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Romagnoli: santa leyenda

El ídolo de San Lorenzo celebró sus 15 años de carrera a lo grande: superó los 300 partidos en la Primera del club y se transformó en uno de los jugadores que más títulos ganó en la historia del CASLA, con cuatro. Ahora, proyecta saldar la asignatura pendiente para Boedo: ganar la Copa Libertadores.

Por Redacción EG ·

16 de enero de 2014
 Nota publicada en la edición de enero 2014 de El Gráfico

Imagen ALEGRE. Flamante campeón del Torneo Inicial 2013, se planta en su segunda casa: el Nuevo Gasómetro.
ALEGRE. Flamante campeón del Torneo Inicial 2013, se planta en su segunda casa: el Nuevo Gasómetro.
AL IDOLO le brotó el hincha una vez más. La muestra surgió en cancha de Vélez, en el tiempo agregado de un partido determinante que consagraba campeón a San Lorenzo después de seis años. Pipi estaba ahí, entonces, sentado en el banco de suplentes, tomándose la cara, implorándole vaya uno a saber a quién, luego de haber transpirado la azulgrana durante 57 minutos en el campo de juego. Leandro Romagnoli sufría como lo que es: un hincha más.

“En ese momento, no se me aparecieron imágenes. Estabamos empatando y no sólo dependíamos de nosotros, sino también del resultado en Rosario. Como salí faltando bastante para que terminara el partido (33 minutos), tenía cierta angustia en esos minutos finales; no sabía qué pasaría. Estábamos tan cerca del objetivo planteado que recé un poco y por suerte se nos dio. Fue un desahogo tremendo”, confiesa a 48 horas de la consagración en el Torneo Inicial 2013, en una entrevista exclusiva que le dio a El Gráfico en su segunda casa: el Nuevo Gasómetro.

Pero retrocedamos dos días y regresemos a Liniers. El alambrado que separa el campo de juego con el corazón de la popular visitante, donde se acomodaron aquellos cuervos autorizados por la justicia, todavía tiene sus huellas. El capitán del CASLA aquella tarde explotó de felicidad cuando se cristalizó lo deseado, cuando sólo faltaba el protocolo del caso para levantar el trofeo y mostrarle al mundo (porque en El Vaticano también se observa) que desde Boedo salió el nuevo campeón. Pareció haber rejuvenecido unos cuantos años. Por la sonrisa dibujada, los ojos llenos de lágrimas de felicidad, los cánticos efusivos dentro del vestuario, Romagnoli se acercaba más al pibe que soñaba con bañarse de gloria con el club de sus amores que al mito viviente que luce la número 10. Si hasta Alan Ruiz lo molestaba en la intimidad del vestuario del campeón, y él ni se inmutaba, por más que estuviera en una nota en vivo por televisión. Su cabeza, su cuerpo, en consecuencia, andaba por otra galaxia.

“Soñé varias veces con este momento. Cuando arrancás la pretemporada, pensás en ser campeón aunque sabés que hay muchos equipos que pelean por lo mismo. Salir campeón es muy difícil. Son pocos los que tienen la fortuna de consagrarse seguido, y eso es lo que recalcamos en el grupo durante la semana previa al partido frente a Vélez. Entonces, había que jugarle a muerte porque ese partido, esa final (era la última fecha del campeonato), nos iba a llevar a la gloria. Si bien no ganamos (terminó 0-0) y no jugamos como queríamos, se dio lo que buscamos que es el campeonato. Nuestro sueño se hizo realidad”, argumenta.

-¿Si no salían campeones, te matabas, por definirlo en un sentido figurativo?
-Diría que hubiese sido un fracaso. Hace un año y medio, jugamos la Promoción para no descender; veníamos de perder la final de la Copa Argentina y hubiese sido duro no haber conseguido el título, por más que se tomaba para bien el paso importante que había dado el equipo y el club en el último tiempo. Pero decidimos no fijarnos en lo que pasó y nos sentimos en la obligación de ganar el torneo.

-¿Al margen de la coherencia por garantizar la seguridad, te resultó raro no haber dado la vuelta olímpica?
-Si vamos a la historia y a lo que significa dar la vuelta, fue raro. Pero, bueno, nos adaptamos a lo que se vive en la Argentina; la sociedad no cambia, hay mucha violencia. Entonces, si había que resignar la vuelta olímpica para que no hubiera incidentes, íbamos a colaborar con eso. Y así ocurrió: festejamos nosotros en la cancha de Vélez y luego la seguimos en Boedo con nuestra gente.

-¿Qué aprendizaje te dejó este título a los 32 años?
-Mucho, porque la vida es así: aprendés día tras día, y con el tiempo vas agarrando esa experiencia que uno no tiene cuando comienza. Rescato al grupo humano de este San Lorenzo, que es muy unido y competitivo. Los jugadores que no jugaban habitualmente, respondieron cuando les tocó. Entonces, no sólo teníamos 11 jugadores a disposición, sino a todo un plantel.

