Las Entrevistas de El Gráfico

Pisculichi: “Tenía la espina de un grande”

Llegó a River sin despertar demasiado entusiasmo, pero la venta de Lanzini le abrió una chance que no desaprovechó y se convirtió en uno de los puntales del equipo de Gallardo. La historia de un desfachatado que hizo su carrera al revés de la lógica y a los 30 años afronta su desafío deportivo más fuerte.

Por Diego Borinsky ·

04 de octubre de 2014
“Mirá, Leo, te tengo visto, sé de tu potencial, conozco tus virtudes, pero quiero saber si realmente te interesa el desafío deportivo, si tenés el fuego sagrado después de haber jugado tantos años en Qatar”.

Marcelo Gallardo necesitaba ese mano a mano con Leo Pisculichi antes de levantar el pulgar para que los dirigentes de River iniciaran algún tipo de negociación. Había llegado a enfrentarlo como futbolista. Seguramente no olvidaba un golazo que el propio Piscu le había metido a River por el Apertura 05, el último grito del jovencito nacido en el Rafael Castillo del populoso conurbano bonaerense, con la casaca del Bicho antes de ser vendido al Mallorca de España un mes después.

Imagen EN EL GIMNASIO que tiene River en Ezeiza. Hasta el partido con Independiente llevaba tres goles.
EN EL GIMNASIO que tiene River en Ezeiza. Hasta el partido con Independiente llevaba tres goles.
El técnico de River era Reinaldo Merlo, y el equipo venía protagonizando una levantada sorprendente, con Radamel Falcao como revelación recién promovida del semillero. A La Paternal arribó con 4 victorias al hilo, todas por goleada: 3-0 a Central en Rosario, 4-1 a Lanús, 4-1 a Instituto en Córdoba y 5-1 a San Lorenzo en el Monumental, con dos de Gallardo y dos de Falcao.

“Ojalá pueda hacerle cuatro goles a River”, sonreía Piscu con el pelo largo en las páginas de Olé del 20 de noviembre, día del partido, por la fecha 16. “River cuenta con un plantel de grandes futbolistas, pero sobre todo tiene a Gallardo: para mí, es el mejor jugador del fútbol argentino”, afirmaba en esa misma nota, y nadie puede pensar que lo decía para hacerle un guiño con el objetivo de que lo sumara para su equipo 9 años después. Es muy probable que Gallardo no recuerde aquel elogio pero sí lo que ocurriría unas horas después, cuando se puso como único hombre frente al balón, colocado a casi 35 metros del arco defendido por Germán Lux. Todos esperaban el centro, el tiro libre era desde muy lejos, pero Piscu ya era especialista en media y larga distancia: le tocaron suvamente el balón y mandó un misil con la zurda que se fue abriendo y se metió al lado del palo derecho de Lux, que voló, voló y nunca llegó. Golazo: 32,5 metros marcó el Telebeam, se puede ver en YouTu0be. Gallardo fue testigo privilegiado. Todavía debe estar sintiendo el vientito en el rostro. Argentinos ganó 1-0 por ese gol, River ya no volvió a triunfar en el resto del torneo, y el Boca de Basile terminó coronándose campeón.

Pisculichi se marchó unas semanas más tarde al Mallorca de España. Allí jugó un año, luego otros 6 en Al Arabi de Qatar y uno más en Shandong Luneng de China. En enero del 2014 regresó a Argentinos Juniors para intentar el salvataje. No lo consiguió, aunque fue la figura más destacada del conjunto de Borghi. En esta misma edición, el vicepresidente de River Matías Patanián cuenta que yendo en micro a la cancha de All Boys, donde River perdería 3-2, se sorprendió mirando junto a Rodolfo D’Onofrio el golazo que Pisculichi le convertía en ese preciso instante a Boca en la Bombonera para empatar agónicamente el partido. Lo empezaron a seguir con mayor atención.
El final de la historia es sabida. River fue campeón, Ramón Díaz renunció unos días después y la dirigencia contrató a Marcelo Gallardo. No había demasiado margen para los refuerzos. En la lista de apuntes del Muñeco se leía Julio Chiarini y Leonardo Pisculichi. Pero antes, necesitaba el mano a mano. El DT de River tenía una duda sobre aquel 10 talentoso al que vio patear de muy cerquita: si asegurado económicamente su futuro tras 6 años en un campeonato que no es el más exigente del mundo, a los 30 tendría aún el bichito del desafío deportivo picándole en el estómago.

