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Niños futbolistas: Juan Pablo Meneses

Pasó dos años viajando en el rol de ojeador para plasmar un libro, “Niños futbolistas”, que expone con crudeza la trastienda de un negocio en el que América pone la materia prima, mientras Europa disfruta la renta.

Por Redacción EG ·

26 de enero de 2014
  Nota publicada en la edición de enero 2014 de El Gráfico

Imagen "EN NUESTROS países se habla de oponerse a la colonización en materia política o económica, pero no se dice nada respecto al fútbol".
"EN NUESTROS países se habla de oponerse a la colonización en materia política o económica, pero no se dice nada respecto al fútbol".
“Messi es el culpable de todo.” Juan Pablo Meneses habla pausado y en voz baja. Lanza la frase mezclada con otras, lejos de buscar una reacción. No golpea la mesa ni hace una pausa para tomar agua. Lo dice y le sigue dando vida a su relato. Juan Pablo Meneses sabe de qué habla: se pasó dos años viajando por Latinoamérica y España como un ojeador desesperado por cazar su nueva presa. O, mejor dicho, se convirtió en tal cosa, para narrar la experiencia en un libro. El resultado se llama Niños futbolistas, una crónica en primera persona que expone, sobre todo, el detrás de escena de un negocio fenomenal en el que América pone la materia prima y Europa la convierte en productos rentables para sus mercados. Como si el reloj del mundo decidiese atrasar quinientos años.

¿Y de qué es culpable Messi?, cabe preguntarse. Meneses –chileno, creador de lo que él llama “periodismo portátil”– resume en un minuto de charla la idea central de su libro. Toma aire. Y dice: “Cuando La Masía se instaló acá en la Argentina, esa decisión se vivió con orgullo, sin ver lo que eso significaba. Hoy es común que un chico de cualquier lugar de Latinoamérica diga ‘quiero jugar en el Barcelona’ antes que en un equipo de su país. Yo planteo el tema, no pretendo cerrarlo y dictar sentencia. El caso de Messi fue una jugada tan brillante que no sólo despierta el interés de los padres; hoy es común que un grupo de amigos tenga el dato de un chico que juega bien y entonces intenten comprar su pase para ver si después triunfa y ellos ganan dinero. Messi instaló la fantasía de sacar un nuevo Messi. Eso no existía antes. Su caso es excepcional: Barcelona se llevó un chico por escaso dinero, que pocos años después vale 130 millones de euros y pesa 65 kilos; dos millones por kilo, simplificando. Una vez, en un programa de la televisión catalana, me insistían con que a Messi lo llevaron por una cuestión de salud. Y yo les explicaba, como si ellos no lo supieran, que ese chico era el que siendo niño hacía 9 goles para su equipo cuando ganaban 10 a 1”, expone, abriendo un poco más grandes los ojos.

Para dar cuenta del fenómeno que quería explicitar, el periodista debió librar primero una batalla interna, parecida a la que ganan los managers que terminan teniendo éxito en el negocio: debía entender que en esta carrera no valen los sentimientos. “Como autor hay que tener un par de cosas claras: yo no me hago pasar por algo que no soy, no me infiltro. No, yo les digo a los padres: ‘Hola, soy Juan Pablo Meneses, quiero comprar a su hijo porque estoy escribiendo un libro’. Y tengo que seguir hasta el final, no puedo quedarme a mitad de camino porque me conmuevan algunos casos. Porque al fin de cuentas, lo que importa son todos los chicos, no el que yo decida comprar finalmente. Por eso no quise adentrarme específicamente en un caso; sino, se trataría de una anécdota, y lo que busco es que cada caso ilumine algo más grande”, explica, didáctico.

Para avanzar en su aprendizaje, un día se entrevistó con Guillermo Coppola. El más célebre representante de futbolistas que ha dado la Argentina, recostado en su sillón, le enseñó un truco. “Me recomendó que el chico que yo comprara tenía que empezar a meterse en un grupo, identificarse. Y me contó que eso hizo Ruggeri para ganarse al vestuario del Real Madrid cuando llegó. Un escritor mexicano, por ejemplo, me dijo que a él lo molían a patadas en los entrenamientos cuando era un niño y quería ser futbolista, y la razón era que no formaba parte de ningún grupo. Y eso, está claro, no tiene nada que ver con jugar bien a la pelota”.

—¿Hay todavía casos de chicos que jueguen bien y no tengan manager?
—Casi que no. Yo para buscar mi jugador hurgué en escuelas de fútbol y en barrios, porque en clubes era imposible. Se descubrió hace un tiempo que muchos chicos llegan a Europa directamente desde escuelitas de fútbol de Latinoamérica, ya no de clubes. Y entonces la FIFA creó lo que se denomina “mecanismo de solidaridad”, por el que esa escuelita recibe dinero cuando el futbolista se hace grande. Pasó hace poco: cuando Alexis Sánchez llegó al Barcelona, un pequeño club de Tocopilla, su pueblo chileno, cobró algo así como 100 mil dólares. Imaginá lo que eso significa para ellos. Así que ahora todos salen como locos en cada lugar a fichar a los niños de diez años, por la posibilidad, aunque sea pequeña, de que algún día reciban dinero por él. Hoy no hay prácticamente chicos que tengan entre 8 y 12 años que jueguen bien al fútbol y sean vírgenes en términos contractuales.

