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Alfaro: el tío copado

El técnico no para de alegrar a la familia de Sarandí. Se consagró en la Copa Argentina y sumó su cuarto título con Arsenal, el quinto para el club que, junto a Boca, es el equipo argentino más ganador en los últimos seis años. Intimidades desde la primera charla con Julito Grondona en 2006 hasta la proyección para la Copa Libertadores 2014.

Por Redacción EG ·

27 de noviembre de 2013
  Nota publicada en la edición de noviembre de 2013 de El Gráfico

Imagen SONRISA PLENA. Encontró su lugar en el mundo laboral en Sarandí, donde es algo más que un simple entrenador.
SONRISA PLENA. Encontró su lugar en el mundo laboral en Sarandí, donde es algo más que un simple entrenador.
“ESPERO QUE TENGAS mucho cuidado. A esta escarapela se la respeta y se la dignifica”.
Era 25 de mayo de 2006, fecha patria en la que los Grondona se juntaron a comer un asado en la sede de Arsenal. Después del almuerzo, estaba pautada la reunión entre Julito Grondona y Gustavo Alfaro para encaminar el vínculo del entrenador con el club. Sin embargo, antes de que el presidente de la institución le dijera algo, una mujer le impuso condiciones.

“Liliana (hermana de Julito, hija de Don Julio) me marcó el territorio al ponerme la escarapela de Arsenal, además de colocarme la de la Argentina. Ahí me preguntaba: ‘¿Dónde estoy entrando?’”, describe Alfaro.

La conversación con Julito arrancó, y Gustavo revela un diálogo importante.
-Mirá, Julito: yo no vengo a salvarme del descenso (la situación era realmente comprometida), vengo por la gloria.

-Yo también… Quiero ir a Japón…

Silencio. Lechuga sólo atinó a seguir la charla, mientras pensaba que “el presidente estaba loco”, mucho más que él. “Fijate cómo siguió la historia que, al final, Arsenal fue a Japón y salió campeón (Suruga Bank 2008, al equipo lo dirigió Daniel Garnero)”, sostiene.

A siete años de aquella primera charla, Alfaro la rememora con nostalgia. El hombre trascendió en dos ciclos en Sarandí (2006-2008 y 2010-2013), y puso al club más arriba de lo que Liliana, o cualquiera, se hubiera imaginado. La última de sus cuatro conquistas se produjo a mediados del mes pasado al ganar la Copa Argentina. El técnico cuenta detalles que condujeron al club al éxito.

. “La Copa Argentina siempre fue una prioridad, porque clasifica al campeón a la Copa Libertadores. Entonces, cada fase se planteó como una final, en la que debíamos achicar el margen de error y estar atentos a los pequeños detalles. Y nosotros sabemos jugar ese tipo de instancias, porque venimos disputando partidos determinantes hace mucho tiempo, ya sea para evitar un descenso, clasificar a una copa, definir un mano a mano o ganar un campeonato. Arsenal tiene en su ADN esa plusvalía que la saca a flote cuando el jugador debe tener algo más que el talento natural para ganar un partido como estos”.

. “El instante más fuerte fue el momento en que Cámpora caminó desde la mitad de la cancha hasta el punto del penal. Si lo convertía, quedábamos eliminados (definición por penales ante All Boys, en semifinales). Nosotros confiábamos en Campestrini, le teníamos fe una fe ciega. La pelota se fue por arriba del travesaño, pero ese tiempo desde la caminata hasta la ejecución fue el más angustiante, el más tenso. Cuando Cámpora erró, tuve la seguridad de que pasábamos nosotros”.

 .“El equipo combinó juego, carácter y disciplina ante San Lorenzo. No es habitual ni fácil ganar una final por 3 a 0. Después de habernos consagrado, Mariano Echeverría me sorprendió con su frase: ‘Todos tenemos un corazón. A veces la importancia del entrenador está en sacarle ese corazón afuera al jugador, y esa es una de las virtudes que debe tener un técnico’. Y es así. Aquella final había que jugarla, vivirla, sentirla y ganarla”.

EL DATO AUN le parece fuerte. El rafaelino, de 51 años, aún no se acostumbra a escuchar que Arsenal, su Arsenal, se convirtió -junto a Boca- en el equipo argentino más ganador en los últimos seis años, al obtener cinco títulos.

