Opinión

Boca-River, antología desordenada de las miserias argentinas

Una agresión injustificable y dos horas de bajezas hasta después de la suspensión, dejaron al desnudo lo peor de nuestro fútbol y nuestra sociedad.

Por Martín Mazur ·

14 de mayo de 2015
Imagen El dron con el fantasma de la B, minutos después de la emboscada con gas pimienta (AFP)
El dron con el fantasma de la B, minutos después de la emboscada con gas pimienta (AFP)
Es muy difícil reflexionar después de dos horas de locura. 

El nivel al que nos han hecho descender Boca-River, hinchas, jugadores, dirigentes y policías, es inaudito. 

Entre todos escribieron un guión intrincado que mezcló el terror y la tragicomedia. Entre lo patético y lo increíble, más allá de todas las fronteras de la razón humana.

Cada minuto que pasó dejó en ridículo al anterior. Cuando parecía que ya no se podía desnudar más miserias, aparecían nuevas.

Era el día del futbolista. Era, también, un día de duelo por la muerte de Emanuel Ortega, el jugador de San Martín de Burzaco quien golpeó su cabeza contra un muro, ahora, con los equipos aún en la cancha, convertido en un escollo para que las fechas para seguir jugando el partido cuajen.

La locura imperante en el fútbol argentino generó una emboscada cuasi militar, que involucró bengalas y gas pimienta desde la tribuna de Boca cuando River se disponía a salir rumbo al campo de juego. Luego, siguieron drones y banderas, fuegos artificiales y cantitos. Y miserias. Un verdadero catálogo de mierda que todavía humea en el frío de la madrugada argentina, con los equipos aún en la cancha, esperando a ver quién se va antes que el otro.   

Arruabarrena, Orion, Gago, Angelici, el árbitro Herrera, los veedores, los policías, los hombres de seguridad, los dirigentes de la Conmebol... todos potenciaron la locura y lograron lo que parecía imposible: que después de dos horas, el incidiente original quedara increíblemente en segundo plano. 

¿Mierda dijimos? Mejor atajarse, que vendrá mucha más.