TMA: Todo menos Argentina

Una historia de los mundiales (Tercera parte)

Cada Copa del Mundo es una referencia directa hacia su época, su gente y sus problemas. En la víspera de la duodécima edición hacemos un breve repaso (otro más) siguiendo un orden alternativo. ¿Qué cambio en cada Mundial si los analizamos separándolos, entre ellos, por una brecha de 20 años?

Por Redacción EG ·

30 de mayo de 2014
Imagen EL ABRAZO DEL ALMA. Alberto Tarantini y Ubaldo Matildo Fillol se funden en un abrazo al ganar la Copa del Mundo 1978 y a ellos se suma Víctor Dell'Aquila, un hincha sin brazos que se unió con el corazón. La sensacional foto es del gran Ricardo Alfieri.
EL ABRAZO DEL ALMA. Alberto Tarantini y Ubaldo Matildo Fillol se funden en un abrazo al ganar la Copa del Mundo 1978 y a ellos se suma Víctor Dell'Aquila, un hincha sin brazos que se unió con el corazón. La sensacional foto es del gran Ricardo Alfieri.
A comienzos del siglo XX se consideraba que cada generación familiar estaba separada por 25 años. La esperanza de vida no era demasiado larga y rara vez una dinastía llegaba a cumplir con el ciclo “abuelo-padre-hijo”. No obstante, ese no es el objeto de nuestro repaso, sino apenas una excusa. Para evitar el recuento cronológico y trillado de los mundiales vamos a reunir las diferentes ediciones de acuerdo al número par en el que terminan, y así lograr separarlos por una brecha de 20 años (el número más cercano posible a una generación) para distinguir con nitidez los cambios profundos que fueron conllevando las sucesivas Copas del Mundo. En esta tercera parte, nos centramos en Francia 1938, Suecia 1958, Argentina 1978 y Francia 1998.




FRANCIA 1938 



Imagen SALUDO FASCISTA. Los jugadores italianos fueron obligados a saludar al Duce. El público francés abucheó el acto en cada partido.
SALUDO FASCISTA. Los jugadores italianos fueron obligados a saludar al Duce. El público francés abucheó el acto en cada partido.
Según el criterio de alternancia establecido por la FIFA, el Mundial de 1938 debería haber sido organizado por un país de América. Argentina, consciente de ello, tomó la posta e intentó imponerse como sede, sin embargo Jules Rimet, el presidente francés de la entidad que sabía más que nadie que Europa estaba sentada sobre un polvorín, presionó para que sea su país el que realizara el evento presuponiendo que aquella podría ser la última Copa del Mundo de la historia. Finalmente el fatalista pronóstico de Rimet no se cumplió en su totalidad, aunque no faltó demasiado. El Mundial no se disputó (por los horrores de la Segunda Guerra Mundial) en 1942 y 1946 y recién se reanudó en 1950. Volviendo a 1938, ante la negativa de la FIFA de otorgarle la sede a Argentina, la Albiceleste retiró su participación y detrás de ella se sumaron todos los países del continente a excepción de Brasil y Cuba.

Al igual que en 1934, el Mundial de Francia no tuvo fase de grupos sino que directamente se disputó una etapa eliminatoria. Un todos contra todos a suerte y verdad, con los cruces de las dieciséis selecciones determinados por sorteo. Los equipos participantes, finalmente, fueron quince, ya que Austria había sido anexada a la Alemania Nazi a través del Anschluss y juntas conformaron un conjunto pangermánico. Sin mucho brillo, las grandes revelaciones del Mundial fueron Suecia (que finalizó cuarta) y Hungría, finalista. Los magiares contaban con su primera gran generación de talentos (la segunda sería la de Suiza 1954) y exhibían los lujos del juego danubiano. No obstante, Italia (que se convirtió en el primer bicampeón) fue demasiado para los húngaros y se impuso 4-2 en la final merced de los goles de Gino Colaussi y Silvio Piola, el goleador histórico del Calcio. Aquel Mundial fue menos sospechoso que su antecesor, sin embargo la presión de Benito Mussolini volvió a hacerse presente. “Victoria o muerte”, decía el telegrama que envió el Duce a la concentración italiana en París. El dictador quería despejar las dudas de 1934 y demostrar al mundo que la Azzurra era capaz de triunfar en territorios ajenos (y luego, durante la Segunda Guerra Mundial, también enemigos). Contra Francia, en cuartos de final, Mussolini había obligado a su equipo a jugar con la camiseta alternativa, que era de color negro... el matiz característico del Partido Nacional Fascista.




