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Messi y los 400 con vallas

El argentino sigue destrozando récords en el Barcelona.

Por Darío Gurevich ·

02 de junio de 2015
Imagen Leo está por convertir un gol único y por iniciar un festejo que no se concretó, porque se resbaló y se cayó durante su corrida.
Leo está por convertir un gol único y por iniciar un festejo que no se concretó, porque se resbaló y se cayó durante su corrida.
En El Gráfico de febrero, planteábamos cuáles eran las nuevas metas que Lionel Messi se proponía para este año, cuáles eran los récords a los que puede acercarse, alcanzar o superar. A esa altura, acumulaba 382 goles con la camiseta del Barcelona, único club en el que jugó desde su estreno como profesional en octubre de 2004, y tenía un promedio de gol de 0,84, anormal por cierto, tras haber disputado 450 partidos. Pero el máximo goleador en la historia de la Liga de España y de la Champions League –honores que se ganó en 2014– obligó a cambiar la estadística tan rápido como acostumbra y, en apenas dos meses y 18 días, tachó el conteo rumbo a sus 400 gritos en la Primera blaugrana (278 en Liga, 75 en Champions League, 32 en Copa del Rey, 10 en Supercopa de España, 1 en Supercopa de Europa y 4 en el Mundial de Clubes); sus 411, si le agregamos su experiencia en Barcelona B y C.

Aquellos instantes durante la tarde catalana del sábado 18 de abril en el Camp Nou, cuando se moría el duelo frente al Valencia por la fecha 32 de la Liga, permanecerán en la mente de todos. El visitante busca el empate desesperadamente, se vuelca por completo en ataque y pierde la pelota en tres cuartos de cancha; el juego sigue en los pies de Neymar, que la cambia a un toque para la subida del capitán argentino. Leo mete un pique fantástico, que arrancó detrás de la mitad de la cancha, para agigantar la historia, para dejar aún más atrás al bueno de César Rodríguez, el segundo máximo artillero del Barça con 232 goles. Pese a que la empala mal, el brasileño Diego Alves (el segundo arquero que más lo sufrió al recibir 16 goles), no rechaza ni contiene la pelota y la deja viva para que el 10 la empuje y disfrute de una nueva marca redonda, tal vez ni siquiera soñada hace una década por el propio Lío, un maestro en el arte de simplificar lo complejo, de naturalizar lo que asombra. ¿Cómo lo festejó? Bueno, no lo celebró porque se resbaló y se cayó luego de haber comenzado su corrida, y terminó, entonces, boca arriba, con los brazos abiertos, desparramado por el piso, detrás del arco.

Pudo extender su cuenta ante PSG, en el partido de vuelta por los cuartos de la Champions. Sin embargo, el destino quiso que su disparo sobre el final se perdiera afuera, a centímetros del palo. La Pulga se privó de sumar un gol más en competencias europeas, lo que lo transformaría en el único máximo goleador en dichos torneos. Por ahora, y con 76 gritos, comparte el primer puesto con el español Raúl. Pero cuidado: sólo por ahora.

Por Darío Gurevich

Nota publicada en la edición de mayo de 2015 de El Gráfico