Pisculichi escucha la inquietud de aquel 10 al que admiró desde chiquito y tarda menos de tres segundos en responder.

“Marcelo, esto es lo que le faltaba a mi carrera, lo que yo estaba esperando”.

Imagen GOL a Uruguay en el Sub 20, con Rivas.
GOL a Uruguay en el Sub 20, con Rivas.
Es viernes al mediodía. El sol se filtra por los ventanales del gimnasio en el predio de Ezeiza. Apenas ha transcurrido un mes y monedas del inicio de la temporada, y Leonardo Nicolás Pisculichi se ha convertido en la gratísima revelación del campeón argentino. Su fichaje no había despertado manifestaciones de euforia en el Obelisco. Se trataba de un hombre que venía a ser suplente de Manu Lanzini y que, si había regresado hacía unos meses a un Argentinos Juniors del que todos se iban, un Argentinos moribundo, tampoco debía estar en un nivel premium. Pero Lanzini fue vendido unos días antes de empezar el campeonato, Pisculichi se puso la pilcha de titular, comenzó a destacarse por su pegada precisa para ponérsela en la cabeza a sus compañeros (una vía desperdiciada a mansalva por River en los últimos tiempos), luego le metió un golazo a Rosario Central quebrando una y otra vez la cintura, más tarde sacudió a San Lorenzo con un latigazo de afuera del área, siguió habilitando a unos y otros por izquierda y por derecha y terminó erigiéndose en el hombre más influyente del equipo, participando directamente en el 75 % de los goles de su equipo.

“Sí, es verdad –arranca Piscu, cuando se le pregunta si existió ese diálogo con Gallardo–, Marcelo se comunicó conmigo porque existía el interés y como conoce tan de cerca qué es River, quería contar con jugadores que realmente estuvieran comprometidos. Le dije lo que pensé siempre: que cualquier jugador que viene acá no puede regalar nada, tiene que llegar y entregarse al máximo”.

-Después de tantos años en ligas no importantes, quizás habías perdido el fuego sagrado, esa era la duda de Gallardo, ¿no?
-Yo siempre tuve la espina de un club grande, de demostrar que realmente podía jugar en un club grande. Es algo que charlaba con mi familia y con mis amigos, ahora tengo a mi hijo y para mí es un hermoso desafío poder demostrarles a ellos, y también a mí mismo, que realmente puedo hacerlo bien. No quiero desaprovechar esta oportunidad, por eso me estoy matando para aprovecharla.

-¿Ramón Díaz ya te había tentado unos meses antes?
-Tuve un acercamiento, pero nada formal. Yo vivo en el mismo barrio que Ramón y que Emiliano, y coincidimos un par de veces ahí, nos saludamos y Emiliano siempre me hacía algún comentario del tipo “vos tendrías que venir a River”, pero todo muy informal. Yo le respondía que estaba metido en Argentinos, y era verdad, nos estábamos jugando la permanencia en cada partido, ¿pero quién le diría que no a una posibilidad de jugar en un club como River?

-Es que sos un jugador ideal para River…
-Mucha gente me lo dijo, pero no te podés agarrar de eso, tengo claro que debo demostrar todos los partidos; si no, no sirve.

