¡Habla memoria!

Cuentos del aro VI

Momentos, hechos y protagonistas. El Campeonato Argentino, fuente inagotable de difusión y anécdotas. La Generación Dorada, a 4000 metros de altura, en su etapa fundacional. Un equipo que mataba: el Boca de los 60. El primer crack: José Biggi.

Por Redacción EG ·

27 de agosto de 2019


Imagen CAMPEONATO Argentino de Básquetbol de 1958. Final entre Capital y Santa Fe.
CAMPEONATO Argentino de Básquetbol de 1958. Final entre Capital y Santa Fe.

El Campeonato Argentino de Básquetbol es toda una leyenda en el deporte de nuestro país. Comenzó a disputarse en 1928 y lleva 79 ediciones. Cumplió su edición Bodas de Plata en Santa Fe 1958. Su final, realizada el 6 de abril, fue una de las que se jugó con mayor clima de bronca, si no la más, en tan rica, larga y encendida historia. Se enfrentaron el local y Capital Federal, un duelo clásico que hoy ya se ha disputado en 9 oportunidades como partido decisivo, definido con 6 triunfos porteños y 3 santafesinos.

Pasó que el equipo metropolitano tenía en su plantel a tres jugadores nacidos en la provincia anfitriona, lo que en esa época era mal visto, y enardeció aún más al público local, de por sí antiporteño: Enrique Borda (de Rufino), Edgar Parizzia (de Santa Fe) y Bernardo Schime (de Rosario).

Un pasaje de la tensa final está en la foto de apertura a la derecha. Alineados desde la izquierda: Orlando Peralta, Carlos Vasino, Miguel Carrizo y Florencio Marzorati.

Imagen PUBLICO de Santa Fe insultando a los jugadores porteños en la final entre Capital y Santa Fe jugada en esta última provincia.
PUBLICO de Santa Fe insultando a los jugadores porteños en la final entre Capital y Santa Fe jugada en esta última provincia.

Fuera de la cancha, Capital Federal fue provocado por el público santafesino, tanto que esta revista, El Gráfico, publicó un recuadro donde se aprecia una fotografía de un espectador increpando a viva voz a los jugadores visitantes con este título: ”Y esto, ¿por qué?”.

Cuando faltaban cerca de dos minutos, los porteños estaban arriba por un punto. La cancha abierta de Unión era una caldera. En tal circunstancia recibe la pelota el centro Florencio Orlando Marzorati bajo el cesto. Como no puede tirar, sus compañeros le gritan “¡Sacala afuera! ¡Sacala afuera!”. Era evidente que querían que la pelota volviera a lo que en nuestros tiempos sería el sector del perímetro, para rearmar el ataque recomenzando la coordinación. “¡Sacala afuera!”, insistieron los jugadores porteños. Marzorati cumplió con lo que escuchó, pero el sentido lo interpretó al revés: tiró la pelota afuera de la cancha… Menos mal que Capital ganó 56-52 y fue campeón, si no: ¿qué hubiera sido de Marzorati”.

DE ALTURA

La Generación Dorada es un capítulo sobresaliente que marca a fuego al básquetbol argentino. La segunda convocatoria en la modelación del grupo fue para el 14º Campeonato Sudamericano Juvenil que se disputó, en mayo de 1994, en Oruro (Bolivia). Se encuentra localizada a 3706 metros sobre el nivel del mar, entre las ciudades de La Paz y Potosí. Frente al siempre real y temible problema de la altura, Argentina resolvió hacer una aclimatación en la mina El Aguilar, de la Compañía Minera Aguilar S. A., en el departamento Humahuaca de la provincia de Jujuy. Fundada en 1929, esta empresa comenzó a operar en 1936.

Está en plena puna jujeña, a casi 4000 metros de altura, y además de ser la más antigua de Jujuy, es la única que permanece activa, produciendo plata, zinc y plomo. Desde San Salvador de Jujuy hasta Mina El Aguilar hay 239 kilómetros y hasta la Capital Federal, 1654.

La idea de la adaptación a la altura fue del entrenador Guillermo Edgardo Vecchio y el lugar lo consiguió Juan Carlos Cuadri, presidente de la Federación de Jujuy. El doctor Eduardo Emilio Bellman, jujeño, llevó adelante el seguimiento médico y el profesor Jorge Alvarez manejó la preparación física. Vecchio tiene este recuerdo: “El único que no sufrió los efectos ni un minuto fue el tucumano Lucas Victoriano; el resto estaba siempre con tubo de oxígeno y mascarilla. Había que tomar mucho mate de coca… Cuando las Eliminatorias de fútbol en 1997 se jugó el polémico partido contra Bolivia en La Paz, el del corte a Julio Ricardo Cruz, Daniel Passarella y el profesor Ricardo Pizzarotti me fueron a buscar a mi casa y me llevaron al predio de la AFA en Ezeiza. Hablamos como dos horas: querían saber cómo habíamos hecho nosotros con la altura y cómo llevamos adelante la preparación…”.

