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Los adelantados

Los enviados de El Gráfico, testers oficiales del centro de prensa de Belo Horizonte.

Por Martín Mazur ·

09 de junio de 2014
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Uno de los miedos más instalados entre escritores y periodistas, es el de enfrentarse a la hoja en blanco. Aquí, en Belo Horizonte, el enviado de El Gráfico enfrenta un nuevo temor: escribir en la inmensidad de un centro de prensa vacío. Son unas 440 sillas vacías, unos 440 veladores apagados, sacando por los dos de El Gráfico. Dos islitas en medio de un océano de silencio. Estamos solos.

El centro de prensa acaba de abrir. Literalmente. Tal y como nos iban informando los voluntarios de cada sector que pasamos, a modo de carrera de postas, fuimos los primeros en llegar al Mineirao (8:45), los primeros en enfrentar las caras de desconcierto de los custodios de la entrada (8:55), los primeros en ser sometidos a un escaner de seguridad (9:03), los primeros en registrarnos (9:05), los primeros en recibir un candado para los lockers (9:07), los primeros en superar un segundo stand de registro (9:13), los primeros en sentarnos (9:15), los primeros en probar si había electricidad e internet (9:20), los primeros en escuchar el waka waka de Shakira (?)  y los primeros en escribir algo. Y aquí estamos (9:35), en la inmensidad y el vacío, salvo por los hombres y mujeres de limpieza que se apuran en repasar los escritorios y las sillas, aún con rastros de telgopor. Nos observan, nos señalan, nos evalúan. Quieren ver si estamos a gusto, si las cosas funcionan. Y nosotros, también: tocamos, enchufamos, abrimos, cerramos, probamos y evaluamos. Nos sentimos como ratoncitos de laboratorio e inspectores a la vez.


Pasadas las 10, se prende un nuevo velador: llegó el amigo Massimo Franchi, de Tuttosport. Al menos ya no estamos solos.