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Pereyra: más que picante

Se probó en Rosario Central y no quedó. Unión le abrió las puertas y, tras dos buenas etapas en Santa Fe, llegó a Belgrano en 2009. Desde entonces, se convirtió en ídolo pirata: la rompió en el ascenso de 2011, en el Inicial 2013 y ya es uno de los cuatro máximos goleadores del club en Primera.

Por Redacción EG ·

26 de enero de 2014
  Nota publicada en la edición de enero 2014 de El Gráfico

Imagen ESTRELLA. En el Inicial, el Picante jugó 19 partidos, marcó 9 goles y se destacó.
ESTRELLA. En el Inicial, el Picante jugó 19 partidos, marcó 9 goles y se destacó.
El polvo de la tierra está en el aire. El sol se asoma entre las nubes. Es una siesta como tantas otras en Villa Ocampo, Santa Fe. El es un niño y se prepara para jugar un picado con sus compañeros; pero antes, en el patio de su casa, la de sus abuelos Genaro y Ramona, ensaya una y otra vez la chilena. La pirueta futbolística sale a veces, en otras no; y en la mayoría, se levanta dolorido.
“Cuando era chico trataba de hacer todo tipo de cosas, trataba de hacer la chilena, de inventar, de hacer jueguitos, caños, eso es todo parte del potrero de donde uno salió”, recuerda César Pereyra con los ojos perdidos en un horizonte que le recuerda su infancia, cuando el potrero era parte de su vida. En aquellas canchitas de tierra e ilusiones todavía no era el Picante, el héroe de Belgrano. Aún no era el goleador del Torneo Inicial de Primera División. Era un niño que amaba jugar a la pelota.

El Picante Pereyra fue uno de los mejores jugadores del campeonato, demostrando, con su juego, mucho de ese potrero que se está perdiendo en las canchas argentinas. En diálogo con El Gráfico, recuerda: “El potrero es donde uno jugaba sin presiones, se divertía, donde la pasaba bien con amigos, disfrutaba de hacer lo que quería. Lo disfrutaba al máximo. Ahora que soy profesional, la exigencia es otra”. Lo dice con una remera de mangas cortas negra que tiene en el pecho la foto de una cancha de tierra y un arco hecho artesanalmente...

-¿Eras de jugar todo el día a la pelota?
-El potrero tenía eso de escaparte a la cancha, ir a jugar a cualquier hora, en cualquier momento, con luz, sin luz, con barro, con lo que sea. Si había una pelota rodando, yo estaba ahí.

-¿Te retaban mucho en tu casa por eso?
-Sí –se ríe–, mis abuelos me retaban porque me iba a la hora de la siesta. Uno era chico, no sentía calor, frío, sólo quería jugar al fútbol, quería patear la pelota. No me lesionaba, no me cansaba, era otro tiempo.

-¿Te criaron tus abuelos?
-Sí. Mi madre, por necesidad de trabajo, tuvo que viajar a Buenos Aires. Yo tenía dos meses y me dejó con mis abuelos. Prácticamente me crié con ellos. Mis abuelos son mis padres y la verdad es que estoy agradecido. Las cosas se dan por algo. Gracias a Dios disfruté mucho de mis abuelos. Hoy no lo tengo a mi abuelo, pero le debo muchísimo, por ejemplo me dio educación.

-¿Ellos eran futboleros?
-No, eran más de pedirme que estudiara. Querían que terminara la escuela y que cuando finalizara el secundario, buscara alguna carrera universitaria. Pero siempre en mi cabeza estuvo el jugar al fútbol y gracias a Dios, digo siempre, pude cumplirlo.

Se destacaba en Villa Ocampo. Su velocidad y habilidad marcaban una diferencia entre los chicos del pueblo. A los 15 años le llegó la posibilidad de probarse en Rosario Central, pero no quedó. En su cabeza, más allá de ese tropiezo, aún permanecían los sueños con la redonda. Continuó jugando en su pueblo, en el Club Atlético Ocampo Fábrica, y con 17 años ya participaba del Torneo Argentino B. Allí se abrió la posibilidad de probarse, esta vez, en Unión de Santa Fe.