Participaron 8 países y Argentina fue campeón invicto en 6 partidos. A Leonardo Martín Gutiérrez y Lucas Javier Victoriano que venían de los Cadetes del año anterior en Itanhaém, se agregaron Gabriel Diego Fernández, Leandro Fabián Palladino y Juan Ignacio Sánchez. En la rueda final, disputada por puntos todos contra todos, nuestros pibes fueron contundentes: 107-72 a Uruguay (terminó cuarto), 107-82 a Brasil (tercero) y 84-75 a Venezuela (segundo).

Imagen LUCAS Victoriano, quien estuvo en la experiencia de la selección juvenil rumbo a Oruro.
LUCAS Victoriano, quien estuvo en la experiencia de la selección juvenil rumbo a Oruro.

 

TESTIMONIO

El tucumano Victoriano fue un protagonista destacado en la etapa fundacional de la Generación Dorada, desde el minuto cero en la cita de los Cadetes para el Sudamericano de Itanhaém y también estuvo en aquella experiencia de los Juveniles para Oruro. Lo vemos en una producción fotográfica en la apertura. Este es su testimonio:

“Ese viaje fue terrible, primero por las horas, pero luego por los caminos que tuvimos que subir para llegar al pueblo. Es verdad que luego, para el campeonato de Oruro, ya estábamos aclimatados y nos sirvió para ganar la medalla de oro.

Sufrimos mucho durante el viaje y en los primeros días. Recuerdo que, al llegar y después de haber pasado por unos paisajes maravillosos, te pasabas mirando por la ventanilla apunado con los oídos tapados o vomitando.

Nos dejaron debajo del albergue, a unos cuatro metros desde la puerta del micro hasta la puerta del edificio. Cuando bajamos, los dos primeros pasos fueron más lentos de lo normal y nos mareamos enseguida. Las instrucciones eran caminar tranquilos y respirando suavemente. Nosotros nos preguntábamos cómo era posible vivir allí, parecía que no había oxígeno. Vimos pasar a unos lugareños corriendo y no podíamos creer que se pudiera correr en semejante lugar. Si caminando te mareabas y te faltaba aire, imagínense corriendo...”.

Imagen GUILLERMO Edgardo Vecchio, entrenador nacional, reclutador de la Generación Dorada.
GUILLERMO Edgardo Vecchio, entrenador nacional, reclutador de la Generación Dorada.

Más aún, sigue Victoriano, contando este momento primigenio de nuestra Generación Dorada dentro de una geografía no habitual:

“Tuvimos un día sin hacer mucho, pero al día siguiente ya estaban planeados los entrenamientos. Piso de goma en una canchita típica de pueblo, pero recién remodelada y pintada para darnos la bienvenida. Nos llamó la atención el seguimiento del pueblo, de las caras amables llenas de sonrisas pero sin diálogo. Sólo nos observaban y parecían felices.

En la primera charla el coach Vecchio nos dice que no quería excusas, que teníamos que trabajar y que –si los pibes de allí podían vivir– nosotros también. Comenzamos a correr tranquilamente y nos fuimos adaptando. Nos habían preparado una bomba de oxígeno por si alguno de los jugadores necesitaba utilizarlo. Vecchio comenzó a elevar la exigencia y daban ganas de abandonar. Sin embargo, al primero que vimos con el oxígeno en la nariz fue... sí, al coach Vecchio… Se cansó de dar indicaciones y necesitó aire extra.

Así fueron pasando los días, sin ver una mujer y con ganas de bailar. Así que el día libre organizaron un baile y fuimos. Caminando como 20 cuadras de arriba hacia abajo por las cuestas, todos perfumaditos y con ganas de pasarla bien. Al llegar vemos que había 2 chicas y 28 varones, jajaja, ¡estaba el pueblo entero!

Igual la pasamos bien y nos fuimos de la Mina El Aguilar con mucha ilusión, sabiendo que habíamos dado un paso gigante para ganar el campeonato”.

Imagen SUPER BOCA. Años 60. Jesús Díaz, Enrique Borda, el entrenador Abelardo Dasso, Bernardo Schime, Miguel Carrizo y Alberto De Simone.
SUPER BOCA. Años 60. Jesús Díaz, Enrique Borda, el entrenador Abelardo Dasso, Bernardo Schime, Miguel Carrizo y Alberto De Simone.

 

EL GRAN BOCA

Un equipo que dejó una huella imborrable en el básquetbol metropolitano fue el Boca Juniors de los años 60. Abelardo Rafael Dasso comenzó como entrenador el 1º de julio de 1959 y fue el hombre que dio en la tecla.

