Argentina-Brasil: que siga la racha

Cada cuatro años, el calendario indica la cita principal tanto del fútbol como del básquet. Y pese a la supremacía del deporte rey, desde 1998 que el básquet argentino obtiene mejores o iguales resultados. Esta vez, Messi y compañía llegaron a la final e hicieron todo como para romper la estadística, pero el equipo de Julio Lamas sabe de hazañas.

En apenas una semana, Argentina tuvo una maratón de cinco partidos con saldo positivo: tres ganados y dos perdidos. Hasta el último cuarto del partido con Grecia tuvo chances de ser líder del grupo y evitar la llave más compleja. Si bien el equipo respondió bien, hay que empezar a olvidarse de la Generación Dorada, una etapa que implícitamente se va cerrando. Sin Ginóbili ni Delfino, la sucesión está en pleno proceso y se nota en la edad de los jugadores que representan el recambio generacional, liderado por Campazzo.

España, el local, ganó todos sus partidos al igual que Estados Unidos, en una versión muletto del Dream Team. Los principales candidatos mantienen su buena marcha, y si la lógica sucede, se verán en una hipotética final el 14 de septiembre. El sábado, desde las 17 jugarán en simultáneo contra Senegal y México, respectivamente.

El plato fuerte de los Octavos de Final, de todas maneras, tendrá a Argentina de protagonista. El duelo será contra Brasil, que como si fuera poca la rivalidad predecesora, tiene el valor agregado de un historial de los últimos años con saldo positivo albiceleste. Más allá de las frías estadísticas, Brasil es el gran candidato con las figuras que tiene: Thiago Splitter, Anderson Varejao y Nené Hilario, el trío de la NBA; y Leandrinho Barbosa y Marcelinho Huertas, quienes no son menos que los otros. Si bien perdió ante España, le ganó el segundo puesto a la difícil Francia y fue superior a Serbia en un grupo parejo.

Cuando el partido se inicie el domingo a las 17 (hora argentina), será el séptimo por competiciones internacionales contra brasileños en el nuevo siglo. El primero fue en 2001, después de no haber clasificado al Mundial de Sidney 2000, en la provincia de Neuquén. Aún se lo marca como uno de los grandes hitos de la Generación incipiente. Por el Torneo de las Américas, el equipo de Magnano (desde hace cinco años, entrenador de Brasil) ganó la final 78-59.

Al año siguiente, en el Mundial de Indianápolis, Argentina ganó 78-67 y luego sería subcampeón. Después de la medalla dorada en Atenas 2004, es uno de los acontecimientos más importantes en la historia del básquet nacional. En vistas a darle rodaje a un equipo suplente, que complementaría a la base del 2002, el Premundial de Dominicana 2005 fue el único triunfo verdeamarelho. No molestó mucho porque ya estaba clasificado para la edición de 2006.

En forma de revancha, 2007 fue el año del triunfo en las semifinales del preolímpico de Las Vegas. Y en 2010, -al igual que en esta edición-, hubo cruce por Octavos de Final del Mundial de Turquía. Tras un verdadero partidazo que se definió en el cierre, Scola anotó 37 puntos en una noche consagratoria y le ganó el duelo en la pintura a su amigo Tiago Splitter. El diario Lance habló aquella vez de “maldición”, pero la tendencia se repetiría: 80-75 en el preolímpico de Mar del Plata 2011 y 82-77 en Londres 2012. Que no se corte esta vez.