“Llegué a Unión a los 17 años. Estaba jugando el Argentino B con el equipo de mi pueblo, y unas personas que me habían visto jugar me consiguieron una prueba en Santa Fe. Fui, me vieron, gusté y a partir de ahí empezó todo”, evoca con una sonrisa. A medida que recuerda, le brillan los ojos negros y se frota las manos constantemente con el pantalón.

-¿Te acordás de esas pruebas?
-Sí, fue mi segunda prueba, antes había ido a Rosario Central. Obviamente ya tenía una edad en la que tenía que jugarme el todo por el todo; y se dio. Se me pasaban muchas cosas por la cabeza, porque quería que me vieran, que me dijeran que había quedado. Fueron tres días, hasta que supe que iba a formar parte del plantel. ¡Tenía una alegría inmensa!

-¿Qué significa Unión en tu vida?
-Fue y es el club que me dio la oportunidad de ser lo que soy. Me dio la chance de jugar en Primera División. De vivir ocho años en el club, donde pasé por todas, momentos lindos, momentos malos. Sin Unión no sería lo que soy. Tuve la suerte de llegar y de que las cosas se me dieran rápido.

-¿Cómo vivís el hecho de estar identificado con dos clubes, Unión y Belgrano, al mismo tiempo?
-Quizás me pasó algo raro en Unión porque, cuando me tocó venir a Belgrano, mucha gente no lo tomó bien y todo lo que había hecho se opacó un poco. Ahora entendieron que soy profesional, que tenía que pensar en mi carrera y no podía seguir en Unión. Gracias a Dios, vine a Belgrano y pasé por mayoría de cosas positivas. Desde el primer día la pasé bien, más allá de que los primeros años no fueron los mejores en cuanto a resultados; pero siempre me demostraron cariño y me bancaron. Por eso, ahora es muy lindo disfrutar de este presente.

Imagen EL PICANTE se abraza con Lucas Pittinari. Fue después de anotar el gol que le dio  a Belgrano el triunfo 1-0 contra Argentinos en el Inicial
EL PICANTE se abraza con Lucas Pittinari. Fue después de anotar el gol que le dio a Belgrano el triunfo 1-0 contra Argentinos en el Inicial
PROCER Y GOLEADOR
“¡Picaaaante… Picaaaante…!”. Esa ovación es un hit, tanto en el Gigante de Alberdi como en el estadio Mario Kempes. La entonan, pletóricos, los hinchas de Belgrano. Se canta antes, durante y después de cada partido del Pirata cordobés. La sienten de corazón y saben que ese grito será recordado por mucho tiempo; según definición de Esteban Teté González, César Pereyra es “un prócer de la historia del club”.

Finalizó como goleador del Torneo Inicial, con 9 tantos. Es la primera vez que un jugador de Belgrano se consagra máximo artillero de un certamen de Primera División. Además lleva convertidos 47 goles con la camiseta celeste, cifra que lo ubica a 6 tantos de entrar en el podio de los goleadores históricos del club. Sólo es superado por Luis Fabián Artime (94), Abel Blason (58) y Gustavo Spallina (52). Fue uno de los que le marcó a River en la recordada Promoción de 2011, que derivó en el ascenso a Primera; además de ser pilar en el equipo que logró por primera vez la clasificación a un torneo internacional para la institución de Alberdi. Teté tiene razón: el Picante es un prócer de Belgrano. Pero él sigue con su perfil bajo.

“Uno no se da cuenta hasta que la gente te lo hace ver, o te lo demuestra en la calle. Te ponés a hablar y ahí caés en lo que significa todo lo que se hizo para el hincha de Belgrano. Tal vez por estar en actividad, vivir el día a día y saber que hay que rendir cada fin de semana, no me doy cuenta y no lo disfruto como se lo merece”, dice el Pica.

