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Pisano: poderoso, el chiquitín

Paradojas del destino: de pibe casi pierde la vida contra Independiente, mientras que de grande es clave en el buen andar del equipo en la B Nacional. Aquí, la historia de un mediapunta que potenció el juego de un Rojo que superó un mal arranque de temporada y está en zona de ascenso.

Por Redacción EG ·

26 de enero de 2014
 Nota publicada en la edición de enero 2014 de El Gráfico

Imagen SE HIZO conocido en Independiente durante esta temporada. Aquí también muestra el resto de las camisetas que usó: Sociedad de Fomento Fernando Hidalgo, Selección Juvenil Y Chacarita.
SE HIZO conocido en Independiente durante esta temporada. Aquí también muestra el resto de las camisetas que usó: Sociedad de Fomento Fernando Hidalgo, Selección Juvenil Y Chacarita.
SI HUBIERA pasado lo peor, habría sido trágico, un escándalo. La familia Pisano todavía lloraría a Matías. Silvia, su madre, recuerda la situación y se pone tensa. Gerardo, su padre, sonríe porque la historia tuvo un final feliz. Pero la realidad es que Independiente estuvo cerca de no poder disfrutar de su jugador más desequilibrante en la actualidad, ya que casi se muere a los 10 años.

“Llevaba la pelota por afuera, justo jugaba contra Independiente en el Polideportivo de Chacarita, y cuando voy a tirar el centro atrás, el cuatro me barre y caigo con la cabeza contra la pared, que está alrededor de la cancha. Sufrí un traumatismo de cráneo y me operaron de urgencia en el Garrahan. El doctor me salvó la vida. Yo no tenía ni noción de qué me había pasado. Después cuando fui creciendo me di cuenta de las cosas, de cómo fue, quién estuvo, quién no estuvo, de todo te das cuenta. Siempre traté de lucharla para estar donde estoy. Yo quería volver a jugar enseguida, pero me decían que tenía que hacer un tratamiento que duraba un año. Mi vieja quería que no jugara más, pero mi viejo me alentaba para que volviera, porque era lo que me gustaba. Bueno, un poco antes de que me den el alta, me dijeron que arranque despacito a correr. Y empecé otra vez en el baby, donde me hicieron jugar con una vincha para protegerme. Justo la primera pelota que toco es con la cabeza, y eso que me lo repitieron: ‘No cabecées’. Pero de chiquito no te das cuenta de esas cosas”.

Pisanito cuenta el drama, ya transformado en anécdota, y se ríe. Entiende que ya fue, que es tiempo de saborear la buena. Al chiquitín, que se luce en la cancha con 162 centímetros y 62 kilos, se le modificó el mapa a mediados del año pasado al ser transferido de Chacarita a Independiente –un gigante herido, que había descendido a la B por primera vez en su historia–. Paradoja del destino, el mediapunta le devolvió la gentileza al Rojo sin ningún rencor. Incluso, hasta se lo nota agradecido porque el club de Avellaneda le permitió pegar el estirón futbolístico, tras abandonar la B Metropolitana (tercera categoría de la Argentina) y recalar en uno de los cinco grandes del país.

Interesante en el mano a mano, hizo estragos por la derecha; le aportó vértigo, juego y algo de gol (sólo lleva dos) a un equipo que le costó horrores ponerse de pie. En consecuencia, celebró los 22 años de la mejor manera el último 13 de diciembre, después de haber cerrado la primera rueda de la B Nacional en puesto de ascenso (tercero).

“No sé si le cambié la cara al equipo, creo que las cosas están saliendo bien y que convertimos en gol las pelotas que antes no entraban. Yo intento agarrar la pelota y llevarla hasta el otro arco. Por ahí, después de los golpes de las primeras fechas, estaba con más confianza que otros compañeros, hice un par de buenas jugadas, el equipo ganó (recién en la sexta jornada: 1-0 ante Huracán), y por suerte ahora peleamos el ascenso, que es lo más importante”, asegura.

-¿En qué momento de aquel mal arranque, con Miguel Brindisi como técnico, dijiste: “En qué lío me metí”?
-Nunca, porque estuve en situaciones peores en Chacarita. Por supuesto que Independiente tiene otra historia como club, pero estaba tranquilo; sólo entraba a la cancha y quería jugar.

-¿Cuáles fueron esas situaciones?
-El descenso en Primera; que te vengan a apretar los barrabravas, que tuviéramos que ir a entrenar a otros lugares por seguridad. Lo mismo que pasó en Independiente cuando estuvo en Primera. Me tocaron vivir cosas feas, pero mejor guardarlas.

-Hablemos de fútbol, entonces. ¿En qué los apuntaló Omar De Felippe?
-En la confianza, en el juego, en el trabajo, en no bajar los brazos. Esa fue la clave, porque tenemos un muy buen plantel. Si estamos unidos, las cosas saldrán bien.

-¿Le dio orden táctico al equipo, una identidad concreta?
-Sí, porque ya sabemos a qué jugar y las cosas surgen de memoria. La idea es jugar por abajo, a dos toques, tratar de buscar un hueco, de tirar un centro atrás y de tener la pelota, más que nada.

Imagen JUNTO A Alustiza, en el ascenso de Chaca a la A.
JUNTO A Alustiza, en el ascenso de Chaca a la A.
-¿Qué te pide el entrenador?
-Antes de entrar a la cancha, Omar siempre se pone en la puerta del vestuario y cuando vamos pasando, a cada uno le comenta algo. Y a mí me dice: “Divertite y jugá tranquilo”. Eso me relaja. Trato de disfrutar mucho al compartir el plantel con jugadores de experiencia como Montenegro, Parra, Tula, Morel.

