¡Habla memoria!

Domingo Tarascone, feliz domingo para Boca

Hace 90 años, en 1924, el goleador del campeonato vestía cada fin de semana de azul y oro. ´Tarasca´ fue un centrodelantero con pocos lujos y mucha determinación que también brilló en la Selección. Y que, vaya coincidencia, terminó su carrera en Argentinos Juniors.

Por Martín Estévez ·

11 de octubre de 2014
        Nota publicada en la edición de octubre de 2014 de El Gráfico

Imagen EN BOCA es el cuarto máximo anotador: solo Palermo, Cherro y Varallo hicieron más goles que él.
EN BOCA es el cuarto máximo anotador: solo Palermo, Cherro y Varallo hicieron más goles que él.
“Podrá pasarse en algún partido, sin moverse del centro de la cancha, treinta, cuarenta minutos. Pero a que a los cuarenta y cuatro le hagan un pase por las inmediaciones del arco y en seguida se oirá aullar el goal”. El texto corresponde a una nota escrita en 1930, cuando él todavía estaba en actividad, por alguien que lo había visto jugar. Y es entonces la definición más precisa que pudimos encontrar de Domingo Alberto Tarascone, uno de los cuatro máximos goleadores de la historia de Boca y mayor anotador en los Juegos Olímpicos de 1928, cuando ganó la medalla de plata con la Selección.

Nacido en 1903, creció en Boedo y comenzó a jugar al fútbol en Unidos de Pavón, que competía en un torneo llamado Liga Independiente. “Jugué de wing derecho, insider derecho y de centroforward, pero prefería la punta”, contó Tarasca. En aquellos tiempos, los equipos tenían cinco delanteros: el centroforward en el medio (como los 9 actuales), los insiders (alas) a sus costados y los punteros (wings), en los extremos.

A los 13 años llegó a Atlanta y empezó a jugar en la Quinta División. A los 17 debutó en Primera, y logró con el Bohemio un 9º puesto en el Campeonato de 1921, en el que se le verifican tres goles: a Banfield (1-1), a Racing (1-2) y a Platense (3-2). Y en la temporada siguiente llegó a Boca, donde rápidamente se convertiría en ídolo.

No era habilidoso, se movía con tosquedad, pero sí inteligente cerca del arco rival. Y, cuando estaba lejos, tenía otra arma: un remate muy potente de larga distancia. Le gustaba ser puntero, pero, cuando llegó al club, en ese puesto jugaba Pedro Calomino, símbolo boquense, entonces tuvo que correrse al centro del ataque. No le fue mal: terminó como goleador del campeonato en sus primeras tres temporadas. En 1922 marcó 10 goles y el equipo terminó 3º. Lo mejor llegó en 1923, año de su consagración. En el torneo local hizo nada menos que 43 tantos y fue campeón. Dos veces marcó cuatro en un partido: las dos ante Del Plata y, en ambas, Boca ganó 4-1. Volvió a ser campeón y goleador en 1924, cuando metió 14 en apenas 19 fechas, incluyendo cuatro a Nueva Chicago (6-1).

Su magnífico nivel lo llevó a la Selección. Primero, en el partido que Argentina le ganó 2-1 al campeón olímpico, Uruguay. Onzari convirtió el primer gol de la historia desde el córner (por eso se conoce como gol olímpico) y Tarasca metió el segundo. Después, fue subcampeón del Sudamericano, en el que jugó uno de los tres encuentros: 0-0 ante Uruguay.

Imagen UN DOMINGO Tarascone formal: de traje y corbata, trabajando en el Ministerio de Obras Públicas.
UN DOMINGO Tarascone formal: de traje y corbata, trabajando en el Ministerio de Obras Públicas.
Boca hizo una famosa gira por Europa durante 1925 (por la que la AFA le otorgó un título, la Copa de Honor), en la que Domingo metió 7 goles. En uno de aquellos partidos, el rival tenía en el arco al español Ricardo Zamora, uno de los mejores arqueros de la década del 20. “Los diarios publicaron que yo había dicho que le iba a meter un gol desde 28 metros –contó Tarascone–, pero no había dicho nada. Al final, ganamos 1-0 y le metí uno desde 25 metros...”.