-¿Borghi trató de convencerte para que te quedaras?
-Hablamos con Claudio, él quería contar conmigo pero ya sabía mi pensamiento desde la última fecha del torneo pasado, se lo había dicho, y Claudio, que fue jugador, seguramente me entendió, aunque le costara.

-¿Qué le habías dicho?
-Que si salía esta oportunidad de jugar en River, no la iba a dejar pasar. Creo que lo entendió, es una excelente persona, a mí me marcó muchísimo, no sólo en estos 6 meses, sino en 2010, cuando fueron campeones, y yo volví al club por una pequeña lesión y me dejaron entrenarme con ellos.

-“Ojalá pueda hacerle cuatro goles a River”. ¿Te acordás de esa frase?
-Sí, porque cuando jugás en otros equipos, enfrentar a River y a Boca te motiva el doble, sabés que te van a ver todos. Estaba con un dedo del pie izquierdo fisurado, me infiltraba para jugar, y salí a festejar el gol con el doctor. Son lindos momentos, no se les hace siempre goles a los clubes grandes.

-¿Le mostraste a Gallardo el recorte donde declaraste que él era el mejor jugador del fútbol argentino?
-No, para nada. Tengo la imagen de Marcelo en la barrera, eso sí, y recuerdo que lo admiraba. Unos años antes yo había sido sparring de la Selección de Bielsa, incluso estuve en el Mundial de Corea-Japón con el Malevo Ferreyra, la Gata Fernández y Mascherano, y aunque no me tocó marcarlo, observaba mucho a los jugadores de esa posición, y Marcelo me gustaba cómo jugaba, cómo le pegaba a la pelota. Lástima que duró tan poco ese Mundial, nos volvimos rápido. Son recuerdos amargos, aunque debo reconocer que para mí fue una experiencia hermosa.

-¿Marcelo se acuerda de que fuiste sparring de él?
-No sé, nunca le pregunté.

-¿Y de ese gol a River en el que él estaba en la barrera?
-Nunca hablamos del tema.

-Ese fue tu último gol en Argentinos, de ahí te vendieron al Mallorca, se ve que un gol a River o a Boca, garpa, ¿o no?
-La fecha anterior le habíamos ganado 4-1 a Tiro Federal con cuatro goles míos, ese fue el partido clave para irme, y a la fecha siguiente metí ese tiro libre. Redondito. Pero sin dudas que meterle un gol a River o Boca es importante en todos los sentidos.

Imagen ARRANCA, pelota al pie, mirada al frente para habilitar. Carlitos Sánchez ya sale disparado para auxiliarlo.
ARRANCA, pelota al pie, mirada al frente para habilitar. Carlitos Sánchez ya sale disparado para auxiliarlo.
Comprobado. El gol a Boca en la Bombonera del semestre pasado despertó un interés especial en la directiva riverplatense. Piscu ya había jugado un partidazo contra Boca en la Bombonera en 2005, una victoria por 2-1 que impulsó a que un 10 que se había formado en el mismo semillero, un tal Diego Armando, se acercara a pedirle especialmente su camiseta.

Muchos han olvidado aquella participación de Pisculichi como sparring de la Selección. Es que su periplo de 8 años por el exterior, 7 de ellos en mercados de casi nula repercusión mediática, prácticamente lo sacaron de la consideración general. Pero repasemos un poco su historia.
Debutó en febrero de 2002 en un Argentinos que se deslizaba por un tobogán enjabonado hacia el Nacional B. El 12 de mayo de ese año enmudeció a un Monumental que esperaba la consagración del equipo de Ramón Díaz: convirtió el 1-0 tras un rebote en Lux (ver recuadro). ¿Quién? ¿Pisculichi? Comenzaba a escucharse ese apellido que despertaba alguna sonrisa por su musicalidad. Jamás podría imaginarse que sería debut y despedida en el Monumental. Dos años en el Nacional B, un River-Argentinos en 2004 en el que no le tocó jugar y dos en el 2005 que se disputaron en La Paternal le quitaron esa chance. Su segunda vez en el Monumental fue el 17 de agosto de 2014, ya con la camiseta de River: el 2-0 a Central que lo tuvo como autor de un golazo, en el mismo arco, el de Figueroa Alcorta, donde le había convertido a Lux.

