Las Entrevistas de El Gráfico

Diego Godín, el espíritu del Cholo

Es el capitán de la Selección de Uruguay y el emblema del sorprendente Atlético de Madrid de Simeone. Autor de goles decisivos, nos devela en charla exclusiva las razones de un equipo que cambió el mapa del fútbol español.

Por Diego Borinsky ·

29 de marzo de 2015
Capaz que iba a salir.

Era el derby y la posibilidad de descontarle tres puntos al líder. Era su partido N° 142 con la camiseta del Aleti, que lo dejaba como el uruguayo que más veces la había usado. Era en casa y con el resultado aún 0-0. ¿Era, al fin de cuentas, una simple nariz quebrada, en el primer córner a favor, con apenas diez minutos de partido, motivo suficiente para salir del campo, si encima el portador lleva documento uruguayo y es el cabecilla de un equipo conducido por un líder que hipnotiza a su tropa como a un ejército de fanáticos religiosos?

No, no, de ninguna manera iba a salir. Y menos con ese segundo apellido.

“Fue en el primer córner: di la vuelta hacia atrás para quitarme la marca, Khedira me perdió de vista y tiró el brazo para arriba buscando la referencia y terminé cabeceando su codo. Quiero pensar que no fue con mala intención”, razona Diego Roberto Godín Leal, rosarino pero de Uruguay (departamento de Colonia), pisando los 29 años, apenas unos días después de ese derby que empezó torcido (al menos para su nariz) y finalizó en festival de goles, chilena, aplausos y 4-0.

 

-¿Se te cruzó por la cabeza salir del campo de juego?

-Nooooo, vi que sangraba mucho, me toqué la nariz y la sentí desviada. Ahí entró el doctor y me dijo que la tenía rota. Le pedí que me la colocara en su sitio, me apretó y me pusieron las mechas para cortar la hemorragia. Me sentía un poco mareado y dolorido, pero no lo suficiente para salir. Con la adrenalina y las ganas del partido, obviamente me tendrían que haber sacado en camilla. Eso sí, en el resto del partido fui a buscar los centros con otra precaución porque sabía que otro codazo y ahí sí me rompían todo.

Se percibe la sonrisa de Godín del otro lado del teléfono, en la charla que tendrá durante una hora con El Gráfico. Es miércoles y acaba de practicar por primera vez con la máscara que utilizará en los próximos compromisos. Está como para ir al cine a ver Cincuenta sombras de Grey. “Con este hombre voy a la Franja de Gaza sin chistar, y tengo más de 20 amigos que piensan igual”, tuiteará a la noche, con la foto del enmascarado, Pepe Pasques, mano derecha del Cholo en cuestiones de agenda y entrevistas, y en un punto, también, su pensamiento vivo. “Godín es un tío fuerte, le dieron un buen golpe y a los dos días ya está rematando de cabeza. Eso habla muy bien de él y del equipo, de las ganas, de la ilusión y de la fuerza que tenemos. Ojalá nos llevemos más golpes de esos”, agregó en la semana, simpático, su compañero Juanfran, mundialista con España en 2014.

 

-¿Costó dormir tras el 4-0, Diego?

-La verdad que valía más el triunfo que el dolor por una nariz quebrada, fue espectacular por todo lo que significa ganarle al Real Madrid y por cómo se le ganó, claro.

 

Perfecto. Ya entramos en tema abriendo la puerta de la coyuntura, del último partido. Y este 4-0 fresquito sobre el Madrid simboliza con nitidez el presente de este gigante dormido al que Simeone despertó a puro grito y bofetada. Hasta su llegada, el Atlético sumaba 14 años sin vencer al Madrid y en la Casa Blanca se burlaban pidiendo en banderas rival para el derby. Hoy, el Colchonero se ha quedado con los dos clásicos de la temporada tras 64 años igualando su mejor racha histórica (6 derbis sin perder). La racha se quebró en la final de la Copa del Rey 2012/13 disputada en el Bernabéu, en la que se impuso 2-1 al Madrid de Mourinho tras ir en desventaja. Y en la última final de la Champions le faltaron menos 2 minutos para meter un batacazo histórico.

 

-¿Cómo se consigue revertir esa tendencia tan marcada?

-Son dinámicas y rachas de los equipos. El Real Madrid siempre tuvo un presupuesto bastante mayor que el nuestro, y por lo tanto otra riqueza individual, pero con el Cholo hemos conseguido que la fuerza pase por lo colectivo, y así logramos luchar mano a mano con el Madrid y el Barcelona. Hemos ganado mucho en confianza. Nosotros, la gente, todos, y eso se nota, y por eso el Real Madrid ya no sale a enfrentarnos con la tranquilidad de otros años.