Después de la gira llegaron ofertas desde Europa. “La proposición más seria fue la de un equipo inglés, cuando vino a Buenos Aires un representante –aseguró–. Me llevaron al hotel donde se hospedaba en un automóvil con chofer. Todo muy bacán, pero no me fui, porque tenía tres hermanas mujeres y otro varón, pero yo era el niño mimado de mi mamá y no quise dejarla sola”. En ese momento, el fútbol argentino era amateur y sólo se recibía dinero de modo ilegal. Sí: Tarascone renunció al profesionalismo para no estar lejos de su mamá.

Ganó el Sudamericano con la Selección (un gol en tres partidos) y, en el torneo local, siguió festejando: volvió a ser campeón con los xeneizes en 1926, cuando anotó 16 goles en 17 fechas. “Ese fue el mejor equipo que integré, se fue formando con muchos jóvenes. A los tres años de jugar juntos hacíamos todo de memoria”.

No hubo título en el 27, pero terminó como goleador del torneo: 35 en 33 fechas. Le metió 5 en un partido a Banfield (6-0) y cuatro a Argentino de Quilmes (4-1).

En 1928 ya era una estrella. Hizo 30 goles en el subcampeonato de Boca (dos en un 6-0 a River), pero lo más importante fue su actuación en los Juegos Olímpicos de Amsterdam. Argentina debutó ante Estados Unidos: ganó 11 a 2 y él metió tres goles. Por cuartos de final, el rival fue Bélgica: triunfo 6-3, con tres suyos. Y en semifinales, otro triplete para derrotar 6-0 a Egipto. “Simple, infantil, su risa era la de un escolar. Y su temperamento, también -publicó El Gráfico-. En los Juegos Olímpicos, en el partido contra Egipto, al salir a la cancha fue a abrazar a sus rivales... llevando ´pica-pica´ en las manos. Al rato, los pobres egipcios se rascaban el pescuezo”.

El partido decisivo fue ante Uruguay. “Perdimos la final de forma increíble –contó–. Los uruguayos siempre tuvieron suerte en los partidos definitorios. El primero lo empatamos 1 a 1. En el desempate, Scarone le hizo un gol desde 40 metros a Bossio, un gol imposible. La pelota entró por la mitad del arco sin que reaccionara. Nos perdimos el empate. Yo entré a la carrera y tiré fuerte. La pelota superó al arquero y sobre la línea saltó un defensor uruguayo y la alcanzó a sacar”. Tarascone terminó como goleador del torneo, con 9 en 4 partidos. “No teníamos director técnico, pero sí un preparador físico, Lagos Villar, que era un gran profesional. No hacía el mismo entrenamiento todo el grupo, sino cada cual lo que necesitaba”.

Imagen MOSTRANDO su sonrisa mientras trabajaba apisonando el césped.
MOSTRANDO su sonrisa mientras trabajaba apisonando el césped.
El Gráfico también escribió sobre él: “Tenía un hobbie: la noche. No bebía, casi no fumaba, pero después de cenar con amigos en un restaurante de ´la cortada´, se allegaba a los cafés de la entonces Corrientes angosta en los que actuaban orquestas típicas y allí quedaba las horas escuchando tangos”. Y el mismo Tarascone contó en 1982: “Yo vivía en Corrientes y Uruguay. Teníamos libertad, pero éramos responsables. Yo iba al bar Marzotto, de Lavalle y Suipacha, como otros jugadores, y allí nos encontrábamos, por ejemplo, con Gardel y D´Arienzo”. Justamente Gardel cantaba “Patadura”, un tango en el que el protagonista soñaba con “hacer como Tarasca, de mediacancha un gol”. Y hasta le dedicaron una canción entera: “Tarasca solo”, de Osvaldo Fresedo.

En 1929 comenzó su lento declive. Los problemas físicos lo sacaron de ritmo y, aunque formó parte del plantel campeón del Sudamericano (no jugó), no tuvo chances de disputar el Mundial del 30. “Me lesioné en la rodilla, fue una jugada casual. Yo estaba de espaldas al arco adversario cuando giré para tomar la posesión del balón, en el momento en que el zaguero me pegó una patada en la parte posterior del muslo. El golpe me descolocó la rodilla y fue necesario operarme”.

