¡Habla memoria!

Grande Torino, entre la gloria y la tragedia

Fue el mejor equipo de Italia y de Europa en la posguerra y puntal de la Selección Azzurra, pero un desastre aéreo dejó la historia trunca.

Por Redacción EG ·

09 de julio de 2015
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Luego de que el Torino se asentase cómodamente en la Serie A en la década del treinta, Ferrucio Novo asumió como presidente del club y se propuso, entre otras cosas, conformar un equipo competitivo para que el fútbol durante los años siguientes quedase, para siempre, emparentado con los granatas. Y definitivamente cumplió. El reconocimiento del equipo llegó al ritmo de las incorporaciones de Ezio Loik y el capitán Valentino Mazzola, padre de Sandro , ambos provenientes del Venezia.

El primer lauro de la gestión de Novo llegaría en la temporada 1942-1943, donde el Torino logró el segundo Scudetto de su historia (el primero se había dado en la temporada 1928-1929). El estallido de la Segunda Guerra Mundial en Italia provocó la suspensión de Calcio y así el éxito debería esperar hasta 1945, cuando se reanudó la Serie A. En la posguerra el Torino alcanzó el reconocimiento y la admiración del mundo entero obteniendo cinco ligas consecutivas entre 1945 y 1949, performance que le valió el apodo de Grande Torino. Tal era la atracción y afinidad que ocasionaban los italianos en el mundo, que frecuentemente eran convocados para disputar distintos amistosos internacionales con grandes resultados económicos.

Uno de los partidos que debió enfrentar aquel equipo fue ante el Benfica en Lisboa para jugar en la despedida de Francisco Ferreira, gran figura portuguesa en aquellos años y amigo personal de Mazzola. El regreso a Italia sería el principio del fin. El 4 de mayo de 1949 la delegación italiana emprendió el viaje de vuelta a Turín. El clima, nublado y con fuertes lluvias, le jugó una mala pasada al vuelo, y la poca visibilidad provocó que el piloto no adviertiese que estaba haciendo un vuelo rasante a causa de las nubes bajas. El error de navegación desató la tragedia cuando la aeronave se estrelló contra una de las paredes de la basílica de Superga.

En el accidente fallecieron los 31 integrantes de la tripulación, entre ellos varios periodistas de renombre, dirigentes del club y 18 jugadores del plantel entre los que estaban Valerio Bacigalupo, Eusebio Castigliano, Mario Rigamonti, Virgilio Maroso y Romeo Menti. El funeral se llevó a cabo cinco días después y reunió más de medio millón de fanáticos que despidieron a sus ídolos en la plaza principal de Turín. Sauro Tomá, integrante de aquel equipo, salvó su vida ya que por estar lesionado se vio imposibilitado a viajar. 

Inmediatamente después de la tragedia, muchos equipos mostraron su solidaridad para con los italianos. Uno de ellos fue River, que se ofreció para jugar un amistoso y juntar fondos para los familiares de las victimas y viajó con todas sus figuras a Europa para enfrentar al Torino Símbolo, un combinado de la Serie A. Años más tarde el Torino utilizaría como alternativa una camiseta blanca con una línea trasversal roja en muestra de agradecimiento a los argentinos por el acto solidario. La selección italiana también se vio seriamente perjudicada de cara al Mundial de 1950 ya que diez de los once jugadores de la Azzurra eran del Toro y perecieron en el accidente, donde sus cuerpos tuvieron que ser reconocidos por el seleccionador Vittorio Pozzo.

El impacto en la sociedad trasalpina fue tal que a Brasil decidieron viajar en barco. En aquel entonces el equipo marchaba sin objeciones hacia su quinto Scudetto consecutivo y luego del infortuito restaban jugarse cuatro fechas, en las que tuvieron que presentar un equipo alternativo plagado de juveniles. Por respeto a ello sus rivales también enlistaron suplentes y el Torino fue campeón.

La tragedia de Superga marcó el fin de la etapa más gloriosa en la historia del club, que no pudo volver a consagrarse hasta 1976, cuando luego de la obtención toda la afición granata marchó hasta la basílica a rendir homenaje a los héroes del Grande Torino. Solo el destino y su fatalidad pudieron impedir que aquella escuadra se erigiese como la mejor del mundo.

Por Matías Rodríguez