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¿Cómo es la vida en Qatar, organizador del Mundial 2022?

Es uno de los países más ricos del mundo, tanto que construirá estadios inundados de tecnología que incluirán desde techos espectaculares hasta refrigeración en las poltronas.

Por Redacción EG ·

28 de enero de 2015
“Aquí no todo es tan próspero como parece. Los alumnos, por ejemplo, sienten una presión insoportable. Terminan sus estudios en la universidad y tienen veinte ofertas de trabajo distintas. Escoger la opción adecuada puede ser terriblemente desgastante”. El catedrático del campus universitario de Qatar lanza, con preocupación, una respuesta que deja boquiabierto al periodista de la BBC que lo entrevista en el ingreso de un edificio monumental. Las preocupaciones de Occidente son infinitamente más terrenales que las de los habitantes de ese estado soberano de la península arábiga que tiene uno de los PBI más altos del mundo, pero ello no significa que la vida sea color de rosa para las dos millones de personas que habitan ese espacio.

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Es cierto que la preocupación expuesta por el catedrático suena a capricho, pero es una “problemática” que, en el mejor de los casos, afecta al doce o quince por ciento de la población; el sector más rico y acomodado, el que puede acceder a la educación y que no tiene la necesidad de trabajar bajo condiciones de esclavitud, por un puñado de dólares que apenas alcanzan para sobrevivir, y bajo el sol abrazador de un desierto urbanizado que, en promedio, tiene temperaturas diarias de 45 grados.

Además, el 80 por ciento de la población está compuesto por extranjeros, los cuales en su mayoría ofrecen su mano de obra para llevar a cabo las faraónicas obras que le dan fama al país. Gobernado por un Emir, en concordancia con un Primer Ministro, Qatar se dirime entre dos caras: por un lado la tradicional, signada por el islam como religión unánime y por la sharía o ley islámica; y por otro la occidentalizada, la que empezó a formarse luego del descubrimiento del petróleo y del gas en el siglo XX y que abrió el país al mundo y al turismo, que en su mayoría es europeo.

En Qatar existen costumbres tradicionales como la vestimenta de las mujeres, que no pueden utilizar minifaldas, polleras ni remeras escotadas, aunque no son obligadas a vestir según las indicaciones del Corán. También se aplica una “flexibilizada” Ley de Talión, que busca combatir la inseguridad y convertir al estado en uno de los más confiables del mundo. Las ideas extremistas han ido menguando en el país, un poco por la apertura hacia occidente y otro poco por el Mundial que están organizando.

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En el proyecto presentado ante la FIFA los delegados de Qatar prometieron ponerle coto al alcance de sus costumbres para acercar todo lo posible al país a los estándares de la mayoría de los países del mundo, por lo que, en principio, durante la celebración de la Copa del Mundo no deberían ser perseguidos los extranjeros, ni los homosexuales, ni ningún hombre debería ser reducido a servidumbre.

Este último punto es uno de los focos de cuestionamiento, ya que trascendió que los estadios y la infraestructura necesaria para el Mundial que ya fue puesta en marcha está siendo construida por ex convictos o expatriados que trabajan en condiciones infrahumanas, bajo un sol que garantiza temperaturas diarias insoportables y recibiendo a cambio pagos irrisorios.

En cuanto a las temperaturas, que en algún momento prometieron obligar a cambiar la fecha de celebración del Mundial, los organizadores dijeron que ya tenían solucionado el problema. ¿Cómo hicieron? Planificaron estadios con una refrigeración artificial que garantiza que el termómetro no supere los 25 o 27 grados. Para ello se instalarán en cada butaca y también en el terreno de juego equipos de aire acondicionado que refrigeren el ambiente.

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En el área urbana, por su parte, “plantarán” palmeras artificiales que liberen agua cada determinados minutos, como si fuese rocío, para refrescar a los transeúntes. No obstante, existe un proyecto mucho más ambicioso que fue ideado por la Universidad de Doha pero que aún no fue puesto en práctica ni desarrollado: el de atraer a las nubes para opacar el sol. Esto último ya lo pensó Beijing para la inauguración de los Juegos Olímpicos de 2008.

Aunque cueste creerlo, todas las propuestas que fueron presentadas por Qatar están siendo llevadas a cabo. Los petrodólares de la ex colonia británica sirven para espolear un monumento faraónico que tiene como fin organizar en un recóndito punto del planeta el mejor Mundial de la historia. Para ello no repararán en gastos, ni tampoco, como transcendió, en arreglos con la FIFA que alcancen altos niveles de corrupción.