Sin embargo, su etapa final en Boca fue con muy buenos resultados.

“La de 1930 fue la mejor delantera: Penellas, Kuko, yo, Cherro y Alberino. Kuko era un insider que hacía cualquier cosa con la pelota en los pies”, recordó. Ese año, fue campeón argentino por cuarta vez y metió 27 goles. “De carácter casi infantil, Tarasconi (sic) es agradable desde que estira la mano para saludar –cuenta una nota de 1930–. Jamás se molesta. Ni ante la broma más pesada se le notará un gesto de disgusto. El que quiera puede ir al café Marzotto, de noche, y desafiarlo a jugar un café en la escoba. Sólo un café, porque plata no se sabe que haya jugado nunca. Tarasca se pondrá contento. Su adversario puede contar por seguro que perderá el café. Cómo lo perdió, es claro, no lo sabrá nunca, si no se lo dice el propio detentor del secreto, mostrándole las cuatro cartas de una baraja inventada por él. Y podemos afirmar que el ganar un café de este modo le causa a Tarasca tanta satisfacción como meterle un gol a Fossati o a Boigues”. En esa época hasta le ofrecieron hacer una revista llamada Tarasconi (por error se lo conocía así), pensando en que tendría diez mil lectores hinchas de Boca asegurados. “A fuerza de escribir, Tarasca se puso débil y así resultó que los artículos salieron flojos, al mismo tiempo que en Boca faltaban goles. Resultado: fracaso absoluto de la revista por falta de apoyo de los diez mil”.

Imagen EN LA SELECCION jugó 24 partidos y metió 18 goles. Ganó dos Sudamericanos y la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de 1928.
EN LA SELECCION jugó 24 partidos y metió 18 goles. Ganó dos Sudamericanos y la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de 1928.
Cuando llegó el profesionalismo, perdió la titularidad con Francisco Varallo, pero colaboró con 8 goles para que Boca fuera campeón en 1931. “Simplemente nos hicieron firmar un contrato que nos colocaba a todos en la categoría de profesionales. En 1931 firmé por 500 pesos de entonces, que sumado a los 300 que ganaba en Obras Públicas, redondeaba una linda cifra. El canchero de ese tiempo era un tal Martín y, como yo no iba a cobrar, me traía la plata a mi casa para ganarse 5 pesos por el trabajito. Por obtener el campeonato de 1931 nos dieron 2.500 pesos de premio”. Jugó su último partido en el club el 10 de abril de 1932: 1-2 contra San Lorenzo. Sus 193 goles con la azul y oro lo mantienen, hoy, como el cuarto máximo goleador.

En 1933 jugó la liga rosarina con Newell´s y un año después volvió a la liga amateur con General San Martín. El equipo terminó 6º, pero él fue goleador del campeonato con 16 conquistas. A los 32 años, Argentinos Juniors lo tentó formando un equipo con veteranos ganadores, aunque no logró los éxitos esperados y en 1936 llegó su retiro definitivo.

“Antes, todo lo hacíamos por amor a la camiseta. Cada jugador tenía su trabajo y dos veces por semana nos apurábamos para llegar a tiempo a los entrenamientos -contó-. Yo era de los que menos trabajaba por mi físico. Sólo daba seis o siete vueltas a la cancha”.

Fue director técnico de Vélez, Quilmes y un equipo de Mendoza; y después ayudó en un negocio de venta de muebles. “Seguí viendo fútbol hasta el 50, más o menos, pero después dejé –contó en 1982–. Ahora voy poco porque me quedo dormido. Antes todos querían ganar, ahora nadie quiere perder. Se pretende atacar con dos forwards. No hay cabeceadores ni remates de media distancia. ¿Y cómo va a haber cabeceadores si no hay centros, si no hay wines?”. Y se animó a decir: “A Maradona se le hubiera hecho más difícil jugar en la época nuestra”. Murió el 3 de julio de 1991, tres días después de que Boca ganara la segunda ronda de la temporada 90/91: se fue feliz.

Por Martín Estevez. Fotos: Archivo El Gráfico