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Cángele: experiencia turca

Emigró al país transcontinental por una temporada y se quedó seis años y medio. El delantero cuenta su crecimiento profesional, recuerda anécdotas imperdibles, evoca durísimas experiencias de vida y confiesa sus expectativas tras el retorno a Boca.

Por Redacción EG ·

07 de septiembre de 2013
  Nota publicada en la edición de septiembre de 2013 de El Gráfico

Imagen DISTENDIDO. Sólo tiene de decoración el narguile que se trajo como recuerdo: "Allá me acostumbré a tomar mucho té", aclara.
DISTENDIDO. Sólo tiene de decoración el narguile que se trajo como recuerdo: "Allá me acostumbré a tomar mucho té", aclara.
“Llegué a Estambul y me recibieron cien hinchas en el aeropuerto, además de dos dirigentes del club. Me subí a un auto con ellos y, cuando nos acercábamos a la ciudad de Adapazari –donde íbamos–, uno de los directivos que se sentaba del lado del acompañante, abrió un maletín, sacó un revolver, bajó la ventanilla y se escuchó ¡pum, pum, pum, pum! El tipo había tirado cuatro o cinco tiros para arriba.‘¿Adónde vine?’, les pregunté a Carlos Mac Allister y a su hermano, que me acompañaban. Ellos estaban como yo: no entendían nada. Entonces, me quedé calladito, medio cagado. Al ver al traductor después, le conté la situación: un loco agarró una pistola grande y empezó a tirar al aire desde el coche. ‘Olvidate, esto es normal acá. Lo hizo para festejar’, me respondió. Ahí recién me tranquilicé. Menos mal que estaba contento (risas). No sabés lo que fue…”.

Franco Cángele repasa un drama que se archiva como una anécdota risueña dentro de un espacio de seis años y medio en los que vivió en Turquía. Adapazari, capital de la provincia de Sakarya, que se ubica al noroeste del país transcontinental (toca Asia y Europa), sólo resultó su primera parada. Allí jugó en el equipo de la ciudad: Sakaryaspor. Aquí y ahora, a miles de kilómetros de distancia, relajado en una sala de usos múltiples en su casa de Capital Federal, empieza a desmenuzar recuerdos de una tremenda experiencia de vida.

“Fue un poco duro al principio. Allá el fútbol se toma como un trabajo. Como cada club tiene su concentración en un predio como si fuera el de la AFA o el de la Villa Olímpica de Vélez, el técnico nos hacía ir a las 9 o 10 de la mañana para entrenarnos a las 15, y nos íbamos a las 19 o 20 después de comer. Estábamos horario completo para una hora o una hora y media de entrenamiento. Encima me aburría un montón, porque cada uno debía ir a su habitación. Había televisión, pero sólo veía canales en turco. O sea: no entendía nada”, revela.

No le servía para mucho vivir a una hora en auto de Estambul, la ciudad turca más grande. Adaptarse rápido al encierro, a un idioma tan diferente al español, le costaban horrores. “Los primeros seis partidos anduve muy bien, aunque me cayó la ficha de todo eso después, arranqué a jugar mal y nunca más levanté al terminar las 17 fechas del torneo. Estaba fastidioso, me quería ir y no aguantaba más. De hecho, si no hubiese sido por Verónica, mi mujer, que me bancó allá, me habría vuelto.

-¿Cómo lo solucionaste entonces?
-Lo hablé con el entrenador. Le dije que no comprendía por qué teníamos que estar diez horas en el club, si yo en mi casa podía hacer lo mismo y con canales en español en la televisión. De todas maneras, no hubo caso: era para todos los jugadores igual.

Al margen del lógico bajón, le sería útil aprovechar el receso de diciembre en aquel 2006 para cargar pilas. Sin embargo, mandaba la idea de no regresar a Turquía. “Verónica estaba de siete meses y se quedaba el resto del embarazo en la Argentina. Yo no deseaba volverme, pero mi familia me convenció –explica–. Y la cabeza me hizo un clic durante la pretemporada en enero. Si debía presentarme a las 8 en esa concentración diaria, llegaba a las 7; y si me tenía que ir a las 18, me iba a las 19. Como estaba solito, no había ningún problema. A partir de ahí, subí el rendimiento y terminé jugando bien”.

-Pero se fueron al descenso. ¿No pasó nada?
-No, no se lo toma como en la Argentina. Y mirá que no bajamos en la última fecha, sino seis antes del final del torneo. La gente, igual, llenaba la cancha que es para 15 mil personas. Sakaryaspor descendía y ascendía seguido, era una situación un poco más normal. Incluso, cuando estábamos descendidos, el equipo anduvo mejor que nunca. Pero se produjeron algunos problemas.