Mientras dialoga con El Gráfico en la sede de Belgrano, ubicada sobre la calle Arturo Orgaz del popular barrio de Alberdi, se observa desde la ventana cómo decenas de hinchas lo esperan con la camiseta celeste para que les firme un autógrafo. Al salir estará más de diez minutos siendo retratado por las cámaras. “Hemos conseguido muchas cosas en Belgrano –recuerda–. El ascenso, muy buenos torneos en Primera, clasificar por primera vez a un torneo internacional, cosas que van a quedar marcadas toda la vida. Formar parte de eso es muy importante. El reconocimiento lo recibo y estoy agradecido”, sostiene mientras circulan versiones de que puede emigrar al fútbol mexicano. El dice que no sabe nada, sólo piensa en sus vacaciones para volver con todo a realizar la pretemporada.

-¿Cuál fue la mayor alegría desde que llegaste a Belgrano?
-Ganarle a River en la Promoción. Aunque lo de la copa fue muy importante, todo empezó a partir del ascenso. De ahí en más, salió todo. Fue increíble, impensado, nadie lo imaginaba. En ese momento cambió la vida de muchos, y me incluyo, porque la repercusión fue increíble. Los que vivimos ese momento todavía somos reconocidos por ese partido.

-Hay dos grandes recuerdos de esa serie ante River: el gol que hiciste en el partido de ida y el que fallaste en la vuelta en el Monumental...
-Yo también me acuerdo –se agarra la cabeza, mira hacia abajo y sonríe–. Acá se había hablado mucho de la situación de un compañero en otra Promoción (Claudio Bustos ante Racing Club, en la Promoción 2008). A él le había pasado algo parecido. Y si no lográbamos el ascenso, iba a formar parte de una historia similar. Pero después la alegría tapó todo. Hubiese sido lindo si metía ese gol, pero se dio así e igual lo disfrutamos.

-Terminaste jugando un gran torneo y siendo goleador.
-Valoro mucho haberme sentido bien, quería sentirme así, como antes de la lesión. Después, tal vez diga algo que no tiene que ver, pero como delantero tengo que hacer goles, aunque fue la primera vez que competí por ser goleador. Valió muchísimo. No me lo imaginaba. Más allá de las presiones, traté de disfrutarlo, porque no se da todos los días.

-¿Ya te acostumbraste a que en Córdoba te conozcan más como Picante que como César Pereyra?
-Sí, en Córdoba nadie me conoce como César. Si le preguntás a alguien, es difícil que te respondan bien. En Córdoba soy el Picante, la mayoría me dice así. Es como una marca, ya. Al venir a Belgrano, desde el primer día me llamaron por ese apodo, a tal punto que en la camiseta me puse Picante.

-Te lo puso el periodista Ariel Helueni, ¿te lo reclamó alguna vez?
-Hablé varias veces con él y me dijo que lo tendría que haber registrado –se ríe–. Siempre lo recuerdo, porque él me decía así en los resúmenes de TyC Sports y me quedó marcado, aunque en Santa Fe pocos me conocían así.

“¡Picaaaante, Picaaaante!”. Esa ovación nunca resonó tanto como el 29 de septiembre de 2013. El estadio Mario Kempes explotó en ese cántico, mientras se agarraban la cabeza algunos, otros lo reverenciaban y miles más no podían parar de aplaudir de pie. ¿El motivo? Se jugaban 37 minutos del segundo tiempo del partido entre Belgrano y Racing Club; y el prócer celeste volvió a escribir una página histórica. Se elevó en el aire y ensayó una pirueta maravillosa. Golazo de chilena. Como lo había practicado cuando era un niño en el patio de la casa de sus abuelos; como le salió en Comodoro Rivadavia en marzo de 2008 por la B Nacional, enfrentando a la CAI. Esta vez lo hizo ante una multitud. “Fue el gol más lindo de mi carrera”, asegura con una sonrisa picarona, porque sabe que él soñó con el fútbol y con un momento similar. Y luchó para ser futbolista. Tanta fue su perseverancia que, como muestra, está ese extraordinario gol de chilena en el Kempes. Un reflejo de que es un porfiado. De que hasta que no le salga, no va a parar. De esa manera se transformó en héroe de Belgrano.

POR Marcos Villalobo/ FOTOS: Viviana Toranzo