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Ortigoza: "Esa imagen nos va a quedar de por vida"

Repasa el momento de levantar la Copa y se emociona. Cerebral y calculador, metió el gol de penal que a San Lorenzo le dio la única Libertadores y se consagró campeón al disputarla por primera vez. Orti analiza la evolución de su juego y del equipo, y está convencido de que se le puede ganar al Real Madrid.

Por Redacción EG ·

18 de septiembre de 2014
     Nota publicada en la edición de septiembre de 2014 de El Gráfico

Imagen EN SAN LORENZO: tras una experiencia en 2011-11, volvió en 2013 y ganó el Torneo Inicial y la Libertadores.
EN SAN LORENZO: tras una experiencia en 2011-11, volvió en 2013 y ganó el Torneo Inicial y la Libertadores.
MINUTO 35. Gobierna la tensión, el miedo escénico, en el Nuevo Gasómetro. Los cuervos están expectantes, algunos ni miran en la platea: sólo atinan a levantar la vista e imploran. Néstor Ortigoza toma una larga carrera para patear hacia la gloria, para pulverizar un equívoco de 54 años, para convertirse en figura eterna y sumar puntos para la estatua. Se había contracturado en la final de ida ante Nacional, de Paraguay, en la que la gastó, pero él se planta ahí, apenas después de la medialuna del área, de cara a una pelota que quema y a la popular local azulgrana. Sin temor al fracaso ni al ridículo, corre y patea firme y a colocar, a su derecha, casi sin despeinarse, y desata un grito de gol desgarrador.

Aquí, en el hall central del estadio –espacio en el que El Gráfico armó un set de fotografía para la producción de tapa–, a menos de tres días de la consagración, reina la duda: ¿cuándo se le pusieron los pelos de punta a Orti: antes de patear en la final de la Copa, a cancha repleta, o previo a ejecutar en una final por dinero en el barrio? “Estaba más nervioso antes de pegarle en la final de la Libertadores, olvidate. Pero ese no fue el penal que más tensión me generó antes de patearlo. Hubo otro –sorprende–. El que más nervioso me puso en mi vida es el que metí contra Instituto hace dos años, en la Promoción para no descender. Ahí sí que pateé una pelota de fuego”.

-¿Pero el que tiraste en el último partido de la Copa no era así?
-Pasa que venía muy confiado; mis compañeros, el cuerpo técnico y los hinchas también me daban esa confianza, y en esa Promoción nosotros no estábamos de esa manera: teníamos dudas porque no ganábamos, nos sentíamos decaídos. Y en la final de la Copa, jugué más con los nervios del arquero que con otra cosa, y me salió.

El volante central, de excelencia para el doble cinco, no sólo clavó el gol decisivo. Mientras San Lorenzo jugaba un tanto dubitativo y bastante atado, el argentino nacionalizado paraguayo resultó el primero que se soltó en el CASLA. Era eje, pasador y conductor; era clave en el retroceso al presionar, marcar, ordenar y sacar a sus compañeros para adelante; era todo, simplemente. “Traté de no meterme en la cabeza que jugaba la final de la Libertadores y logré sacarme de encima esa presión. Yo cuando estoy tranquilo, las cosas las hago mejor. ¿Para qué cargarme con todo eso? Si no sirve para nada y encima te puede jugar en contra. Entonces, disfruté. Igualmente, sí estuve nervioso en Paraguay, en la previa al partido contra Nacional. Me sentía fastidioso y no la pasé bien, porque era una final, por el tema de las entradas que no se solucionaba… Es que no se conseguían allá para nuestros familiares y mis viejos fueron para Paraguay… Más allá de esto, cuando arrancó el partido, se me pasó la calentura, me tranquilicé y sólo pensé en jugar. Acá, en cambio, los dirigentes de San Lorenzo hicieron todo muy bien: las entradas para nuestros familiares las repartieron con tiempo, nos concentramos desde el lunes, a dos días de salir a la cancha, sin ningún problema... La verdad es que se manejaron muy bien, y me relajé y disfruté el partido. La cancha reventaba, estaba llena, se notaba feliz a la gente... Vivimos un momento muy lindo, soñado”, explica.