-¿Qué tiene de diferente este título respecto de tus tres anteriores en el club?
-No comparo, para mí todos fueron importantes y llegaron en su debido tiempo (Clausura 2001, Mercosur 2001, Sudamericana 2002 e Inicial 2013). Los cuatro torneos que gané en San Lorenzo los disfruté por igual y a mi manera. De este, puedo decir que me sentí un poco más nervioso y ansioso que los demás; quizás porque antes era más joven y lo veía desde otro punto de vista. Hoy, lo miro de otra manera: se me está terminando la carrera y este título puede ser el último, y al haber tanto cariño con el club y con los hinchas, por ahí puede tener otro sabor.

-Te consagraste en el club después de 11 años. ¿Alguna vez, durante ese tiempo, pensaste que no lo volverías a lograr en San Lorenzo?
-Siempre pensás en todas las posibilidades, sobre todo me preguntaba: “¿Me tocará de nuevo?”. A medida que pasaron las fechas, estaba un poco más tranquilo porque peleábamos entre los primeros y teníamos plantel para hacerlo. Entonces, ahí pensás realmente en la chance de ser campeón. Cerca del final, nos encontramos primeros y conseguimos el título, pese a que el camino fue duro.

SI LA HERENCIA azulgrana entre abuelos, padres y nietos coincidió durante los períodos 1998-2004 y 2009-2014, se pueden sentir satisfechos: todos disfrutaron de la magia de Romagnoli. No importa quiénes más o quiénes menos, lo que vale es que la familia cuerva se rindió a los pies de Pipi, el tipo al que el cartel de genio y figura le calza a medida en Boedo.

Todavía cuesta descifrar si al 10 lo quieren más por los cuatro títulos aportados, por el fútbol desplegado a lo largo de los 303 partidos disputados, o por haber puesto el pecho sin preguntar al arriesgar su prestigio al jugarse el descenso. “¿Qué es lo que más me valoran? Un poco de todo. Creo que lo que tenemos en común con el hincha es el amor por el club. Siempre hubo un cariño genuino; los hinchas me demostraron su afecto y yo, el mío. Mi intención fue y es darles lo mejor”, destaca.

-¿Ya caíste que sos uno de los máximos ganadores en la historia del CASLA?
-Sí, me llena de orgullo. Pasé casi toda mi vida en San Lorenzo, hace poquito cumplí 15 años de carrera (debutó el 13/12/1998 en la derrota frente a Racing por 3-2). Y siempre seré un agradecido con los hinchas, porque son los que me hicieron y me hacen sentir cómodo. Ser uno de los máximos ganadores de la historia en el club que me vio nacer y del cual soy hincha es lo mejor que me puede pasar.

-Elegí tres momentos que te marcaron en el club desde que te viniste a probar hasta la actualidad. ¿Podrás?
-¡Puf, son muchos! Hay que pensar que empecé en San Lorenzo entre los seis y los ocho años. Entonces, nombro al pasar los momentos que se me vienen a la cabeza: haber debutado en Primera a los 17 años; una semana antes de que se produjera estaba entrenándome con el selectivo y jugaba muy poco en la Reserva, y de un día para el otro fui al banco de suplentes de la Primera y jugué cinco minutos. Nunca lo voy a olvidar. Después, haber ganado el primer campeonato, haber jugado la Promoción por el descenso y habernos salvado; la institución vivía una situación terrible, y yo nunca me había imaginado que un club tan grande como San Lorenzo pasaría por eso. Y también quiero remarcar este momento, porque somos los campeones.

Imagen FANATICO. Como si fuera un hincha más, revolea la camiseta azulgrana en la popular local.
FANATICO. Como si fuera un hincha más, revolea la camiseta azulgrana en la popular local.
-¿Qué tienen en común el Pipi que llegó de pibe al club con este que es ídolo?
-Siempre traté de ser el mismo, sea en mi casa, en el barrio o con mi familia. Si bien a veces me miran diferente o me comentan que no me doy cuenta de lo que genero en algunos hinchas de San Lorenzo, yo soy de perfil bajo y no cambié mucho. Es cierto que estoy un poquito más viejo, un poquito más llorón, más sensible, porque antes era más fuerte… Pasaba algo y no se me caía una lágrima, y ahora cualquier cosa me afloja
.
-¿Alguna vez imaginaste que te convertirías en ídolo, en emblema, de San Lorenzo?
-Siempre lo pensé, pero hay un largo camino para que se dé. Y me está pasando. Por eso, mi agradecimiento para la gente, porque sin el apoyo de ellos, yo no tendría el privilegio de ser ídolo.

