Las Entrevistas de El Gráfico

Emmanuel Mas, profesional tiempo completo

Se cuida desde chico, pero ajustó las cuerdas hace un año y medio para progresar en San Lorenzo. El 3 cuenta su historia, explica por qué no se asentó con Pizzi y sí con Bauza, admite que sueña con ganar más títulos en Boedo y jugar en la Selección, y anticipa que hará triatlón tras retirarse.

Por Darío Gurevich ·

08 de septiembre de 2015
Imagen A los 26 años, el sanjuanino obtuvo el Inicial 2013 y la Libertadores 2014 en dos años en el CASLA.
A los 26 años, el sanjuanino obtuvo el Inicial 2013 y la Libertadores 2014 en dos años en el CASLA.
El mejor descanso es el cambio de actividad. Emmanuel Mas aplica la máxima que Rafael Bielsa pronunció. Aquí y ahora, en la Ciudad Deportiva de San Lorenzo, el dinámico lateral por izquierda termina de entrenarse y se prepara para bañarse y dedicarle casi una hora y media a esta producción. Adelanta que, luego de las fotos y la entrevista, almorzará en su casa, dormirá su religiosa siesta, paseará a sus adorados perros a pie o en bicicleta, y disfrutará de compartir lo que sea junto a su mujer, Lucrecia. Confirmado, entonces: no para, ni en la cancha ni en su vida cotidiana.

Divertido –de risa fácil–, que se preocupa por su estética y su look, denota en su primera respuesta la génesis de estar en movimiento de manera constante. “Desde chico, era inquieto. Mi mamá, Silvia, cuenta que, mientras volaba de fiebre, correteaba por el consultorio médico. ‘¿Qué tiene este niño?’, le preguntaban. Porque no parecía estar enfermo”, asevera.

-¿Qué tal la pasaste en tu infancia?
-Muy bien. Nací en San Juan el 15 de enero de 1989; viví mucho tiempo en la Capital, un poquito en Media Agua, donde mi abuela Mecha tenía su casa, y un cachito en Los Berros, pueblo en el que mi mamá trabajó durante 35 años. Siempre fui amante de los animales y del campo. Me encanta la naturaleza. Mi papá, Enrique, y mis hermanos, Pamela y Pablo, se iban a arrear vacas, caballos y perros, y yo quería ser más grande para irme con ellos. Después sí, salíamos todos juntos y estábamos por ahí diez horas arriba de un caballo, en especial mi hermano porque yo ya me cuidaba por el fútbol. Tengo un gran recuerdo de Media Agua, que está a una hora en auto de la Capital. Ibamos durante los fines de semana y las vacaciones, y la gente se juntaba en el almacén de mi abuela, que era el único en diez kilómetros. Ahí jugábamos al pool y al metegol; enfrente había llamas, guanacos, y corríamos con los perros a los guanacos. Detrás de la casa de mi abuela, había una pista de salitre en la que se festejaba la fiesta de la virgen y se corrían cuadreras. La pasé muy bien, al igual que en la casa de mi abuela materna, Lina, que vivía en la Capital, a la vuelta de la cancha de San Martín. Allí me divertía con mis primos y mis tíos.

-¿Qué extrañás de todo aquello?
-A mi tía y a mis primos, que siguen a la vuelta de la cancha de San Martín. Siempre que salía, arrancaba para allá. Si bien me hacía falta irme porque viví 24 años en San Juan, extraño la cercanía, el campo y la costumbre de juntarnos a tomar mate en familia y llevar semitas, una tortita de grasa redonda, hecha con una masa casera al horno de barro… Tienen muchas calorías, hoy no las como, pero me gustan. Cuando jugaba en la Primera de San Martín, comía porque no tenía noción… Y en las últimas vacaciones, sólo probé media.

-¡Media! Dale…
-Lo juro. Una vez le pedí a mi vieja que me trajera a Buenos Aires, y vino con 20 semitas. ¿Para qué? Hace dos años que las tengo guardadas (se ríe).

