¡Habla memoria!

El tenis argentino tiene un nuevo proyecto, pero los mismos problemas

Se reza por el retorno de Del Potro para conseguir la primera Copa Davis. Sin embargo, antes del primer partido ya aparecieron las internas de siempre.

Por Redacción EG ·

24 de febrero de 2015
Vilas y Clerc marcaron el antecedente. Argentina llegó por primera vez a la final de una Copa Davis en 1981. Dentro del equipo tenía a dos de los mejores jugadores de aquel entonces. En cuartos de final en suelo rumano, Batata y el Gran Willy se hicieron la cruz. Tenían una relación cordial, pero algo se rompió en Timisoara, la ciudad donde la pelea se hizo pública. Jugaron el dobles sin hablarse y perdieron. En el último día, Vilas ganó su single y consumó el pasaje a semis. El triunfo no impidió la renuncia del capitán Roberto Graetz, desbordado por la situación.

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Su lugar lo tomó Carlos Junquet, quien mantuvo a los dos en el equipo. En semifinales, Argentina se impuso a Gran Bretaña y accedió por primera vez a la serie definitiva. El Gráfico tuvo en su tapa la foto que todos esperaban: el abrazo entre los dos tenistas festejando la clasificación. Hicieron una tregua por un objetivo en común. La final fue en Cincinatti ante Estados Unidos que contaba con un John McEnroe imparable. El primer día terminó uno a uno y el dobles aún es un partido histórico para el deporte argentino. Bajo un marco enardecido, jugaron casi seis horas y la dupla McEnroe-Fleming se impuso 11-9 en el quinto set. El equipo argentino había desperdiciado su ocasión cuando en el decimocuarto game Vilas sacó para partido.

La derrota fue totalmente deportiva y a la hora del dobles actuaron como una verdadera pareja. Sin embargo, Vilas y Clerc nunca más volvieron a jugar una final de Copa Davis. Argentina se atragantó esa vez y tuvo que esperar mucho tiempo para volver a una instancia similar. En el medio pasó el descenso de Grupo y camadas sin demasiado éxito.  

En 2004 Coria y Gaudio llegaron al duelo decisivo de Roland Garros y volvieron a poner sobre el tapete la grieta en la legión. Dos años después y con otros protagonistas, Argentina volvió a disputar una final de Copa Davis. David Nalbandian era el emblema del equipo que completaban Chela, Calleri y Acasuso. Rusia no fue un rival fácil y nuevamente no hubo caso. En la previa, diferentes versiones indicaron que el capitán Mancini había tenido una discusión con Nalbandian por la elección del segundo singlista. Al día siguiente de los rumores, los dos protagonistas dieron una conferencia de prensa y desmintieron la información, aunque el mal clima ya había sido generado.

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Hubo pronta revancha en 2008 y con un panorama inmejorable. Por primera vez, Argentina definiría de local y en su plantel no sólo tenía al experimentado Nalbandian sino que además a la joven promesa Juan Martín del Potro. El tandilense había terminado como top ten y tenía que jugar el Masters de Shanghai, que reunía a los ocho mejores del año. Así como Timisoara marcó la relación Vilas-Clerc, ese viaje demolió a Nalbandian-Del Potro. El unquillense le reprochó que priorizara su carrera personal por encima del equipo argentino. Del Potro sintió el trajín. Perdió el viernes y no pudo jugar el domingo. David ganó el primer punto, pero perdió el dobles. Terminado ese partido, no fue a la conferencia de prensa obligatoria y se quedó encerrado en el hotel. España aprovechó la crisis interna y levantó una nueva Copa sin Rafael Nadal, ausente por lesión.

En 2011 hubo una nueva final aunque esta vez no estuvo signada por una pelea. Del Potro y Nalbandian compartieron plantel y nuevamente España alzó el título. El entrenador Tito Vázquez logró una convivencia pacífica, precisamente la que no pudo conservar Martín Jaite, capitán durante los últimos tres años. En 2013, Del Potro anunció que priorizaría su carrera personal. Fue la manera encubierta de darle la espalda a Jaite y a la Asociación Argentina de Tenis luego de varias decisiones que lo habían molestado. Durante los últimos dos años no jugó la Copa Davis y Nalbandian fue soberano en un equipo que miraba con recelo al ausente y le dedicaba los triunfos en la intimidad del vestuario.

Como alguna vez había dicho Carlos Junquet, entrenador de Vilas y Clerc en la final de 1981, “la Argentina se banca una sola estrella”. Nalbandian anunció su retiro en octubre de 2013 y el camino se allanó para el regreso de Del Potro. Antes, debía salir del medio Jaite. Así sucedió y en 2015 el tandilense es el líder para concretar –de una vez por todas- el ansiado objetivo. Incluso hasta fue consultado para la designación del actual entrenador Daniel Orsanic.

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Cuando todo parecía estar en calma, reapareció la mella en el nuevo proyecto. No fue por Vilas, por Clerc, Mancini, Jaite ni por Nalbandian; sino por Juan Mónaco. Pico quedó marginado de la primera convocatoria y manifestó que se siente “afuera del proyecto” porque su relación con Del Potro es “nula”. Más allá de algunos altibajos, tiene más experiencia y mejor ranking que dos de los cuatro convocados (Schwartzman y Berlocq). Orsanic dijo que es una cuestión meramente deportiva y no quiso entrar en polémica.

El cruce de palabras no aporta al escenario ideal. La Copa Davis sigue siendo una cuenta pendiente y los tenistas argentinos no parecen estar dispuestos a unirse para conseguirla. Ante un nuevo proyecto, los vicios se mantienen como sucede desde hace treinta años. La consecuencia es evidente: entre tantas estrellas que se pelean, la única que falta es la que se borda en el escudo.