 

-Vos no habías arrancado bien en el club en 2010, ¿sentías el murmullo de la gente?

-Antes de la llegada del Cholo tuve altibajos, como todo el equipo. Eramos capaces de ganar partidos difíciles, como al Inter por la Supercopa, y después perder otros imposibles. También sufrí apendicitis, problemas de rodilla, y se me complicó. Y la gente suele hacer notar su disconformidad.

 

-¿Ahora percibís que te sienten un pilar de este equipo?

-Sí, claro, y es recíproco, me siento muy querido y también quiero muchísimo a este club. Tengo un gran compromiso con el grupo y el proyecto y la gente sabe valorar el esfuerzo que se hace dentro. Hoy el equipo está muy fuerte, con una gran confianza, por eso cambian piezas y seguimos ganando.

 

-Definí al hincha del Atlético. ¿Es muy diferente al del Madrid?

-Es diferente, sí, el Atlético de Madrid es un club grande con muchísima historia. Y el hincha había padecido en los últimos tiempos la falta de éxitos, se acostumbró a sufrir, y por eso es incondicional. Te exige como un grande, como debe ser, pero va en las buenas y en las malas. Es gran parte de este éxito.

 

-Sos de meter goles decisivos, ¿es suerte, es por tu pasado de delantero, es la confianza con que vas a buscar o qué es?

-Y… un poco de todo. Primero, tenés que desearlo. Son momentos que soñás, si no, es imposible. Luego, estar convencido de tu potencial y de tus condiciones. A mí me han caído rebotes, sí, pero metí goles de ímpetu, porque lo deseaba como nadie. Después está el trabajo del día a día. Acá hay jugadas de estrategia en pelota parada, hay bloqueos, variantes. Y es muy importante conocer al que patea, porque podés intuir dónde caerá la pelota. O sea: la complicidad con tus compañeros. También tener buen salto, potencia de piernas. Yo suelo moverme para buscar el espacio e intento hacer el doble ritmo, como los basquetbolistas, ese doble paso para agarrar la pelota lo más arriba posible.

 

-¿Cuántas variantes tienen de pelota parada en ataque?

-Puffff, muchísimas. Hay una estrategia para cada rival, porque depende de cómo marca, si hace zona o personal, si tiene gente grande o chica, llevamos 3 años con el Cholo así que imaginate que tenemos variantes de todo tipo y color.

 

-¿Haber sido delantero también te ayuda?

-Y… haber jugado como delantero y mediocampista te da cierta intuición en una jugada de ataque. A mí me cambió William Lemos, en la Quinta de Cerro. Yo había llegado en 2003 como volante, pero un día faltaron compañeros en la defensa, tuve que ir atrás a dar una mano y me fue bien. Lemos me decía que me veía condiciones de defensor, yo no quería saber nada, me gustaba jugar más arriba, meter goles, como a todos los pibes. Me vio Gerardo Pelusso, que era el técnico de la Primera, y me subió a practicar con los grandes de zaguero y ahí quedé.

 

-Habría que agradecerle a ese señor Lemos, entonces...

-Claro, hoy no cambio este puesto por nada, es muy lindo. Requiere un gran sacrificio, me permite también meter goles, pero a la vez tenés una responsabilidad muy grande, no se puede fallar.

 

-¿Te molesta que les pregunten si son un equipo violento? En la conferencia previa al derby, te calentaste y dijiste que la prensa generaba violencia con esas palabras…

-Sí, dije eso, y al que le quede el traje, que se lo ponga. Hay mucha gente que hace campaña con esas cosas, y en vez de hablar de lo futbolístico y de lo bueno que producimos en la cancha, ponen videos con patadas y demás. El fútbol es un deporte de contacto, y nosotros no hacemos nada que el árbitro no nos permita. Hay un reglamento. Que nos expulsen si lo vulneramos. Violencia hay en Irak, donde se cagan a tiros. Nosotros jugamos al fútbol, y al que no le gusta el contacto, que juegue al ajedrez. No pueden decir que somos violentos cuando ganamos la Liga y llegamos a la final de Champions. Para lograr todo eso hacen falta muchas cosas, no se gana una Liga a las patadas, por eso me caliento.

 

-Sentís que de algún modo les quitan mérito como equipo...