-¿En qué situación utilizaste mejor tu condición de ídolo durante tus etapas en el club?
-Cuando nos jugábamos el descenso, porque fue el momento más complicado mío y de San Lorenzo, porque había que revertir la situación y no podíamos fallar. Entonces, tuvimos una reunión entre los jugadores de experiencia y yo dije cosas que prefiero que queden ahí. Y, con Pizzi como técnico, hubo un momento en el que veníamos de perder con Boca, un momento en el que teníamos que sumar para no volver a complicarnos con el promedio del descenso, y se hizo una charla en la que participé, por más que estaba lesionado y no jugaba, y el equipo levantó a partir de ahí.

-¿San Lorenzo es tu vida?
-Sí, mi vida se basa en San Lorenzo, el club es mi segunda casa. Voy a entrenarme, vuelvo, veo a mis viejos y hablamos sobre San Lorenzo, y lo mismo me pasa con mis amigos. Por eso, San Lorenzo es como mi casa; cada vez que estoy en mi lugar dentro del vestuario, me siento como en el sillón de mi casa.

PIPI, EN ACCION. El lastre de una carrera exitosa, compuesta por nueve títulos en total, también pesa. Las lesiones ligamentarias que padeció y el lógico transcurso del tiempo lo opacaron un poco. Sin embargo, Leandro nunca se borró e intentó aportar su clase al servicio del equipo, cuando su físico se lo permitía.
Ya recuperado de su última lesión severa y en buena forma para el Torneo Inicial 2013, denotó que lo suyo no sólo era categoría, sino también sacrificio. “Es verdad: a mi juego le agregué más sacrificio, por la posición en la que jugué en el último campeonato con Pizzi”, adelanta.

-¿Resultó raro verte como volante por derecha?
-Y… Muchos entrenadores juegan sin enganche en el fútbol argentino y cuando volví (2009, tras una buena experiencia en Sporting Lisboa), lo sentí. Al principio, hubo muchos partidos que no jugué por eso. Pero, a su vez, pensaba que era capaz de rendir en otra posición, quizás sobre la banda haciendo el ida y vuelta. Entonces, jugué muchos partidos por la izquierda y después, por la derecha. Me tuve que adaptar, debía ir y venir, y respaldar al doble cinco cuando lo necesitaba.

-¿Eso te llevó a jugar más con el corazón?
-Siempre trato de poner el corazón, hay partidos que te relajás más que en otros, sobre todo cuando vas ganando y jugás un poquito más suelto. Pero contra Arsenal, en la final de la Copa Argentina (derrota 3-0), había que sacar fuerzas de donde sea y seguir corriendo, porque estábamos perdiendo; no había otra. Frente a Vélez, también. No se podía parar de correr, meter y jugar.

-Pero, entonces, ¿cuándo surge la inteligencia?
-Aparece, por ejemplo, contra All Boys. El partido iba 0-0 e interpreté que había que poner más juego que corazón, y me tiré un poquito más arriba, como enganche, para romper con la defensa del rival. Y salió bien (goleada 3-0). Sé que hubo partidos en los que anduve mejor que en otros, pero siempre intenté dar lo mejor.

-¿Contagiaste más a tus compañeros por tu juego o por tu condición de ídolo?
-Por las dos cosas. Por ejemplo, si un pibe que recién arranca ve correr al Pichi Mercier a sus 33 años, lo mínimo que tiene que hacer es ponerse a correr a la par de él. Después, se verá con la pelota. Pero no puede parar de correr. Y lo mismo pasa con el ídolo del equipo. Si un pibe ve que voy y vengo, que no dejo escapar a la marca, debe hacer lo mismo.

-¿Cuál es la identidad de juego que generó el equipo?
-Protagonismo, jugadores de buen pie de mitad de cancha para adelante, mucho volumen de juego y tenencia de pelota. Se nos complicó contra los equipos que se nos metían muy atrás y ahí nos faltó ser punzantes.

-¿Cuáles fueron las pequeñas sociedades que marcaron la diferencia?
-El equipo arranca desde atrás con Torrico y con los cuatro del fondo, que estuvieron excelentes en la marca, y siguió con Piatti y Correa, con Cauteruccio hasta que se lesionó, con Gonzalo Verón que también se lesionó, con Villalba, con Pichi Mercier, que para mí fue el mejor jugador del campeonato. Cuando nos juntábamos con Nacho (Piatti) también armábamos una linda sociedad… Creo que hubo varias, porque San Lorenzo propuso buen juego durante muchos tramos del semestre.

