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¿Crack se nace o se hace?: El caso Polgar

El interrogante es eterno y excede al deporte. Un padre hizo que sus tres hijas fueran las mejores en el ajedrez. Al margen de la ético, la efectividad del experimento es incuestionable.

Por Redacción EG ·

22 de agosto de 2014
Imagen HERMANAS SEAN UNIDAS. Con 17, 12 y 10 años fueron tres de las cuatro integrantes húngaras de los Juegos de Ajedrez del 88' . Ganaron la medalla de oro.
HERMANAS SEAN UNIDAS. Con 17, 12 y 10 años fueron tres de las cuatro integrantes húngaras de los Juegos de Ajedrez del 88' . Ganaron la medalla de oro.

Imagínese un día cualquiera en el que nace un tal Maradona. Cinco años después lo hace Diego Armando y dos más tarde que él, un tercer hermano. Todos son futbolistas destacados, campeones y pertenecen a la elite profesional.

El caso Maradona es una analogía que permite tomar real dimensión del experimento Polgar. Ese era el apellido de Laszlo, un pedagogo húngaro quien quiso demostrar que los genios no nacen, sino que se hacen. La increíble historia familiar fue atravesada por diferentes factores que van desde el comunismo hasta la lucha de géneros.

Laszlo creó tres genios del ajedrez. La única digresión con respecto al fútbol, al tenis o a cualquier otra actividad que siempre se pregunta por el origen de los talentosos, es que ninguna tiene un grado de exigencia cognitiva similar al ajedrez. Por lo tanto, cuesta imaginar que el método tenga el mismo éxito en otros deportes donde las habilidades físicas son mayores.

Actualmente de 68 años, desarrolló la teoría de joven y la plasmó en un libro al que llamó “Criar genios”. Poco tiempo después se casó con Klara, una maestra que vivía en un enclave húngara en Ucrania. El matrimonio le permitió poner en práctica aquello que tanto divulgaba. Así fue como nació Susan, la primera hija-conejillo de Indias. Con 10 mil libros de ajedrez, educación y pedagogía en su casa, comenzó a inculcarle el perfil deseado.

El método partía de la premisa de que todos son genios potenciales. Consistía en transmitirle el interés y la pasión por el conocimiento y el estudio, el cual incluía diferentes idiomas. Debían comenzar la especialización en la niñez y generar prontamente el disfrute por la actividad. No era difícil lograrlo ya que les daba clases su padre y entrenaban alrededor de 6 horas por día. Recibían visitas de expertos ajedrecistas y solo iban al colegio a rendir exámenes. Los padres debían elogiar el progreso y transmitir valores desde el tablero: la perseverancia, la ambición y la independencia.

Susan a los 4 fue campeona Sub-11 de Budapest en 1973. Un año después, nacería Judit, la mejor versión del experimento. Una de las cuestiones que habría influido en la mejora, son los celos adrede que le generaba el padre cuando se encerraba a darle clases a Susan. “Si no sabes jugar, no puedes entrar”, le decía y generaba en la pequeña Judit una desesperación por aprender. Ya de grande, su coeficiente intelectual es superior al de Stephen Hawking o Bill Gates. A los 15 años se convirtió en la persona más joven en ganar un título mundial y es la única mujer que estuvo en el top ten de la Federación Internacional de Ajedrez . Porque si a la historia le faltaba algo, Laszlo vivió –y ganó- largas peleas por la participación de sus hijas en torneos contra hombres, más acordes a su nivel. Judit, por ejemplo, llegó a jugar contra Bobby Fischer.

Ganaron festivales, torneos a lo ancho y largo del mundo, olimpíadas de ajedrez, entre otros premios. Sofia fue la tercera Polgar, y si bien no tuvo un rendimiento al nivel de las hermanas mayores, en 1989, con 14 años revolucionó al mundillo. En el certamen de Roma obtuvo un puntaje de 8.5 sobre 9, entrando entre los mejores de la historia del ajedrez.

Orgulloso de su experimento, Laszlo escribió un libro sobre los 5334 Problemas y Combinaciones posibles de una partida de ajedrez. La metodología que utilizó y recomienda en el libro requiere inculcar primero el movimiento de las piezas, luego las reglas, el tablero y las coordenadas, para finalizar con la táctica y los problemas.

Las críticas por utilizar a sus hijas como meros objetos de una hipótesis no tardaron en llegar. El padre de la(s) criatura(s) siempre se defendió aludiendo que fue un experimento natural y que sus hijas actualmente están casadas, tienen hijos y no presentan reminiscencias. En su infancia tampoco se consideraban anormales, porque “lo normal para un niño es lo que vive y para nosotras era normal estar todo el día entre grandes”, tal como recordó Judit en una entrevista. Sin embargo, no replican el tipo de educación en sus propios hijos.

Laszlo le reconoció a la revista Orsai que se quedó con ganas de más: quiso adoptar un africano para convertirlo en Premio Nobel. El experimento Polgar aportó tres de las mejores ajedrecistas de la historia, miles de debates sobre la educación y una aproximación hacia la pregunta que ningún buscador de Internet logró responder: ¿ crack se nace o se hace?


Por Pedro Molina