-Claro, eso, pero a la vez es un prejuicio. Al jugador y al equipo en general. No es justo. Que nos juzguen si jugamos bien o mal, el fútbol no es solo meter goles y caños. Al competir hay roces, intensidad.

 

-Sí aceptás que juegan al límite…

-Jugamos al límite de nuestras posibilidades, después, el árbitro está para poner el límite dentro de los partidos.

 

Ahí pone el límite Diego Godín. Su hablar sereno sube un par de grados en la escala Ritcher, lo suficiente para entender que es un tema que le sacude los cimientos. A él y a todo el Atlético. Suele pasar: cuando surge un equipo que molesta a los más poderosos, que transforma una pelea de dos en otra de tres, con muchos menos recursos económicos, debe esquivar ciertos rótulos y ataques. Una piedra en el zapato. Un grano en la cola, por decirlo elegantemente.

El 24 de mayo de 2014, en Lisboa, ese grano estuvo a menos de 120 segundos de explotar y bañar de pus a la aristocracia futbolera. Cuarenta años después de su primera y única final en la Copa de Campeones de Europa (hoy Champions), el Aleti afrontaba una nueva oportunidad de quedarse con el cetro. Enfrente, el Real Madrid, ansioso por levantar su Décima Orejona, que se le negaba desde 2002. El Colchonero, además, con su gran figura (Diego Costa) en una pierna. Godín marcó el 1-0 de cabeza, como había marcado por la misma vía para su equipo una semana antes frente al Barcelona para empatar 1-1 y atesorar la Liga que el club no obtenía desde 1996. Y como convertiría, otra vez de cabeza, un mes exacto después, en Natal, para que la Celeste se impusiera 1-0 a Italia y sobreviviera al Grupo de la Muerte del Mundial. Hombre de cabeza caliente Godín. De goles decisivos.

Pero retornemos a la final de Champions: Sergio Ramos empató en el tercer minuto de descuento. Y en los quince finales del suplementario, se derrumbó el castillo de naipes: tres goles y a otra cosa. Fue una final tan vibrante, definida de manera tan dramática, que merece diseccionarse.

 

-¿Con qué chances te veías en la previa de aquella final?

-Lo veía como un derbi de hoy, 50 y 50, más con la confianza y tranquilidad que teníamos por haber ganado la Liga la semana anterior. Imaginate si llegábamos a la final de Champions habiendo perdido la Liga en la última jornada después de un año de remarla y remarla, con la tremenda presión de quedarnos sin nada, de morir en la orilla con las manos vacías. Nos los dijo el Cholo: esa final de Champions era un premio para disfrutar. Por supuesto que lo queríamos ganar, como nos hacía sentir toda la gente. Estábamos fuertes y aguantamos hasta que nos dieron las piernas. Influyó la salida de Diego Costa a los 10 minutos, Filipe Luis se acalambró y debió irse antes de los 90, Adrián terminó con el aductor roto.

 

-Terminaron como le gusta el Cholo: exhaustos, tirados en el campo de batalla…

-Nos dijo eso después de la final: por terminar como terminamos, no había nada que recriminarse, se hizo todo lo que se podía hacer. Nos sobraron esos 30 minutos de la prórroga o, en realidad, al árbitro le sobraron dos minutos del descuento (risas).

 

-¿Qué fuiste sintiendo con el correr de los minutos? Vos ibas directo al bronce…

-Pensaba en defender el resultado como fuera. Y obviamente, cuando lo ves tan cerquita, se te pasan imágenes por la cabeza, pero lo concreto es que nos estaban atacando tanto que no había tiempo ni para pensar.

 

-¿Te llegaste a sentir campeón?

-No, eso de “ya estamos” te juro que no lo pensé nunca, sí me daba cuenta de que faltaba cada vez menos, miraba el reloj, pero me mantenía con la máxima atención.

 

-¿Qué pensaste cuando les empataron?

-¡La puta madre, otra vez a remar! No teníamos más cambios, el equipo estaba muy cansado, pero intentamos darnos ánimo, el Cholo nos dijo que estábamos bien, que teníamos más para dar, que nos miráramos a la cara y que lo sacaríamos adelante.

 

-Cuando Cristiano metió el 4-1 de penal en el minuto 120, se sacó la camiseta y posó para los flashes, ¿no te dieron ganas de ir a cagarlo a trompadas?