-¿Cuáles?
-Compartía el plantel con dos argentinos: Alejandro Capurro y Claudio Graf, que tampoco entendían el idioma. Entonces, nos enteramos del lío después. ¿Qué pasó? Un compañero, que jugaba bien, le pegó dos patadas a un rival, sin querer disputar la pelota, en un partido y lo expulsaron. Eso ya nos pareció algo extraño, pero lo más raro surgió cuando este chico no apareció nunca más por el club. Se descubrió luego que los rivales le habían pagado para dejar a nuestro equipo con diez. Ellos necesitaban ganar sí o sí. Por eso, los directivos del club lo echaron.

-Ah, corrupción pura…
-Allá, también, había muchos problemas con las apuestas.

Imagen NUEVA ETAPA. Regresó a Boca para entrenarse y no perder ritmo, y el club lo terminó fichando de cara a esta temporada.
NUEVA ETAPA. Regresó a Boca para entrenarse y no perder ritmo, y el club lo terminó fichando de cara a esta temporada.
LA ESTABILIDAD EN KAYSERI
El delantero, nacido en Francisco Madero (Pehuajó) hace 29 años, decidió extender su vínculo con el fútbol turco. Sin embargo, la escenografía era otra en 2008, ya que Kayserispor lo contrató. Su arribo a la ciudad de Kayseri, entonces, contó con dos ventajas notables, pese a estar a una hora de avión de Estambul: conocía el certamen y ya había vivido un año en el país, por lo que sabía cómo se desarrollaba la vida en ese sector del mapa.

“Me encantaba la tranquilidad. Estaba muy bien, entre el fútbol y mi casa. No había inseguridad, la gente me quería”, resume. Siempre contenido por su mujer y su primera hija, Camila, soltaba cada vez más la lengua, más allá de que todavía se manejaba con el traductor. No obstante, ese tipo sólo parecía descifrarle frases que no comprendía. “Pero no era así al final –avisa–. Estaba en el medio de la pretemporada, la primera con el equipo, y me llama el entrenador para charlar después de la práctica de fútbol, en la que anduve bien. ‘¿Cómo te sentís con tus compañeros?’, me preguntó. Y el traductor me dijo que el técnico se había enojado conmigo porque me entrenaba mal. Entonces, yo le respondí sobre esto último. Y el tipo vuelve a traducir. Ahí el entrenador se dio cuenta de que ¡el traductor no hablaba ni entendía bien! Luego, sólo me decía hola y chau en turco.

-¿Existe alguna anécdota relacionada al plantel?
-Sí, hay una buenísima (se le empieza a dibujar la sonrisa y abre los ojos). Cuando comíamos con los muchachos, hasta que el capitán no decía “buen provecho”, nadie se podía levantar de la mesa. A veces lo pronunciaba a los 40 segundos de haber empezado porque se iba, y otras no lo decía más porque se quedaba como una hora. Y nosotros nos clavábamos durante esa hora, porque él era intocable.

-Respecto al equipo, ¿qué no te gustaba?
-El club estaba bien en lo económico y podía armarse para pelear el campeonato, aunque nunca lo hacía. Los dirigentes preferían incorporar a jugadores de Alemania y Holanda un tanto más amateurs para que compitieran durante uno o dos años en la Superliga y luego venderlos. Se priorizaba lo económico sobre lo deportivo.

Su consagración futbolística se produjo en 2008 al conquistar la Copa de Turquía. No obstante, ahí también empezaría su calvario. “Cuando faltaban cinco minutos para que termine la final, me rompí la rodilla izquierda –se lamenta–. Y en 2010, me lesioné la derecha”.

-¡Qué mala suerte!
-Y no sé si fue culpa mía, porque estaba ocho kilos más arriba de mi peso o por haberle metido a los fierros. Cuando me lesioné la primera vez, pasaba muchas horas en el gimnasio para matar el tiempo. Si bien me benefició porque estaba rápido y fuerte y más se me nombraba en el ambiente, no sé si me complicó. En definitiva, un médico me sugirió que buscara un deporte que fuese dinámico, que me hiciera bajar de peso y me mantuviera tonificado. Entonces, me enfoqué en el entrenamiento de boxeo.

Las lesiones significaban un tema menor en comparación con lo que le sucedería en marzo de 2011, tiempo en el que su segunda hija, Valentina, ya había nacido. ¿Qué ocurrió? A Verónica le detectaron cáncer de mama. “Nos venimos a la Argentina en mayo y yo me vuelvo a Turquía para la pretemporada. Y en la primera fecha del torneo, me rompo otra vez la rodilla derecha. Esa lesión me vino bárbaro –admite–. Pude acompañar a mi señora durante el tratamiento. Fue un momento muy duro”.

