El superclásico de la primera fecha del torneo Nacional 72, disputado en la cancha de Vélez, quedó en la historia como uno de los más vibrantes de todos los tiempos. Y, hasta hoy, el de mayor cantidad de goles: 9. Fue un clásico loco, electrizante, que arrancó 2-0 para uno, mutó a un 2-4 y terminó en un impactante 5-4 en el instante final, gracias al héroe de este segmento. River se puso dos goles arriba antes de los diez minutos mediante una entrada fantasmal de Mastrángelo, tras un buscapié de Mas, y un cabezazo del propio Pinino. Cerca del cuarto de hora, Boca dispuso de un penal, pero Perico Pérez se lo tapó en dos tiempos al Chapa Suñé. Una volea de Curioni, un tiro libre “a lo Messi” de Ponce y un anticipo ofensivo de Potente, a los 45, lo dieron vuelta para Boca, que estiró la diferencia a 4-2 cuando Patota despachó un derechazo seco a los 6 del segundo tiempo. River parecía muerto. Nocaut parado. Incluso cuando Mas aprovechó un borbollón en el área para descontar. Entonces llegó el momento de Carlos Manuel Morete, el centrodelantero que miró hacia un costado y vio que el técnico Juan Urriolabeitia mandaba a calentar a Néstor Scotta. “Soné, salgo seguro”, pensó el Puma. Pero el alma le volvió al cuerpo cuando quedó mano a mano con el arquero Sánchez y pudo estampar el 4-4 con un zurdazo cruzado. Iban 17 minutos. Y en el minuto final, cuando el empate parecía sellado, llovió un centro desde la derecha, un compañero bloqueó la pelota en la izquierda para tomar caminando al arquero de Boca, y Morete, fiel a su historia de “pescador”, se encontró con la pelota casi debajo del travesaño. Le dio de lleno, con alma y vida, para inflar la red y meterse en la historia para siempre. Un 5-4 inolvidable.
Nota publicada en la edición de septiembre de 2015 de El Gráfico