Pero no nos adelantemos. En el medio, integró el Sub 20 que ganó el Sudamericano de Uruguay en 2003, el equipo dirigido por Hugo Tocalli que contaba con dos estrellas excluyentes: Carlos Tevez y Fernando Cavenaghi. Piscu era suplente de Patricio Pérez, a veces entraba por Marcelo Carrusca, pero así y todo se las ingenió para meter un gol decisivo ante Uruguay en el Centenario. Al Mundial disputado en Emiratos Arabes no lo llevaron.

En ese momento, algunos relatores lo llamaban Golosina, un apodo puesto porque al pibe le gustaba mucho la pelotita y, parece, se engolosinaba un poco. A Piscu no le gustaba nada el apodo y sólo reconoce su apellido apocopado como tal. “Mis amigos siempre me dijeron Piscu desde chiquito”, asegura.

En 2005, cuando compró a Oberman, River también se interesó por él, pero finalmente la operación no prosperó. Boca y San Lorenzo lo tuvieron en la mira aunque no formalizaron ninguna propuesta. Lo de Independiente, en cambio, fue más serio y estuvo cerca de concretarse dos veces, pero no pudieron destrabar su salida. Te están buscando, Matador, hubiera cantado Vicentico. Algún grande lo iba a terminar contratando.

Después de aquel gol de tiro libre a River en noviembre de 2005 fue vendido al Mallorca de Cúper. Jugó unos meses y luego fue relegado, pero así y todo se dio un gustito: empate de penal al Real Madrid de los Galácticos, partido que derivó en victoria por 2-1 del Mallorca y una grave crisis con renuncia del presidente Florentino Pérez. En YouTube se puede ver a Pisculichi caminando frente a Casillas, vendiéndole un buzón, esperando que se tire, y tocando el balón al palo opuesto. A fin de año, cuando ya no jugaba, los qataríes lo tentaron y él se dejó tentar. Cuando muchos futbolistas resisten 1 o 2 años como máximo en un destino semejante, que además se deja para el cierre de la carrera, Piscu atravesó los años más atractivos de su vida deportiva en Medio Oriente.

Imagen EN EL MALLORCA, donde estuvo apenas un año, marcado por Jesús Navas, del Mallorca.
EN EL MALLORCA, donde estuvo apenas un año, marcado por Jesús Navas, del Mallorca.
-Es rara tu carrera, al revés de la mayoría...
-Sí, pero no me arrepiento, eh, si me tocara elegir el mismo camino ahora, lo repetiría. Ojo que en Qatar no es que hacés lo que vos querés, ahí los dueños de los clubes son jeques y donde vos no rendís, chau y hasta la vista, te mandan a tu casa. Yo no fui a tomar sol, siempre tuve que estar al máximo para hacer una diferencia y sobresalir.

-¿Cómo te bancaste 6 años ahí?
-Me la banqué porque tengo una familia que me hizo el aguante siempre y porque la gente de Qatar me trató muy bien. La adaptación cuesta, es otra cultura, el idioma, las costumbres. En un momento hice el clic: me abrí, traté de hacer amigos, juntarme con argentinos que estaban trabajando ahí, ayudarla a mi mujer para que pudiera distraerse. Porque nosotros jugamos al fútbol, pero para la mujer suele ser más complicado.

-¿Por qué no funcionó lo del Mallorca? No duraste ni un año…
-Anduve muy bien los primeros 6 meses, pero cuando se sumó el caño Ibagaza, quedé un poco relegado. Tenía 22 años, era suplente y quería jugar, más allá de que el Mallorca pretendía que me quedara. Llegó una gran oferta de Qatar y el club recuperó lo que había inverido.

