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Holanda 74: La Naranja Mecánica

Comandados por un genial Johan Cruyff, dieron cátedra en el Mundial de Alemania y provocaron admiración en todo el planeta. Cambiaron el fútbol y entraron en la historia... sin ganar.

Por Redacción EG ·

27 de junio de 2014
  Nota publicada en la edición de junio de 2014 de El Gráfico

Imagen ERAN ONCE, pero cuando empezaban los partidos, los holandeses se multiplicaban.
ERAN ONCE, pero cuando empezaban los partidos, los holandeses se multiplicaban.
Para muchos, recordar a un equipo subcampeón es un despropósito, una pérdida de tiempo, un modo de enamorarse de la derrota. En muchos idiomas ni siquiera se usa el término subcampeón: es el perdedor de una final, el segundo lugar.

Por eso, referirse a Holanda del 74, o la Naranja Mecánica, tiene una fascinación especial. Significa hablar de lo impensado, de la supervivencia eterna del que no ganó, pero que igual quedó en la historia. Un equipo que se transformó en un sinónimo mundial de excelencia y que hoy, 40 años después del Mundial de Alemania, todavía puede entremezclarse entre los máximos exponentes jamás vistos en un estadio de fútbol. Un equipo que el resultadismo extremo no pudo ni supo cómo silenciar, hasta aceptar que se trataba de una excepción a su propia regla.

Es bueno poner algunas cosas en perspectiva. El libro Brilliant Orange, de David Winner, deja bien en evidencia que antes de la revolución futbolística que quedó inmortalizada con el equipo del 74, Holanda era un país bajo pero en fútbol. Entre 1949 y 1955, la selección ganó apenas dos de los 27 partidos que disputó. El presidente de la Asociación de Fútbol Holandés, Wim Meuleman, solía decir: “Si no tenemos éxito en controlar el juego brusco, dentro de 50 años aquí no se va a jugar más al fútbol”.

La revolución que gestó Rinus Michels en el Ajax se produjo en un contexto de apertura del campeonato holandés: se había instaurado el profesionalismo y en menos de 10 años, los resultados empezaban a ser sorprendentes. La primera clave, como en casi todos los equipos que se adelantaron a su tiempo, era la preparación física aplicada a una idea futbolística. El juego colectivo era la máxima, y en ese colectivismo se alineaban todos los aspectos necesarios y todas las respuestas para desarrollar el fútbol buscado: defensa y ataque, con el pressing como vínculo y arma principal de ambos.

Un equipo que aprendió a moverse como una máquina se transformó en invencible cuando tuvo un cerebro que lo comandara. Johan Cruyff fue el artista que gestionó la revolución del fútbol total del Ajax en el campo.

“En el Ajax se fue gestando la idea del fútbol circular, en el que cada jugador se movía como los círculos concéntricos que se forman en el agua cuando uno arroja una piedra. La piedra que caía al agua era el poseedor del balón. A partir de él comenzaba la rotación en bloque, en la que participaban cuatro, cinco, seis; los jugadores que hicieran falta”, escribió Juvenal en El Gráfico del 7 de agosto de 1974, en una nota titulada “Cómo llegó Holanda a ser potencia”.

Si bien se había clasificado invicto y por diferencia de gol por encima de Bélgica (0-0 en los dos partidos), era la primera participación holandesa en un Mundial después de 36 años y el escenario no pintaba nada bien.

En una época en la que en Amsterdam se discutían las reglas establecidas (los estudiantes del movimiento Provo, con raíces en el pacifismo, ponían en jaque la rigidez del sistema) la selección, que se había quedado sin técnico tras una rebelión en el plantel, decidió convocar a Rinus Michels, por entonces DT del Barcelona, como entrenador part-time (de hecho, Michels viajó a España para la final de la Copa del Rey 1974, el 29 de junio, 0-4 contra el Real Madrid). El equipo se iba a juntar apenas cuatro semanas antes de la Copa, aunque los del Feyenoord llegaron recién quince días más tarde, cuando Holanda ya le había ganado 4-1 a la Selección Argentina en el amistoso preparatorio de Amsterdam.

Imagen CRUYFF llevaba  el banderín y también la batuta de la Naranja Mecánica.
CRUYFF llevaba el banderín y también la batuta de la Naranja Mecánica.
Con toda la tropa, Michels se animó a hacer jugar juntos a dos conductores, Cruyff y Van Hanegem, símbolos máximos del protagonismo holandés a nivel de clubes (con estilos distintos, Ajax y Feyenoord habían dominado en Europa), pero le entregó la llave del equipo a Cruyff. Las órdenes en el campo las daba él.

Del plantel profesional, según el libro oficial presentado por el comité holandés, dos jugadores no eran profesionales full-time: el arquero Jongbloed trabajaba en una tabaquería y el defensor Pleun Strik era inspector de seguros.

En el primer partido, el 15 de junio, Holanda le ganó 2-0 a Uruguay (dos goles de Rep); cuatro días más tarde, empató 0-0 contra Suecia; el 23 de junio le ganó 4-1 a Bulgaria, con cinco goles holandeses: dos de Neeskens, Rep, De Jong, más uno de Krol en contra. Tres días después, por la segunda fase en Gelsenkirchen, llegó la obra maestra contra Argentina (4-0, dos de Cruyff, Krol y Rep). Siguió el 2-0 a la República Democrática Alemana (Neeskens, Rensenbrik) y otro 2-0 contra el campeón vigente, Brasil (Neeskens, Cruyff). El 7 de julio, en el Olympiastadion de Munich, se disputó la final contra Alemania Federal. Empezó ganando Holanda con gol de Neeskens a los dos minutos, pero el local lo dio vuelta con goles de Breitner y Gerd Müller.