-¿No te dio para el hockey sobre patines -se lo carga-, y por eso te inclinaste por el fútbol?
-No, no (suelta otra carcajada). Si te dedicás al hockey sobre patines es porque lo heredás. Es una costumbre sanjuanina, como también pasa con el ciclismo. Mis familiares nunca jugaron al hockey, y a mí no me tiró. Pero me divierte, y el vóley me vuelve loco. Pero sí me hubiera dedicado a correr.

-¿Habrías sido bueno?
-Sí, me gusta… No sé si maratonista, pero haría carreras de aventura. Mi mejor amigo, Nicolás Ramos, las corre, y su hermano, Guillermo, anda muy bien. Siempre lo digo: cuando me retire, quiero hacer triatlón porque me encantan los deportes y es una excusa para seguir en actividad.

-¿Qué es San Martín de San Juan en tu vida?
-Es mi niñez, mi adolescencia, donde mi vieja y mi abuela iban para los carnavales, donde empezó mi sueño… Soy hincha de San Martín. Mi hermano arrancó en el club, y yo era su aguatero, lo seguía para todos lados. A los cuatro años, comencé en la posición que él jugaba, de cinco, y no tenía idea… Como no había escuelita para mi categoría, comencé en dos más arriba.

-¿Cuál era ese sueño?
-Jugar en Primera. Pero me costó llegar y mantenerme. A los 16 o 17 años, integraba el plantel. Nunca faltaba a entrenarme y estudiaba Ingeniería en Agrimensura. Arrancaba bien en la facultad, pero como me empezaba a ir bien en el fútbol, la dejaba a mitad de año porque no podía rendir. Entonces, sólo me dedicaba seis meses al fútbol, y después, en el medio de ese período, me dejaban de tener en cuenta. Y me molestaba porque me gustaba estudiar, sentía que perdía el tiempo.

-Hasta que debutaste en 2008…
-Sí, a los 19 años, en la última fecha del torneo de Primera ante Newell’s. Jugué tranquilo, confirmé que el fútbol era lo mío y lo bueno que soy… No, eso no, mentira (se ríe de su propio chiste). Fue soñado, más allá de que estábamos descendidos y de algún traspié que vino después. Me sentí que estaba a la altura de un jugador de Primera.

-¿Qué traspié?
-Cuando no jugás es difícil. Se traían jugadores para ascender y les llegaba más tarde la oportunidad a los chicos. Al principio no lo entendía, pero me di cuenta de que era parte de mi formación. Porque no tuve roce de inferiores de AFA y recién empecé como número 3 a los 16 años (jugaba de zaguero central), por recomendación de Rubén Ceballos, un técnico que dirigía en la liga local de San Juan. Entonces, los más grandes me explicaron a esa edad cómo marcar, cuándo pasar al ataque… En mi primera temporada, jugué los últimos nueve partidos y me afirmé en el equipo en 2010.

-¿Qué sentís al escuchar 30 de junio de 2011?
-Ahí fue cuando ascendimos con San Martín a Primera, un momento único, soñado. Hace poco, veíamos las fotos con mi esposa y nos emocionábamos.

-¿Tu mayor tristeza en el club resultó el descenso, justamente a manos del Ciclón?
-Sí, me dolió. Pero no fue una decepción, porque estábamos fuertes de la cabeza.

-¿Te imaginaste lo que vivirías después en el CASLA?
-No, jamás. Sólo pensaba en salvarme del descenso… En San Martín, me sentí muy bien, y acá estoy cómodo, como en mi casa. Por eso, cuando me preguntan si pienso irme pronto, digo que no. Si bien me gustaría jugar en un futuro en Europa (tiene pasaporte italiano), me quedan dos años de contrato y tengo más para darle al club. Lo que viví en San Lorenzo desde mediados de 2013 hasta hoy es enorme.