“Los puntos de partida son diametralmente opuestos. Boca puede tener a Riquelme y a Gago en su plantel, y a Bianchi en el banco de suplentes… Además, es un equipo con mística, historia; es el mejor de la última década con conquistas internacionales de valía. Ellos están en otro nivel. Y para nosotros lograr un título es muy difícil. Que Arsenal tenga esta cita con el éxito de manera asidua es un tributo a que las cosas pueden resultar, si existe un compromiso absoluto, una manera de sentir, de pensar y de proceder. Por supuesto, me sorprende porque se complica siendo un equipo chico, con poca infraestructura y sin la billetera más gorda. Por eso, valoramos muchísimo cada torneo ganado”, asegura.

-¿Genera bronca en el ambiente del fútbol que Arsenal gane tanto?
-Sí… Hay un proverbio chino dice que “todo clavo que sobresale, recibe un martillazo”. Entonces, si sobresalís, te exponés a la crítica despiadada. Somos así por naturaleza, desde la formación genética como país. Siempre estamos a favor o en contra, no existen los grises. Unitarios o federales, radicales o peronistas, Fillol o Gatti, Vilas o Clerc… El Lole (Reutemann) fue subcampeón del mundo y parece un fracasado. La sensación es que parte de la sociedad tiene un sentimiento perverso por apostar al fracaso, por festejar el fracaso. Sería mejor tener un país de gente exitosa y no de gente exitista.
-Encima esta situación se potencia con un condimento: Arsenal es el equipo de los Grondona…
-Seguro, y surge la descalificación rápida: ganás por el caballo del comisario y por la ayuda de los árbitros. Mirá, me quedó grabada la siguiente frase que Don Julio me dijo una semana después de consagrarnos en la Copa Sudamericana: “Lamentablemente, este título no se lo van a valorar porque lo consiguió en Arsenal. Hay muchos que me van a pegar a mí y no lo van a valorar ni a usted, Alfaro, ni al grupo. Con el tiempo, sí le van a dar valor a la conquista”.

-¿Y fue así? ¿Te sentís reconocido?
-Por la gente en la calle, sí. Me alegra más ese gesto a que me reconozca un sector valioso del periodismo. Me gusta que me escriban los mozos de los restaurantes donde voy a comer y que se pongan contentos, pese a ser de otros clubes. También me gusta el reconocimiento del hincha común que te habla con respeto.

El padre del gigante del Sur del Gran Buenos Aires ya acredita seis estrellas en su carrera como entrenador: se consagró con Olimpo en la B Nacional 2001/2002 y lo ascendió a la A, obtuvo con Quilmes el ascenso a Primera en 2003, más la cosecha en el Arse: Copa Sudamericana 2007, Clausura y Supercopa Argentina 2012, y Copa Argentina 2013.
“Sabía que Arsenal me daría la plataforma para formar un equipo base que perdure y que, al sumarle algunos jugadores de jerarquía, pueda pelear un campeonato. Pero nunca imaginé que ganaría cuatro títulos en este club. Esto fue posible por la coherencia con la que la dirigencia se maneja. Todos los equipos tienen urgencias por los resultados, pero la paciencia en la búsqueda es distinta en Arsenal”, argumenta.

Imagen CRANEO. "Un equipo ofensivo debe defender bien, con calidad de movimientos", explica.
CRANEO. "Un equipo ofensivo debe defender bien, con calidad de movimientos", explica.
LAS ANECDOTAS, las historias, que nacieron en dos de los cuatro títulos surgen durante los 56 minutos de charla. Lechuga las repasa en primera persona, y empieza por la Sudamericana.
n “Lo primero que les dije a los muchachos fue: ‘Este es el equipo de los fracasados’. El primero era yo, que venía de fracasar en San Lorenzo; Marito Cuenca lo había hecho en Racing; el Flaco Loeschbor y Ortiz, en San Lorenzo; Valdemarín y Obolo, en Vélez, además de los jugadores de Arsenal que habían redondeado la peor campaña del club en Primera. Y los fracasados sumaron 60 puntos y se clasificaron a la Copa, que después ganamos. El equipo entendió que su destino estaba en sus manos. Entonces, nos animamos a jugar contra el que sea. ¿Dónde estaba escrito que Arsenal no podía ser campeón de la Sudamericana?”.

. “A ese equipo de la Sudamericana le recordaba la hazaña de Uruguay en el Mundial de Brasil 50, el Maracanazo, y la frase de Obdulio Varela (emblema charrúa): ‘Hay que jugar con los huevos en la punta de los botines’”.