Se le menciona su estadística y se ríe. Muchos disputaron la Copa varias veces y jamás la besaron. Pero a Ortigoza no le vengan con ese cuento. “Tengo un cien por ciento de efectividad. La jugué una vez y la gané, impresionante -anticipa, como en la cancha-. Igualmente, me hice la misma pregunta durante un montón de tiempo: ‘¿Cuándo carajo la voy a ganar?’. Y me la hacía porque no participaba en la Libertadores, la veía por la tele. Sólo había jugado la Su-damericana y había llegado hasta las semifinales con Argentinos, cuando Estudiantes nos dejó afuera. Y te digo más, me acuerdo de una frase que el Patón Bauza había dicho en un programa, creo que de televisión, hace mucho: ‘La están levantando todos, este la ganó como tres veces, ¿por qué no la puedo levantar yo? ¿Cuándo me va a tocar a mí?’. Y es verdad, yo pensaba lo mismo que él”.

-¿Cuándo tuviste la certeza de que la ibas a conquistar: recién en la final o en un momento anterior del torneo?
-Nosotros arrancamos el campeonato y con el grupo le apuntamos a ganarlo. Yo soñaba despierto con la Copa. No te voy mentir, no te voy a decir que me dormía y lo soñaba, no… Lo vivía, lo imaginaba, sabía lo que estábamos haciendo, que lo íbamos a lograr, pero nunca pensé que esto tomaría una dimensión tan grande.

-¿Qué imagen guardás del partido de vuelta de la final?
-La gente cantando, llorando; todo el grupo abrazado cuando terminó el partido y después levantando la Copa… Esa imagen nos va a quedar de por vida. ¿Cómo hacés para sacártela de la cabeza? No podés… Hicimos historia en este club y van a pasar años y se va a seguir hablando de este equipo. Todavía no bajamos las revoluciones, me parece que todavía no caímos.

Imagen LA MIRADA fija, la sonrisa genuina: Orti le declara amor eterno a la Libertadores.
LA MIRADA fija, la sonrisa genuina: Orti le declara amor eterno a la Libertadores.
-¿CUANTOS PARTIDOS perfectos disputaste en tu vida?
Cuesta contestar de un saque, de primera. No resulta tan sencillo como parece dar una respuesta en segundos sobre una cuestión puntual que invita a bucear en el pasado, a surfear olas añejas en diferentes etapas de una vida que acredita 29 años. Jonathan (como lo llaman sus familiares, sus padres deseaban inscribirlo así pero no los dejaron porque en 1984 estaban prohibidos los nombres ingleses en la Argentina) no será ni el primero ni el último en razonar lo más ágil que pueda para manifestar el número preciso. Se le aclara que no necesariamente tienen que ser partidos profesionales, también valen los desafíos, sean por dinero o por el honor, en el barrio Loma Grande, en Merlo, o en los potreros de González Catán; el fulbito con la barra de amigos y familiares, los choques en inferiores en Argentinos… “Varios, qué se yo, cinco, ocho, diez, no sé exacto”, interrumpe.

-¿La vuelta de la final en el Nuevo Gasómetro entra en esta consideración?
-No… Jugué bien, aunque no fue perfecto. Sí terminó siendo así por el resultado, porque salimos campeones de América. Pero creo que al equipo le faltó jugar bien.

Choca un poco. El tipo que resultó el mejor de la final, que así fue catalogado también por los organizadores del torneo, que se encargó de dormir y acelerar el juego a la vez, que defendió la pelota como nadie, que le hizo ver la luz a Boedo cuando el panorama era oscuro, se sincera. Podría inflar el pecho, sacar chapa y prender la máquina de humo; no obstante, elige caminar por la vereda del sol.

-¿Qué le agregaste a tu juego en tu segunda etapa en San Lorenzo?
-Ahora trato de hacer las cosas más simples, ordenarme mejor, poner más pases de gol y meter mucho. Siempre fui de correr, pero al jugar tal vez te olvidás de meter, y hoy juego más al límite.

-¿Por qué Mercier es tu mejor socio para el doble cinco?
-Nos entendemos a la perfección. El sale y yo le tapo el hueco, yo me mandó y él me cubre, él recupera y te la entrega redonda porque es el mejor recuperador en el fútbol argentino… Nunca hace una de más, de vez en cuando pasa al ataque y lo hace bien. Somos una buena dupla y se van a acordar de nosotros durante mucho tiempo.

