerzo sobrehumano para justificar los motivos por los cuales el cónclave no se reanudó todavía. Tampoco se entiende que el tinellismo se niegue a participar en la asamblea convocada para el 18 de diciembre, sabiendo que a River se le permitiría votar a través de un apoderado (sus dirigentes están en Japón por el Mundial de Clubes) y que, en el peor de los casos, el segurismo ofrece bajar a un asambleísta propio (Argentinos Juniors) para compensar una supuesta ausencia de River y reanudar la asamblea con 73 votantes en vez de los 75 originales.

Cada día que pasa, se amplifica la sensación de egoísmo y mezquindad de ambas veredas. Y tanto a Segura como a Tinelli se les está erosionando la credibilidad y la futura gobernabilidad. Lejos de tender al bien común, lucen dispuestos a agigantar el abismo que los separa. No parecen advertir que el núcleo de dirigentes más volubles, aquellos no alineados fanáticamente y que podrían cambiar tranquilamente su adhesión, cada vez ven con mejores ojos la generación de una conducción de emergencia y una vuelta a fojas cero. Un escenario que requeriría de nuevos avales para nuevos candidatos de una nueva asamblea. Un escenario del que, por supuesto, podrían salir más dañados de lo que ya están. Mientras tanto, el pobre fútbol argentino espera y desespera...