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Carrizo: "La camiseta no me pesa"

Llegó a Boca hace casi dos meses y, a costa de su dinámica y de su búsqueda por jugar y hacer jugar, se perfiló como el mejor del equipo. El volante explica por qué no siente la presión, describe su historia y su juego, califica con un “regular” el pálido arranque del Xeneize en el semestre y confía en que la mano cambiará.

Por Redacción EG ·

18 de septiembre de 2014
     Nota publicada en la edición de septiembre de 2014 de El Gráfico

Imagen A LOS 23 AÑOS posa en el Museo de Quique. Lucirse ante la multitud no le cuesta; al contrario.
A LOS 23 AÑOS posa en el Museo de Quique. Lucirse ante la multitud no le cuesta; al contrario.
EL DESAFIO no lo paraliza. Se lo nota sin miedo ante un contexto adverso, inmerso en un Boca al que le cuesta demasiado, pero demasiado de verdad, elaborar juego. Federico Carrizo, de apenas 23 años, muestra personalidad y no se esconde: pide la pelota e intenta jugar y hacer jugar, trata de asociar partes de un equipo disociado sin ser un conductor natural, se anima a ir al frente en una Bombonera que al cierre de esta edición no ardía por respetar el pasado perfecto de Carlos Bianchi, y busca desequilibrar. ¿Por qué será? “Es que soy así. Cuando entro a la cancha, sólo pienso en el partido. Me quedó marcado lo que me había dicho Omar Palma cuando me dirigió en Rosario Central: ‘Diablito jugá tranquilo, divertite, disfrutá de esto que es lindo’. Y eso me relajaba porque me decía algo común que me generaba confianza. Entonces, intento hacer eso y jugar sin presiones”, reconoce.

Hasta aquí, cuando el Xeneize ya fue eliminado de la Copa Argentina en su primer cruce -a manos de Huracán, que compite en la B Nacional-, y entró mal pisado en el torneo local al conseguir tres puntos sobre nueve y al exhibir una versión alarmante en su producción de fútbol, este volante dinámico y escurridizo -que se incorporó hace casi dos meses al club y que arranca a la izquierda en el mediocampo pese a ser derecho- no parece pesarle una camiseta que otros llevaron y la llevan como si fuera una carga.

-¿Vos tomaste consciencia de que jugás en la Primera de Boca?
-No, la verdad es que no. Mi papá me preguntaba lo mismo el otro día. Para mí era un sueño desde chico estar acá y me entrené mucho para conseguirlo. Hoy, disfruto al máximo cada situación, cada entrenamiento, cada partido… Me entreno en un lugar que antes veía por televisión… Estoy feliz por jugar en Boca. La camiseta no me pesa, por ahora no lo sentí… Trato de no pensar, de darle una mano al equipo y de disfrutar.

-¿Hay tiempo de mantener la cabeza fría y no engancharse con el malestar de los hinchas por este flojo comienzo del equipo en el segundo semestre del año?
-Nosotros tenemos que estar tranquilos adentro de la cancha, no podemos jugar al ritmo de la gente porque ellos nos alientan, saltan, gritan y están a mil por hora en las tribunas, y si nos dejamos llevar por eso, vamos a cometer errores. Entonces, debemos conservar la calma, mostrar nuestra personalidad y jugar.

Su exploración se torna firme y conoce de cierta constancia. Sus ansías por crear se ven a simple vista. Las muestras abudan al margen de si las jugadas terminaron en gol o no: exigió seriamente a Oscar Ustari y fue el más incisivo en la derrota 1-0 ante Newell’s, le reventó el travesaño a Juan Carlos Olave y tuvo la lucidez para ponerle a Emmanuel Gigliotti una pelota bárbara, al espacio vacío, para que el número 9 sellará el triunfo 1-0 contra Belgrano cuando se moría el partido, e insistió durante el primer tiempo en la dura caída 3-0 frente a Atlético de Rafaela.

“A veces, me pego a la línea porque creo que en ese momento el partido está por ese lado y juego mano a mano contra el lateral; otras veces, cuando la pelota no me llega, me tiro más al medio, cerca del cinco, para juntarme y poder ayudar a construir. Eso me pasó contra Belgrano porque no me llegaba, y me paré al lado de Gago para colaborar en la elaboración de juego”, destaca sobre su afán por encontrar soluciones al inventar.

-Siempre hablaste sobre aportarle tu granito de arena al grupo. ¿Pero a qué te referís puntualmente en el aspecto futbolístico?
-Por mis características, intento desbordar, ser punzante y encarar de tres cuartos de cancha en adelante, meter un pase de gol y enganchar y patear al arco.

