Fútbol Internacional

Franco Vázquez y el “drama” de la selección italiana

La felicidad del enganche argentino contrasta con los cuestionamientos en Italia por la nacionalización de jugadores extranjeros. El retorno al modelo de los “oriundi” divide las aguas en la Azzurra.

Por Redacción EG ·

25 de marzo de 2015
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“Creo yo que hay demasiados negros jugando en las divisiones inferiores de Italia”. El sincericidio del siempre diplomático Arrigo Sacchi caló hondo en la península y reavivó la polémica sobre los jugadores extranjeros nacionalizados italianos. La segunda convocatoria de Antonio Conte, que incluyó al argentino Franco Vázquez y al brasileño Eder, abrió los interrogantes de una potencia que sólo brilla por su pasado y que teme por su futuro.

Sin el recambio de otras épocas, la Serie A que en los noventa se convirtió en la meca del fútbol hoy atraviesa un bajón que la relegó a un segundo plano. La opulencia de los gigantes itálicos, que con su poderío lograron convocar a los mejores jugadores extranjeros, provocó, a largo plazo, miseria y crisis en la selección italiana. “Lamentablemente son ciclos. No hubo el salto generacional que se esperaba. Basta con mirar la clasificación de los máximos goleadores para darse cuenta que allí siguen Luca Toni, Francesco Totti, Antonio Di Natale… Eso significa que no hay jóvenes empujando. Ni Eder ni Vázquez son delanteros centro puros, son más segundas puntas, algo en lo que también tenemos escasez”, aseguró Gigi Casiraghi, mundialista en Estados Unidos 1994.

El golpe definitivo de la última generación dorada de Italia fue en la Copa del Mundo de 2006. A partir de allí, la Azzurra y la Serie A, salpicada, a su vez, por la corrupción de partidos, cayeron en un pozo sin fondo que obligó a los seleccionadores a tirar de los “oriundi”, como se conocía en los tiempos de Vittorio Pozzo y Benito Mussolini a los jugadores extranjeros nacionalizados para fortalecer al equipo. Así fue que Giovanni Trapattoni (mucho antes de Alemania 2006) naturalizó a Mauro Camoranesi; Cesare Prandelli a Thiago Motta, Pablo Daniel Osvaldo, Gabriel Paletta, Ezequiel Schelotto y Cristian Ledesma; y Antonio Conte a Vázquez y a Eder. Eso sin contar que el propio Conte intentó convencer a Paulo Dybala, que rechazó la propuesta esperando una citación argentina.

“La selección italiana tiene que ser italiana. A ver si me explico mejor: un jugador italiano se merece vestir la camiseta de la selección; uno que no ha nacido en Italia, aunque tenga familiares italianos, no”, dijo Roberto Mancini. “Nosotros trabajamos para formar y lanzar jóvenes y luego llaman a otros. Así el fútbol en Italia se muere cada día”, agregó, a coro, Andrea Mandorlini, entrenador de Hellas Verona. La polémica también va mucho más al hueso cuando se cuestiona a los jugadores negros, sean o no extranjeros. Es lo que sucedió en su momento con Mario Balotelli, italiano de nacimiento pero de raíces ghanesas. Un ciclo que se repite por decenas y que parece desesperar a Sacchi.

Conte, acechado por las críticas, se defendió como pudo: “A la selección vienen los mejores. Ni he sido el primero ni seré el último en hacer este tipo de convocatorias. Estas son las reglas y esto es fútbol. En el último Mundial, de los 736 futbolistas que fueron a Brasil, 83 habían nacido en un país distinto al que representaban”. El ex entrenador de la Juventus no se cansa de repetir que en la Azzurra sólo hay espacio para jugadores comprometidos, en forma y con un futuro en las competiciones venideras (Euro 2016 y Mundial 2018), consignas que no cumplen ni Luca Toni, máximo goleador de la Serie A con 37 años, ni Antonio Di Natale, también con 37 años y el retiro programado, ni Giuseppe Rossi, con las rodillas hechas trizas, ni Mario Balotelli, quien a pesar de sus 24 primaveras (o inviernos, de acuerdo a su caso) es para casi todos un ex jugador. Obligado por las circunstancias, Conte debió apoyarse en el buen momento del Mudo Vázquez en el Palermo y en la voracidad ofensiva de Eder, faro de ataque de la Sampdoria.

El “drama” de la selección italiana roza lo cultural, porque no sólo se nacionalizan delanteros, sino que en la tierra del catenaccio también naturalizaron al defensor Gabriel Paletta y al polifuncional volante Thiago Motta. Con vistas al futuro Conte seguirá tirando del carro con los “oriundi”, mientras el fútbol italiano atraviesa su peor etapa en mucho tiempo.

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