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Cristian Ledesma: lobo suelto

Pisando los 36, es el estratega de un River que da pelea. Hace 3 años parecía un ex jugador y hoy, a su habitual prolijidad para entregar el balón, le agregó anticipo, verticalidad y un despliegue que conmueve. Ganó tres títulos con Ramón Díaz, y mientras sueña con el cuarto, repasa sus vivencias en un club que ya es su casa.

Por Redacción EG ·

11 de junio de 2014
  Nota publicada en la edición de mayo de 2014 de El Gráfico

Imagen HERMOSA postal del Monumental nocturno. El Lobo, en su momento más brillante en River.
HERMOSA postal del Monumental nocturno. El Lobo, en su momento más brillante en River.
“¡¿Vieron cómo juega el cinco?!”.

El 8 de agosto de 1999, en la cancha auxiliar del Monumental, River intensificaba su preparación para disputar el Apertura 99, que terminaría obteniendo gracias al aporte goleador de su trío fantástico integrado por Aimar, Saviola y Angel. Ramón Díaz andaba seco tras conseguir todo en el período 96-97, en su primera etapa como DT del Millo; acumulaba un año y medio sin ganar nada, y encima con el Boca arrollador de Bianchi amenazando con conquistar por primera vez un tricampeonato en la historia. El Chacho Coudet, una de las incorporaciones, se llevaba los aplausos en aquellas primeras prácticas de fútbol, por meter un lindo gol. Para la reserva jugaba un 5 menudito, recién sumado al plantel junto a otro compañero de Argentinos Juniors, con el que andaban de aquí para allá sin despegarse, Víctor Zapata. Las relaciones entre River y el Bicho eran casi carnales: un par de empates le sirvieron para consagrarse en la última fecha de un par de torneos y varios cracks de La Paternal le dieron a River jerarquía y triunfos. Gancedo, Sorín y Placente nada menos.

Para la reserva jugaba Ledesma, entonces, que se incorporaba para ir sumando experiencia. En medio del partido de práctica, Ramón metió mano y pasó a Ledesma para los titulares. Y en la charla posterior con los periodistas, cuando le comentaron lo bien que había andado Coudet, el riojano sorprendió, con las cámaras aún sin encender: “¡¿Vieron cómo juega el cinco!?”.

El Lobo debutó con la Banda en la 4ª fecha de aquel Apertura 99, en La Plata, en una victoria por 4-1 con goles de Saviola (2), Aimar y Angel, justo los tres mosqueteros que le daban el salto de calidad al equipo. Entró a los 79 minutos por Marcelo Escudero, hoy ayudante de campo de Ramón. Fue el 28 de agosto de 1999, un día antes del cumpleaños 40 de Ramón Díaz. El regalo viajó en dirección inversa: del DT al volante iniciado en el Bicho. Unos días antes la había descosido en un amistoso contra la Lazio en Roma, entró por Astrada. Justamente, Ramón lo había pedido para ir desplazando del equipo al Jefe. El Lobo no jugó mucho en ese torneo, sólo 4 partidos, pero le alcanzaron para gritar por primera vez campeón. La fórmula triunfal con Ramón se repetiría dos veces más: en el Clausura 02 –segundo ciclo del riojano en Núñez–, ya afianzado como titular en un doble cinco que compartía con el Cuchu Cambiasso, y en el Clausura 07, en San Lorenzo, a donde llegó por expreso pedido del DT, apenas pisó Boedo. La cuarta experiencia aún tiene final abierto. Por lo pronto, habrá que decir que Ramón logró que resucitara, cuando la comunidad futbolera lo miraba como un ex jugador, y lo catapultó a un nivel que no alcanzó ni hace 12 años, cuando era una pieza vital en el campeón del Clausura 02.

