¡Habla memoria!

El Parma y su tobogán hacia el infierno

El club italiano está al borde de la desaparición. No tiene recursos para abrir su estadio y hasta vende por Internet los elementos del vestuario y del gimnasio.

Por Redacción EG ·

26 de febrero de 2015
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Como Dante Alighieri en la Divina Comedia, el Parma inició su descenso al noveno círculo del infierno. Afectado por una crisis terminal que lo amenaza con la desaparición, el club no puede abrir su estadio porque no tiene dinero para afrontar los gastos de seguridad, a sus jugadores les adeuda más de cinco meses de sueldo y puso en venta hasta el último aparato de su gimnasio. “La única novedad que tenemos –confesó el capitán Alessandro Lucarelli- es que la tintorería ya no recoge la ropa oficial. A partir de mañana tendremos que lavarnos las camisetas en casa”.

La época dorada del Parma se inició en 1987, cuando el club llegó a un acuerdo de patrocinio con la empresa láctea Parmalat. Esa relación –que sería su gloria pero también su cruz- puso en la directiva a Calisto Tanzi, el CEO de la compañía. Tanzi, impulsado por el éxito del humilde Nápoli de Diego Maradona, empezó a desviar millones de Parmalat para transformar al equipo en una potencia europea. Así fue que en 1990, año en el que el Parma hizo su estreno en la Serie A, llegaron al club el arquero brasileño Claudio Taffarel y el atacante sueco Thomas Brolin. El técnico seguía siendo Nevio Scala, y bajo su dirección el Parma finalizó en el quinto lugar aquella temporada, pero ese sería simplemente el primer escalón de la leyenda.

Desde julio del año pasado hasta hoy desfilaron cinco presidentes por la Comisión Directiva. En el interín, el club fue vaciado por los acreedores, se declaró en quiebra y aumentó su pasivo hasta alcanzar la grotesca cifra de 200 millones de euros. En enero, por orden de un juez, se remataron los vehículos del cuerpo médico (actualmente no hay ambulancias que puedan socorrer una emergencia durante un partido) y la semana pasada se publicaron en varias páginas de internet los banquillos del vestuario y las máquinas del gimnasio. Los precios van desde los 300 hasta los 2000 euros, cantidades irrisorias si se tienen en cuenta las deudas verificadas. Además, el equipo, que marcha último en la Serie A y que ya sufrió el descuento de un punto por salarios impagos, se vio obligado a posponer su choque contra Udinese, por la última fecha del Calcio, porque no podía afrontar los gastos de apertura del estadio Ennio Tardini.

La Copa Italia de la temporada 1991/1992 fue el primer título del Parma, que derrotó a doble partido a la poderosa Juventus. Un año después obtuvo la Recopa y también la Supercopa europea. En 1995 ganó la Copa UEFA, y para entonces ya era un equipo poderoso y reconocido en el continente. Fernando Couto, Stefano Fiore, Dino Baggio, Roberto Sensini, Gianfranco Zola y Faustino Asprilla eran los abanderados de esa primera generación dorada parmesana.

“Cuando acepté venir acá Antonio Cassano me dijo que estaba loco. Yo sabía que la situación no era la mejor, atravesé etapas de crisis en todos los clubes en los que estuve, pero esto es demasiado”, reflexionó Christian Rodríguez, el refuerzo estrella del mercado invernal. No obstante, el uruguayo aún no pudo debutar ni tampoco cobrar ni un centavo de su sueldo. Justamente Cassano fue el encargado de encabezar el éxodo. Hoy el Parma, que se desmanteló a lo largo de la última temporada, cuenta en su plantel con los descartes de los equipos de primera y segunda línea y con un puñado de juveniles que no arreglaron su salida. Entre ellos está José Mauri, un argentino de 18 años nacionalizado italiano.

