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El superclásico se luchó más de lo que se jugó y todo se define en la vuelta

Boca y River empataron cero a cero por la ida de las semifinales de la Copa Sudamericana. La Bombonera se vistió de fiesta pero se quedó con las ganas en un partido que dejó el final abierto. El próximo jueves, la vuelta.

Por Redacción EG ·

20 de noviembre de 2014
Imagen UNA POSTAL DEL PARTIDO. Tumulto y empujones desde ambos lados. Después del partido de vuelta, un especial de El Gráfico para revivir la histórica serie.
UNA POSTAL DEL PARTIDO. Tumulto y empujones desde ambos lados. Después del partido de vuelta, un especial de El Gráfico para revivir la histórica serie.
No hubo lluvia pero Boca y River al igual que por el torneo local quedaron lejos de sus mejores versiones. El tan esperado superclásico por la ida de las semifinales de la Copa Sudamericana dejó un resultado fiel al desarrollo del partido: cero a cero. Los goles quedaron archivados para el partido de vuelta y lo único que quedó de la serie fueron patadas, juego brusco, bronca y duelos personales.

La insistencia de Gallardo por contar con todos sus jugadores para el duelo fue fundamental a la hora del regreso de Carlos Sánchez y Teo Gutiérrez de los amistosos con sus respectivas selecciones. Sin embargo, en las últimas horas una inesperada lesión de Rodrigo Mora lo privó de armar el once ideal que supo forjar en las primeras fechas. Gio Simeone, quien ingresó en su reemplazo, no tuvo una buena noche y al Millonario le faltó peso en ataque.

Teófilo tuvo la más clara de su equipo cuando quiso conectar de taco un centro de Sánchez, pero su remate se fue por el primer palo. El colombiano luchó más de lo que jugó y estuvo al límite de la roja después de haberse peleado con casi medio equipo xeneize. No fue el único: River, más retrasado y sin aplicar su pressing asfixiante con el que había sorprendido en las primeras fechas del torneo local, apeló constantemente a las infracciones. Cometió más de veinte faltas y fueron amonestados siete de sus jugadores.

Por el lado de Boca tampoco hubo intenciones claras de jugar, pese a estar más adelantado en el campo de juego. El Burrito Martínez tuvo unos primeros minutos interesantes hasta que una patada de Vangioni lo sacó del partido. El ex Vélez, quien hasta ese momento cumplía una función de wing derecho-cuarto volante, duró poco en cancha y fue reemplazado por el insípido Fuenzalida. Más allá de eso y algunas jugadas aisladas de Gago, al equipo de Arruabarrena le faltó claridad en los últimos metros. Hubo poco de Calleri y apenas una corrida interesante de Chávez que Barovero contuvo sin problemas. El plan de ambos entrenadores pareció apuntar a cuidar la propia valla.

El nerviosismo y la expectativa que había en las tribunas se trasladó al campo de juego. El árbitro Silvio Trucco tuvo un aceptable debut en superclásicos, pero por momentos fue demasiado permisivo. La simulaciones, los tumultos y los empujones fueron reiterados y con diferentes protagonistas. Gutiérrez, Funes Mori, Mercado, Ponzio por un lado mientras que Forlín, Gago y Meli sobresalieron por el otro.

Como saldo positivo quedó una semifinal abierta y la expectativa de que el fútbol que no hubo en los primeros noventa minutos, aparezca en la segunda parte de la serie en dosis más concentradas. Por el lado de Boca, un gol en el Monumental sería un gran paso hacia la final, mientras que River jugará con el estadio a favor y la tranquilidad de haber tachado un día más de su extenso calendario. El próximo jueves, cuando la derrota y la clasificación cobren mayor cercanía, ya no habrá excusas para ver de una vez por todas, un superclásico a la altura de las circunstancias. Mientras, habrá que seguir esperando.