-¿Cuál fue el partido en el que más te divertiste y en el que peor la viviste?
-No la pasé bien contra Unión. No me salía una; pelota que tocaba, la perdía; encaraba y me la robaban. En cambio, me divertí mucho ante Gimnasia de Jujuy. Hasta nos mirábamos con el Rolfi Montenegro y nos reíamos, hacíamos chistes. Cuando Vidal metió el gol del triunfo, fuimos a abrazarlo a él, junto a Facu Parra. Yo a Facu y al Rolfi siempre los hago mirar para arriba y les pego en la nuez, y ahí, en ese festejo, les pegué adentro de la cancha (risas). Esa diversión es sana.

-¿Qué compañeros te facilitan la tarea con sus movimientos?
-Me siento muy cómodo con Gaby Vallés en la banda derecha. Sé qué movimientos hace, cómo me la da. Antes del partido hablamos, por ahí le digo: “Tirámela fuerte que quizás la dejo pasar”. También trato de asociarme con el Rolfi que es un gran jugador y una excelente persona, y me gusta jugar con un nueve de área para ir a buscar la descarga.

-Pareciera que este Independiente no necesita hacer un gran partido para ganar. ¿Coincidís?
-Si cada uno hace bien su trabajo, sin hacer cosas de más, podemos conseguir mejores resultados todavía.

NO HABIA otra opción. Matías debía terminar la secundaria. No importaba el Funebrero ni su proyección como futbolista. Gerardo, profesor de historia, bajaba la línea y su hijo menor la respetaba. Entendía que una mala calificación podía dejarlo fuera de juego y por eso siempre le cumplió.

Sin embargo, el niño que soñaba con ser futbolista profesional también se formaba con un pelota en los pies, más allá del lógico ciclo educativo. Sus inicios se produjeron en el baby de la Sociedad de Fomento Fernando Hidalgo, ubicada en José León Suárez, partido de San Martín, provincia de Buenos Aires. De ahí, pasó a las inferiores de Chacarita y debutó en la Primera a los 17 años con bautismo de gol ante Almagro, dos fechas después de que el equipo que dirigía Ricardo Zielinski hubiera consumado el ascenso a la A. En esa época, Pisano ya se probaba la camiseta de la Selección, donde jugó torneos regionales para la Sub 18 y la Sub 20, y fue sparring del seleccionado que se preparaba para el Mundial de Sudáfrica 2010.

Luego, atravesó el temporal. Se comió el descenso a la B Nacional, el técnico Héctor Rivoira lo colgó y lo mandó a la Cuarta, Chacarita no lo quiso vender al Zaragoza (Villarreal lo había pretendido anteriormente, en 2008, y tampoco se efectuó la transacción), y el chico se sentía un jubilado con apenas 20 años. Para matar el tiempo y recuperar la alegría, Darío Villarruel –ex vicepresidente del club– lo llevó a jugar un torneo de abogados, en el que Matías se hacía pasar como estudiante de abogacía. “Fue en junio de 2012. Era un momento triste, porque no sólo no jugaba, sino que también el equipo terminó descendiendo a la B Metropolitana. Estuve a punto de dejar el fútbol, porque encima Chacarita después me quería mandar a préstamo a la C, a Laferrere, y yo me oponía a bajar una categoría más”, advierte.

Las vueltas de la vida lo llevaron a recomponerse. Recuperó terreno en el Funebrero y la alegría. El bromista de todo grupo, entonces, estaba de regreso. “Siempre fui de hacer jodas, pero jamás me voy a olvidar la más brava que me comí. En 2009, año en que Chacarita asciende con el Ruso Zielinski, yo me llevaba bien con Alustiza, Coyette, Grabinski... Resulta que mis compañeros me pusieron en pelotas, me desnudaron y me ataron a un árbol. Ahí me tiraron pelotazos, agua, de todo… La pasé muy mal, pero me la banqué”, resume a las carcajadas.

Imagen MATIAS INTEGRA su primer equipo de baby.
MATIAS INTEGRA su primer equipo de baby.
Aquí y ahora, su semblante se asocia más con la risa que con el drama. Matías Pisano proyecta el segundo semestre de la temporada en la B Nacional, aquel que puede ser consagratorio. “Si seguimos así, podríamos estar tranquilamente en la A. Es más: nuestro plantel tiene nivel para jugar en Primera. No estoy de acuerdo con los hinchas que no festejarían el ascenso, porque hay mucho por ganar. Nosotros lo festejaríamos, obviamente, porque somos los que estamos adentro de la cancha y nos rompemos el alma para lograrlo”, afirma.

-¿Cuáles son los futbolistas clave en la estructura del equipo?
-Independiente está donde está gracias al Ruso Rodríguez. Fue figura durante los últimos seis o siete partidos, mantenemos el cero en el arco hace bastante tiempo. Además, hay que aprovechar que contamos con jugadores experimentados como Tula, Morel, el Rolfi, Parra y Martín Zapata, que están en buen nivel.

-¿Qué deben mejorar?
-La tenencia de la pelota, el ataque justo para lastimar al rival, por ahí también el tema de la presión, porque con una buena presión, liquidás a cualquiera.

-El torneo es largo, ¿pero qué visualizás?
-Que no va a ser fácil. Es más difícil la B Nacional que la Primera A. Para nuestros rivales enfrentarse a Independiente representa el partido del año. Siempre será complicado para nosotros, pero el equipo está muy bien.

POR Dario Gurevich / FOTOS Emiliano Lasalvia