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Javier Mascherano, sin reproches

Dejó todo en la cancha y volvió a perder una final. Planteó interrogantes sobre su futuro: si hace un año estaba 50 y 50, una nueva frustración puede precipitar el adiós. Esperemos que no.

Por Diego Borinsky ·

13 de agosto de 2015
Imagen A pierna partida con su ex compañero del Barcelona, Alexis Sánchez, en la final.
A pierna partida con su ex compañero del Barcelona, Alexis Sánchez, en la final.
Javier Mascherano es la cara de la derrota.

No porque sea un loser con la “L” gigante en la frente hecha con los dedos pulgar e índice formando escuadra, como se puso de moda hace unos años. No. Javier Mascherano es la cara de la derrota, porque siempre da la cara en la derrota. Son dos lecturas de una misma frase separadas por un pequeño matiz. Y lo que a primera vista asoma como una acusación floja de papeles termina siendo un elogio a su entereza.

Mascherano es la cara de la derrota y no desde el año pasado, porque es uno de los más grandes y de los que más batallas tienen en la Selección (2° en el podio histórico, con 117 partidos, sólo con los 145 de Javier Zanetti por delante), sino desde muy jovencito, intentando explicar lo mismo que ahora cataloga de “inexplicable”. En uno de los resúmenes de las caídas argentinas de estos últimos años que se multiplicaron por TV, como era lógico y esperable en los días posteriores a una nueva desazón, uno de Estudio Fútbol ordenó en secuencia temporal las palabras de Mascherano después de cada eliminación. La única diferencia visible entre la primera y la última es la cabeza. La parte externa de la cabeza. El tapizado. Antes mullido, luego al rape. El interior se mantiene inalterable. Claridad de conceptos, autocrítica, dolor auténtico expresado con pesar. El hincha argentino se identifica con Mascherano justamente por eso, porque entiende que sus palabras son genuinas, que no finge, que no exagera, que procesa las emociones como la está procesando el hincha simple y llano que habita en cualquier ser anónimo que sufre por los colores. No hay voz quebrada ni ojo húmedo pour la galerie. Masche es cristalino, ni el más contrera puede negarlo.

En ese repaso televisivo llama la atención un eje temático que se repite. La posibilidad de dar un paso al costado para que otros intenten lo que él no pudo (en mayores, aclaremos, porque Mascherano ganó dos medallas doradas olímpicas, logro compartido con un solo deportista argentino en la historia, el polista Juan Nelson). Lo va planteando en diferentes entrevistas, y cada vez con mayor intensidad. “Estoy cansado de comer mierda”, les dijo ya no a los periodistas, sino a sus compañeros, en pleno Mundial. Y en la zona mixta de hace un año, tras la caída en la final con Alemania, lo puso sobre el tapete.

En ese momento estaba 50 y 50, según admiten quienes lo conocen de cerca, pero habló con Messi, también con otros compañeros y con el objetivo fijo en el horizonte a corto plazo, justamente la Copa América de Chile, terminó inclinándose por seguir. Ahora la cuestión es más brava, porque las frustraciones son acumulativas, como él mismo lo declaró. La Copa América del Centenario no deja de ser una incógnita y por delante asoman las Eliminatorias. Es un camino larguísimo y desgastante, como lo confesaba desde la platea de la Ciudad Deportiva del Barcelona en una de las entrevistas de estos días.

Un recorrido sinuoso que no tiene una Copa al final, un título para decir “gané algo con la Mayor, me saqué de encima esta tortura”. Es un viaje de 18 partidos en dos años y medio, con al menos 10 cruces de Atlántico desde España, hay que ir a jugar 2 veces a la altura, otra vez a la humedad y el calor infernal de Barranquilla, y al final de todo, si se consigue la meta que todos dan de cumplimiento obligatorio, es decir, lograr la clasificación al Mundial, no habrá papel picado ni reconocimiento. Y si se complica, bueno, ya lo hemos vivido antes de 2010: ansiolítico para todos y todas. Hoy, la intuición es que ese 50 y 50 se ha inclinado para su adiós.

Imagen Ante Paraguay, dejando todo, como siempre.
Ante Paraguay, dejando todo, como siempre.
Mascherano reconoció, minutos después de esta final con Chile, que no era un momento de tomar decisiones, pero que se le pasaba la idea de dejarle su lugar a otro. Se irá de vacaciones, despejará su mente y evaluará si darle prioridad a la familia y a su carrera en el club. A los 15 años se puso por primera vez la Celeste y Blanca y tiene 31, es decir que le dedicó a la Selección Nacional más de media vida (y no en el sentido figurado de la frase, sino en el estricto).

Mascherano es el que más finales pesadas perdió de todos: 3 de Copa América (04, 07 y 15) y una de Mundial (14); una más que Tevez (no estuvo en Brasil) y una más que Messi (no había debutado en 2004). Más dos cuartos de final de los Mundiales 06 y 10 y otro de Copa América (11). Para alguien que siente el fútbol como él resulta agotador. Ojalá lo reconsidere y se quede. No es nada fácil ganar un título, pero con un Mascherano siempre estaremos más cerca.

Por Diego Borinsky, enviado especial a Santiago de Chile

Nota publicada en la edición de julio de 2015 de El Gráfico