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River: subir la apuesta

Cuando todos imaginaban un semestre de transición por las ventas y la salida de Ramón Díaz, Gallardo consiguió en muy poco tiempo darle una identidad sorprendente al equipo. Esto recién comienza, pero la ilusión en los hinchas es tan grande que muchos ya lo comparan con el equipo de los 90.

Por Diego Borinsky ·

18 de septiembre de 2014
       Nota publicada en la edición de septiembre de 2014 de El Gráfico

Imagen SONRIE el Muñeco. Su mensaje le llegó rápido al plantel. Llevaba dos años sin dirigir.
SONRIE el Muñeco. Su mensaje le llegó rápido al plantel. Llevaba dos años sin dirigir.
Algunos exigen mesura. Y es lógico. Van apenas 3 fechas de campeonato y 2 de Copa Argentina (al 25/8). Sería mucho más sencillo esperar a diciembre y entonces, de acuerdo al resultado, afirmar que es el mejor River de las últimas dos décadas o que se trató de un espejismo. Así, cualquiera.

Digamos que de estos cinco partidos oficiales, el River de Gallardo ganó 2 y empató 3, aunque luego transformó dos de esas igualdades en victorias por penales. Desde lo numérico, no se trata de una eficacia apabullante. Sin embargo, las señales que ha enviado en dos de esas presentaciones (Rosario Central y Godoy Cruz) despertaron tal entusiasmo en la feligresía riverplatense que unos cuantos viajaron en la máquina del tiempo y creen estar otra vez en la década del 90. El Beto Alonso, que tiene un paladar tan exigente y preciosista como su zurda, un hombre que no anda regalando flores así porque sí, lo expresó con claridad: “Desde la época de Francescoli y Salas, no veía una demostración de fútbol como la del domingo con Godoy Cruz”. Debe ser demasiado bueno lo mostrado por este River de Gallardo. O demasiado pobre y chato lo visto en los últimos 20 años, no sólo de River, sino del campeonato argentino en general. O un poquito de cada cosa.

Todo esto, además, conseguido en dos meses, lo que habla en un punto de cuánto se guitarrea a veces con este tema. Un ejemplo. El miércoles 4 de septiembre de 1996 en el estadio de Unión de Santa Fe, River disputaba la 2ª fecha del Apertura. Venía de ganar dos meses atrás la Libertadores luchando más que jugando, como se suele ganar la Copa, pero no le encontraba la vuelta al funcionamiento. Sumaba 9 partidos sin triunfos en el ámbito local, una enormidad para esos años. Hubo un parate antes de esa fecha por las Eliminatorias, y al regreso, a los 30 segundos de partido, el debutante Julio Cruz puso el 1-0 de cabeza tras una gran maniobra colectiva iniciada en la izquierda. Ese River tenía a varias piezas nuevas (Berizzo, Monserrat, Berti, Salas, Cruz) que hicieron clic y encastraron al instante para darle vida al mejor equipo en años, el de los 30 toques, que terminó obteniendo el Apertura 96. Y ese cambio, que con leves variantes se extendió hasta fines del 97 (hasta el retiro de Enzo), se materializó sin un prolongado proceso de preparación.

Aquí, entonces, un ensayo con 10 motivos que intentan explicar la evolución de la especie en el equipo del 10, el equipo de Gallardo.

1. Tiene menos, juega mas. Empecemos por calibrar el plantel para conocer el punto de partida. Ramón Díaz renunció porque no le iban a traer refuerzos y no pensaba exponer sus laureles. El equipo perdió a sus dos promedios más altos del campeonato (Ledesma y Carbonero), a su goleador por lesión (Cavenaghi), al más desequilibrante (Lanzini), al arquero suplente que le salvó las papas (Chichizola), mientras por estas horas se definía la venta de una columna del fondo (Balanta). En contraposición volvieron dos hombres que supieron rendir con esta camiseta y luego bajar, como todo el equipo, (17° en el Inicial 2013), los uruguayos Sánchez y Mora, arribó Pisculichi del descendido Argentinos y un arquero suplente de experiencia, Chiarini. En los papeles, bajó en cantidad y calidad. Los equipos no sólo se construyen apilando nombres.