. “Después de eliminar al San Lorenzo de Ramón Díaz, a Goiás, a Chivas de Guadalajara, al River de Passarella, cuando disfrutamos del frío silencio del Monumental por haberlos dejado afuera, vencimos al América en la final. Era David contra Goliat. Me acuerdo del llamado de Diego (Maradona) antes de la primera final, en México: ‘En esa cancha, yo me consagré como jugador; en esa cancha está la gloria del fútbol argentino, y en esa cancha, ustedes van a hacer historia’. La frase se las trasladé a los muchachos. Y ganamos 3 a 2. Si bien sufrimos en la vuelta, nos quedamos con el título”.

.“Previo a la final ante Boca por la Supercopa Argentina, perdimos 5-1 frente a Vélez. Y Campestrini tuvo que atajar con la mano infiltrada porque se la había apretado contra una de las puertas de su auto. Entonces, le habían convertido varios goles porque dio rebotes al no sentir la mano y no poder agarrar la pelota. Y mirá cómo son las cosas que Campe nos salvó en los penales y se sacó la amargura de aquel partido ante Vélez”.

Imagen Arsenal y su festejo al ganarle a Boca 3-0
Arsenal y su festejo al ganarle a Boca 3-0
Sin embargo, no siempre el éxito lo acompañó durante sus 21 años como entrenador (sólo dirigió en el exterior a Al Ahli, de Arabia Saudita, en 2009). Quizás el golpe más fuerte se lo pegó después de ganar su primer título. “Ascendimos con Olimpo y Jorge Ledo, el presidente del club en ese entonces, me dijo: ‘Sos el mejor en el Nacional B, pero no tenés nivel para dirigir en Primera. Y yo voy a traer a un entrenador de Primera, porque no quiero echarte en la sexta fecha’. Y me dolió mucho -confiesa-. Acepté esa derrota, y tuve la chance de ir a Quilmes al año siguiente, de conseguir el ascenso a la máxima categoría y de empezar mi camino en Primera División”.

-Y en Primera también te fue mal en algunos clubes…
-Sí, en Belgrano de Córdoba, en Rosario Central, hasta cierto punto en San Lorenzo, pese a que fracasé para muchos. Podés ganar o perder en la vida, podés ganar también y ser un perfecto idiota. Pero se aprende de las derrotas, te dejan enseñanzas que luego se pueden reconvertir. Ahí está el valor de la experiencia. Yo soy un ladrón profesional, que les robé las buenas ideas a los demás y las hago mías. Alguna vez escuché una gran frase de Jorge Luis Borges: “Triunfamos y fracasamos menos de lo que creemos”.

-Volvamos a la actualidad. Siempre se dijo que Arsenal es una gran familia. ¿Vos sos el tío copado que no para de regalar alegrías?
-¡Ja! No sé… Llegué a esta familia y ocupo un lindo lugar. Y no soy familiar directo, sino adoptado. Pero, honestamente, me hacen sentir como si fuera un familiar de sangre. Uno trata de devolver todo ese afecto con compromiso y trabajo, y si ese trabajo viene acompañado de gloria, mucho mejor.

-¿Cuánto Arsenal, el equipo, tiene de vos?
-El equipo es la imagen del entrenador en muchos aspectos. Y no en lo futbolístico, porque muchas veces se juega como se puede y no como se quiere. En cuanto a la conducta, a la forma de conducirse adentro de la cancha, a aceptar la manera de ganar o de perder, al diálogo con los rivales y los árbitros, al manejo con la prensa, el entrenador es tan importante como el maestro en el colegio. Pero los que deciden finalmente, los verdaderos protagonistas, son los jugadores. Es simple: no hay sensación más placentera que gritar un gol, pero el técnico nunca va a hacer un gol.

-¿En qué harán hincapié para pelear la Copa Libertadores en 2014? Para el equipo ya no es una experiencia nueva…
-Exacto, vamos a participar de la competencia por tercera vez consecutiva. Trataremos de completar este plantel con gente que ayude a cumplir el objetivo inicial, que es pasar la primera ronda, algo que Arsenal nunca logró. Y si avanzamos, me tengo fe contra cualquiera en el mano a mano. Jugaremos por la utopía de una conquista que es muy difícil.

-Si superan a Vélez por la Supercopa Argentina (se disputaría a mediados de este mes o recién en enero), Arsenal será el más ganador del país en los últimos años. ¿Forjaste una cultura en el club, en la que los jugadores se acostumbraron a ganar?
-Sí, porque ganador no se nace. Y ganar a veces significa sacrificar cosas en búsqueda del resultado. Optar por el triunfo es saber que, cuando se descorchó la última botella de champagne y se apagó la luz, al día siguiente tenés que demostrar por qué lo conseguiste.

Por Dario Gurevich/ Foto: Emiliano Lasalvia/Estadísticas: Roberto Gluksmann