SUECIA 1958



Imagen NO DIGA FELICIDAD, DIGA GARRINCHA. La alegría con la que el brasileño jugaba al fútbol conquistó a los brasileños. Fue el jugador al que más quisieron, y se consagró en Suecia 1958.
NO DIGA FELICIDAD, DIGA GARRINCHA. La alegría con la que el brasileño jugaba al fútbol conquistó a los brasileños. Fue el jugador al que más quisieron, y se consagró en Suecia 1958.
El Mundial de 1958 sirvió para derrumbar algunos mitos de la profesionalización. Brasil acudió a la cita con un conjunto de jugadores que habían sido, en su mayoría, rechazados en la revisión médica y con un entrenador, Vicente Feola, que contaba con, apenas, un puñado de ayudantes. Contrariamente a las grandes potencias europeas que ya empezaban a colmar sus cuerpos técnicos de profesionales de distintas áreas, la Verdeamarela viajó a Suecia con los días contados y con un equipo de cabotaje y descubrió la gloria de la mano de dos de sus máximas estrellas históricas: Pelé, que por entonces tenía 17 años, y Garrincha, el ángel de las piernas torcidas que había sido desestimado de plano por el médico de la delegación.

Brasil en Suecia avasalló a todos sus rivales, que no eran para nada accesibles. Dejó en el camino a la Unión Soviética, a Austria, a Inglaterra, a Gales, a Francia y a los locales en la final. El 5-2 del partido decisivo incluyó un doblete de Pelé y la revancha de todo el pueblo brasileño luego de la decepción del Maracanazo. Fue el primero de O Rei, que empezaba a mostrarse ante el planeta como el futuro jerarca del fútbol mundial.

Un caso absolutamente contrario fue el de Argentina, que había ganado el Sudamericano de 1957 de la mano de los Carasucias. Un equipo que respetaba el fútbol de “la nuestra” y que se distinguía por su quinteto ofensivo: Corbatta-Maschio-Angelillo-Sívori-Cruz. Luego del título, Maschio, Angelillo y Sívori fueron transferidos a Italia, y por aquellos tiempos no se citaban a la Selección jugadores que actuasen en el exterior. Argentina, que no participaba de un Mundial desde 1934 y que había dominado ampliamente los campeonatos continentales en la década del cuarenta, presentó entonces un equipo compuesto por glorias del fútbol local (Labruna, Varacka, Amadeo Carrizo, Néstor Rossi...) aunque con varios años encima. El desastre fue total y se desencadenó cuando los jugadores notaron que no sabían nada de sus rivales, que no estaban preparados físicamente y que con un 6-1 demoledor contra Checoslovaquia se habían quedado afuera del Mundial. El cachetazo sacó a Argentina de su micromundo de cristal e instaló la idea de que había que renovarse: a partir de entonces surgieron los entrenadores tacticistas, los preparadores físicos se convirtieron en las divas del mercado y las recetas europeas hicieron mella en estas tierras. Fue el principio del fin de una identidad muy marcada, pero también el nacimiento de historias gloriosas como la del Estudianes de Zubeldía que conquistó el mundo.