-¿Te considerás la esperanza del fútbol de Boca?
-No, hay un montón de muy buenos jugadores y tenemos un plantel que puede andar muy bien. Obviamente que debemos mejorar. Pero repito: hay muy buenos jugadores y muchos chicos de inferiores que trabajan con la Primera y que tienen un futuro bárbaro.

Imagen TOCA Y VA a zafar de la marca de Hernán Villalba. Fue el único refuerzo en ser titular en la primera fecha del torneo local.
TOCA Y VA a zafar de la marca de Hernán Villalba. Fue el único refuerzo en ser titular en la primera fecha del torneo local.
ATREVIDO Y DESFACHATADO adentro del campo de juego, tímido y ubicado afuera de la cancha. Así resulta después de haberlo tratado personalmente. Nació en La Falda, pero se sabe de Villa Giardino –siempre en el radio de Córdoba–. Su papá, Marcelo, es significativo en su vida más allá del vínculo de sangre: primero, lo apodó Pachi sin un por qué y quedó, y segundo, le inculcó el amor por el fútbol.

“Era un pibe tranquilo que andaba con la pelota para todos lados. Hubo un tiempito que me enganché a jugar al Counter Strike con la computadora, porque había abierto el primer ciber en el pueblo e iba con mis amigos. Pero dejé la computadora rápido y seguí pateando motivado por mi papá, que me regaló mi primera pelota. Yo lo iba a ver a una liga de la zona en la que él jugaba; era defensor: número 2 o número 3. Y mi mamá, Ana, me contaba que me gustaba enrollarle las vendas…”, recuerda entre risas.

-¿Dónde y cuándo arrancaste a patear y cómo comenzaste en Rosario Central?
-Empecé en el Club del Centro, que no existe más, a los cuatro o cinco años. Después, pasé a Villas Unidas, el club de Giardino donde se jugaba la liga. Y a los 12, tras ir tres veces a probarme a Central de la mano de Pancho Rivadero y no convencer porque me pedían que volviera, me fui para Las Palmas, en Córdoba. Ahí Juan Braz, un conocido de mi mamá, me preparó durante seis meses y me volvió a llevar a Central. La realidad es que hay muy buenos jugadores en Giardino, pero se hace difícil salir del pueblo para probarse en un club… Entonces, si no te llevan, olvidate… Bueno, yo tuve esa suerte de que ese hombre, Juan Braz, me llevara a Central y quedé de ocho cuando tenía 13 años.

Vivió siete años en la pensión del Canalla y siempre focalizó su objetivo: ser futbolista profesional. Por eso, cuando extrañar le afectaba su estado de ánimo, sólo fantaseaba con cumplir su sueño. “Disfruté el primer año porque todo era lindo. Pero en el segundo, extrañaba a mi familia y me costaba volverme de Giardino a Rosario, y encima en ese momento tampoco me ponían en el equipo. Pero un día entré en un partido, al técnico le gusté y continué. En inferiores, jugué mucho de enganche y después me movieron a los costados”, explica.

Después de una cortísima experiencia de tres o cuatro encuentros en Reserva, hizo su estreno en Primera ante Estudiantes, a dos fechas del cierre del Clausura 2010, tras ingresar luego de ir por primera vez al banco de suplentes. Sin embargo, se topó rápido con el único duro revés de su corta trayectoria: le tocó descender a la B Nacional, en el choque contra All Boys por la Promoción, con sólo cuatro partidos como profesional. “Debuté en la peor etapa de Central”, resume.

Ya en la B Nacional, Reinaldo Merlo lo relegó, Héctor Rivoira lo miró con buenos ojos y lo comenzó a incluir en el equipo, y Omar Palma le dio continuidad. “Al Negro Palma lo quiero mucho porque me aconsejó muy bien y me dio confianza”, agrega. Después, alternó mirarlo desde adentro y desde afuera con Juan Antonio Pizzi, y lo mismo le pasó con Miguel Russo, entrenador con el que ascendió a la A, con el que se ganó un lugar seguro entre los titulares y con el que se lució en la máxima categoría del fútbol argentino para después cambiar de equipo, pero no de colores.

Imagen ES EL MEJOR de Boca en el inicio del segundo semestre, y eso que se sumó hace casi dos meses.
ES EL MEJOR de Boca en el inicio del segundo semestre, y eso que se sumó hace casi dos meses.
EL VERTIGO no va ni con su manera tranquila de ser ni con su modo pausado de expresarse. Pero sí encaja con su carrera y los tiempos voraces del fútbol. “Se me dio todo muy rápido. ¿Si llegué a Boca ya afianzado en Primera? Creo que me agarró en un buen momento personal, con cierta experiencia en Primera porque la B Nacional es un torneo durísimo que me hizo fuerte. Yo me siento bien, con confianza”, asegura.