-¿Se hablan en la cancha o, como se conocen tanto y desde 2007-2008, ya no?
-Sí, nos hablamos… “Che, Pelado, fijate que está pasando esto; me parece que tenemos que hacer tal cosa porque nos entran por acá; o tirate más a la derecha que se nos viene por ahí”… Esas son algunas de las frases que nos decimos.

-¿Nunca hubo una puteada?
-No, no, la verdad es que no.

“NOSOTROS TENEMOS un plantel con jugadores maduros, con experiencia. Los festejos por haber ganado la Copa ya pasaron. A partir de acá, hay que ajustar y no relajarse. Apuntamos al campeonato local, a la Copa Argentina, al Mundial de Clubes… Ya depende de nosotros, no se vive del pasado y el jugador de fútbol debe demostrar todos los días. Sabemos las exigencias de un club grande, como San Lorenzo, las presiones que existen, y buscaremos ganar más títulos”.

A Orti no le cabe ni un poco de conformismo. El hombre podría recostarse debajo de la palmera y ostentar el título obtenido. Sin embargo, se entrena junto a sus compañeros como si recién tocara Primera, como si no hubiera construido una linda carrera en 10 años siendo profesional, como si no fuera campeón de América, porque en el fútbol nadie se las sabe todas. “Tenemos mucho por mejorar y hay cuestiones tácticas que venimos trabajando para corregirlas, como ordenarnos más rápido después de perder la pelota”, simplifica.

-¿Cuál es la virtud del equipo en lo futbolístico?
-No perdemos la paciencia y esto es difícil de lograr en el fútbol argentino, porque la gente te lleva a eso: quiere que hagamos el gol ya y que ataquemos siempre, y a veces no se puede, el rival se cierra y no se le puede entrar. Entonces, tenemos tranquilidad y encontramos un balance defensivo al ser ordenaditos.

El Mundial de Clubes, que se llevará a cabo en diciembre, figura en el exigente segundo semestre de competencias del CASLA y su presencia influirá adentro y afuera de la cancha. El mediocampista, que llegó hasta los cuartos de final en el Mundial de Sudáfrica 2010, que se colgó la medalla de subcampeón en la Copa América 2011 y que fue convocado recientemente al seleccionado paraguayo luego de tres años, aportará sus vivencias y será vital para contener y guiar a los más pibes del plantel. El torneo, entonces, no lo asusta, sino que lo motiva más allá del rival de mayor jerarquía que participará en la competencia. “¿Cómo no se la va a poder ganar al Real Madrid? San Lorenzo es un equipo grande, eh –desafía–. Si nos toca enfrentarlos, vamos a tratar de jugarles de igual a igual. Sabemos que tienen virtudes, pero también cometen errores. El Patón es un entrenador muy inteligente, que estudia y mira muchos videos para poder encontrar esos errores y decirnos cómo los podemos golpear”.

-¿Pero no te preocupa la calidad de los futbolistas del Madrid, no te inquieta saber cómo los van a frenar?
-Ellos tienen muchos jugadorazos mundialmente hablando, Cristiano Ronaldo es un fenómeno, un mostro, pero cuando lo tenga enfrente el fenómeno voy a ser yo. No lo digo por tirarlo abajo ni por agrandarme, porque… Mirá, me pasó de tenerlo a Verón enfrente mío, a Riquelme, y son unos cracks… Riquelme es el mejor jugador que yo vi. Se habla de que el Diego era un mostro pero yo no lo vi, era chico, y a Román lo disfruté, a Verón también… Pero Riquelme era una cosa de locos… Yo lo iba a enfrentar un domingo y el jueves había comido en su casa… ¿Cómo lo parás? Y no quería pegarle una patada porque lo podía lesionar y a mí eso no me gusta. Entonces, le ponía la mano en la cara. ‘¿Qué hacés? ¿Qué hacés?’, me decía (risas)… Yo no puedo ir a jugar y pensar en lo bueno que es mi rival… Si lo hiciera, no podría salir a la cancha… Afuera sí, nos sacamos una foto y todo bien. Pero si pierdo, ni loco le cambio una camiseta a nadie porque voy a estar recaliente. Afuera, respeto la trayectoria y lo bueno que es cada jugador, pero adentro no, porque si no, ya entrás perdiendo y te ganan.

Por Darío Gurevich. Fotos: Emiliano Lasalvia