-¿Sentís que el hincha de River nunca te había valorado tanto como ahora?
-Puede ser, sí, puede ser. Llevo tres etapas en River, casi 7 años en el club, he vivido todo tipo de momentos: bueno, malos, regulares. En el 2002 fuimos campeones compartiendo el doble cinco con Cambiasso y sentí el reconocimiento, aunque ahora quizás sea un poco mayor. La verdad que soy un agradecido a River. Cuando la gente valora el esfuerzo o demuestra el cariño, uno siente mucha felicidad, es algo muy lindo.

Impresiona un poco el Lobo durante la charla en el confortable Paddock, un nuevo sector VIP desde cuyos sillones se puede apreciar la inmensidad del Monumental. Impresiona porque cuesta creer que con semejantes bracitos, la angostura de su espalda y la fragilidad que transmite con su palabra y su presencia, el Lobo consiga imponerse en la jungla de la mediacancha. Es un caso clarísimo que nos demuestra como pocos que la inteligencia y la técnica son capaces de triunfar por sobre la prepotencia y la fuerza bruta.

-¿Puede ser que estés mejor que en 2002 o es que tu alrededor bajó mucho el nivel y te destacás más por eso?
-Son épocas diferentes. Antes, con toda mi juventud, mi juego era diferente. Yo siempre traté de manejar la pelota y ceder un pase claro, pero hoy sé que físicamente tengo que equiparar algunos momentos, entonces busco hacer un partido más inteligente, no te digo no correr, pero sí evitar desgastes innecesarios. En esa época por ahí los hacía y no pasaba nada, porque tenía más resto físico.

-¿Terminás muy destruido los partidos?
-Termino cansado, obviamente, pero no lo sufro, eh, eso es importante.

-Almeyda contaba que al final de su carrera se tenía que meter en baldes de hielo o que tenía que pensar para qué lado darse vuelta en la cama…
-No, no, para tanto, no (risas), tengo dolores, sí, pero no los sufro. Dolores sobre todo en las piernas, en la cintura, pero a la noche siguiente ya estoy mejor, trato de hacer cosas para recuperarme rápido que por ahí antes no hacía.

-Por ejemplo…
-Tomar mucha agua, alimentarme bien después del partido, trato de comer pasta, le doy mucha importancia al descanso, me acuesto temprano, respeto la siesta, son detalles que suman mucho a esta altura. Con la hidratación, por ejemplo, ya el día del partido arranco desde la mañana tomando mucha agua y sigo después del partido. Todo eso me ha servido para sentirme bien a esta altura.

-Estuviste en otras dos etapas en River, ¿sentís que cambió el paladar del hincha en relación con 1999?
-Creo que el hincha está un poco más exigente, pero también porque ha recibido muchos golpes en los últimos años, entonces es entendible en cierto punto esa actitud. La gente de River siempre fue exigente con el juego, llenó la cancha en todos los partidos y alentó, pero lo que noto es que ahora quizás tiene menos paciencia, pero es una cuestión lógica por todo lo que le tocó vivir.

Imagen LA SONRISA fresca y su mirada de Lobo, tal como lo identificó su técnico de baby en Boulogne.
LA SONRISA fresca y su mirada de Lobo, tal como lo identificó su técnico de baby en Boulogne.
-Quizás antes no le daba tanto valor a un campeonato local y ahora muere por una vuelta olímpica…
-Puede ser, sí, eso puede ser, también tiene que ver con que ahora los campeonatos son mucho más duros, más parejos y en otra etapa era normal que River los ganara. No te dijo que no se festejaban, pero no se sufría tanto como hoy. Ahora se nota muy clarito que la gente necesita un campeonato sí o sí.

-¿Cómo viviste el paso de River por el Nacional B?
-Fue difícil, muy complicado. Había llegado a River para esa temporada y casi no jugué, fui algo al banco, y sólo era titular en Copa Argentina. Fue una etapa en la que no tuve mucha participación pero eso no impidió que viviera con muchísima alegría el ascenso, realmente lo viví como si hubiese jugado todos los partidos, porque lo había sufrido con mis compañeros. Igual, no me arrepiento de haber estado acá en ese momento histórico para River.