-¿No fuiste muy impaciente?
-Yo quería jugar, surgió la chance de venir a Independiente, pero justo cerró el libro de pases y cuando apareció lo de Qatar, cuyo libro de pases está abierto todo el tiempo, no lo dudé. Muchos me decían que aguantara, que me quedara a pelearla, pero elegí ese camino y ya está.

-Al menos le metiste un gol al Real Madrid…
-No me lo olvido más, porque en el momento en que nos saludábamos les miraba los ojos a cada uno y decía: “¡Mirá con quién estoy jugando!”. Estaban todos los galácticos: Zidane, Ronaldo, Roberto Carlos, Beckham…

-Vos los mirabas a los ojos, ¿y ellos?
-Noooo, ni sabían quién era, “hola, hola”, pero mirando para otro lado (hace el gesto).

Imagen MELENA al viento, en Al Arabi, de Qatar, camiseta que defendió durante seis años. Luego, uno más en el fútbol chino.
MELENA al viento, en Al Arabi, de Qatar, camiseta que defendió durante seis años. Luego, uno más en el fútbol chino.
-¿En esos 6 años en Qatar recibiste ofertas y las desechabas, o no salía nada?
-Recibía propuestas para salir, pero era difícil contentar a los jeques. Por ahí si le traías una oferta de mucha plata, si ellos querían seguir teniéndote, no te largaban.

-¿Se va a poder hacer un Mundial en verano, vos que jugaste ahí?
-Hace muchísimo calor, nosotros siempre parábamos en mayo y nos daban vacaciones, regresábamos en agosto para hacer la pretemporada en Europa y volvíamos a jugar en septiembre. Si no meten esas nubes artificiales de las que se está hablando, es imposible jugar en junio y julio ahí.

-¿Te quisieron convocar de la Selección de Qatar?
-Sí, cuando cumplí 5 años de estar ahí, pero cuando empezaron los trámites, encontraron que había jugado en el Sub 20 de Argentina y no se podía. Ahora hubiera sido distinto.

-¿Es muy distinta Doha de Rafael Castillo?
-Seeeee, terrible, no se puede comparar, mucho lujo en un lugar y en el otro se vive como se puede. He ido a hoteles y es una cosa de locos el lujo que existe, oro por todos lados, tenedores de oro por ejemplo.

-Me imagino la tentación de meterse aunque sea una cucharita en el bolsillo…
-No, no (risas), ahí te cortan las manos si hacés algo así, pero para alguien que salió de un lugar como Rafael Castillo, imaginate lo que era estar en esos lugares…

-¿Qué te sorprendió de China?
-No tengo el mejor recuerdo de esa experiencia, no la pasé bien. Los chinos son duros, más cerrados, no hablan inglés, no se abren para darte la posibilidad de ayudarte. También estaba en una ciudad chica, si me hubiera tocado Beijing habría sido otra cosa.

-Te cambio de frente: ¿siempre le pegaste bien de afuera?
-Siempre me gustó patear de afuera del área, metí varios goles así. Es una característica que traigo desde chico, me gusta patear, y Marcelo me dice que si veo el hueco, le dé, aunque uno debe pensar siempre en el pase al compañero, en hacer lo mejor para el equipo. Y me gusta hacerlo en este equipo, que me da esa posibilidad, porque todos tienen mucha movilidad y eso te obliga a dar el pase. Y en esas circunstancias, un buen pase permite que se abran los espacios, eso me facilita mucho el trabajo.

-¿Preferís ir por izquierda o por derecha?
-Por izquierda me siento cómodo porque puedo centrar con el pie hábil, como pasó en el segundo gol a San Lorenzo, el que metió Teo, y cuando arranco desde la derecha para adentro, se me abre el panorama y tengo la opción del pase y de patear. Ahí recibo más perfilado.