La segunda oleada gloriosa del Parma –la más fuerte- se estrenó con el subcampeonato de la Serie A en la temporada 1996/1997. El equipo terminó sólo detrás de la Juventus y clasificó a la Champions League. Era el Parma de los Buffon, los Thuram, los Cannavaro, los Verón, los Chiesa, los Crespo… Los conducía Alberto Malesani, y en la campaña 1998/1999 alcanzaron el cielo (el paraíso, siguiendo con Alighieri) con un triplete histórico: Copa Italia, Supercopa italiana y Copa UEFA. Emilia-Romagna era una fiesta, y Tanzi una celebridad, pero justo estalló el Caso Parmalat, que se venía cocinando desde 1997, y la popularidad del directivo se desplomó. Simultáneamente, en Estados Unidos comenzaba a ventilarse el Escándalo Enron, un enorme fraude financiero que escondió detrás de un velo de opulencia a una empresa construida para la estafa. La comparación entre ambos casos (el de Parmalat y el de Enron) no hizo más que  perjudicar a Tanzi. Se descubrieron desvíos de fondos de la compañía hacia paraísos fiscales, se lo acusó de asociación ilícita y también se lo encontró culpable de la quiebra fraudulenta de la empresa. El desequilibrio financiero arrasó con todo a su paso, y dentro de ese todo estaba el Parma.

El futuro cercano del equipo es confuso, pero en el mejor de los casos el desenlace acabaría con el descenso. Probablemente a Serie C, como sucedió antes con otros conjuntos que no pudieron ajustarse financieramente. Sin embargo, el escenario es mucho más grave que el de los restantes protagonistas de los antecedentes comparados. Sin salvavidas a la vista, el Parma podría ahogarse en su propia crisis, perder sus jugadores, su nombre, su estadio. Para unos pocos, la disolución es una alternativa real. Para otros muchos, la única salida.

Los últimos coletazos de un Parma exitoso a nivel deportivo se dieron en la temporada 2001/2002, cuando el equipo conquistó su tercera –y hasta ahora última- Copa Italia. En 2004, bajo la dirección técnica de Cesare Prandelli, el club reverdeció viejas glorias con Adriano, Alberto Gilardino y Adrian Mutu, pero el naufragio se hizo inevitable cuando Tanzi fue llevado ante la Justicia. Allí el escándalo alcanzó límites insospechados y llegó a incriminar a Verón y a Crespo –goleador histórico parmesano-, que fueron enviados a juicio junto a otros nueve futbolistas que actuaron en el club entre 1992 y 2003 acusados por la bancarrota fraudulenta de Parmalat y de firmar falsos contratos de patrocinio con la compañía láctea. Tanzi, mientras tanto, seguía negando su responsabilidad –y su supuesta fortuna encubierta- y lo siguió haciendo hasta que en 2009, tras un lustro de averiguaciones, su tesoro quedó al descubierto: escondida en los sótanos de tres departamentos de Parma se halló una colección de obras de arte firmadas por Van Gogh, Monet y Picasso que estaba valuada en 100 millones de euros. Los jueces tiraron del hilo y descubrieron pistas de desvío de dinero a paraísos fiscales y falsificación de balances. Tanzi, que ya cargaba con una condena de diez años de cárcel, vio duplicada su pena.

En ese preciso momento los destinos de la empresa y del club se fundieron (morfológica y financieramente hablando). Parmalat, que había llegado a ser una de las empresas más poderosas del mundo, ingresó en una grave crisis de la que aún no logra salir, y el Parma acentuó su declive. En 2008 descendió a la Serie B y se recuperó al cabo de un año, pero desde entonces entró en la fase terminal de su deterioro económico.

Hoy esa crónica perfecta, el cuento de hadas que convirtió a los parmesanos en protagonistas, vive sus horas más bajas. Aún retumban en el Ennio Tardini los gritos de Crespo, las gambetas de Chiesa, las atajadas de Buffon y las órdenes de Scala, pero se confunden con el eco del vacío, porque la sangría del club ni siquiera le permite abrir las puertas de su estadio. Fue la leyenda de un Ícaro que se acercó demasiado al sol. 

Por Matías Rodríguez


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