-¿Por qúe no jugabas? ¿Llegaste a hablarlo con Almeyda?
-Con Matías siempre tuve una buena relación, me parece una gran persona y le ha dado mucho a River. Fueron circunstancias, el técnico siempre tiene la elección en su poder y hay que respetarla. Siempre digo que lo más fácil es echarle la culpa al técnico, pero acá hay que ser también autocrítico y si en ese momento Matías veía que había otro que lo hacía mejor que yo, hay que respetarlo. En un momento pensé en irme, pero me pidió que me quedara, que luchara por un lugar, y el hecho de que me valorara fue muy importante para mí.

-¿Te llegaste a bajonear?
-Sí, claro, viví momentos difíciles, la verdad que sí. Llegar a casa, sentir que no iba a jugar, que por ahí no concentraba, que sería muy difícil poder jugar o que me tocara hacer fútbol con la Tercera, es duro. Te pasan un montón de cosas por la cabeza: aflojar, tratar de tomar otro rumbo, pero gracias a Dios pasan rápido, y siempre terminan imponiéndose las ideas positivas. Parece una obviedad, pero ahí resulta fundamental el apoyo de la familia, por eso hoy disfruto este momento especialmente con mi esposa y mis hijos, que se bancaron la otra.

-¿Llegaste a sentirte un ex jugador?
-No, para nada, nunca sentí eso. Me he bajoneado, pero duraba poco, y enseguida iba a entrenar con todas las ganas porque sabía que podía revertirlo.

-Pero te ibas a ir de River a fines del 2012...
-Había propuestas y lo tenía en mente, pero justo llegó Ramón y lo primero que me preguntó fue cómo estaba. El veía que llevaba un tiempo sin jugar, y me dijo que dependía de mí, que ya me conocía lo suficiente, sabía que habían pasado muchos años pero que si yo tenía ganas, podía terminar jugando tranquilamente. Le contesté que buscaba una revancha, no quería irme de River de esa forma, y gracias a Dios la tuve.

Ledesma nació en San Isidro y el 29 de noviembre cumplirá 36 años. El apodo lo trae desde Atlético Boulogne, el club de barrio donde se inició. “Me lo puso Miguel, un técnico del baby. Nos metía nombres de animales a todos. A mí me decía Lobo por la forma de los ojos y por la mirada. Es el día de hoy que a mis hijos les dicen Lobito, y a mí casi nadie me llama por mi nombre, salvo mi señora o mis viejo, el resto me dice Lobo”, acepta sin quejarse.

En Argentinos empezó como ocho, tampoco tenía demasiadas opciones: de cinco jugaba un tal Juan Román. Es muy recordada en La Paternal la famosa Quinta División que tenía a Riquelme de cinco, a Ledesma, a Suchard Ruiz, La Paglia, Mariano Herrón y a los hermanos Cambiasso. “Riquelme ya marcaba diferencia, todo el juego pasaba por él y en canchas que eran un desastre, no tenía ningún problema en dominar la pelota”, recuerda.

De joven admiraba al cordobés Fernando Galetto en su puesto. Hoy destaca a su compañero Kranevitter y a Lucas Romero, de Vélez. Saliendo de las fronteras del país, no le cuesta elegir un referente: “Iniesta; es la perfección del volante, completo, sabe todo”.

-¿Cambiaste un poco tu juego en este torneo? No hacés sólo pases cortos, anticipás más, jugás más adelante…
-Mi juego fue siempre igual, de controlar el balón y tocar con mis compañeros cerca, armar en la corta. Siempre he tratado de sumar cosas a mí juego, sí coincido en que he salido a apretar un poco más arriba en este torneo. La confianza del técnico y el respaldo del equipo te dan otra soltura para hacer cosas que habitualmente uno no intenta, te hacen sentir que podés salir y no vas a perder, que estás respaldado, y entonces arriesgás un poco más.