Admite que el efecto que produce vestir la azul y oro aún no lo sintió, más allá del incremento lógico en su exposición pública. “Todavía puedo hacer cosas fuera de mi casa y casi que no me paran por la calle. Como estoy hace poquito en el club, la gente no me conoce. Por eso, voy a caminar, a cenar afuera o al cine con tranquilidad. Quizás puede haber diferencia dentro de unos meses”, argumenta.
La conversación retoma un tema álgido: por qué al Xeneize le cuesta elaborar juego. Pachi, ¿qué les pasa: les falta conocimiento, que se construyan correctamente las sociedades, se tienen que soltar? “Es eso último principalmente: nos tenemos que soltar. No dudo de que vamos a mejorar de a poquito, porque hay jugadores para andar bien y lograr un buen manejo de pelota. Pero somos muchos los chicos que llegamos hace poco y estamos todavía en un proceso de integración y de conocimiento. Tampoco podemos olvidarnos de que recién comienza el campeonato. Tenemos mucho para dar y lo demostraremos”, responde sin titubear.

-¿Te facilita jugar cerca de futbolistas como Fernando Gago o Gonzalo Castellani?
-Sí, obviamente. Como soy bajito, a mí me gusta jugar con la pelota al piso, con jugadores con las características de Fernando y de Gonzalo, que manejan muy bien la pelota, que les gusta tenerla. Pero hay momentos en el partido que no se puede jugar mucho, porque el rival presiona bien y entonces hay que pasar el mediocampo con un pelotazo para agarrar la segunda pelota.

-¿Pero no resulta mejor conservar la pelota en vez de arriesgarla al tirar un bochazo?
-Sí, pero si la perdés en un sector en el que no se puede tocar mucho, el rival te puede convertir. Entonces, ahí hay que tirar un pelotazo al vacío, al cajón, para ganar la segunda jugada. Cuando no se juega bien, esos pelotazos son necesarios porque a veces pueden generar peligro.

-Vos que estás adentro de la cancha, ¿Boca juega bien, regular, mal; tiene pasajes para los tres calificativos, sea en uno o en diferentes partidos?
-Regular, así fue nuestro rendimiento en los primeros partidos porque por momentos jugamos bien y por otros, mal. Tenemos todo para andar bien, confío en el plantel y sé que Boca va mejorar en poquito tiempo.

-¿Qué aspecto de tu juego trabajás para pulirlo desde que te incorporaste al club?
-El retroceso, eso es lo que más me cuesta. Soy un jugador muy ofensivo que trato de aportar cuando el equipo vuelve, pero me falta. Después, quiero patear mejor con zurda, soy derecho… Corregir eso sería importante para desbordar y sacar el centro rápido, para probar al arco desde afuera del área.

-Respecto al retroceso, ¿no te sentís fundido? Hay pocos futbolistas que tengan las condiciones físicas para correr muy bien el carril, de ida y de vuelta.
-Sí, me pasó un montón de veces esto de hacer un gran esfuerzo para atacar y luego tener que volver rápido hasta atrás, y últimamente me excedía. Por eso, Bianchi me dijo hace poco que no me preocupara por el marcador, sino que el defensor se preocupara por mí y que yo me ocupara de atacar y no de defender tanto. Y eso está buenísimo.

-¿Alcanza con cambiar la cara, que el equipo consolide un buen juego, o no existe otra que obtener un título, más allá del cómo?
-Es que eso viene de la mano con el buen juego. Si mejoramos, que estoy seguro de que lo vamos a lograr, podremos ganar un título. Como decía: jugamos de manera regular, por momentos bien y por otros, mal. Pero el equipo me gustó más de lo que no me gustó.

Sensaciones ambiguas, encontradas; así Federico Carrizo vive estos días en los que el cruce contra su querido Central, por la Copa Sudamericana, se torna inevitable. “Qué sé yo, sabía que sería así y hay que afrontarlo. Nosotros les apuntamos a los dos títulos: la Copa y el torneo local. Nunca pude ganar un campeonato en Primera, sólo ascendí con Central. Sería muy lindo festejar a fin de año, pero trato de no pensar tanto más allá”, asegura.

Los hinchas xeneizes pueden tranquilizarse ante la tempestad. Pachi desea desarrollar cierto recorrido en el club, sueña con consagrarse, y no pretende estar de paso por la Bombonera ni pegar un salto al exterior con la velocidad que corre la cancha. No es cuento porque lo mismo que piensa y afirma, lo sostiene donde vale: en el campo de juego. Eso ya es una buena noticia.

Por Darío Gurevich