El panorama recién se estabilizó en enero de 2012. O, al menos, eso parecía. Franco rescindió con Kayserispor y estaba a punto de firmar con un nuevo club en Turquía. Pero el balde de agua helada le caería encima una vez más. “Cuando estaba haciendo la escala en Frankfurt, me llamó mi viejo para decirme que mi mujer se tenía que quedar internada más tiempo. Ella venía con dolores en la espalda, aunque no era nada grave. Bueno, le diagnosticaron cáncer en una vértebra. Entonces, pedí disculpas y regresé a la Argentina. Fue otro palito en la rueda. Por suerte, ella está muy bien”, respira.

Imagen TRAS SU EXPERIENCIA en Turquía, volvió a jugar en Boca en el amistoso frente a Estudiantes en La Plata en julio pasado.
TRAS SU EXPERIENCIA en Turquía, volvió a jugar en Boca en el amistoso frente a Estudiantes en La Plata en julio pasado.
BIENVENIDO A CASA… AMARILLA
Cángele no tenía club ni tampoco quería entrenar de manera solitaria con un preparador físico. En consecuencia, se contactó con un viejo conocido, el Colorado Mac Allister, que le hizo de puente para contactar a Carlos Bianchi. El técnico de Boca, que ya lo había dirigido en el club, jamás dudo y le dio permiso para practicar con la Primera.

A partir de acá, la historia la detalla el protagonista: “Me entrenaba a la par de todos, pero no podía competir por un puesto. Igual, nunca me mandaron con un preparador físico que sobraba. Era uno más. Como el equipo sufrió lesiones de muchos jugadores, había espacio para que Carlos me pusiera en las prácticas y me viera de cerca. Y después dio el okey para que me contraten. De todas formas, yo le estoy más agradecido por haberme dejado entrenar que por haberme pedido como refuerzo”.

-La base de tu fútbol es gambeta, vértigo y desequilibrio. ¿Con qué otros recursos se encontrará el hincha de Boca?
-Verá a un jugador más tranquilo, más grande. Después, la paso un poco más. Aprendí en Turquía que si hay un compañero mejor perfilado que yo, se la tengo que jugar. Me acuerdo de que cuando llegué allá, no se la pasaba a nadie.

-¿Cómo fue el clic?
-Mi mejor año fue cuando el 9 del Kayserispor terminó como goleador del torneo. El tipo metió 21 goles y yo lo asistí en 16. Ahí entendí que no importaba quién convertía.

-¿Qué más te dejó el fútbol turco?
-Un montón de cosas. Crecí allí, porque me fui a los 21 años de la Argentina. Entonces, me ayudó a madurar como persona también. Respecto a lo futbolístico, incorporé el sacrificio. El Kayserispor era un equipo al que no le sobraba nada y había que colaborar con el compañero. Nosotros llegamos a pelear el torneo durante seis meses, aunque después nos caímos porque teníamos un plantel corto. Además, encontré regularidad en mi rendimiento y me adapté bien a jugar por todo el frente de ataque: de enganche, por los dos extremos, y hasta de nueve.

-¿Te encontrás muy lejos del buen nivel que mostraste en los últimos 90 minutos oficiales que jugaste en septiembre de 2010?
-No, no. Ahora estoy bien. No pude empezar el torneo por una pequeña lesión, pero ya estoy a disposición del técnico.

-Volvamos a Boca. ¿A ustedes, los jugadores, les interesa más una identidad de juego o el resultado?
-Ambas son importantes, pero creo que hay más chances de ganar jugando bien que empujando. Y al hincha de Boca también le gusta conseguir el triunfo a través del buen fútbol.

-¿Boca juega tan mal como se dice en los medios o debe ajustar ciertos detalles y listo?
-Si el equipo ajusta algunos detalles, andará muy bien y jugará mucho mejor. Tenemos que crecer partido a partido.

-Si ustedes no salen campeones, ¿no sirve?
-Y sí, porque sólo disputamos el Torneo Inicial en este semestre. De hecho, si no damos la vuelta, nos quedamos afuera de la Copa Libertadores del año que viene. Y si no nos clasificamos, no lo llamaría como fracaso, pero a ninguno de los jugadores ni a los hinchas les gustaría llegar a esa situación.

-Cuando termine este semestre, ¿cómo te sentirías ganador?
-Viendo a Boca campeón y conmigo en buen nivel.

Por Darío Gurevich. Fotos: Emiliano Lasalvia