2. La tranquilidad del campeon. El Torneo Final 2014 ganado por River le cortó una racha de 6 años sin vueltas olímpicas en Primera. Fue el primer título después del descenso, el que devolvió las cosas a su sitio natural, el que restituyó la calma y también la autoestima a toda la comunidad riverplatense: hinchas, dirigentes, jugadores. Aunque la gente se volcó masivamente en los peores momentos, también hay que reconocer que se vivía una tensión permanente en el Monumental. Murmullos, protestas y ansiedad se transmitían al campo de juego. Al equipo le pasaban cosas increíbles, como no cerrar partidos ganados (el 2-2 con Boca en Núñez sobre la hora, por citar un caso emblemático), una energía negativa que podría sintetizarse en la frase: “Si algo malo nos puede pasar, nos va a pasar”. Ramón Díaz supo absorber esa presión y transformarla. River salió campeón y eso es un mérito en sí mismo, aunque sufrió hasta el pitazo final en todas sus presentaciones (salvo en el 5-0 con Quilmes). Hoy, el ambiente se descomprimió y los futbolistas juegan más livianos. Arriesgan y confían en sus destrezas. Se nota mucho.

Imagen ANTICIPO. Casamiento de Gallardo en 1997, Ramón, el DT, saluda al 10. Y le pasa la posta.
ANTICIPO. Casamiento de Gallardo en 1997, Ramón, el DT, saluda al 10. Y le pasa la posta.
3. Presion alta, ambicion permanente. “Son los jugadores los que te llenan de orgullo cuando logran plasmar algo con lo que se sienten identificados”, declaró emocionado Gallardo tras el 4-0 en Mendoza. Por lo visto hasta aquí, el Muñeco consiguió inculcar a los suyos los conceptos básicos de lo que pretende: atacar en todo momento y con mucha gente, presionar en la salida y sostenerlo los 90 minutos. Contra el Tomba, en el minuto 80, con el 4-0 ya sellado, Vangioni entró al área por izquierda. En la siguiente jugada, lo hizo Mercado por derecha. No conformarse es el lema. Para ello, el DT debe machacar con esa idea. El River de Ramón no lo hacía. Metía un gol y que Dios lo ayude.

4. Triangulaciones y pase bien dado. Claro, ¿cómo se consigue llegar mucho y seguido? En todos los sectores del campo se observa a cada hombre de River con dos o tres opciones de pase, formando triángulos nítidos que provocan superioridad numérica sobre el adversario. Para aplicarlo es decisivo utilizar bien una herramienta básica, el fundamento N° 1 de este bendito juego: el pase. El pase bien dado, o sea, hacia adelante, hacia el espacio, no para atrás. El pase fuerte, para que el receptor no pierda tiempo en controlar y orientarse. Parece una estupidez, pero es importante que el DT baje línea y corrija. Y se han visto mucho esas asociaciones en este River en diferentes sectores del campo.
5. Romper el doble cinco. Un equipo con el mandato histórico de River de ir a la yugular del rival pierde peso ofensivo con el doble cinco, salvo que juegue con tres en el fondo. Ramón utilizó a Ledesma-Ponzio en un comienzo, luego Ledesma-Rojas o Ledesma-Kranevitter en menor medida; Gallardo lo rompió para darle la responsabilidad exclusiva al tucumano, que necesita terreno abierto para correr y anticipar, para quitar y distribuir. Esa modificación táctica potenció a Kranevitter y le habilitó a River una mayor presencia ofensiva.