-Ja, ja, se te pasan tantas cosas por la cabeza, pero bueno, la verdad que siempre duele perder, y a nadie le guste que lo carguen. Algunos jugadores muestran la alegría de cierta manera y no cae bien, obvio que te molesta, pero tampoco me gusta ser polémico. El fútbol, igual, siempre da revancha.

 

-¿Y cuál era el sentimiento predominante al terminar la final: bronca, impotencia, dolor?

-Cuando perdés una final se te pasa todo por la cabeza, pero lo más importante es que nos fuimos con la frente bien alta. Nos miramos a la cara y nos dijimos que habíamos dejado el alma en la cancha, más no podíamos hacer. Hay que estar orgullosos y tranquilos. Eso nos dijimos. Tristeza un montón, bronca ni hablar, pero mucho mucho orgullo. Eso mismo sentía el hincha y nos lo hizo saber desde el instante en que terminó el partido.

 

-¿Lloraste?

-No, me cuesta llorar, la verdad. En pocos partidos me he emocionado jugando. Uno había sido contra el Barcelona la semana anterior. Me emocioné cuando metí el gol y cuando terminó el partido. Pudimos liberar esa tensión acumulada. Lo mismo contra Italia en el Mundial, se me cayeron algunas lágrimas.

 

-¿Hay consuelo cuando uno pierde una final que tenía ganada? Además, ¡era la primera y contra el Madrid!

-Estás caliente, sí, pero como te decía, sentíamos la tranquilidad por haber ganado la Liga. Eso es lo importante. Por ahí la gente piensa que la Champions es más importante, pero para adentro nosotros sentíamos que lo que teníamos que ganar era la Liga. El Cholo lo dijo siempre. Para afuera y para adentro. De hecho, cuando clasificamos para la final, nos quedaba un mes por delante, y varios partidos en la Liga, y nos dijo: “Muchachos no se confundan con lo que la gente transmite, acá lo importante es la Liga”. Pensá que luchás 38 jornadas contra dos monstruos, algo totalmente impensado antes de arrancar.

 

-La sensación es que nunca el Atlético volverá a estar tan cerca de ganar una Champions…

-Acá el grupo sigue demostrando que tiene retos y objetivos, que no nos quedamos con lo hecho. Seguimos creciendo, estoy convencido de que, más temprano que tarde, vamos a tener una revancha y disputaremos una nueva final de Champions.

 

-Me imagino que el Cholo y varios de ustedes se quedaron en el club para tener esa revancha, ¿o no?

-Nos quedamos por el compromiso que tenemos con el club y por las ganas de seguir creciendo. Acá podés ir a clubes más poderosos económicamente, pero equipos como el Atlético de Madrid en el sentido estricto de la palabra hay muy pocos en el mundo. El gran secreto que te hace crecer en lo individual es la fuerza colectiva. En ese sentido, no tengo dudas: el Atlético de Madrid es el mejor equipo del mundo hoy.

 

-¿Cómo consiguió eso el Cholo?

-Mentalizando a todos: aficionados, dirigentes, colaboradores que trabajan día a día, y principalmente a los jugadores. Ese manejo de grupo para tener a todos compenetrados y enchufados en el bien grupal es la clave y el Cholo ha conseguido llevarlo. Hay jugadores que por ahí están 4 partidos sin jugar y tienen que entrar y se sienten importantes cuando les toca. El Cholo tiene una imagen muy fuerte frente al grupo y al club, una imagen de un gran respeto. Y logró transmitir el mensaje de que el club está por encima de todos. Después, claro, hay mucho trabajo táctico y un rigor físico que muy pocos equipos en el mundo lo tienen.

 

-¿Y no satura en algún momento tanta energía? ¿No los enloquece?

-No, porque el grupo conserva el hambre de seguir creciendo y mejorando. Lo piensa el Cholo y también lo pensamos los jugadores: en el momento en que sienta que no pueda sacarnos más, o que nosotros sintamos que no podemos dar más, ahí habrá llegado el momento de irse. Y eso aún no ha pasado. Creo que el Cholo todavía tiene mucho para dar y transmitir, y nosotros para crecer como equipo, por eso siguen los éxitos.

 

-Da la impresión de que es el último año del Cholo en el Atlético…

-Yo creo que no, que el Cholo se va a quedar. Hablo seguido con él, no te voy a contar qué me dice, pero no creo que este sea el último año aquí.

 

-¿Qué es lo que más aprendiste del Cholo?

