Diarios de viaje

La Serena, entre la nostalgia colonial y el modernismo

La ciudad elegida por la Selección como base de operaciones muestra dos caras bien diferenciadas. Playa, sol y buena pesca son las coordenadas de una comunidad con una alta calidad de vida.

Por Elías Perugino ·

11 de junio de 2015
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LA SERENA, Chile (Enviado especial).- Por las ventanas del Complejo Laguna del Mar se filtra una postal impactante a toda hora del día. La inmensidad de la bahía, que repta por más de seis kilómetros hasta llegar a Coquimbo, cambia sus tonos a medida que el sol desarrolla su rutina diaria. Arranca envuelta en sombras, traza duros contrastes al mediodía y culmina acariciada por los ocres y rojizos del crepúsculo. Ese océano calmo, en el que ahora deambulan decenas de botes con pescadores en busca de los tesoros de una riquísima fauna marina, también atrajo la vista de los diaguitas, pueblo originario de este retazo de la IV Región chilena, donde nuestra Selección instaló su cuartel de operaciones para la Copa América.

Imagen Una postal de las playas de La Serena.
Una postal de las playas de La Serena.
Segunda ciudad más antigua de Chile detrás de Santiago, los libros arriesgan a que su fundación data de 1544, cuando el capitán Juan Bohón la llamó Villanueva de la Serena. Pero cinco años después, en enero de 1549, una sublevación de diaguitas destruyó las construcciones y acabó con la vida de los españoles que habían echado raíces, por lo que a fines de ese año fue refundada por Francisco de Aguirre, con el nombre de San Bartolomé de La Serena, el actual patrono de la ciudad.

A los ojos de los turistas –que eso somos, además de periodistas que cubren la Copa-, La Serena ofrece dos ciudades en una y no hace falta más que un puñado de cuadras para pasar de una a la otra. El casco histórico conserva una arquitectura neocolonial. Si no fuera por los semáforos y por las calles asfaltadas, algunas de sus esquinas parecen detenidas en el tiempo. Casas bajas, puertas de madera, ventanales coloniales y faroles nos transportan a décadas que no vivimos pero que abrevamos en los libros de historia. Un paisaje de callejuelas pintorescas, con la Catedral, el mercado de artesanías de La Recova y el edificio municipal como íconos arquitectónicos.

Imagen El pintoresco centro de La Serena.
El pintoresco centro de La Serena.
Apenas con internarnos unos metros por la avenida Francisco Aguirre –allí donde todavía se conserva “La casa de la palmera”, propiedad de la escritora Gabriela Mistral-, hasta el Faro Monumental que se erige en símbolo de la ciudad, podemos sumergirnos en otra La Serena. Esa que se recorta mirando a la izquierda, sobre la Avenida del Mar, encadenando un rosario de modernos condominios de no más de seis pisos, con una orientación arquitectónica estratégica para que todos los departamentos disfruten de una vista al mar.

Y si la mirada gira hacia la derecha del Faro, aparecen los últimos emprendimientos, coronados con el Complejo Laguna del Mar, cuya frutilla es la laguna artificial con playa privada, situada apenas a treinta metros de la verdadera orilla del mar. Un condominio que nada tiene que envidiarle a los más exclusivos de Miami.

Esta pequeña pintura de la ciudad que arrulla los sueños de la Selección no debe sorprender en lo más mínimo a los cuyanos, y muy específicamente a los sanjuaninos, que suelen elegir estas playas para sus vacaciones de verano. Con recorrer menos de 500 kilómetros, se bañan en el Pacífico y homenajean al estómago con los mejores pescados y mariscos.

Imagen El Faro Monumental, un ícono de la ciudad.
El Faro Monumental, un ícono de la ciudad.
Foráneos como somos, el disfrute de habitar temporariamente esta ciudad apenas lo vulneró un pequeño escalofrío. Es el cosquilleo que recorre la columna vertebral al levantar la vista en alguna esquina de la franja costera para toparnos con los carteles que señalan las vías de escape en caso de tsunami. Son indicadores que se internan en la ciudad incluso hasta la altura de la Ruta 5, distante a unas diez cuadras de la playa. Parece exagerado, pero no lo es: en 1922, luego del tsunami que sucedió a un terrible terremoto, varias embarcaciones terminaron en la ruta, tanto en La Serena como en Coquimbo, la localidad hermanada por la misma costa. Pero con el correr de los días el cosquilleo merma, desaparece. Es tan apacible, tan agradable la vida en La Serena; es tan cálida y amable su gente, que pronto, muy pronto, los cartelitos se tornarán invisibles.

Imagen Los carteles indicadores de evacuación por tsunami.
Los carteles indicadores de evacuación por tsunami.


Fotos: Alejandro Del Bosco