-Yendo al juego de River, ¿no sentís que a veces toquetean la pelota por demás en el medio, olvidándose de lastimar?
-Ese es nuestro juego. Cuando los resultados no se dan se resalta que el equipo no ataca, pero cuando ganamos, hablan muy bien de ese aspecto, resaltan la tenencia del balón y que sabemos esperar los tiempos, entonces no sé cuál es la verdad. Yo confió mucho en esa forma de jugar e intentamos ir por ese camino: tener la pelota, manejarla, darle muchos toques y en los momentos en que se puede, atacar. Obviamente no todos los rivales son iguales, no todos los partidos son abiertos y entonces hay momentos en donde cuesta más. En el Monumental encontramos más espacios que en canchas chicas, eso se nota.

-¿Pero no sentís que a veces abusan del toque intrascendente en el medio?
-La verdad que no, sí noto que los periodistas y quizás la gente lo sienten, pero yo creo que es necesaria esa tenencia.

Imagen NO NECESITA mirar la pelota, sino el destino. Aquí, en el Torneo Final 2014, frente a San Lorenzo.
NO NECESITA mirar la pelota, sino el destino. Aquí, en el Torneo Final 2014, frente a San Lorenzo.
-¿Qué aprendiste en tu carrera, cosas que antes hacías y ahora no?
-Cuando empezás, obviamente por la juventud, se comenten errores. A mí me ha pasado de arriesgar en sectores que no debía, hacer alguna pisada de más y me lo han recriminado los técnicos. Con el correr del tiempo me fui dando cuenta de que cuanto más simple sos, más productivo para el equipo,
ahí está la clave de todo. Cuanto más simple, mejor.

-¿Tenés claro cuándo se termina tu carrera?
-Vivo el día a día, y lo disfruto: cuando llegue el momento en que mi cuerpo sienta que no va más, diré “muchas gracias por todo” y me iré, no voy a forzar nada. Por ahora no lo siento y no lo sufro, lo disfruto, así que no tiene sentido pensar en el retiro.

-¿Seguís en River?
-Tengo contrato hasta junio. Quiero seguir jugando al fútbol. Si no es acá, será en otro lado.

-Y después técnico…
-Estoy haciendo el curso con el Pela Aguirre, lo empecé hace poco, es algo que me entusiasma, se verá. Soy muy amigo del Chino Saja, que casi lo está terminando, entonces alguna cosita puede llegar a salir con el Chino.

-¿Tus compañeros te piden que sigas?
-Sí, la verdad que me apoyan mucho, y eso es muy importante. Marcelo (Barovero), Ariel (Rojas), el Pela (Aguirre) me han visto en momentos difíciles y ahora me dicen: “¿Viste que podés seguir, que estás bien, que estás con ganas?”. Y eso es importante. Botinelli también fue muy importante cuando pasé momentos difíciles acá, es otro gran amigo.

-¿Ramón te carga con que no te retires
-A veces me jode, que soy viejo pero que sigo corriendo, boludeces para que uno siga adelante (risas).

-Antes de irte, te falta un gol en River...
-Ojo que metí uno en un torneo de verano. Y fue contra Boca, en Córdoba, ganamos 3-0. Pero el oficial me falta, me encantaría y sueño con ese gol. De hecho, en Argentinos metí 4, en San Lorenzo 3 y en River no pude.

-Si ganan un partido 3-0 y hay un penal, ¿se lo pedís a Ramón?
-No, no, tampoco quiero que hagan caridad conmigo (risas), me lo tengo que ganar, me lo tengo que ganar.

Se lo ganó el Lobo. El respeto, la admiración y el reconocimiento. Justicia para los chiquitos que saben usar la cabeza y la técnica.

Por: Diego Borinsky / Fotos: Hernan Pepe