-¿Fuiste el alma de San Lorenzo?
-No lo sé; tengo una trayectoria grande en el club y eso hace que los compañeros te miren diferente para bien, porque existe un respeto mutuo. No voy a maltratar a nadie por ser ídolo. Lo bueno es que se armó un grupo humano excelente y eso se reflejó en el campo.
 Y contra Vélez se notó mucho más (Allione reventó el palo, y después Torrico le sacó una pelota bárbara, que era de gol).

-¿En qué momentos del torneo sentiste que estuvo la mano de Francisco?
-Ante Rafaela, un partido que perdíamos por no haber hecho un buen primer tiempo y que terminamos empatando sobre el final después de ir 2-0 abajo.

TRANQUILO, CUERVOS: hay Pipi para otras funciones, probablemente épicas como las que ya transitaron. Romagnoli siempre vinculó su retiro con las ganas. Por eso, el tema revoloteaba en el aire y el protagonista se encargó de aclararlo: “Tengo muchas ganas de seguir. ¿Del 1 al 10? 10, sin dudas. Es lo único que se me cruza por la cabeza. No me veo no jugando, no entrenando. Siento que quiero seguir jugando. Me gusta levantarme temprano, venir a entrenar, jugar. Disfruto de lo que hago, y cuando eso no me pase más, tomaré otra determinación. Pero para eso todavía falta. Hoy, veo el retiro lejano, más allá de que el fútbol tiene muchas vueltas y no se sabe qué sucederá. Si es por mi elección, pienso en continuar”.

Imagen CAMPEON. Festeja su cuarto título en San Lorenzo: Torneo Inicial 2013. La fiesta se trasladó de Liniers a Boedo.
CAMPEON. Festeja su cuarto título en San Lorenzo: Torneo Inicial 2013. La fiesta se trasladó de Liniers a Boedo.
-¿Este es el momento indicado para aprovechar y dar el salto de calidad?
-Ojalá lo sea para llevar a San Lorenzo bien arriba. Estamos yendo de a poco. Cuando habíamos tocado fondo al jugar por la permanencia en Primera, la idea era comenzar a despegar y se consiguió, porque se disputaron dos finales durante el semestre pasado, y una se ganó. Se mejoró mucho con la gestión de Lammens y Tinelli. Cuando ellos no estaban, Abdo intentó hacer lo mejor, como todos los dirigentes, pero no encontró la solución a los problemas del club, que eran un montón. Si bien trataba de olvidarme cuando entraba a la cancha, repercutían en la semana. Hoy todo cambió, es diferente: se superaron los inconvenientes, se entrena con mucha tranquilidad, el club está mejor desde lo económico, y me pone muy contento que Matías y Marcelo hayan ganado las elecciones de nuevo. Es lo mejor para el club.

-Te llevo a lo futbolístico. ¿Qué deben pulir?
-Ser más sólidos. Este equipo se terminó de armar durante el semestre pasado, porque yo estuve lesionado en el primer tramo de 2013, Ortigoza volvió de un préstamo, Correa se afianzó, subieron muchos chicos de inferiores, como Villalba, que terminó jugando bastante; Buffarini, que es número 8, tuvo que jugar de 4… Si bien tuvimos un juego vistoso durante muchos momentos, todavía nos queda consolidarnos como equipo.

-La Copa Libertadores es la obsesión de San Lorenzo, porque nunca la ganó. ¿Qué te genera jugarla en 2014?
-La gente está muy ilusionada con la Copa. Si tuviera que elegir un torneo para ganar, no dudo: quiero la Libertadores. Es difícil, porque es una competencia muy complicada. Pero ganarla nos dejaría marcados para toda la vida en el club.

-¿Qué sería hacer una buena Copa para ustedes?
-Ganarla, no hay punto medio con la Libertadores. No sirve llegar a las semifinales y perderlas.

-¿Ese es el sueño que te queda por cumplir: levantar la Copa?
-Sí, por supuesto. Pero ojalá que San Lorenzo la pueda ganar algún día, sea yo jugador, entrenador o un hincha más.

-¿No te quita el sueño llegar a ser el tipo que más títulos ganó en el club?
-No, si bien eso me llenaría de orgullo. Yo no estoy acá por lo personal, sino por lo grupal; siempre fui así.

FIEL A SUS CONVICCIONES, Leandro Romagnoli jamás traicionó a los colores de su corazón ni los traicionará. En la Argentina, sólo vistió la camiseta de San Lorenzo, pequeño gran detalle. Como no podía ser menos, los hinchas se desesperan por verlo, tocarlo, pedirle una firma para quizás tatuársela luego en el cuerpo. Seguro que si Pipi jugara en el cielo, morirían para verlo. De todos modos, él trata de abstraerse de lo que genera en el CASLA. No se desvive por ser leyenda, aunque ya lo sea.

POR: Dario Gurevich/ FOTOS: Emiliano Lasalvia