¡Habla memoria!

El fútbol también tuvo su Mayo francés

En la primavera del 68 los futbolistas se sumaron a la protesta de los estudiantes y de los obreros para reclamar mejores condiciones de contratación y mayor independencia de los clubes. La revuelta sirvió para sentar las bases de la organización actual de la Liga francesa.

Por Redacción EG ·

21 de octubre de 2014
Imagen COMITÉ DE ACCIÓN. Compuesto por periodistas deportivos y futbolistas en activo y retirados, fue el principal brazo de lucha durante la revuelta, que duró pocos días pero cambió el fútbol francés para siempre.
COMITÉ DE ACCIÓN. Compuesto por periodistas deportivos y futbolistas en activo y retirados, fue el principal brazo de lucha durante la revuelta, que duró pocos días pero cambió el fútbol francés para siempre.
El fútbol para los futbolistas. Esa consigna, que no se cansa de repetir el presidente de la UEFA Michel Platini, puede sonar a frase hecha, a lugar común, pero tiene un significado mucho más profundo en Francia, a donde nació como lema durante el Mayo del 68, porque la lucha de aquella primavera no se limitó a los estudiantes y a los trabajadores fabriles, sino que incluyó también a los jugadores.

Impulsados por los ecos de una revuelta que ganó las calles del París dominado por el gaullismo, los futbolistas, al igual que los estudiantes en La Sorbona o los obreros en los talleres de ensamble de Renault o Citroën, coparon la sede la Federación Francesa de Fútbol (FFF) para exigir mejores condiciones de trabajo e independencia de los clubes. Ese acercamiento fue espoleado por un grupo de periodistas deportivos, vinculados a la revista Miroir du Football y también al Partido Comunista, que habían sido jugadores en el pasado y que intentaban aprovechar la asonada para mostrar su descontento con los dirigentes franceses.

Detrás del pronunciamiento de los periodistas se escondían los deseos del grueso de los futbolistas franceses, que eran sometidos desde el momento que firmaban un contrato profesional con los clubes. Las antiguas reglas del fútbol galo obligaban a los jugadores a estar ligados a sus respectivos equipos hasta los treinta y cinco años sin garantizarle condiciones mínimas de trabajo y con salarios extremadamente bajos. Así fue que impulsados por la búsqueda de justicia y sin meditarlo demasiado, un centenar de futbolistas tomó, la mañana del 22 de mayo de 1968, el edificio de la FFF.

Imagen CONSIGNAS. La fachada de la Federación amenece invadida por las banderas de protesta.
CONSIGNAS. La fachada de la Federación amenece invadida por las banderas de protesta.
Si bien la ocupación fue pacífica, el secretario general Pierre Delaunay y el profesor de entrenadores George Boulogne fueron encerrados en una habitación, alejados del resto de los trabajadores. En simultáneo las banderas comunistas adornaron la fachada del edificio junto a dos pancartas que inmortalizaron el movimiento: “Le football aux footballeurs” (El fútbol a los futbolistas) y “La Fédération, propiété des 600.000 footballeurs” (La Federación, propiedad de 600.000 futbolistas).

La toma del edificio se extendió por cuatro largos días en los que los protagonistas formaron el Comité de Acción de los Futbolistas con el fin de negociar con los dirigentes y acaparar la atención del sindicato. El núcleo principal estaba compuesto por los redactores de Miroir du Football Francis Le Goulven, Maurice Ragonneau, Jean Norval y François Thébaud y por los futbolistas profesionales André Mérelle y Michel Oriot, ambos de Red Star FC de París, uno de los clubes galos más poderosos de la época. Al mismo tiempo, contaron con el apoyo público de Raymond Kopa (integrante del Real Madrid de Alfredo Di Stéfano) y Just Fontaine (goleador del Mundial de Suecia 1958), que presionaron a las autoridades para que aceptasen negociar con los jugadores, a quienes consideraron esclavos de los caprichos de la FFF.

Las personas ajenas al movimiento fueron informadas de los reclamos a través de un manifiesto que fue repartido por las calles de la capital francesa y que exigía, entre otras cosas, limitar la temporada a ocho meses, mejorar las instalaciones de los estadios, denunciar el maltrato del seleccionador francés Louis Dugauquez (consideraba a los jugadores obreros al servicio de una empresa) y principalmente dejar sin efecto la “licencia B”, un decreto que prohibía a los jugadores que abandonaban un club jugar en el primer equipo de otro hasta que cumplieran 35 años.

Tal como sucedió con el Mayo del 68 en sí como hijo de la Primavera de Praga, el levantamiento de los futbolistas finalmente no alcanzó los objetivos propuestos. Si bien fue anulada la “licencia B” y Antoine Chiarisoli, presidente de la FFF, fue depuesto, el sindicato se terminó poniendo del lado de los presidentes de los clubes y la revuelta se diluyó.

No obstante a ello, la reforma de la política contractual del fútbol francés sentó un precedente que continúa vigente y modernizó la Liga, que por entonces era una de las más atrasadas del continente. Con matices de revolución, el Mayo de los futbolistas fue a Francia lo que el Caso Bosman a Europa.

Por Matías Rodríguez