Análisis

Las culpas de Messi

Convirtió un gol en toda la Copa (y de penal) y volvió a mostrar un rendimiento pobre en una final. Pero juega en un equipo y no puede cargar solo la mochila. Vale la crítica y tratar de comprender qué le pasa, pero no practicar el canibalismo ni empujarlo a que se harte y deje la Selección.

Por Diego Borinsky ·

10 de agosto de 2015
Imagen

La culpa es de Messi.

Por haber nacido en la Argentina.

Esto no significa que esté prohibido criticarlo. Pero cortarlo en pedacitos...

Messi realizó 63 toques en los 90 minutos  contra Chile. Fue la menor cantidad de contactos con el balón de los 6 encuentros que disputó en la Copa. Y el único en que no pateó una sola que llegara al arco. Ni siquiera en un tiro libre que tuvo cerca del área y dio en la barrera. Es decir, que nuestro crack no haya podido ni siquiera apuntarle al arco sin ser bloqueado nos corrobora lo que se observó  desde el palco de prensa: Messi jugó muy lejos del arco rival. Y no pudo ser lo influyente que es siempre en su club. Jugó mal, tuvo un rendimiento de 4 o 5 puntos. Se lo puede criticar, es lo que corresponde. Habría que tratar de encontrar los porqués. Eso lleva un poco más de tiempo, análisis y espacio.

La culpa es de Messi.

No sólo por haber nacido en la Argentina. También por ser Messi. Su vara será siempre altísima. Lo vemos cotidianamente por TV, una y hasta dos veces por semana, metiendo goles a mansalva, ridiculizando a arqueros y a defensores sin contemplaciones. No podemos dejar de tener esas imágenes en nuestra cabeza cuando lo evaluamos en partidos de Selección. Es su culpa. Lo sentimos.

Es poco expresivo, Messi. No se lo puede culpar por eso. En cualquiera de los informes sobre su vida, las palabras de compañeros del colegio y de su primera maestra lo dejaban bien claro: desde muy chico, Leo mostraba una gran introversión y se expresaba a través de su amiga del curso. Entonces que pierda una final como esta y se quede parado con sus manos en la cintura y cara de nada, o se tire en el pasto y no llore ni pestañee o que se raje del vestuario sin declarar ante los periodistas no significa que no sufra la derrota. Que no exteriorice su dolor como Mascherano, que no consiga ponerlo en palabras no quiere decir que le dé lo mismo.

El informe que preparó Canal + de España siguiendo exclusivamente los gestos de Messi en la definición por penales ante Colombia en esta Copa lo retratan de un modo inédito. Aquel que dude del sentimiento de Messi por la Selección debería verlo ya mismo: Leo se muerde la camiseta, aprieta los puños, da un par de saltitos y grita cuando los colombianos no convierten sus penales. Es un Messi desconocido, el de un hincha más que lleva a la Selección en la piel.

Aclarado esto hay que decir que a Messi le pasa algo con la Selección. Metió 2 goles en su primera Copa América (2007), como también convirtió a los 10 minutos de debutar en un Mundial, y después se le fue empinando la cuesta: no la metió en la Copa del 2011 y en la actual sólo lo hizo 1 vez y de penal. Que Messi no meta un gol en un 6-1 puede ser el mejor chiste de Rolo Villar. Pero pasó, aunque haya asistido tres veces. Y lo peor es que tampoco estuvo cerca en toda la Copa, salvo un tiro de emboquillada ante Jamaica que el arquero se la arañó justito. Y en los Mundiales fue parecido: en 2010 no consiguió gritar y en 2014 metió 4, todos en la primera ronda.

A Messi lo medimos en números, porque a Messi vivimos midiéndolo en números. Es su culpa. Y está claro: algo le pasa cuando juega en la Selección. Algo le pasa que lo traba mentalmente. Y cada frustración suma un golpe más a esa estructura psicológica. No juega solo, más vale. Y la carcasa del Barsa que lo protege y lo contiene, esa estructura que lo incluye como un eslabón más en el funcionamiento, en la Selección no existe. Cuando queda lejos del área rival, cuando no tiene con quién descargar, cuando no le acercan la pelota hasta una posición cercana al área, se fastidia, se nubla. Se traba.

También digamos que no es fácil ganar. Alemania, la modélica Alemania, fue campeona del mundo en 1990, luego consiguió mojar el pancito en la Eurocopa del 96, pero desde entonces y hasta la última consagración en 2014 perdió una final de Mundial (2002 vs. Brasil), otra de Eurocopa (2008 vs. España), dos semifinales de Mundial (2006 con Italia y 2010 con España) y una semi de Euro (2012 con Italia). No es fácil ganar un título, eso también hay que tenerlo claro a la hora de las evaluaciones y los juzgamientos.

Será culpa de Messi ser Messi y haber nacido en la Argentina. Y será culpa de quienes lo descuartizan preguntarse “¿y ahora qué hacemos?” si el pibe se harta y pega el portazo. No lo empujemos.

Por Diego Borinsky / Foto: Alejandro Del Bosco - Enviados especiales a Santiago de Chile

Nota publicada en la edición de julio de 2015 de El Gráfico