Imagen Es el tipo que más jugó en San Lorenzo en 2015: completó 25 partidos sobre 26 y suma 2250 minutos en cancha.
Es el tipo que más jugó en San Lorenzo en 2015: completó 25 partidos sobre 26 y suma 2250 minutos en cancha.
-Bueno, ganaste el Torneo Inicial 2013 y la Copa Libertadores 2014, certamen que era esquivo para el club…
-Sí, salí campeón del torneo local a los seis meses de haber descendido. Fue importante; además, es lo que queremos los jugadores, nos alimentamos de eso. Y esas ganas nos llevaron a conseguir la Copa.

-¿San Lorenzo, entonces, fue tu trampolín al éxito?
-Sí… San Martín lo fue, y San Lorenzo es mi trampolín al éxito. En San Juan hice muy buenos partidos, pero no me conocían tanto. Acá es distinto, porque se trata de un grande. Valoro mucho la humildad que hay en el club.

-No te asentaste en el equipo con Pizzi, pero sí con Bauza. ¿Por qué te costó con un entrenador y no con el otro?
-Con Juan, no estaba bien, ni cómodo; me costaba entender la pasión, el fanatismo, que tiene la gente por el club, y a mis compañeros les faltaba conocerme porque jugaban casi siempre por derecha. Encima, cuando salían por izquierda, yo tocaba para atrás. No me soltaba, tenía temor a equivocarme. No parecía yo el que jugaba, sino otro chico. Juan me sacó porque no estaba bien. Entonces, hice un clic porque me habían traído por algo y tenía que cambiar mi manera de jugar. Con el Patón, pensaba más en atacar que en defender, y me frenó al explicarme su manera de jugar: “Para lograr algo importante debemos defender bien y después atacar”. Y aprendí a ser firme en la marca, más agresivo al pasar al ataque… Además, el cuerpo técnico me ayudó para tener confianza porque me sostuvieron, y mis compañeros me conocieron más. Eso hace que esté muy bien.

-Mucho se habla de tus cuidados, pero no son de ahora. ¿Te arrepentís de no haber ido a ni una fiesta de 15?
-(Se sorprende y se ríe muchísimo). Al ver a mi hermano, aprendí a no salir ni a ir a los cumpleaños. Porque mi viejo se peleaba con él todas las noches (se vuelve a reír). Pablo era muy buen jugador, pero no llegó porque le gustaba la joda. Entonces, yo prometí que eso no lo iba a hacer y arranqué a cuidarme desde chico. A los 14 años, decía: “Ahora, voy a concentrar”. Pensaba que se trataba de ver mucho fútbol. Entonces, jugaba el sábado por la mañana, dormía la siesta, miraba partidos, tal vez salía a jugar un rato más, y me iba a acostar atormentado, con los ojos hinchados. “Uh, si esto es concentrar ni me quiero imaginar cuando sea grande”, decía. Hoy, mi esposa me ayuda en los cuidados. Ella se informa, me dice qué hacer y qué no; es mi coach en casa.

-Pero ajustaste las cuerdas en San Lorenzo, ¿verdad?
-Sí, mucho más. Cuando jugaba en San Juan, tenía más masa muscular… Me daba para San Martín, pero en San Lorenzo debía estar mucho mejor porque quería alcanzar un nivel muy alto. Entonces, empecé a trabajar hace un año y medio con mi nutricionista, Karen Camera, que me enseñó a comer, y después con mi coach, Andrea Fernández. Iba a un psicólogo, pero sentía que me faltaba algo, necesitaba un poquito más, y arranqué con Andrea por recomendación de Juani Cavallaro. Ellas me dan tips para sentirme mejor.

-¿Cómo es tu rutina diaria?
-Me levanto temprano, hago ejercicios de respiración que me dio la coach para bajar la ansiedad y desayuno. Llego una hora o 45 minutos antes al entrenamiento y realizo ejercicios preventivos. Me entreno, almuerzo en casa, duermo la siesta, salgo con los perros y disfruto junto a mi esposa. Priorizo el descanso que es muy importante para evitar lesiones.

-¿Tu buen nivel y tu continuidad en el equipo se deben a esos ajustes?
-Me ayudaron, porque esto es una cadena. Pero también es importante la confianza de mis compañeros y del cuerpo técnico. 