-Comparto mucho con él la pasión con que vive el fútbol y cómo competir. Es la sangre rioplatense (risas), esas ganas de ganar. Después, aprendí muchísimo tácticamente, el funcionamiento colectivo, el manejo de espacios en la cancha, no sólo en mi parcela, sino en todas las zonas del campo, los detalles a balón parado, en cómo poder ayudar a un compañero.

 

-¿Burgos se mete en la táctica también?

-El Mono es el cable a tierra del Cholo. Parece raro, pero es una persona tranquila, el que dice: “Cholo, tranquilizate”. Está muy cerca de nosotros en el día a día, y tiene mucha llegada al pensamiento del Cholo para armar los partidos.

 

-Para compensar tenés a Tabárez, que imagino estará en el extremo opuesto del Cholo, mucho más calmo…

-El Maestro es diferente, es un entrenador con muchísimo recorrido, una persona muy respetuosa, con manejo grupal, pero no es de estar encima del jugador, aunque observa todo y percibe muy bien los momentos de cada uno. Lo respetamos muchísimo. Pero es cierto: Uruguay tiene un gran temperamento como grupo con un conductor opuesto al del Atlético.

 

-¿Qué sensación te quedó del Mundial?

-La de todo uruguayo: que teníamos algo más para dar. Creo que hicimos un buen Mundial con dos partidos estupendos, Inglaterra e Italia, que en nuestro país se vivieron con muchísima emoción. Dejamos una gran imagen, pero nos hubiera gustado más.

 

-El tema Suárez influyó en la eliminación, ¿no es cierto?

-Claro, por dos motivos. Si no hubiese ocurrido, habríamos contado con Luis para el partido de octavos con Colombia, para nosotros era un jugador fundamental. Y en lo extrafutbolístico también influyó, porque se habló demasiado, y entonces era muy difícil centrarse en otra cosa y así te sacan de lo que realmente tenés que hacer.

 

-¿Pudiste hablar con él para entender por qué tiene esos arranques?

-No. El nos juró que no había mordido, después reconoció que cometió un error, pero en ese momento es difícil hablar. A él se lo veía triste, nosotros lo apoyamos, estuvimos y estamos con él a muerte. Sentimos una gran impotencia por la sanción de la FIFA.

 

-¿Por qué le pasa eso? Fue la tercera vez que lo hizo…

-No hablamos mucho. En Inglaterra hay también un problema de racismo, él fue a psicólogos y trató el tema. No me lo dijo, pero imagino que son momentos del partido, y así como hay jugadores que pegan una piña o una patada sin pelota, en momentos en que te ponés en blanco, en que se te bajan las persianas, como decimos nosotros, le quedó la boca y tiró la mordida. Es la forma de ser de Luis también, competitivo al máximo, se calienta en los entrenamientos, te patea y te quiere ganar.

 

-¿Tu tocayo Lugano ya te entregó la cinta de la selección?

-No se retiró del fútbol, en realidad me la dio el Maestro. La llevo con mucho orgullo y responsabilidad, hay que estar a la altura, más viniendo de quien viene, no sólo por Lugano. Con Diego somos amigos, hablamos bastante, y he estado muy cerca de él, uno intenta mirarlo y copiar lo bueno. Es un tipo espectacular, un gran capitán y persona, siempre con humildad, lideró desde el ejemplo sin levantar la voz. Ese es el camino.

 

-Para cerrar, Diego, en estos años que llevás en Europa, ¿quién fue el delantero más difícil de marcar?

-Es la típica pregunta; si Messi o Cristiano (risas).

 

-Esa venía después…

-Bueno, te contesto dos en una entonces. Tienen características diferentes. Messi en espacios chicos o cerca del área es difícil de parar, tiene un arranque rápido, un enganche impredecible. Cristiano es muy potente, si te la tira adelante y echa a correr, es difícil pararlo en velocidad, aparte va muy bien de arriba, y tiene tiro libre que te puede clavar de cualquier lado. Llorente en Bilbao era difícil de cuerpear en el área, se ubicaba bien cuando le tiraban centros. En casos como estos hay que utilizar el ingenio y las mañas como nunca.

 

Ingenio y mañas. Las tiene Diego Roberto Godín Leal, soldado al que deberán dispararle más de una vez para que caiga en combate, lugarteniente ideal de un entrenador con el que han ido de la mano, caminando y caminando, líder de adentro y de afuera, llevando al Atlético a meterse en una pelea a la que no había sido invitados.

 

Por Diego Borinsky

Nota publicada en la edición de marzo de 2015 de El Gráfico