6. Vértigo. River está jugando a velocidad supersónica. Sánchez por un lado, Vangioni por el otro, Teo y Mora por el centro y rotando, se multiplican los rapiditos. Pisculichi pone algo de pausa, pero, en líneas generales, asombra el ritmo que el equipo le está imprimiendo al juego. En ese sentido, habrá que ver si tiene suficiente plantel para afrontar la triple competición de este semestre con semejante desgaste. Es un interrogante que puede marcar el futuro. Del mismo modo, uno se pregunta cómo Cavenaghi se insertará en este equipo, ya que su mayor virtud no es la rapidez.

Imagen KRANEVITTER, que alternaba con Ramón, arrancó de suplente en la primera fecha, se ganó el puesto y hoy es uno de los rendimientos más altos.
KRANEVITTER, que alternaba con Ramón, arrancó de suplente en la primera fecha, se ganó el puesto y hoy es uno de los rendimientos más altos.
7. Ataque corto. El sector en el que menos variantes posee Gallardo es en ofensiva. Teo y Mora conforman una dupla de jerarquía, pero el colombiano seguía coqueteando con su salida al cierre de esta edición y hasta el 31 de agosto el DT no iba a dormir tranquilo. Fue muy notoria la diferencia cuando jugaron los pibes arriba a cuando lo hicieron los grandes. Aún quedándose Teo, no hay un suplente de experiencia para reemplazarlos. Como el fútbol se sigue definiendo en las áreas, este es un rubro que puede complicar a River.

8. Pibes en marco adecuado. Lo expresó con claridad el manager Francescoli: “Tenemos muchos chicos que vienen participando en diferentes selecciones juveniles y queremos saber si están para la Primera de River, para eso necesitan minutos en cancha”. Tomás Martínez, por caso, debutó en el verano de 2013 con Ramón Díaz. Luego, en un año y medio sólo jugó un partido de Copa Argentina y entró en otro de campeonato. Con Gio Simeone y Fede Andrada pasó lo mismo: Ramón los hizo debutar y los descartó casi con la misma facilidad. Eso no le sirve a nadie. Ni a los chicos ni al club. Tomás Martínez, Lucas Boyé, Sebastián Driussi y Gio Simeone tendrán oportunidades en el semestre, sumarán minutos de verdad, entrando seguido porque tampoco hay muchas opciones arriba (adrede, para darles pista) y a fin de año el club sabrá si tienen capacidad para vestir esa camiseta o si deben emigrar.

9. Cabeza y racionalidad. Desde que se retiró, todos los presidentes buscaron que Francescoli se sumara al club en el puesto que fuera y Enzo, salvo algún amague inicial con Pintado, siempre se negó. Si aceptó ahora, es porque conoce a D’Onofrio y confía en él. Francescoli es el que marca la línea futbolera, el que acepta reincorporar a Sánchez y Mora tras charlar con Gallardo y entender que pueden ser útiles, el que hace la apuesta por los pibes, el que no se vuelve loco a la caza de refuerzos porque analiza y cree que el plantel tiene valía. Pensar un poco más allá, con criterio y sin volverse loco. En esta misma edición, el presidente de San Lorenzo asegura que una de sus mejores decisiones fue contratar a Bernardo Romeo como manager. Que el fútbol de River lo maneje Enzo Francescoli, aunque no pueda hacerlo en cortos, lo dice todo.

10. Los buenos aires. Soplan vientos de cambio en River desde este 2014. Y eso se siente. Si la cabeza de un club está bien, todo comienza a ordenarse. Si, en cambio, la cabeza está podrida, es imposible que a un club le salgan las cosas. River concluyó la etapa más nefasta de su historia (descenso incluido) y la conducción de la institución ha quedado en manos responsables, sensatas, en cabezas pensantes. Los directivos están, acompañan, cumplen. El futbolista lo siente. El hincha también. Y la energía cambia abruptamente. De golpe, River le gana a Boca todos los partidos del verano, sale campeón, vence a San Lorenzo en la superfinal y se impone por penales (karma histórico) a Boca en México, a Ferro y Colón en Copa Argentina. Todo tiene que ver con todo. Aquí puede estar gestándose algo muy grande. Después no digan que no avisamos.

Por Diego Borinsky