Imagen PEGADA precisa, ante Tigre. Hace años que River no tenía un ejecutante de tanta calidad.
PEGADA precisa, ante Tigre. Hace años que River no tenía un ejecutante de tanta calidad.
-¿Cuál es la clave de este River?
-Yo creo que entendimos (frena, se corrige, busca ser lo más cauto posible, no decir una palabra de más), estamos entendiendo el mensaje que manda Marcelo.

-¿Cuál es el mensaje?
-El mensaje que se ve en los entrenos, el trabajar, la humildad, el sacrificio…

-Es un lugar común, eso lo tienen todos…
-No sé, yo te digo lo que vivo en este grupo, que fue campeón hace 3 meses y no se nota.

-¿Y cuál es la clave en lo futbolístico?
-Presionar y, cuando tenemos la pelota, jugar. Yo creo que no hay que renunciar a intentar jugar. En los entrenos se hace mucho hincapié en el pase.

-¿Qué te pide Marcelo a vos?
-Movilidad, que ayude al Colo (Kranevitter) como cinco, pero más que nada que haga jugar al equipo cuando tengo la pelota, que encuentre los espacios. Mis compañeros se mueven por todos lados, y hacen que yo pueda manejar mejor la pelota. Y me pide que cuando encuentre un espacio, que patee.

-¿Te marcó alguna cosa puntual del puesto?
-Sí, me da conceptos de cómo aprender a moverme, más allá de que es una posición que conozco. No es fácil encontrar los espacios en este fútbol argentino en el que te presionan mucho y te marcan. Me ha comentado ideas para poder moverme detrás del cinco rival, pero siempre recibiendo perfilado para tener ventaja, eso lo vengo tratando de hacer en los trabajos de la semana.

-Sinceramente, ¿te sorprende el nivel que estás teniendo?
-Siempre pienso en dar el máximo y siempre confié en mí, pero lo que me pasó acá fue que me encontré con un grupo bárbaro, y eso me dio una gran confianza, me hicieron sentir muy cómodo. Por ahí uno no esperaba tanto, pero igual esto recién empieza, uno no puede sacar cálculos ahora.

-Vos habías llegado para ser suplente de Lanzini...
-Yo llegué a River, eso era lo importante (risas)… Después me quería ganar el lugar, obvio, respetando a Manu, tenía muy claro qué significaba él en el club, pero yo venía a hacer lo mío. Sabía que arrancaba de atrás. Y si a Manu no lo vendían, seguramente él estaría jugando, yo sabía que tenía que arrancar de atrás y pelearla. Trabajé y me maté para ganarme un lugar.

-Me imagino que habrás festejado cuando lo vendieron…
-Uno piensa, sí, pero también me puso triste porque es un gran jugador que hacía la diferencia y era muy importante para el equipo. También nos pone contentos que a él le vaya bien, le va a servir para progresar en su carrera. Obviamente, el hecho de que se fuera hizo que yo tuviera una oportunidad más fácil de jugar.

-Llegaste al club sin generar grandes expectativas y el hincha se encontró con una grata sorpresa, ¿coincidís?
-Siempre dije que la gente me iba a juzgar cuando me tocara jugar. Es la única manera que tenemos nosotros de responder, o demostrar cómo lo hacemos.

Y lo está haciendo muy bien Leonardo Nicolás Pisculichi, aquel chiquilín que hace 12 años enmudeció a un Monumental repleto. “¡Qué lindo sería jugar acá!”, recuerda que pensó en ese momento, con ojos chispeantes, ante el marco imponente. Se tomó su tiempo para volver a ese escenario. Y cuando lo hizo, ya tenía la banda roja cruzándole el pecho. Se fue en calabaza y regresó en carroza.

Por Diego Borinsky. Fotos: Hernán Pepe y Archivo El Gráfico

 Nota publicada en la edición de octubre de 2014 de El Gráfico