Imagen "EL FUTBOL es como la telenovela de los hombres", define el chileno Juan Pablo Meneses.
"EL FUTBOL es como la telenovela de los hombres", define el chileno Juan Pablo Meneses.
ILUSION REAL… O BARCELONA
Meneses une con flechas dos géneros aparentemente desconectados: las telenovelas y el fútbol. Lo hace a partir de la experiencia de Aimar Centeno, el chico que en 2002 resultó ganador del reality show que emitía Canal 13 y conducía Mario Pergolini. El programa se llamaba Camino a la gloria, y el premio, nada menos, era una prueba en el Real Madrid. Hoy, aquel adolescente asombrado por subirse por primera vez a un avión y dar entrevistas en Madrid vive en Agustín Roca, el pueblito cercano a Junín donde nació, y juega en la liga local, lejos de las cámaras. Meneses cree entender la lógica que rige el desinterés general por esta última parte de la historia. Se trata del consumo, simplemente. “El fútbol es como la telenovela de los hombres; la gente ve los programas de fútbol para saber qué pasa con tal o cual jugador. Pero la telenovela tiene que tener un final feliz, por eso tenemos la telenovela de Messi y no la de Aimar Centeno. En ese sentido, la industria no lo muestra porque no tiene que ver con el género”, cierra el círculo.

Ese imán llamado Real Madrid o Barcelona, lo mismo da, a veces atrae primero a los chicos, televisión mediante. Pero a veces llama antes a los padres, atraídos por la mera posibilidad de que en las piernas de sus hijos se esconda la solución económica de la vida familiar. Y eso, dice Meneses, los dos gigantes saben explotarlo muy bien. “¿Cómo regulás que a un tipo grande le ofrezcan un trabajo de electricista en Madrid, y que le den una casa para vivir con su familia. Y que cuando llegue, los vecinos digan: ‘Ah, ¿tienen un chico de 10 años que juega al fútbol? Llévalo al club’? ¿Cómo vas a prohibir eso?¿O cómo vas a prohibir lo que hace ahora el Barcelona, que publica en su web ‘mándanos imágenes tuyas jugando al fútbol y ven a pasar un campamento de verano y conoce el club y la ciudad’? Esa es la estrategia del Barcelona y el Real Madrid, a los que llamo las grandes máquinas triturapiernas del fútbol latinoamericano”, califica. Y amplía: “Eso es muy fuerte. Tanto que el Real Madrid ha empezado a poner escuelas en Bolivia, Guatemala, países que ni siquiera tienen tanta tradición de buenos futbolistas. No quedan chicos sin detectar, pero lo del Barcelona es más redondo: lo hace con el logo de la Unicef. Y hace poco lanzó con Nike un programa que se llamó The Chance, en el que participó Pep Guardiola, que les sirvió para hacer un barrido de 50 millones de chicos en todo el mundo. Esa es la maquinaria que terminé observando”.

—¿Y a alguien le interesa regular esa máquina?
—Creo que ni siquiera lo vemos tan claro. En nuestros países se habla de oponerse a la colonización en materia política, económica, de servicios, pero no se dice nada respecto del fútbol. Brasil y Argentina trataron de introducir el tema en la FIFA, aunque Argentina se centró en el tema impositivo: “¿Cuánto me toca a mí?”, querían saber los dirigentes. No se ocuparon de la esencia. Yo he estado en países no tan futboleros como la Argentina, Brasil, y noté que siguen más el campeonato español que el propio. Antes pasaba en Guatemala o El Salvador, pero ahora también ocurre en Colombia, en algunas partes de México… Y si se empiezan a llevar chicos de esos lugares, más todavía. En las juveniles del Real Madrid hay un chico peruano que la está rompiendo, y ya varias veces fue portada de los diarios de Lima. Esa es la lógica.

LUZ EN EL TUNEL
Meneses repite con frecuencia el verbo “iluminar”. Su obsesión, su propósito más grande, es darle luz a los casos que sirven para ilustrar el viejo lugar común: no todo lo que brilla es oro. Que por cada Messi, hay cien, o doscientos, o trescientos chicos que dejan todo para no conseguir nada.

—Hablo mucho de los que no llegaron para que iluminen un sector del asunto: la relación con los padres, la pobreza, lo que sea. Hay dos palabras que se usan mucho y uno las repite sin tomarles demasiado el pulso: una es “salir”, porque los chicos quieren salir, y la otra es “llegar”, porque también quieren llegar. Y normalmente se menciona que tal “no llegó” por esto o lo otro. Está claro que entre salir y llegar hay un trecho, un limbo. Está el caso de un chico de apellido Bustamante, de Santiago de Chile, que hacía piruetas en los semáforos, y lo llevaron al Brescia. Hoy tiene 18 años y lo más probable es que permanezca en ese limbo, a mitad de camino. El cuenta que mucho más duro que sobrevivir en la cancha es hacerlo en el internado donde vive con los otros chicos que el Brescia recolectó: hay africanos, de Europa del Este, latinoamericanos. No es fácil vivir en ese ambiente.

Y entonces, cuando la ilusión de los chicos empieza a desvanecerse, se nota de qué madera están hechos los representantes. Si van al rescate o si dan vuelta la página y salen a buscar una nueva promesa. “La mayoría de los niños futbolistas traza –la paradoja Meneses– son llevados a Europa por ex futbolistas devenidos managers, y eso es una gran contradicción: los mismos que sufrieron el destierro y las privaciones son los que empujan a los nuevos a lo mismo”.

POR: Andres Eliceche