ARGENTINA 1978



Imagen MATADOR. Kempes convirtió seis goles durante el Mundial 1978 y fue el segundo goleador argentino de una Copa del Mundo, luego de Guillermo Stábile que lo había logrado en 1930.
MATADOR. Kempes convirtió seis goles durante el Mundial 1978 y fue el segundo goleador argentino de una Copa del Mundo, luego de Guillermo Stábile que lo había logrado en 1930.
En 1978, en plena época de plomo del Proceso de Reorganización Nacional, Argentina recibió, de una vez por todas, el Mundial de fútbol que tanto se le había resistido. La designación del país tuvo lugar en el congreso de la FIFA de 1973, y lo primero que hizo la Junta Militar cuando subió al poder fue confirmar la sede. Argentina organizó la Copa del Mundo y la terminó ganando con un equipo federal conducido por César Luis Menotti (el primer entrenador que elaboró un plan integral para priorizar la Selección por encima de los clubes) que contaba con el aporte de muchos jugadores de tierra adentro. Talleres de Córdoba, por ejemplo, le dio al equipo cuatro jugadores. El único futbolista que actuaba en el exterior fue Mario Alberto Kempes, el Matador que resultaría goleador con seis tantos y que por entonces era una figura excluyente del Valencia de España.

Argentina superó el primer grupo que compartió con Italia, Francia y Hungría, aunque, por su condición de segundo detrás de la Azzurra (que lo derrotó 1-0), tuvo que trasladarse a Rosario para jugar la segunda zona en el estadio de Central. Allí venció a Polonia (con una fantástica actuación de Ubaldo Matildo Fillol), empató con Brasil y goleó, en un controvertido partido, 6-0 a Perú. La Albiceleste tenía que hacer cuatro goles para alcanzar la final superando a Brasil; finalmente convirtió media docena e incontables conjeturas se tejieron alrededor de aquel histórico resultado.

Polémicas al margen, Argentina alcanzó la final contra Holanda (que mantenía la base de 1974 aunque sin Johan Cruyff, que no se presentaba en países que estuvieran bajo la égida de gobiernos militares) y la derrotó 3-1 en tiempo suplementario. Dos goles de Kempes y uno de Bertoni fueron determinantes para el título de la Selección. El primero de los dos que tiene hasta ahora, en una Argentina en llamas que ahogó con euforia los gritos de dolor.




FRANCIA 1998



Imagen EL MAGO. Zidane le dio a Francia su primer título mundial en 1998. Los galos derrotaron en la final a Brasil por 3-0.
EL MAGO. Zidane le dio a Francia su primer título mundial en 1998. Los galos derrotaron en la final a Brasil por 3-0.
Esta tercera parte la abrimos con el Mundial de Francia 1938 y la cerramos con el que se celebró en el mismo lugar pero 60 años después. Ya no estaba Mussolini en el poder italiano para presionar a sus futbolistas, ni Hitler en Alemania para anexionarse Austria, ni mucho menos el mundo estaba a las puertas de una guerra terrible. Los galos organizaron la última Copa del Mundo del siglo XX y se quedaron con el título gracias a un equipo multicultural, compuesto por varios jugadores negros, descendientes de árabes e incluso un franco-argentino: David Trezeguet. Fue el Mundial de la consagración de Zidane y de la derrota de Brasil, que cayó 3-0 en la final.

En Francia 1998 también debutaron varios países que habían superado conflictos políticos internos, y entre ellos el más destacado fue Croacia, que, escindido de Yugoslavia luego de la Guerra de los Balcanes, finalizó tercero de la mano del goleador Davor Suker. Argentina avanzó hasta cuartos de final luego de superar a Inglaterra por penales en octavos, sin embargo la Selección se topó con Holanda y con una avivada final de Dennis Bergkamp que sepultó sus ilusiones.

Por Matías Rodríguez

 UNA HISTORIA DE LOS MUNDIALES 




Primera parte (1930, 1950, 1970, 1990, 2010)

Segunda parte (1934, 1954, 1974, 1994, 2014)

Tercera parte (1938, 1958, 1978, 1998)

Cuarta parte (1962, 1982, 2002)

Quinta parte (1966, 1986, 2006)