En 1961, 1962 y 1963, esto es tres temporadas consecutivas, ganó lo que se conocía como “triple corona” en la Asociación Buenos Aires: ser campeón sucesivamente del Torneo Apertura, del Campeonato Oficial y del Campeonato Metropolitano de la Federación. No una vez, sino los tres años. ¡Esto significó haber sido campeón en nueve torneos seguidos!

En total jugó 93 partidos oficiales y ganó 89. ¡Perdió solamente 4 veces! Casi imbatible.

Esta vez la curiosidad tiene ansias por recordar las derrotas. ¿Quiénes fueron los equipos que le ganaron a ese Boca casi invencible? En el Oficial 1961 fue River Plate (71-74), en el Oficial 1962 nuevamente contra River Plate (58-64), en el Apertura 1963 frente a Independiente (56 -58) y River Plate por tercera vez (64-71). Resumen: River Plate tres veces e Independiente.

Ese gran equipo –enorme– marcó una época. El quinteto más estable y clásico lo integraron Jesús Díaz, Miguel Carrizo, Bernardo Schime, Enrique Borda y Alberto De Simone (en acción en la apertura). Gol, rebote, fuerza, simpleza y personalidad fueron sus características. Era un conjunto que iba directamente “a los bifes”.

Schime explicó cómo se plantaba posicionalmente en la cancha: “Empezábamos con una formación tres-dos en ataque. Jesús Díaz era el base y lo acompañábamos a sus costados Miguel Carrizo y yo; pilares se decía entonces. Alberto De Simone jugaba de pivote fijo y Enrique Borda lo hacía también abajo, pero ‘volanteando’ de derecha a izquierda y viceversa, que era otra expresión de la época…”.

El plantel se completó durante el ciclo de la siguiente manera… En 1961: Egidio De Fornasari, Alberto Noval, Luis Pérez, Héctor Rosales, G. Debeheres y Edgardo Molinari. En 1962 se agregaron José Porier y R. Sime. En 1963: Rubén Castelli, Juan Carlos Mazzini y Héctor Vázquez.



EL PRIMER CRACK

Una nota de la revista El Gráfico, en una de sus ediciones extraordinarias, ubicaba a José Aurelio Biggi en el tiempo del básquetbol argentino como “el primero de la dinastía Furlong”.

Allí, en 1959, se comentaba que “desde el año 1912, en que el básquetbol se implantó en la Argentina por obra de mister Philip Paul Phillips, hasta aproximadamente 1943 es de imaginar que fueron muchísimos los grandes jugadores –no importa si grandes para entonces y menos grandes para hoy– que monopolizaron el elogio o concentraron la atención. Pero nadie, absolutamente nadie, logró entre todos ellos lo que Biggi: ser considerado el más perfecto jugador de todas las épocas comprendidas en ese largo caminar del básquetbol”.

Nació en Buenos Aires el 1° de mayo de 1916. Tuvo su salto a la notoriedad en un campeonato que precisamente organizó El Gráfico, para promover el básquetbol entre jugadores no fichados, desde el 13 de marzo al 28 de abril de 1934. Se realizó en Gimnasia y Esgrima de Villa del Parque y movilizó a 609 jugadores distribuidos en 87 “teams”, como se decía entonces. Al cabo de 86 partidos disputados, se consagró campeón su equipo: Sporting Social Club.

Biggi era un armador, mezcla de ingenio y cerebro. Fue más creador que realizador. El 26 de agosto de 1938 fue tapa de El Gráfico (Nº 998). En el año 1954 se efectuó en esta revista una encuesta entre diez reconocidos entrenadores y se les preguntó por “los cinco mejores jugadores argentinos de todas las épocas”. El único nombre que se repitió en cada respuesta fue el de José Biggi.
Como internacional, participó en cuatro Campeonatos Sudamericanos: 1938, 1939, 1940 y Mendoza 1941, en este último fue campeón. Con Capital Federal se consagró campeón argentino en Paraná 1941. Después surgió lo que quedó en los anales como “el caso Biggi”, polémico e insólito. El mismo lo contó:
“En 1942 pasé a San Lorenzo, pero apenas pude jugar cuatro o cinco partidos. Me inhabilitaron por honrado. Sí, aunque parezca mentira. Sucedió que yo, por el pase, cobré un dinero. Debido a mi espíritu amateur, después lo devolví. Entonces quedó en evidencia que lo había recibido y me suspendieron, en una época en que regía severamente el Código del Aficionado y el profesionalismo era una mala palabra. Estuve sin jugar hasta el 45. Volví a San Lorenzo y entré en algunos partidos hasta que de nuevo reflotaron aquella sanción... ¡Recién me rehabilitaron 28 años después para jugar en veteranos!”

 

 

Por O.R.O. (2013).

Fotos: Archivo El Gráfico.