Los jugadores argentinos aún recuerdan que después de la primera goleada, el mensaje que les llegó fue: “Ahora ya sabemos cómo juegan, éstos 4 goles a nosotros no nos hacen nunca más”. Y les volvieron a meter 4. Apenas 15 horas después de la derrota mundialista, durante el almuerzo, el plantel argentino seguía maravillado. Quique Wolff le decía a Juvenal: “Nunca vi nada igual. No hay cómo frenarlos. Atacan con 7 y defienden con los 11. Te matan marcando y cuando la tienen, se desmarcan todos. Siempre nos superaron numéricamente, en toda la cancha”. Ampliaba Miguel Brindisi: “Los primeros 10 minutos, Cruyff los jugó en posición de 8. Después se fue de wing izquierdo. Al rato era marcador de punta de ese lado. Después estuvo de back derecho. Durante el segundo tiempo, se tiró de wing izquierdo. Y cuando Perfumo pateó ese tiro libre y volteó a uno, todos salieron a hacer la jugada del offside, y Cruyff fue el único que se dio cuenta de que había quedado uno caído habilitando y bajó para hacer de líbero”. Confirmaba Carnevali: “Son una barbaridad. Los veía desde el arco y no podía creer que fuéramos once contra once. Ellos parecían como veinte”. Resumía Perfumo: “En el entretiempo me dijeron: ‘Sálgale al que viene con la pelota’. Y yo tenía ganas de preguntar: ‘¿A cuál de los cinco?’ Porque no venían de a uno. Cuando uno creía que la pelota estaba por la derecha, aparecía sobre la izquierda. ¡Cómo se apoyan! Al que la trae, siempre se le muestran tres para que elija si la quiere jugar corta, semilarga o larga. Además, no repiten jugadas. Pienso que han inventado un fútbol nuevo y desde hoy se deberá decir: antes de Holanda y después de Holanda”.

El riesgo de que el fútbol desapareciera ya era una frase en el recuerdo: en 1974, en Holanda había 800 mil jugadores federados en 13 millones de habitantes, con una densidad sin precedentes: 22 jugadores por kilómetro cuadrado.

Paul Katz, un periodista francés que visitó la concentración holandesa, se sorprendió con la atmósfera que encontró antes de Holanda-Brasil: “Más allá del apetito de victorias que se ve en el campo, los holandeses no son robots ni de hielo. En el hotel Wald, en Iltrop, cerca de la frontera con Holanda, sin importar el mal tiempo, los jugadores sonríen. En el lobby se vende la revista Playboy, y los jugadores la compran. Cruyff explica la situación a una horda de periodistas españoles. Rep y Rensenbrink bromean. Rinus Michels, relajado (espectáculo raro), toma una cerveza con el alcalde de Iltrop. Varios fuman alegremente. No hay atmósfera de rigidez. La noche anterior el grupo The Cats tocó especialmente para el equipo”, cuenta en su reporte para L’Express.

Imagen POSTAL del 4-0 frente a Argentina: a puro toque, Holanda llegaba al área chica.
POSTAL del 4-0 frente a Argentina: a puro toque, Holanda llegaba al área chica.
"No éramos simplemente un grupo de jugadores que se movían para adelante y para atrás. Michels cambió la mentalidad. Los defensores iban para adelante, los delanteros venían para atrás. Jugábamos presionando al otro equipo, asumiendo grandes riesgos en el fondo. Y hasta el arquero, Jongbloed, era un líbero”, recordó Wim Rijsbergen entrevistado por el New York Times. La fama de Holanda del 74 era tan grande que derribaba fronteras con la misma facilidad con la que el equipo había destruido defensas contrarias.

“Cuando se construyen muros defensivos, hay que tener un poco de imaginación. Lo difícil no es cómo hacer que los defensores y los mediocampistas participen en el ataque, sino encontrar alguien que siempre esté cubriéndolos. Luego, se da el contagio. Cuando se ve esa clase de movilidad, el que no se mueve dice: 'Yo también puedo participar, es fácil’. Y entonces has alcanzado el tope, el punto máximo de desarrollo”, explicó Rinus Michels, elegido por la FIFA como técnico del siglo XX, sobre su sistema. La cancha se dividía en tercios, pero no a lo ancho (defensa-mediocampo-ataque), sino a lo largo (izquierda-centro-derecha). En el gol de Rep contra Argentina, Cruyff recibe la pelota dentro de su área, sale rápido como lateral izquierdo y cambia para Neeskens, en la otra banda. Neeskens gambetea y devuelve para Cruyff, que había picado hasta tres cuartos de cancha, pasa entre tres argentinos y asiste a Rep, que marca de cabeza. El 4-3-3 marcó el adiós casi definitivo de las marcas personales y propició sociedades en los tres canales de ataque: izquierda, centro y derecha.

El término “fútbol total” recién se acuñó con la performance de la selección en el Mundial de Alemania 74. En ese entonces, en Holanda había interés y fascinación por la importancia del individuo como parte de un sistema colectivo: florecía la urbanización total, la naturaleza total y la energía total. El fútbol no podía quedarse atrás. Holanda del 74 fue un sistema solar con Cruyff como estrella.

El impacto del equipo fue tan grande, que el correo holandés publicó por primera vez estampillas de fútbol: la de Holanda, que valía 15 centavos de florín, tenía a todo el equipo formado.

Decir Holanda del 74 hoy es hablar de excelencia. Es un término que puede ser aplicado en diversas áreas. Una expresión que trascendió el fútbol. Si se hubiera quedado con la Copa, la selección holandesa habría pasado a ser una más de una larga lista. Necesitó perderla para hacerse más grande con el tiempo. Campeones del mundo hubo muchos, pero Holanda del 74, una sola.

Por: Martin Mazur / Fotos: Archivo el Gráfico