-Desde el segundo semestre de 2014 hasta acá, San Lorenzo decayó y levantó. ¿Por qué se dio así?
-Hubo una relajación lógica después de haber ganado un título tan importante como la Copa Libertadores. Se nos fueron tres pilares: Piatti, Correa y Gentiletti… Al principio, nos costó, pero después nos acomodamos y jugamos bien. Nos dio bronca haber perdido la final del Mundial de Clubes y haber sido eliminados en primera ronda de la Libertadores de este año. Ahora, nos queda el torneo local y la Copa Argentina, y lo bueno es que el equipo anda bien.

-¿En que no deberían caer para consagrarse de nuevo?
-No nos tenemos que relajar. Como hay jugadores maduros, que saben qué nos jugamos, no creo que nos vuelva a pasar.

-¿Qué destacás del funcionamiento del equipo, que está entre los líderes en el torneo local?
-El juego colectivo es muy bueno. Nos critican que somos defensivos, pero tenemos dos laterales que pasan todo el tiempo al ataque. Así nos advierten los centrales, el cinco y el Patón para que no quedemos mal parados. También valoro la agresividad y la paciencia.

-¿Cuál es tu objetivo?
-Quiero dar un pasito más, seguir haciendo historia en el club, Porque eso es lo que queda, lo que distingue al futbolista.

-Se instaló que Gerardo Martino te observa para citarte a la Selección. ¿Alguien de su cuerpo técnico te lo comunicó?
-No sé por qué trascendió; nadie del cuerpo técnico de la Selección me llamó. Previo a que se presentara la lista de 30 jugadores para la Copa América, sí me comentaron que el Tata había hablado con gente del cuerpo técnico de San Lorenzo y con un compañero mío para preguntarles cómo soy, tanto en lo futbolístico como en lo personal. Pero no pasó de ahí. Ojalá pueda cumplir el sueño de jugar en la Selección. ¿A quién no le genera ilusión competir para Argentina y hacerlo al lado de Messi? Sería hermoso.

-Tu ídolo es Juan Pablo Sorín. Cuando te lo cruzaste personalmente, ¿sobre qué charlaron?
-Le pregunté cómo podía mejorar, y me aconsejó: “Cruzá más por adelante y cortá en diagonal, no es necesario que hagas el rulo por detrás del volante que lleva la pelota. Y cuando ataques, andá con agresividad”.

-¿Y ya cortás en diagonal?
-Sí… Se trata de cortar en dos situaciones: cuando uno abre la pelota para ir a buscar el pase profundo, y cuando uno tira la diagonal para terminar en posición de 9. Esto último él lo hacía perfecto; y si me sale, lo voy a llamar para agradecerle.

Imagen Lateral izquierdo al que Sorín aconsejó, no está apurado por irse del Ciclón. Le quedan dos años de contrato.
Lateral izquierdo al que Sorín aconsejó, no está apurado por irse del Ciclón. Le quedan dos años de contrato.
Su familia: Lucrecia, Koda y Kenia

Emmanuel y su mujer, Lucrecia, desean encaminarse para ser padres el año que viene. Si bien ella aún no está embarazada, lo planean. De todas maneras, ejercen la paternidad al cuidar a sus Bull terriers: Koda y Kenia, a los que Mas se los tatuó en sus gemelos; sí: un rostro en cada pierna. “Cuando hablamos de la familia con mi esposa, decimos que somos cuatro: ella, nuestros perros y yo. Ellos son parte de nuestra vida, sostienen nuestra alegría y nos ayudan muchísimo. Son nuestros hijos perrunos. Cuando nos vamos para San Juan, se suben al auto y vienen, y nos obligan a hacer unas paradas de más (se ríe). A los lugares que vamos, los llevábamos. En Buenos Aires, me encanta ir a jugar o a andar en bici con los perros por los Bosques de Palermo. Si fuera por mí, estaría con mi esposa y los perros en un bosque, porque nos encanta la tranquilidad”, afirma el futbolista.

Por Darío Gurevich / Fotos: Federico López Claro

Nota publicada en la edición de agosto de 2015 de El Gráfico